miércoles, 13 de mayo de 2020

Excursión X217: Torrelodones por el Monte de los Ángeles

FICHA TÉCNICA
Inicio: Torrelodones
Final: Torrelodones
Tiempo: 1 a 2 horas
Distancia: 6,5 Km 
Desnivel [+]: 189 m 
Desnivel [--]: 189 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 1

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC


RESUMEN
Nueva ruta, la sexta, en desconfinamiento fase 0 en Torrelodones, en esta ocasión con la idea de recorrer parte del Monte de los Ángeles, en un corto paseo forzado por el horario establecido para hacer deporte, que no es muy largo, si no quieres madrugar en exceso, lo que no tiene mucho sentido, teniendo en cuenta que en el monte hay poca gente y mucho campo, y es además una forma de vaciar las calles y paseos tradicionales de aglomeraciones.

Con las campanadas de las ocho de la mañana sonando en el reloj del ayuntamiento y bajo unas espesas nubes, me encaminé al paso inferior de la autovía A-6, para continuar por la explanada del punto limpio hasta alcanzar el arroyo de la Torre, momento en que giré a la derecha para ascender por la empinada senda que entre retamas y jaras en flor termina en el bonito pinarcillo de las primeras casas de la urbanización de Las María.

Otro giro a la derecha hace cruzar el pinar, y siguiendo por el amplio camino, llegar a los pies de la torre de los Lodones, la atalaya de cerca de once metros de altura que desde hace más de 500 años se señorea desde los riscos donde los árabes la instalaron para el control de las fronteras del imperio omeya de Al-Ándalus.

Desde allí, descendí para encaminar mis pasos hacia la bonita senda que enlaza, entre encinas y un denso matorral, con la entrada a la urbanización de Las Marías, continuando por el acerado habilitado, no hace mucho, para conectar con la rotonda de la carretera de Galapagar, a la altura del polideportivo.

Crucé el puente, llamado de Outarelo, y me acerqué al complejo deportivo al que bordeé para continuar por la pista de hormigón que sube al pie de las altas antenas del repetidor de telefonía móvil y de TV, junto al cual se ubica un albergue de la fundación Apascovi.

A la que subíamos se tiene una amplia vista de la Berzosilla, en la que resalta, en el cerro de Navalapiedra, la torreta del antiguo telégrafo óptico, estructura cuadrangular de ladrillo, de unos diez metros de altura, muy reconstruido, que corresponde con la torre número 4 de la línea del telégrafo óptico Madrid-Irún.

Construido hacia 1846, al estilo del francés ideado por Claude Chappe en 1791, dotado de grandes brazos articulados y una bola, que según su disposición hacían referencia a los distintos fonemas, con los que se enviaban los mensajes cifrados de una torre a otra. 

La línea estaba compuesta por 52 torres, vía Valladolid, Burgos, Vitoria, Tolosa y San Sebastián, y fue diseñada por el ingeniero José María Mathé Aragua.

Esta torre, se comunicaba con la número 4, situada en el cerro de Cabeza Mediana de Collado Mediano, y ésta con su siguiente, la última de las torres madrileñas de la línea Madrid-Irún, que se encontraba en el Puerto de Navacerrada, a casi 2.000 metros de altitud y de la que queda bien poco, aparte del nombre, Alto del Telégrafo. La primera estaba en el Cuartel del Conde Duque de Madrid.

La senda continua por detrás del edificio y, en dirección norte, pronto alcanza el depósito de agua del Canal Isabel II que abastece al pueblo. Continué por la senda que deja la valla de la finca del Monte de los Ángeles a la izquierda y que unos metros más adelante deja ver un apilamiento de placas que bien podrían ser las de una plaza de toros portátil.

Al poco, un promontorio rocoso hace de magnífico mirador, desde el que se tienen unas estupendas vistas de los afloramientos graníticos, que conforman el Monte de los Ángeles, y de la lejana planicie de Madrid, en la que a duras penas, por la gran cantidad de nubes, sobresale en altura las características torres del Paseo de la Castellana.

Era todo un placer contemplar Madrid sin su característica boina de polución, alguna ventaja tenía que tener el haber estado confinados. Más cerca, el Palacio del Canto del Pico, con las densas nubes, tenía un aspecto sobrecogedor, que recordaba a las aterradoras casas de las películas de miedo.

Desde aquí, por un estrecho paso entre rocas continué por la senda que baja y sube hasta dar con la tapia de la finca del Canto del Pico. El alto muro de piedras puestas una sobre otra recuerda, salvando las distancias, a la muralla china, extendiéndose en ambos sentidos hasta donde se pierde la vista.

Por una borrosa y estrecha senda descendí, en dirección sureste, hacia las Charcas del Loco, paralela a un casi invisible regato. Bajé por la arenosa senda con precaución, rodeado de encinas, madreselvas, juncos y jaras en flor que alegraban con sus aromas el camino.

Al final, proseguí por una senda que sale a la izquierda en busca de la charca superior, la más pequeña, de efímera belleza, situada al norte de las otras dos, encajada en la pared septentrional de esta pequeña Pedriza que es el Monte de los Ángeles.

Continué el camino bordeándola por la senda que recorre su lado este y, entre mucha vegetación en flor y grandes rocas, alcanza la charca del Loco, la más grande y bella, que este año luce como ningún otro sus quietas aguas, espero que duren mucho.

Tras las fotos de rigor, continué el descenso bordeándola por su cara sur, pasando por la charca inferior, la menos visitada, quizás, cerrada por un muro que a duras penas retiene la escasa agua que tiene.

Obviando el camino principal, continué por la senda, que en dirección sur sigue paralela al riachuelo de desagüe de las charcas, pasa junto a un puente de madera y alcanza las primeras casa del pueblo, justo donde se une al arroyo del Canto del Pico.

Crucé la avenida de la Dehesa y descendí por las escalinata que dan acceso a la senda que, paralela al arroyo, se interna en el Parque Flor de Lis hasta alcanzar la calle Nueva y la plaza del Arca del Agua.

Me desvié para hacerle una visita a la iglesia de Nuestra Señora de la Ascensión que, construida en 1640 y tras muchas reformas, ofrece un bello encuadre de esta obra del renacimiento, con detalles de estilo barroco, que invitan al sosiego, en uno de los rincones más íntimos del pueblo.

Continué hacia la plaza del Caño, cuya fuente monumental es una de las más antiguas de la Comunidad de Madrid, data de 1591, durante el reinado de Felipe II, poco tiempo después de que finalizaran las obras del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, y corresponde fielmente el estilo herreriano.

Desde allí, regresé al ayuntamiento, el punto de partida, cumpliendo horario y con el ánimo renovado tras esta estupenda caminata que bien se merece 3,5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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