domingo, 8 de octubre de 2023

Excursión X431: Camino Francés. Etapa 8. Logroño - Nájera

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Logroño
Final: Nájera
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 30 Km
Desnivel [+]: 378 m
Desnivel [--]: 262 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Para la última etapa de esta escapada, tuvimos también que madrugar, a la vista de los aproximadamente 30 km que nos esperaban más el regreso a Madrid, así pues, el día se nos iba a hacer muy, muy largo.

El primer inconveniente de madrugar tanto fue que el bar del hotel estaba aún cerrado y tuvimos que buscar otro cercano ya a la salida de Logroño, pero en el que, para nuestra desesperación, tardaron un montón en servirnos.

El itinerario urbano del Camino por la ciudad recorre las calles de Ruavieja y Barriocepo, en la que está la Fuente de los Peregrinos, hasta llegar a la Puerta del Revellín o Puerta del Camino.

Desde allí, por la Avenida Marqués de Murrieta, y tras un desvío a la izquierda, accede sucesivamente a los parques de La Laguna, Europa y San Miguel, al que se llega tras cruzar la carretera por un puente elevado de hierro. Junto al bonito estanque de este último parque nos hicimos la foto de grupo con todos, por si alguno luego desfallecía por el camino, ja, ja.

El Camino prosigue en dirección suroeste por una buena pista adoquinada y arbolada, pasa por un subterráneo para cruzar la carretera LO-20 y desemboca dos kilómetros después en la carretera que accede al Parque de la Grajera y la Barranca.

Es éste un hermoso paraje, único parque natural de la ciudad, tiene una extensión de 87 hectáreas, 32 de las cuales corresponden al embalse de la Grajera.

Una imagen de la Virgen del Rocío, en una urna de cristal, rodeada de ramos de flores, precede la llegada al embalse, que con las primeras luces de la mañana estaba precioso, hasta con patos chapoteando en sus nítidas aguas que reflejaban como espejos la vegetación circundante.

Continuamos junto al muro de contención del propio embalse. Al final del mismo giramos a la izquierda y retomamos la pista que pasa por una zona de recreo y descanso con excelentes vistas del embalse.

En su extremo hay un monumento al peregrino, que nos despide de Logroño, y un poco más adelante al abandonar el Parque, la fuente del Guarda nos da la oportunidad de llenar las cantimploras antes de entrar en terreno más seco.

La pista, entre tierras de cultivo, da unos rodeos y nos acerca de nuevo en la carretera, con la que se afronta un repecho de poco más de un kilómetro.

Pasamos junto a una serrería y la valla metálica de separación de la utopista, donde los peregrinos van dejando infinidad de cruces hechas con dos palos entres su alambrada, por lo visto, una tradición extendida a lo largo de toda la ruta jacobea.

Unos metros después nos desviamos a la izquierda en dirección Navarrete. 

Continuamos por un buen camino de tierra que nos aparta a la derecha y por el que, Tras cruzas los que serán futuros puentes sobre la A-12, pasamos al lado de las bodegas Don Jacobo y de las ruinas del antiguo albergue de San Juan de Acre, del siglo XII, fundado hacia 1185 como albergue y auxilio de peregrinos.

Unas excavaciones arqueológicas realizadas en 1990 permitieron localizar los muros principales del antiguo hospital, que contaba con una gran iglesia con planta de cruz latina y torre cilíndrica con escalera de caracol, un kilómetro más adelante, llegamos a las primeras casas de Navarrete.

Antes de acceder al núcleo histórico de esta tradicional villa debemos de cruzar la carretera, después de ascender por unas rústicas escalinatas de madera, junto a un gran mapa del pueblo, al lado de una vaquería, que anticipan nuestra entrada en la calle Mayor Baja, donde se encuentra una fuente.

Navarrete es el único centro alfarero actual de la comunidad autónoma de La Rioja y ha sido uno de los más importantes del norte de España.

También es una villa de marcado aspecto medieval, con sus casas y palacios blasonados circundando un cerro dominado por las ruinas de un castillo del siglo XII.

Nos acercamos al albergue, situado en un edificio bastante interesante arquitectónicamente, aquí sellamos las credenciales mientras nos contaba su responsable que allí no admitían maletas, solo acogían a peregrinos con su mochila como único acompañamiento.

Tras recorrer la calle Mayor Baja, el camino continúa por la calle Mayor Alta en la que se halla la monumental iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, gótica renacentista, del siglo XVI, de considerable envergadura, cuya construcción se prolongó durante cerca de un siglo, entre 1553 y 1645, a causa de problemas presupuestarios y de sucesivos cambios en la dirección de las obras.

El principal reclamo del templo se encuentra en el interior, su retablo mayor, realizado por Fernando de la Peña a lo largo de cuatro años (1694-1698) y reformado por José de San Juan y Martín en 1713. 

Cuando el autor principal contempló la cabecera de la iglesia en la que debía instalarlo, afirmó que iba a ser “obra de mucho rumbo y consecuencia; tanto que en ambas Castillas me parece no habrá otra que en la valentía y todo de ella se pueda igualar”. Jovellanos visitó Navarrete muchos años después, en 1795, y emitió un juicio completamente distinto, describiéndolo como “espantoso por su altura, anchura, mala escultura y profusión de oro”. Hoy está considerado como el más espectacular de todo el barroco riojano, precisamente por la suntuosidad y los excesos decorativos que debieron de contrariar el gusto neoclásico del intelectual ilustrado.

De dimensiones apabullantes, catalogado dentro de los más grandes del mundo, y un color dorado deslumbrante, está repleto de relieves y figuras policromadas de diversos estilos. En el centro aparece un templete con una talla de la Virgen.

Si bien esta obra acapara toda la atención, en el interior destacan también las capillas laterales, con columnas corintias y bóvedas de horno y cañón. Todo el edificio está construido en piedra de sillería, a diferencia de las casas más antiguas de la localidad, que combinan sillares en la planta baja y ladrillo en la superior.

Salimos de la iglesia deslumbrados y girando a la derecha nos fuimos a la terraza del albergue de peregrinos La Iglesia a tomar un café y descansar un poco.

Tras la pausa, continuamos por la calle Mayor Alta, en su final se ubica la Posada Ignatius, en un antiguo caserón que entramos a conocer.

Proseguimos por la calle Arrabal, desde donde enlazamos de nuevo con la N-120. A la salida del pueblo dejamos a la izquierda el cementerio, cuya portada románica pertenecía al antiguo Hospital de Peregrinos de San Juan de Acre.

En uno de sus capiteles se aprecian dos personajes sedentes. Uno alza la copa mientras otro come y sujeta un bordón. Hay quien identifica esta escena con pasajes vitales de los peregrinos mientras que, para otros estudiosos, son pastores quienes protagonizan estas secuencias.

Junto a tan monumental portada nos paramos a leer la placa que se halla sobre el conjunto. Con ella se  rinde homenaje a todos los peregrinos muertos en su periplo hacia Santiago y, de forma especial, a Alice de Crae, fallecida en 1986.

El camino coincide de nuevo con la carretera N-120, que enseguida dejamos para continuar por un camino a la izquierda y tras cruzar la LR-342, busca de nuevo la N-120.

Proseguimos de frente, entre cepas, hacia Ventosa, sin hacer caso a unas flechas amarillas pintadas en el asfalto por algunos vecinos de la localidad próxima de Sotes, que tratan de llevar el camino por donde nunca pasó.

En uno de los puentes que pasamos por debajo, los peregrinos, en diversos idiomas han dejado curiosos mensajes entre lo místico y lo terrenal. Este me gustó especialmente, en francés decía "El más grande los viajes no es el que haces 100 veces dando 1a vuelta al mundo, si no el que haces una sola vez alrededor de ti mismo"

Llegamos a Ventosa entre cruces plagadas de ofrendas de peregrinos y enorme fotos, muy artísticas, colocadas junto al camino. En el bar Buen Camino nos tomamos unas refrescantes cervezas mientras nos tomábamos los bocadillos.

Tras el descanso, subimos al cerro donde está situada la Iglesia de San Saturnino, construida en sillería con planta de cruz latina y cabecera rectangular orientada a levante, alberga una única nave.

A su pie, adosada a la fachada norte, dispone de una torre de planta cuadrada rematada con una pirámide de ocho facetas, que fue construida en el siglo XVII.

En los alrededores de la iglesia se ha acondicionado una zona verde con césped, arbolado, bancos y juegos para niños, que hacen de este lugar un agradable sitio de descanso.

Pero, lo más interesante de este punto elevado de la localidad es la amplia panorámica de la que puede disfrutarse; además de una vista privilegiada de la propia localidad y su paisaje, desde su mirador pueden reconocerse las torres de localidades vecinas como Sotés y Navarrete, y más allá de este, los edificios más altos de Logroño.

A la salida, una indicación en piedra nos indica que estamos a 593 km de Santiago, bueno ya hemos bajado de los 600, ¡toda una inyección de ánimo!

Tras unos dos kilómetros de recorrido por un camino entre bodegas y viñedos, alcanzamos el Alto de San Antón, la cota más alta de la ruta de hoy, al que se accede por unas escaleras de madera, con muy buenas vistas y algo de sombra.

Un breve respiro para hidratarnos y continuamos por el camino, que entre viñedos llega a curva muerta del antiguo trazado de la N-120, curva que nos acerca hasta la carretera actual que cruzamos por un paso bajo la carretera.

De nuevo por entre campos de labor nos vamos acercando a Nájera en leve descenso por un buen camino de tierra que nos permite disfrutar con la contemplación de un espectacular paisaje.

A la izquierda, frente a nosotros, la sierra de la Demanda, en la que destaca la cumbre del San Lorenzo (2.271 m.); por la derecha cierra el horizonte la crestería completa de la Sierra de Cantabria.

El camino asciende a un collado cercano al Poyo de Roldán, lugar en el que la leyenda sitúa la batalla entre Roldán y el gigante Ferragut, episodio épico que con frecuencia aparece representado en cornisas y capiteles a lo largo de la ruta jacobea. Nuestro acompañante americano se desvió a verlo, nosotros continuamos de frente.

Pasado este lugar se inicia un rápido descenso por un camino entre viñedos que pasa junto a un chozo en piedra en el que un cartel informa de la leyenda de la batalla Roldán y el gigante.

Continuando cruzamos la carretera LR-427, llegamos a un área recreativa, donde cruzamos un rústico puente de madera sobre el río Yalde. Salvado el curso fluvial, un buen camino prosigue junto a unos frutales hasta cruzar, un kilómetro y medio después, la carretera de circunvalación de Nájera. Se sigue por una pista asfáltica que al poco se transforma en pista de tierra que acaba en Nájera. Antes de entrar en una pared de una fábrica, había escrito un bonito poema:

Polvo, barro, sol y lluvia
es el camino de Santiago;
millares de peregrinos
y más de un millar de años.
Peregrino ¿quién te llama?
¿qué fuerza oculta te atrae?
Ni el camino de las estrellas
ni las grandes catedrales.
No es la bravura Navarra;
ni el vino de los Riojanos;
ni los mariscos gallegos;
ni los campos castellanos.
Peregrino ¿quién te llama?
¿qué fuerza oculta te atrae?
Ni las gentes del camino,
ni las costumbres rurales.

Ni es la historia y la cultura;
ni el gallo de la Calzada;
ni el palacio de Gaudí;
ni el castillo de Ponferrada.
Todo lo veo pasar
y es un gozo verlo todo;
mas la voz que a mí me llama
lo siento mucho más hondo.
La fuerza que a mi me empuja,
la fuerza que a mi me atrae,
no se explicarla yo.
Sólo el de Arriba lo sabe.
E. G. B.

El camino continúa en Nájera por delante del cuartel de la Guardia Civil, pasa después por el Convento de Santa Elena y entra en la ciudad vieja por un puente de piedra sobre el río Najerilla.

Pero antes de llegar a las primeras viviendas, en una zona de huertas, le comenté a uno de los propietarios que los árboles del camino que llevan hasta allí estaban mal colocados, al no dar la sombra a los peregrinos, haciendo que ardiéramos de calor.

Me contestó que eso se hubiese evitado si hubiésemos madrugado más, y la verdad es que no le faltaba razón, pero al poco nos fue a buscar para invitarnos a unas cañas en el primer bar que nos encontramos, al pensar que nos había respondido un poco mal.

Concluimos así de bien, haciendo nuevos amigos, esta larga etapa y sin más nos dispusimos para iniciar el regreso a Madrid, dando así por terminada esta cuarta ruta, la octava desde que comenzamos el Camino y que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

FOTOS RESUMEN DE LAS 4 ETAPAS

sábado, 7 de octubre de 2023

Excursión X430: Camino Francés. Etapa 7. Los Arcos - Logroño

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Los Arcos
Final: Logroño
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 29,4 Km
Desnivel [+]: 375 m
Desnivel [--]: 438 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta





TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Para acometer esta larga etapa de casi 30 Km no tocaba otra que madrugar si queríamos llegar a tiempo para comer en Logroño y evitar de paso las horas de más calor.

Así es que a las 7:30 ya estábamos saliendo de Los Arcos por la Puerta de Castilla, del siglo XVII. Consta de un cuerpo de medio punto para el acceso y ático triple rematado por un frontón triangular entre otros curvos, en el que se instalan tres escudos dentro de recuadros, uno con las armas reales y otros dos con las de Los Arcos.

El portal fue restaurado en el siglo XVIII y así lo atestigua la leyenda que aparece en su frontis: IHS REINANDO PHELIPE QUINTO QUE DIOS GUARDE SE REEDIFICIO ESTE PORTAL. AÑO 1739, ya que Los Arcos perteneció a la Corona de Castilla entre los siglo XV y XVIII.

Todavía de noche, cruzamos la carretera y el río Odrón hasta llegar al cementerio.

Unos metros más adelante, pasamos junto a la Ermita de San Blas, construcción románica del siglo XII reformada posteriormente en el siglo XVIII, se cree que en ella existió un lazareto u hospital de peregrinos.

La rodeamos para contemplarla en su totalidad, mientras unos perros no paraban de ladrar,

Desde allí, seguimos por una pista de tierra que atraviesa viñedos y campos de labor, mientras salía el sol, creando fascinantes panorámicas, a nuestras espaldas, en un trazado casi paralelo a la NA-1110, hasta llegar al cruce con la carretera de Desojo, la NA-7205, a poco de cruzar el río de San Pedro.

En esta carretera, giramos hacia la izquierda, dirección Sansol, que ya aparece al fondo, a poco más de un kilómetro, con el sol aún bostezando.

Nada más llegar, vimos algo de revuelo en una calle de la izquierda, nos acercamos a ver. Se trataba de un tienda de comestibles que también hace las veces de bar.

En su rústica terraza paramos a tomar café. Más entonados continuamos el camino acercándonos a la iglesia de San Zoilo, barroca del siglo XVIII, cuenta con una talla del gótico tardío de San Pedro, del siglo XIV, que representa al apóstol sentado en un trono con figuras de leones en sus laterales.. El remate de la torre consiste en una cúpula y linterna con arcadas y bolas.

Preside el templo un retablo mayor de estilo neoclásico, bajo la advocación de San Zoilo, realizado en Logroño hacia el año 1800. El repertorio decorativo es muy simple.

Después de sellar en el albergue, salimos por la empinada calle Taconera de nuevo a la NA-1110, que cruzamos para continuar por un sendero arbolado que desciende por la pronunciada pendiente de una ladera de hierba hasta cruzar por un puente el pequeño barranco por el que discurre el río Linares, sobre el cual se levanta el municipio de Torres del Río.

Subiendo una cuesta, nos acercamos a ver una fuente rematada por una cruz que nos queda a la derecha, y de allí a la iglesia de Santa María, o del Santo Sepulcro (siglo XII), un peculiar templo de planta octogonal, similar al de Eunate, en el que se aprecia una gran influencia bizantina y mudéjar, en concreto de las cúpulas que cubren el mhirab en la mezquita de Córdoba.

Esta iglesia está considerada como un monumento cumbre del románico navarro del siglo XII. Sobre el origen del templo existen dos hipótesis. Una afirma que el templo fue una iglesia de los Caballeros del Santo Sepulcro.

La segunda sostiene que la Iglesia se construyó bajo los auspicios del monasterio Santa María la Real de Irache, en torno a 1160-1170 en tiempos de los reinados de García III Sánchez "el de Nájera" o de su hijo Sancho IV Garcés “el de Peñalén”.

Su advocación del Santo Sepulcro impuso un plan centralizado en recuerdo de la basílica de Jerusalén, aunque de forma octogonal en vez de circular, más propio de otras iglesias levantadas por el Temple. 

La iglesia funcionó como un faro con la luz encendida en la linterna que culmina el edificio.

Para su mantenimiento se construyó el torreón con caracol adosado al recinto principal. Otras iglesias de parecida índole eran la capilla del Santo Espíritu de Roncesvalles y la iglesia de Nuestra Señora de Eunate, sirviendo con sus linternas de faro en el camino nocturno de los peregrinos.

Preside el templo un Cristo Crucificado y muerto, todavía románico aunque avanza hacia el gótico en flexibilidad y cierto realismo. Puede fecharse a principios del siglo XIII. Lo único negativo es que una señora cobra entrada por ver el interior, era la primera vez que nos pasaba. Más información aquí.

Torres del Río lo cruzamos por su Calle Mayor, en continuo ascenso, flaqueados por señoriales casas blasonadas, siguiendo por una pista de cemento, que se convierte en camino de tierra al llegar al cementerio y que como era de esperar se llama Camino de Santiago.

En continuo ascenso, con alguna que otra bajadita se suceden hasta llegar a la carretera NA-1110.

Desde allí iniciamos, tras cruzar la carretera, un ascenso, con bastante desnivel, entre olivos hasta coronar un pequeño puerto en cuya cima se halla la Ermita de la Virgen del Poyo, del siglo XVI, y con una imagen gótica en el interior, fue antiguo albergue de peregrinos. 

Poco antes de alcanza la ermita, pasamos por un pinar en el que los peregrinos habían amontonado un sin fin de hitos superponiendo piedras y, a su lado, un montón de ofrendas con banderas, tiras de colores y otros objetos.

Dejando la carretera a nuestra izquierda, continuamos por un sendero paralelo, en claro descenso, hasta acabar cruzando la carretera  por un puente. Un cartel nos indica que Viana estaba a 7,4 km y Logroño a 16,7 km.

Abandonamos la carretera por la derecha, iniciando una subida que nos lleva al cruce con la carretera NA-7206, el punto más alto de la ruta. Aquí un cartel nos informa del cercano canal de irrigación de Arbanta.

En pleno descenso, un camino de tierra, cuya entrada está señalizada, se aparta a la derecha de la carretera descendiendo, junto a un viejo corral, hasta alcanzar el Barranco de Valdecornava, rodeado de olivos, donde nos reagrupamos y descansamos unos minutos mientras Ángel se subía a un chopo.

Cruzamos unos viñedos y el Barranco de Matamala antes de llegar a una zona con mesas de madera.

Aprovechando la sombra proporcionada en la pequeña área recreativa por unos altos pinos, paramos a tomar el aperitivo de media mañana y a hidratarnos, porque el sol había sofocado con altas temperaturas el ambiente.

Tras el descanso, proseguimos, ahora ascendiendo, junto a unos corrales en ruinas, hasta alcanzar de nuevo la NA-1110, por la que continuamos, ahora en ligero descenso, que entre viñedos nos puso a la entrada de Viana.

Callejeando, subimos a la plaza del Coso para continuar por el casco urbano fortificado y repleto de mansiones y palacetes blasonados. Viana es la última población de Navarra.

Su estratégica situación, enclavada en una colina dominadora del valle del Ebro le confirió carácter de secular centinela frente a las invasiones castellanas.

Obtuvo varios privilegios, de entre los que destaca el del título de “Principado de Viana”, título que ostentaba el heredero de la corona navarra y que en la actualidad corresponde a la princesa Leonor, heredera de la corona española.

Fundada el 1 de febrero de 1219 por Sancho VII el Fuerte,. Conserva parte del conjunto amurallado del siglo XIII y numerosas casas blasonadas, además de importantes monumentos históricos.

Destaca la iglesia de Santa María y su majestuosa puerta plateresca. Hay un retablo dedicado a Santiago. En el atrio, una lápida recuerda a uno de los personajes más intrigantes del renacimiento: César Borgia, muerto en campos de Viana en 1507.

Se trata de una de las iglesias más monumentales de la merindad de Estella. El grueso del edificio se construye en estilo gótico de finales del siglo XIII y comienzos del XIV.

La construcción del templo debió comenzar en 1250, finalizando el reinado de Teobaldo I de Navarra Champagne (1201-1234-1253), posee tres naves de cuatro tramos, con capillas entre contrafuertes, triforio y cabecera poligonal, cubierta por bóvedas de crucería.

A los pies se encuentra una portada del siglo XIV, de tres arquivoltas, presidida por la Virgen con el niño, que son adorados por dos ángeles.

Se debe reseñar su importante retablo mayor, diseñado en la segunda mitad del siglo XVII, en el que se representan escenas marianas acompañadas por los apóstoles. La sencilla portada es gótica con tres arquivoltas, del siglo XIV. Aquí más información sobre la iglesia.

La calle estaba muy ambientada, con peregrinos con los que habíamos coincidido en el Camino, y gente local abarrotando las terrazas. En La Taberna nos tomamos unas cervezas que nos supieron a gloria.

Reanudada la marcha, en la oficina de turismo había un cartel en el que nos indicaban que nos quedaban 623 km para llegar a Santiago. Aquí Teresa nos dejó para hacer el resto del tramo hasta Logroño en taxi, antes de que sus molestias pasaran a más.

El resto continuamos hasta alcanzar las ruinas de la iglesia San Pedro, que fue la parroquia más antigua de Viana, pero que ha llegado a nuestros tiempos en un lamentable estado. Más información aquí.

El carácter militar que presidió la creación de Viana, confirió a esta parroquia un cierto carácter de fortaleza. Con la unión de los reinos hispánicos a principios del siglo XVI, este carácter defensivo cesó y las reformas posteriores son únicamente para ensalzar lo religioso. 

Tras el hundimiento casi completo en 1844 y la aplicación poco después de las leyes desamortizadoras liberales-centralistas, la parroquia quedó sin recursos para llevar a cabo una reconstrucción. En el año 1877 dejó de ser parroquia.

La iglesia debió de estar terminada hacia el año 1264 o poco antes, ya en el reinado de Teobaldo II de Navarra Champagne, cuando van a comenzar las obras en la iglesia de Santa María.

Ofrece un estilo gótico incipiente, todavía con influencias arquitectónicas cistercienses, como la cabecera provista de cinco capillas.

A pesar del estado de ruina, el exterior mantiene la monumentalidad del templo, ennoblecida por la perfecta talla de los sillares. Una monumental portada se abre en el ángulo noroeste de la iglesia.
El camino sale de Viana por la Puerta de San Pedro, o portal de San Felices. Cuenta la tradición que el rey navarro Sancho VII, colocó la primera piedra de la ciudad de Viana en dicho portal.

A continuación pasmos junto a la fuente Vieja, desde la que iniciamos un descenso, que después de cruzar un puente sobre el río Valdearas, y entre huertas llega a la carretera de Logroño. la N-111, que cruzamos por debajo.

Nos alejamos de la carretera siguiendo una pista de tierra que transita entre campos agrícolas hasta alcanzar la Ermita de la Virgen de Cuevas, del siglo XVI, patrona de Viana. Junto a la cual, en una chopera, se ha instalado una pequeña área recreativa. Aprovechamos para beber agua en la fuente que hay en ella, mientras escuchábamos el repique de sus campanas.

Poco después, el Camino continua por una pista hasta la Laguna de las Cañas, acercándose a la carretera N-111, justo en el punto en que se deja Navarra y se entra en La Rioja. Por campos de cultivo se llega a la ribera izquierda del río Ebro y se entra en Logroño cruzando el histórico puente de Piedra, mandado construir por Alfonso VI, sobre otro más antiguo. Aquí el camino a su paso por la ciudad.

Pero nosotros, cansados y hambrientos, nos desviamos antes para ir al Hotel Zenit Logroño, pasando primero por el Centro Comercial las Cañas, donde comimos unos platos combinados pasadas las 15:30.

Una vez duchados y descansados tras una reponedora siesta, al caer la noche iniciamos el itinerario urbano por Logroño. Siguiendo la ribera del Ebro, llegamos al puente de Piedra, que estaba iluminado con un color verde chillón, que poco le favorecía.

Logroño creció al amparo del Camino y del puente de Piedra, que con casi 200 metros y doce arcos salva el cauce del Ebro.

En el siglo X, en este lugar no había más que una simple granja que aprovechaba las fértiles tierras de esta ribera. Su urbanismo medieval constata su carácter de ciudad jacobea. Logroño es aún hoy una ciudad lineal, de este a oeste, como el propio camino. El casco antiguo de la ciudad conserva destacados vestigios de las peregrinaciones medievales.

Proseguimos por la calle de Ruavieja, pasamos junto al albergue Santiago Apóstol, donde sellamos las credenciales, y poco después llegamos a la ermita de San Gregorio, que cuenta la tradición que fue edificada en el lugar en el que murió San Gregorio Ostiense, maestro espiritual de Santo Domingo de la Calzada. Es bastante pequeña, tiene un cuadro del santo y esculpido un escudo en una de sus paredes.

Al llegar al albergue Municipal, giramos a la izquierda para acercarnos a la iglesia de Santa María del Palacio. Debe su nombre a la donación que realizó Alfonso VII de su palacio en, 1130 para que se erigiera la primera fundación de la orden del Santo Sepulcro en el Reino de Castilla. Destaca su elegante aguja gótica piramidal de ocho caras del siglo XIII. En su interior tiene un gran retablo del siglo XVI y una Virgen románica.

Continuando, se llega a la iglesia de Santiago el Real, del siglo XVI, situada en pleno corazón de la ruta, y cuya portada adorna una enorme estatua de Santiago Matamoros del siglo XVII. No hay que olvidar que la leyenda que atribuye al Apóstol semejante apodo nace muy cerca de Logroño, al sur, donde tuvo lugar la célebre Batalla de Clavijo en la que el mismísimo Apóstol aparece sobre su blanco corcel, blandiendo cegadora espada con la que carga contra la morisma y consigue decantar la suerte de la batalla del lado de las tropas cristianas.

En la misma plaza se ubica la fuente del Peregrino o de Santiago, construida en piedra, está formada por un arco rebajado entre dos pilares, friso y frontón. El año 1675 puede ser el de su reconstrucción, puesto que la obra es más antigua.

De allí fuimos a la iglesia de San Bartolomé. Edificada en el siglo XIII adosada a la muralla de la ciudad, su portada es la mejor muestra de escultura gótica de La Rioja. Consta de tres naves, crucero alineado y triple ábside románico.

Y por la calle Caballerías llegamos a la Plaza del Mercado, donde se encuentra la Catedral de Santa María de la Redonda. Construida sobre un primitivo templo del siglo XII, adquirió el rango de Colegiata en 1453. Ha sufrido numerosas reformas y ampliaciones a lo largo de la historia, siendo la última la incorporación de sus conocidas torres gemelas, en el siglo XVIII y que los logroñeses las laman Las Gemelas. Caben destacar en el interior la sillería del coro, el retablo mayor, que data del siglo XVII y el cuadro de la Crucifixión atribuido a Miguel Ángel Buonarroti. Más información la tenemos aquí.

Por la calle Portales asistimos sorprendidos a una marcha de militares y guardia civil en competencia tocando a retreta, que resultó muy emotiva.

Como había hambre ya, nos fuimos a la calle del Laurel con la ilusión de poder picar algo, pero nos fue imposible porque estaba abarrotada así es que nos fuimos a una terraza de un restaurante cercano a la catedral, del que tuvimos que irnos por la incompetencia del camarero, logrando finalmente cenar en otra terraza cercana.

En taxi, tras larga espera, volvimos al hotel pasada la media noche, cansados de la la larga jornada y con la intranquilidad de saber que al día siguiente nos esperaba la etapa más larga de la escapada.

Cuatro estrellas le otorgo a esta calurosa etapa, pero en la que lo disfrutado lo compensa.
Paco Nieto