lunes, 29 de abril de 2019

Excursión X173: Cerros de Pelayos de la Presa

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pelayos de la Presa

Final: Pelayos de la Presa
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 19,7 Km 
Desnivel [+]: 877 m 
Desnivel [--]: 877 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Pelayos de la Presa debe parte de su nombre y de su economía al pantano de San Juan, motor que hace que el sector turístico y de servicios multiplique por cinco su población en temporada estival.

Y para recorrer algunos de los cerros que la rodean, iniciamos esta ruta en la plaza del Ayuntamiento, acercándonos antes a ver la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, reconstruida después de ser incendiada durante la Guerra Civil, solo se salvó la espadaña, del siglo XVII. En su exterior destaca un cruceiro y una de las campanas que se recuperaron y en la plaza, la Picota, que se mantiene en pié a pesar del paso de los años.

Salimos del pueblo por el camino de Navapozas, que al principio está asfaltado, y al poco pasa a ser de tierra, entre grandes casas agrupadas en urbanizaciones. Poco antes de llegar a la M-501, cruzamos el arroyo de Fuenfría y por un paso subterráneo, la carretera.

Giramos a la derecha para continuar en paralelo a la carretera durante un trecho, cruzando primero un arroyuelo y después, por un puente, de nuevo el arroyo de Fuenfría, ambos con poca agua.

Enlazamos con la Senda de Valdenoches, señalizada con un poste. Enseguida la abandonamos a la izquierda, donde comienza una fuerte pendiente de subida, al cerro del Alambrado, que discurre entre pinos, encinas, jaras, brezos y romero, cuyos aromas alegran nuestros pasos.

Atravesamos un cortafuegos y al poco enlazamos con la Senda del Cerro de Valdenoches, por el que seguimos un kilómetro, dejando a nuestra derecha la Casa de los Forestales y a la izquierda un vivero aparentemente abandonado.

Cruzamos de nuevo el arroyo de Fuenfría y enseguida alcanzamos un alto por el que pasa un cortafuego, que a la izquierda se dirige al Cerro de Valdenoches, plagado de instalaciones de telecomunicaciones y, a la derecha, a Altolamira. Desde este privilegiado mirador natural, las vistas del pantano de San Juan y alrededores son impresionantes.

Desde allí, en dirección oeste, por el cortafuegos subimos a Altolamira, que con sus 1.038 metros sería el punto más alto de la ruta. Está coronado también con antenas y un vértice geodésico desde el que se tiene unas magníficas vistas.

Desde este alto con tan buenas miras, descendimos, en dirección sur, por otro cortafuegos hasta el Camino de Fuenfría, tramo que tuve que repetir por haberme dejado olvidados los bastones junto al monolito del vértice geodésico.

Giramos a la izquierda y continuamos descendiendo, en dirección este, hasta el cruce con la Cañada de Talavera, también llamado en este tramo Cordel del Puente de San Juan, que seguimos, en dirección sur, hasta cruzar el arroyo del Majadal, a poco más de un kilómetro.

Giramos a la izquierda, abandonando la Cañada de Talavera, y en dirección este continuamos por una pista casi plana, lo que nuestras rodillas agradecieron sobremanera y, a poco más de un kilómetro, pasamos junto a la Casa de la Coneja. Unos metros más adelante, en la ribera del arroyo de la Puebla paramos a tomar los bocadillos, aprovechando como asientos un abrevadero con pozo y agradable entorno.

Menos mal que habíamos cargado las pilas, porque nos esperaba una cuesta con fuerte pendiente para ascender al Cerro Corrales, cuya cumbre situada a 882 metros de altura está marcada por un hito cuadrangular en el que nos hicimos fotos como si de un vértice geodésico si tratara, yo creo que tarmados más de la cuenta para así tomar aliento.

Si la subida nos pareció agotadora, peor fue la bajada que nos esperaba: 160 metros de desnivel en 600 metros de recorrido, además por un terreno arenoso propenso a los resbalones que puso a prueba nuestras rodillas.

El Camino de Villa del Prado a Pelayos nos sirvió de red al final de la escarpada rampa. Por él seguimos, en dirección norte, con el arroyo de los Chorrerones a nuestra derecha y las laderas del camino plagadas de cantueso que nos regalaban el aroma intenso de sus flores violetas.

Poco después de un kilómetro, al llegar a un nuevo cortafuegos, cambiamos de vertiente e iniciamos un suave descenso que nos llevó a las cercanías del arroyo del Jaralón, y justo en el cruce con la Cañada de Talavera, admiramos lo que quedaba de agua en la laguna que se forma donde se unen los arroyos Labores y Jaralón.

Continuamos por otro empinado cortafuegos ¡cómo no!, que nos llevó a los 822 metros de altura del Cerro de las Mucas, tras ascender 120 metros en 800 metros de fatigosa cuesta. Dedicamos un buen rato a recuperarnos mientras esperábamos a los más rezagados.

Desde allí, solo nos quedaba descender por una senda, con preciosas vistas del pantano de San Juan y el espectacular cerro de San Esteban, y que, con sus innumerables zetas, suaviza los más de 200 metros de desnivel que hay hasta alcanzarla la urbanización Las Musas, en la que nos sorprendió la decoración en piedra de una de sus primeras casa.

Al llegar a la carretera M-501, la cruzamos por un túnel, continuando por el Camino de Valdeyeros hasta regresar de nuevo a la plaza de Pelayos de la Presa, dando así por terminada la ruta, no sin antes celebrarlo con las ansiadas cervezas en el bar el Bocao, lo que subió a 4 estrellas esta larga excursión.

sábado, 27 de abril de 2019

Excursión X172: Las Machotas y castaños centenarios de Zarzalejo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Zarzalejo

Final: Zarzalejo
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 8,8 Km 
Desnivel [+]: 451 m 
Desnivel [--]: 451 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN

Las Machotas son esas dos montañas casi gemelas que vemos a nuestra izquierda, una cerca de la otra, cuando nos acercamos a El Escorial desde Madrid.

Aunque son varías las posibilidades para iniciar su ascenso, elegimos hacerlo desde el pueblo de Zarzalejo por dos razones. La primera era que además de coronar sus cumbres, queríamos conocer uno de los castaños más longevos de la zona. y el segundo motivo, que así podríamos terminar la ruta comiendo en Zarzalejo sin tener que mover el coche.

Desde la misma plaza del pueblo echamos a andar por la carretera M-533 que sube al puerto de la Cruz Verde. Pasamos junto a la iglesia de San Pedro, reedificada en 1619, en la que destaca su hermosa torre. Al poco, a la izquierda de la carretera, contemplamos una fuente de dos caños en la que figura esta bonita frase: "Qué bello, mar, morir en ti cuando no pueda con mi vida", y unos metros más arriba, el Caño Viejo, fuente del siglo XVIII construida en granito de un solo caño.

Al poco, dejamos la carretera para seguir por el Camino del Cotanillo, donde comienza realmente a notarse la pendiente. Pasamos junto a unas casas, unas antenas y el depósito de agua del pueblo, desviándonos enseguida del camino principal por la derecha.

Conforme ganamos altura, las vistas mejoran, destacando en primer término las Hontezuelas y el Portacho, asomando majestuosa detrás de él la inconfundible pirámide de la Almenara.

A 500 metros del desvío, volvemos a dejar el camino para seguir una borrosa senda que sale a la derecha, hacia el este, con una valla de piedra como referencia. Enseguida vemos varios ejemplares de castaños, antes de llegar al rey de todos ellos, el Castaño del Cotanillo, árbol colosal, semejando dos pies superpuestos con gran envergadura debido a las ramas tendidas, que incluso se apoyan en el terreno en los últimos tramos.

Tiene una altura de 23 metros, un diámetro de copa de 26 metros, el perímetro del tronco es de 6 metros y su edad aproximada es de 325 años, todo un abuelo al que incluso le han tenido que poner una muleta para sostener una de sus centenarias ramas.

La idea era regresar sobre nuestros pasos para volver a enlazar con el camino de subida que llevábamos, pero preferimos atrochar ascendiendo hacia el noreste hasta dar con la senda que viene del puerto de la Cruz Verde. Fue una buena elección porque a parte de acortar, disfrutamos de unas bonitas panorámicas de Zarzalejo y sus dehesas.

Una vez en la senda principal, enseguida alcanzamos el risco conocido como Pico del Fraile (1.452 m), donde disfrutamos de las vistas que se tienen a sus pies, y tras hacernos la foto de grupo bajo él, continuamos en dirección sur para a pocos metros llegar a la cima de la Machota Alta (1.461 m), el punto más alto de la ruta, con estupendas vistas de El Escorial desde la Pradera de los Cerros.

Desde allí bajamos, con fuerte pendiente hasta el Collado de Entrecabezas (1.273 m), desde el que iniciamos el ascenso a la Machota Baja (1.404 m), por entre grandes rocas que recuerdan algo a La Pedriza, siguiendo la Senda de los 3 Ermitaños, que entre rocas y pasando por un collado, alcanza la cima y su vértice geodésico al cabo de 1,5 Km.

Las vistas desde su vértice geodésico eran impresionantes: la Sierra de Guadarrama, la planicie de Madrid y hasta de la Sierra de Gredos.

El descenso lo realizamos por el mismo sendero que habíamos subido, con ligera desviación a la izquierda antes de llegar al collado, para evitar pasar de nuevo por el collado de Entrecabezas, al que no llegamos por desviarnos a la izquierda por la senda que en dirección suroeste busca el trazo del GR-10, al que alcanzamos cerca de la fuente de Entrecabezas.

Continuamos por el GR-10, llegando al cabo de un kilómetro a la fuente del Rey, y muy cerca de ella, el Castaño del mismo nombre, un hermoso ejemplar de 18 metros de altura que crece entre grandes rocas graníticas. Su enorme tronco tiene un renuevo lateral ya adulto, y ramas muy jóvenes que parten del fuste y ramas gruesas, con una copa muy amplia, de unos 21 metros, y ramas laterales muy abiertas. Sus raíces abrazan el roquedo desde hace más de 225 años.

Desde el castaño, sólo nos quedaba descender un kilómetro el GR-10 para estar a las puertas de la iglesia de San Pedro, en Zarzalejo, finalizando en su plaza esta bonita ruta.

Para redondear la jornada, degustamos el suculento menú del restaurante de La Posada, dimos como postre un paseo al cercano Mirador del Guijo, con excelentes vistas de las dehesas de Zarzalejo.

Y, para rematar la tarde, desde aquí nos fuimos a San Lorenzo de El Escorial a tomarnos unos cafés y dulces en Paco Pastel, lo que hizo que esta excursión mereciera 5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 22 de abril de 2019

Excursión X171: Cascada del Cancho Litero

FICHA TÉCNICA
Inicio: Villavieja del Lozoya

Final: Villavieja del Lozoya
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,8 Km 
Desnivel [+]: 552 m 
Desnivel [--]: 552 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta


TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Tenía ya ganas de conocer la cascada del Cancho Litero, de la que me había hablado por primera vez un amigo el verano pasado. Lo cierto es que es una gran desconocida, quizás por ser una de las más agrestes, escondidas y salvajes que podemos encontrar en la Comunidad de Madrid.

Para descubrirla, nos acercamos a Villavieja del Lozoya, uno de los pueblos de la Sierra Norte de Madrid, emplazado en las faldas de la Sierra de Guadarrama, a tan solo 82 kilómetros de la capital y a 3 de la villa de Buitrago.

Tras una breve visita a la iglesia de la Inmaculada Concepción, salimos de la plaza Mayor, callejeando en busca de las últimas casas de la zona norte del pueblo, limitadas por la carretera M-634. Por una pista que nos sale a la derecha descendemos hasta llegar a la Reguera del Caz, por estar próxima la reguera que llevaba el agua al molino donde se molían los cereales.

Desde este punto sale la calleja de San Martín, que comunica la cañada de la dehesa de la villa y el paso o camino de las reses bravas, camino por el que eran llevados éstos hasta la cañada de las Solanas, cordel de los Gallegos y, cruzando el puerto Linera, hasta la provincia de Segovia.

Rugiente a nuestra derecha baja el arroyo Buitraguillo, al que me asomo para fotografiarlo desde el otro lado del rústico puente que lo salva. Junto a él, una poza era utilizada para el baño de la gente del pueblo, y en ella también lavaban la ropa.

De vuelta a la pista, delimitada a la izquierda por un musgoso muro de piedras, cruzamos un paso canadiense y continuamos por Los Pontones, llamados así porque antiguamente había un tosco puente de madera, aquí se une el arroyo de los Robles al de Buitraguillo, que en menos de 3 km entrega sus aguas al río Lozoya.

Pasamos un portón y enseguida nos encontramos una bifurcación, seguimos el camino de la izquierda, conocido como Cordel de las Solanas, el de la derecha es la Colada de Roblazgo, que se dirige al descansadero que hay bajo el Cerro de la Cabeza.

En dirección noroeste, ascendemos lentamente, entre muros de piedra que delimitan el Cordel de la Solana, con el arroyo de los Robles intuyéndose lejos a nuestra izquierda. Enseguida llegamos a los corrales de Navamojada, donde desde la Edad Media se guardaba el ganado de paso entre las tierras de Buitrago y las de Pedraza.

Alcanzamos la Majada del Cabrero, por la que curiosamente, debajo de ella, pasa uno de los túneles de la abandonada línea de ferrocarril Madrid-Burgos. Desde aquí se tienen excelentes vistas de esta zona de la cuerda de la Sierra de Guadarrama: Piedra de la Mesilla, sobresaliendo de la espesura del pinar; La Peñota, inconfundible por la gran cicatriz de su cortafuegos; el Puerto de Linera, tradicional lugar de paso del ganado; collado Espino, y La Loma, donde hay una majada de pastores.

Al poco, el cordel se va estrechando, a la vez que el matorral se hace más espeso, teniendo que caminar con cuidado para no enredarnos con las zarzas. Mucho más agradable es el El cantueso y la flor del Brezo que encontramos a nuestro paso entre árboles a los que aún no les ha llegado la primavera.

Junto al muro de piedras, buscamos una de gran tamaño, conocida como Piedra de los mil hombres, que según contaba un cartel, ahora desaparecido, debe su nombre a que, según la leyenda, la subieron mil hombres desde el río para colocarla donde está haciendo pared. Por fin damos con ella, aunque no nos parece que fuera para tanto.

Continuamos, y en un recodo damos con un pilón que recoge las aguas de las tollas del Sacedillo, que da de beber al ganado. Pasando la estrecha calleja, se llega a unas piedras llamadas "salegar", nombre derivado del lugar donde tradicionalmente se le echaba sal al ganado. A este paraje, algo encharcado, se le conoce como Quiñón de las Esparteras.

Al poco, desaparecen los muros de piedra y el camino pasa a ser senda, entre arbustos, vadeamos un pequeño arroyo y a continuación otro de mayor caudal, el arroyo del Montarrón, frontera entre las praderas y un frondoso pinar, por el que nos internamos, que cambia totalmente la percepción del camino.

Recorremos un sendero serpenteante, primero en dirección noroeste que luego pasa a ser norte, con el murmullo del arroyo del Espino, siempre cercano, a nuestra izquierda.

En un claro, encontramos un canchal al que nos asomamos buscando la cascada entre el desfiladero, pero desde él aún no se podía contemplar, lo bordeamos por la parte derecha, con fuerte pendiente. Una vez culminado el berrocal, descendemos con cuidado buscando el arroyo del Cancho Litero.

El estruendo del agua, entre los árboles, delata el lugar secreto donde se encuentra la cascada del Cancho Litero, que aparece de repente con una caída espectacular de unos 10 metros de altura. Es un bonito despeñamiento sobre una gran poza, una zona paradisíaca.

El impresionante espectáculo se lo debemos al agua del arroyo del Cancho Litero, que nace en la falda madrileña de los Montes Carpetanos, entre en Puerto de Linera y Peña Borrascosa. Es una línea que roza los 2.000 metros de altitud. Un kilómetro más abajo une sus aguas al arroyo de los Robles.

Tras las múltiples fotos de rigor, volvemos unos metros sobre nuestros pasos, para enseguida ascender en dirección norte hasta dar con una pequeña pradera junto al arroyo desde donde el agua se precipita. El lugar no puede ser más bello, en él paramos a tomar los bocadillos.

Reanudamos la marcha con pereza, por lo bucólico del entorno, oyendo el agua y el canto de los pájaros. Nos volvemos a internar en el pinar, para seguir ascendiendo entre numerosos ejemplares de acebos hasta dar con una pista forestal que bordea el Cerro del Espino y el Montarrón.

Continuamos por la pista, en dirección norte, cruzando al poco en su primera curva, el arroyo Collado, que en su parte más alta se llama arroyo Hondo, girando hacia el oeste, para a menos de 500 metros, en la siguiente gran curva, cruzar el arroyo de Cancho Litero, justo en el punto en el que se le unen las aguas del arroyo de Linera, en una bonita poza junto al puente.

Continuamos por la pista, que ahora se dirige hacia el sureste y nada más terminar la primera curva, la abandonamos para atrochar en dirección sur bajo la atenta mirada de unas vacas, hasta volver a dar con la pista forestal unos 700 metros más abajo, después de cruzar un esplendido pinar.

Pista abajo, al llegar a la zona de Moto y Cancho Litero, cruzamos un cortafuegos que baja del cerro de La Peñota y , al poco, alcanzamos un puente de piedra y hormigón sobre el arroyo de los Robles, que llevaba bastante agua.

Con el arroyo a nuestra izquierda subimos un repecho para a continuación descender con una magnífica panorámica del valle, en la zona conocida por Matahambre. Enseguida alcanzamos el descansadero y sextil del Raso de la Cruz, lugar donde reposaba el ganado antes de la ascensión al puerto de Linera por el Cordel de los Gallegos.

Continuamos el descenso, en dirección sureste, cruzamos el arroyo de las Cortes y a lo lejos divisamos la cascada que nos trajo hasta aquí. Dejamos una fuente a nuestra derecha y enseguida llegamos al depósito de agua del pueblo, donde se cruzan los caminos junto a un gran pilón utilizado como abrevadero.

Salimos de la pista hacia la izquierda para acercarnos al arroyo de los Robles para contemplar una cacera y las ruinas de una fragua construida en los años 30 del siglo pasado, con motivo de las obras del ferrocarril Madrid-Burgos, cuyo trazado está a pocos metros de este sombrío lugar.

Ascendemos hasta las proximidades de la línea de ferrocarril, contemplamos a lo lejos la boca del túnel que se adentra bajo la Majada del Cabrero, por donde pasamos esta mañana y al poco, cruzamos por un puente las vías del ferrocarril.

La línea Madrid-Burgos por Aranda de Duero inició su construcción en 1928 y finalizó en 1968. Ahorraba 90 kilómetros con respecto al trazado de la de Madrid-Irún por Ávila, inaugurada en el año 1864. Comenzó su declive en 1990 y en 1998 quedó fuera de servicio. De ella, solo está en funcionamiento el tramo Madrid-Colmenar Viejo, para trenes de cercanías y, aunque se han hecho varios intentos para volverla a poner operativa con un tren turístico, el Translozoya, de momento no ha sido posible.

Continuamos el descenso, llegando al barrio de los Llanos, que cruzamos por su suelo empedrado, contemplando al final del mismo, en la Cañada del Molino, la reguera por la izquierda del camino, que luego lo cruza para abastecer los huertos del Rodeo los Llanos y Peña la Raya, donde antaño se sembraba lino, de ahí el nombre de linares. Lo de la Raya, se debe a que aquí había una piedra con un hierro en el centro y varias marcas que hacía las funciones de reloj de sol para marcar los turnos de riego.

Poco más abajo, a nuestra derecha, contemplamos la laguna de El Tercio, un humedal con bastante agua. Cruzamos la carretera M-634 y en dos pasos entramos en el pueblo, donde nos tomamos las cervezas de fin de ruta, dando así por finalizada esta bonita y refrescante excursión que se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

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lunes, 15 de abril de 2019

Excursión X170: Trincheras de Torrelodones y arroyo de Trofas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Torrelodones

Final: Torrelodones
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 16 Km 
Desnivel [+]: 416 m 
Desnivel [--]: 416 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Aunque no eramos muchos, había ganas de salir, pero sin complicarnos mucho el día, por lo que decidí dar un paseo por los alrededores de mi pueblo, para recorrer algunos de los lugares que más me gustan.

Una vez reunidos todos, salimos de la puerta de mi casa, esta vez más cómodo, imposible. Buscamos la cale Real y enseguida a la carretera de Hoyo, renombrada como Avenida Conde de las Almenas, título que ostentaba el primer propietario del Palacio del Canto del Pico.

Al alcanzar la rotonda de los olivos, giramos a la derecha para recorrer en su totalidad la única parte del Cordel de Hoyo de Manzanares, que no ha sido asfaltado aún. Por él remozado sendero descendimos hasta llegar al cementerio, al que rodeamos, pasando junto a las desdibujadas trincheras de la Guerra Civil que dominaban los accesos a Madrid por la actual carretera A-6.

Bordeando las urbanizaciones, seguimos por la calle los Rosales, descendiendo por ella hasta salir al Prado de la Solana, que cruzamos por su parte norte, siguiendo una nueva senda recientemente habilitada por el ayuntamiento, marcada por piedras en hilera para que perderse sea imposible.

La senda termina junto a una casa a los pies del arroyo Villarejo, lo que obliga a remontar una cuesta para continuar por las calles Jalón y Ebro hasta dar con la presa conocida por todos como presa de los Peñascales, aunque en realidad se llama de Gabriel Enríquez de Laorden, cuyo rostro está tallado en piedra en el muro.

Seguimos a la derecha el arroyo de Trofas, que cruzamos por un puente junto a una caseta de vigilancia y lo acompañamos hasta que se pierde hacia El Pardo, camino de su encuentro con el río Manzanares a la altura de Somontes.

Subiendo junto a la tapia del Pardo, nos desviamos a la izquierda para visitar los restos de trincheras y nidos de ametralladora de la Guerra Civil que se sitúan sobre la antigua carretera que daba acceso a Madrid a lo largo del arroyo.

Desde allí subimos por la senda junto al muro, hasta salir a la Av. del Pardo, junto a la “Casa del Hito”, casa de guardas de la entrada al Pardo. Continuamos por el camino que conduce al Pendolero, hasta alcanzar la puerta de entrada de esta famosa finca que perteneció a la familia de Antonio Maura, el que fuera varias veces presidente del consejo de ministros y otros cargos políticos con Alfonso XIII.

Durante varios siglos formó parte del cazadero Real de El Pardo. El Pendolero vivió unos años de esplendor de 1911 a 1931, años en los que acudieron muchas personalidades de la época; diplomáticos, políticos, actores, etc. Además, durante este tiempo el Pendolero se enriqueció con obras y mobiliario modernista y una gran biblioteca. De 1931 a 1939, el monte fue talado para cultivar obligatoriamente sus tierras en la Reforma Agraria y durante la Guerra el inmueble fue hospital de campaña.


De 1939 a 1969 volvió a habitarse por sus dueños como lugar de recreo u “Hotel” particular. Entre 1971 y 1995 el inmueble comenzó a ampliar sus utilidades. Fue escenario de diez películas, entre las más conocidos están: Mamá cumple cien años, Ana y los lobos, de Carlos Saura, interpretadas por Fernando Fernán Gómez, Rafaela Aparicio y Geraldine Chaplin.

Curiosamente, Antonio Maura murió muy cerca de aquí, bajando las escaleras del palacio del Canto del Pico, donde acudía frecuentemente.

El día, que había empezado algo nublado, se había ido despejando y ya se notaba el calor, pero pronto nos refrescamos en la umbría de la vegetación que arropa al arroyo de Trofa, al que llegamos tras bordear, por la izquierda y hacia el oeste, la valla del Pendolero.

Al poco, nos desviamos a la derecha para subir por una estrecha senda entre encinas hasta alcanzar en un alto la casa de Cantos Negros, que a mi me recuerda a un bonito cortijo de mi tierra, la pena es el avanzado estado de abandono en el que se encuentra.

De allí continuamos por la senda que desciende hacia la carretera del Pardo, por la que seguimos hacia el este, para desviarnos enseguida a la derecha por una senda, que junto al arroyo de Trofas, entre una densa vegetación nos llevó al embalse de Los Peñascales, donde nos recreamos con las bellas imágenes de las nubes reflejándose en sus quietas aguas.

Bordeamos la ribera de este embalse, que fue construido en 1962 para abastecimiento de agua de las urbanizaciones de su entorno, si bien ha perdido este uso con el desarrollo de otras infraestructuras hidráulicas por parte del Canal de Isabel II, que suministran agua a Los Peñascales.

Seguimos la preciosa senda que entre juncos y pinos desciende entre las lujosas viviendas que lo circundan. Tras bajar por unas escaleras, llegamos de nuevo al puente sobre el arroyo, por el que ya habíamos pasado.

Cruzamos el puente para seguir la carretera y desviarnos enseguida a la derecha, continuando por un camino de tierra que al poco se interna en el Prado de la Solana, pasando a ser una bonita senda rodeada de encinas entre el Arroyo de Villarejo y el Arroyo del Pretil hasta llegar de nuevo al cementerio, que bordeamos para así salir al campo de fútbol y completar la ruta regresando al punto de partida.

Un estupendo menú en El Toro, junto al inicio y fin de esta excursión, puso el broche de oro a esta estupenda excursión, que bien se merece 3,5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS