lunes, 8 de octubre de 2018

Excursión X152: Senda Whistler y otras sendas olvidadas

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
El Ventorrillo
Final: El Ventorrillo
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,5 Km 
Desnivel [+]: 655 m 
Desnivel [--]: 655 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Buscábamos una ruta no muy larga y con sombra y encontré ésta de mi amiga Carolina que parecía adecuada, y resultó además ser preciosa. Tenía un par de alicientes más, discurría por caminos poco transitados y pasaba por una mina abandonada, ¿se podía pedir más?.

Así es que pusimos rumbo al Valle de Navalmedio, aparcamos en El Ventorrillo, en la carretera N-601, e iniciamos la marcha dirigiéndonos al amplio camino que nace junto a las instalaciones de viabilidad invernal.

En dirección noreste, descendemos muy suavemente entre grandes pinos bermejos, cruzamos el Regajo de los Baldíos para, por el Camino del Calvario, enseguida dar con con un viejo conocido: El Pino de la Cadena, árbol que a modo de pulsera tobillera, tiene una cadena en su base con letras en rojo. Su historia la cuenta la foto adjunta, resumida en lo que pone en la cadena: «A su querida memoria, 1840-1924». Este pino está catalogado como árbol singular de la Comunidad de Madrid con el número 142.

Unos metros más abajo alcanzamos el arroyo de Matasalgado, y poco antes el inicio de la Senda Whistler, una de las muchas sendas que surcan los extensos pinares que cubren las vertientes del valle de Navalmedio. Una senda cargada de historia, de la época en que los primeros  descubridores de la Sierra de Guadarrma, ligados al Club Alpino, trazaron por lo que antes solo eran caminos de pastores en el mejor de los casos.

Un nuevo vadeo del arroyo de Matasalgado y una curva a la derecha, nos deja junto al Regajo del Puerto, el arroyo que nace en el puerto de Navacerrada. Con su murmullo y sus pequeños saltos y pozas, a pesar de lo avanzado del estiaje, nos recreamos conforme ascendíamos rodeados de helechos, vadeándolo hasta en tres ocasiones.

A falta de unos 500 metros para llegar a la estación del puerto de Navacerrada, la senda gira a la izquierda, se aleja del arroyo, pasa por una preciosa pradera, donde nos tomamos un respiro, para al poco llegar a los edificios de la estación.

Paralelos a las vías, sin cruzarlas nos acercamos al túnel por el que las vías se ocultan hacia el Puerto de Cotos. Remontando unas escaleras conectamos con la Senda Arias, giramos a la izquierda, bordeamos una casa en ruinas, y alcanzamos el puerto de Navacerrada, justo al lado del monumento de homenaje al montañero.

En la terraza del bar Dos Castillas nos tomamos unos cafés con churros y pastel que nos supieron a gloria. La fría mañana, muy nublada, lo pedía. 

Más calentitos, iniciamos el camino de regreso, volviendo al aparcamiento de la venta  y por su extremo suroeste rebasamos un portón y enfilamos una amplia senda que transcurre paralela a un tendido eléctrico, y a la que parece da servicio. A nuestra derecha se alzan los riscos del Telégrafo y la incipiente ladera de Siete Picos.

El camino desciende con poca pendiente y poco a poco se va estrechando, dejando las vías del tren a la izquierda, al que oímos en sus constantes idas y venidas. Poco antes de alcanzar los dos kilómetros de descenso, giramos a la derecha, alejándonos del tendido eléctrico.

Tras un repechón, nos introducimos en La Helechosa, nombre muy bien puesto dada la gran cantidad de ellos. En agradable paseo, cruzamos el arroyo Matasalgado, sin apenas agua, y continuamos el descenso con magníficas y amplias vistas de la Bola del Mundo y la Maliciosa. Al poco, alcanzamos una bonita pradera situada a 1.600 metros de altitud. Estamos en el Collado Albo, bello lugar donde el valle de Navalmedio da paso al Cóncavo de Siete Picos. 

En el collado dimos un giro brusco, para descender por la ladera hacia el este, en busca de la vía del ferrocarril, que cruzamos, para a los 300 metros, sin senda aparente y guiándonos por el GPS, localizar la Mina de las Cortes de Navacerrada, que de otra manera hubiese sido imposible encontrar.

Esta pequeña mina fue construida entre los años 1856 al 1859 para la extracción de pirita arsenical (arsenopirita). Según parece, después de la Guerra Civil se intentó explotar durante un tiempo para extraer wolframio, material muy apreciado para el revestimiento de los cañones, y que llevó a buscarlo por toda la Sierra, como es el caso de la que se encuentra en Cabeza Líjar.

Se trata de una pequeña calicata de unos 3 metros, que desemboca en una galería de 30 metros de longitud con dos cortos ramales siguiendo el filón a derecha e izquierda. Para nuestra sorpresa, al final encontramos un Belén y algunos recuerdos de grupos de montaña.

Visitada tan curiosa mina, continuamos el descenso, ahora por una senda muy evidente, que serpentea ladera abajo, hasta alcanzar el Camino del Calvario, que cruzamos, para enseguida pasar por un puente de madera el río Navalmedio y parar junto a la fuente de la Pradera de las Cortes, donde nos tomamos los bocadillos.

Tras el descanso, solo nos quedaba regresar el Ventorrillo, para ello, seguimos la preciosa senda que cruza el Regajo de los Baldíos, y paralela al río Navalmedio, casi plana, se dirige al embalse del mismo nombre, al que no llegamos alcanzar, pues a poco más de un kilómetro desde la fuente, giramos a la izquierda por la Trialera del Miedo, una escarpada senda, que con varias zetas para suavizarla, serpentea hasta alcanzar El Ventorrillo, final de nuestra preciosa excursión.

En Navacerrada celebramos con unas buenas cervezas el final de la esta ruta, que por unanimidad se mereció 5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 1 de octubre de 2018

Excursión X151: Exploración Cerro de los Hoyos

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
Hueco de San Blas
Final: Hueco de San Blas
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 10,6 Km 
Desnivel [+]: 832 m 
Desnivel [--]: 832 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 9

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Por tercera vez me acerco a este apartado y poco visitado valle de origen glaciar que conforma el Hueco de San Blas. Somos 9, con Jesús, que nos acompañaba por primera vez en este grupo. ademas de nuestras mascotas Vito y Twwitter.

El objetivo de hoy, sin embargo no es visitar el valle en sí, si no explorar una parte del Cerro de los Hoyos, una de las paredes de Hoyo Cerrado, el circo glaciar que se formó aquí hace millones de años.

Y para disfrutar de este maravillo entorno nos acercamos desde Soto del Real, por una pista de tierra que rodea el embalse de los Palancares hasta llegar a una explanada que hace de aparcamiento, a poco de cruzar el Arroyo del Mediano por un puente.

Desde el pequeño aparcamiento iniciamos la ruta en dirección noroeste, encontrándonos enseguida con una barrera que cierra el paso a vehículos por la pista forestal llamada “Senda de la Abutarda”, que seguiremos unos 1,5 km para desviarnos por una senda que con gran pendiente nos sale por la izquierda, nos esperan unos 530 m de desnivel en unos 3 km de distancia (17,6 %), hasta alcanzar el collado de la Ventana.

El ascenso es entretenido entre altos pinos albares que proporcionan una agradable temperatura, realizando varias zetas que minimizan la pendiente para alivio de nuestras piernas. A unos 200 metros del inicio de la senda, alcanzamos una pista, que de seguirla a la derecha nos internaría un poco en Hoyo Cerrado y nos llevaría hasta Miraflores de la Sierra, y que de continuarla por nuestra izquierda, bordearíamos el cerro de El Lomo donde acaba tras un kilómetro de recorrido.

Nosotros la cruzamos y seguimos, incansables, por Senda Herrada, alternando roquedos y bosque de esbeltos pinos albares, producto de la repoblación de esta zona en el siglo pasado. Mientras ascendíamos disfrutamos del embriagador olor a tomillo rastrero y de las vistas a nuestra derecha del omnipresente Cerro de los Hoyos y más arriba, La Cuerda Larga y La Najarra.

En los roquedos de la cresta de El Lomo paramos a contemplar las impresionantes vistas hacia el este y sur del Cerro de San Pedro y los embalses de Santillana y los Palancares en primer plano.

Tras el breve descanso, continuamos la ascensión, con más pendiente aún, pero suavizada por la belleza del paisaje con sus caprichosas e innumerables rocas de sugerentes formas, en la que unas cabras nos contemplaban a lo lejos. Así de entretenidos, intentado fotografiarlas, alcanzamos el Collado de la Ventana.

Seguimos a nuestra derecha unos pocos metros del PR-M1 y a los pies de nuestro objetivo, el Cerro de los Hoyos, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana, preguntándonos por la manera de cruzar semejante apilamiento de rocas.

Repuestas las fuerzas, nos dirigimos en dirección noreste hacia el enorme roquedal, buscando una especie de brecha longitudinal por la que supuestamente pasa una senda, dejando a la derecha los riscos de la Miel y del Panal. Sorteando grandes rocas que daban paso a claros de mejor andar, nos fuimos encajonando hasta topar con unas grandes rocas de dificil paso.

Tras intentar sin éxito sortearlas por arriba, no nos quedó más remedio que hacerle caso a un hito de piedras que parecía indicar que el único camino era subir por una estrecha chimenea por la que apenas cabíamos. Pero sí, era por allí, y no sin dificultades fuimos pasando, pero nuestras mascotas se negaron a hacerlo, y a falta de alternativas se volvieron con Antonio y Sol.

El resto continuamos parando en un explanada de impresionantes vistas a la espera de saber si lo conseguían cruzar tras otro intento, pero no fue así, y proseguimos volviendo a toparnos con otro paso dificil, con trepada por una rampa de gran pendiente con un impresionante precipicio al final.

De haber conseguido los perros cruzar la chimenea, aquí se tendrían que haber dado igualmente la vuelta, porque la forma de descender el despeñadero, hubiese sido imposible para ellos. Apoyándonos en unas rocas a modo de escalón y ayudándonos unos a otros conseguimos bajar a tierra firme, la de la cara norte del Cerro de los Hoyos.

Desde este lado, teníamos a la vista Hoyo Cerrado, un circo glaciar de libro, aún más reconocible, si cabe, que el de Peñalara. Con estas soberbias vistas a nuestra derecha y los altos riscos del Cerro de los Hoyos a nuestra izquierda, ascendimos por una senda marcada con hitos de piedras hacia el collado de los Hoyos, dejando la Esfinge y la Aguja Singer a nuestra derecha.

Desde el collado descendimos a asomarnos al Callejón de la Esfinge, perfecta cara que contemplamos desde su lado más fotogénico. Regresamos unos metros y enlazamos con el PR-M1, que seguimos para dejarlo al poco para seguir por el Callejón de las Abejas, hasta el Puro, donde nos desviamos para enseguida alcanzar el Collado de la U, donde nos esperaban los que se habían dado la vuelta en el Cerro de los Hoyos.

Con las impresionantes vistas que proporciona el collado, paramos a tomarnos los bocadillos montañeros, amenizados por la bota de vino, y descansar un poco a la sombra de el Cocodrilo y el Cancho de la Ventana.

Tras el descanso, enlazamos de nuevo con el PR-M1, que seguimos hasta el Collado de la Ventana, cerrando así la vuelta completa al Cerro de los Hoyos. Al poco de rebasar el collado, para no volver por el mismo camino seguido a la subida, decidimos seguir una senda que en los mapas venía pintada con un grueso trazo azul pero que una vez situados en la zona, no entramos ni rastro ella.

Siguiendo la hipotética senda, descendimos en dirección este, pegados a los límites del pinar y un roquedal, en una fulgurante bajada que dio paso a un extenso pinar, plagado de hojas y piñas secas que dificultaban sobremanera el descenso.Al alcanzar la Loma de la Abutarda paramos a contemplar las bonitas vistas que un mirador natural proporcionaba del Hueco de Coberteros y el Jaralón.

El último tramo de gran pendiente por el sombreado pinar nos devolvió a la pista forestal del inicio de la excursión, justo donde se encuentra la barrera que impide el paso de los coches, alcanzando enseguida el aparcamiento donde habíamos dejado los nuestros.

Terminamos la inolvidable jornada en la plaza de Soto el Real, donde compartimos unas frías y reconfortantes jarras de cerveza para celebrar la finalización exitosa de esta exigente pero bonita ruta por la desconocida Pedriza Posterior. Excursión que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto