domingo, 26 de septiembre de 2021

Excursión X297: Rincón Bello y Rambla de Puça

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Rincón Bello
Final: Rincón Bello
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 17,5 Km
Desnivel [+]:  774 m
Desnivel [--]: 774 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta
















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
En esta ocasión realizamos una agradable ruta entre Petrer y Agost dos zonas muy frecuentadas por los aficionados al senderismo: El Rincón Bello y las Cascadas de la Rambla de Puça, que aunque algo distantes entre sí, buscamos la forma de unirlas.

Tras esperar a los participantes, iniciamos la ruta en el Rincón Bello, también conocido como Racó del Xoli o Cases de la Venteta, un área recreativa con merenderos, barbacoas y mesas, atravesada por el Barranco del Choli, con pasarelas de madera para cruzar de un lado a otro, enclavada a las faldas de la Sierra del Cid.

Descendimos en busca del barranco, que se va encajonado entre los verticales acantilados, adentrándonos por la sombría ribera, pasamos junto a una artística fuente de cuatro arcos, que parece estar en desuso.

Enseguida percibimos un cambio radical en la vegetación y en el paisaje, se nota el frescor y la humedad del barranco de tan justificado nombre.

Conforme nos adentramos por el barranco todo se vuelve más verde y el paisaje cada vez es más bonito, en donde abundan pinos, carrasca, carrizo, brezo, lentisco, esparto, y olivos, entre otros.

Unos metros más abajo, pasamos junto a una roca enorme que al rodearla nos conduce a un refugio excavado en ella, construido en piedra y madera bajo su cobijo, le sirve como pared y tejado al mismo tiempo.

Tiene una gran chimenea de mampostería, que emerge hasta una altura desproporcionada comparada con la propia altura del tejado y justo enfrente del refugio, una especie de cenador con una mesa redonda y tejado de madera.

Un poco más adelante, bajando por unas pasarelas de madera, llegamos a la zona más angosta del barranco, donde las escarpadas paredes de sus farallones atraen a multitud de escaladores, a pesar de la advertencia de carteles que indican que sus abruptas paredes rocosas son inestables.

Enseguida alcanzamos la presa del Racó de Xolí, que se asoma a gran altura sobre el barranco. Hoy día ha perdido su función, al colmatarse su pequeño embalse, pero facilita que en época de lluvia se forme un pequeño estanque. Las vistas desde uno y otro lado de la presa y el barranco son fabulosas.

Tras las muchas fotos de tan singular rincón, volvemos sobre nuestros pasos, entrando por la zona de merenderos y aseos de nuevo al aparcamiento. Desde allí, rodeando el área recreativa, seguimos un camino, que en dirección norte se adentra en un frondoso pinar.

Pronto pasamos junto a una balsa de riego, que estaba casi llena y un poco más adelante bajo una tubería de agua soportada por dos altos pilares. En suave ascenso, con el barranco a nuestra derecha, fuimos ascendiendo lentamente.

En una bifurcación, elegimos seguir por la izquierda, aunque también se puede hacer por la derecha, como hicimos al regreso. Un poco más adelante, ambos senderos se juntan.

Continuamos entre juncos y pinos y al cabo de un rato, pasamos junto a unas cuevas excavadas en las arcillosas paredes de la ladera y que bien pueden servir de refugio en caso de necesidad, dada su amplitud y confort.

Muy cercano a la cueva, alcanzamos un manantial, con un hilo de agua que brotaba de la roca, recogida a continuación en un pequeño estanque en forma de cuadrado.

Justo en este punto se abren dos posibilidades, seguir por la senda que traíamos, señalizada como PR-V6.5, en dirección a La Rabosa o continuar por la que surge a la izquierda, en busca de los riscos de Els Castellarets.

Elegimos la segunda, para así afrontar los casi 250 metros de desnivel ahora que estábamos frescos, y no a la vuelta, que nos pillaría más cansados. Por ella continuamos, ahora en dirección oeste, siguiendo otro barranco seco, el de San Bernardo, con una variada vegetación. Un poco más adelante, el barranco se encajona y presenta hondonadas, que en caso de llevar agua darían lugar a bellas cascadas.

Unos metros más arriba, pasamos junto a un murete, que hace de represa, en caso de lluvias. Y cerca de él, otra cueva nos sorprende, ésta mucho más grande que la anterior, con varios aposentos, en lo que parece ser un dormitorio, había unos arengados somier, y en lo que parecía el salón, había un hueco para hacer fuego y estanterías horadadas en la roca y hasta un perchero. Sin duda, más de uno habrá pasado la noche en esta cueva-refugio conocida como de San Bernardo o de els Nadalets.

En este punto se nos presentan de nuevo dos opciones, continuar a la derecha hacia La Rabosa, o a la izquierda hacia el Castellaret. Evidentemente, continuamos por la segunda senda, mucho más empinada y estrecha, que pronto alcanza una pequeña cima, el collado de Nadalets, con estupendas vistas del valle, la Sierra del Cid, que parece estar al alcance de la mano, y hacia el noroeste Els Castellarets, nuestra próxima meta, que con forma de buque o castillo, es también conocido como el Pequeño Cid.

Giramos a la derecha para, en dirección noroeste, alcanzar el collado que hay a los pies de nuestro objetivo.

Y como eran las doce del mediodía, paramos a tomar un tentempié antes de acometer el último tramo de subida, mientras contemplábamos unas excelentes panorámicas de bancales cultivados y barrancos, con la Silla del Cid de fondo, ¡desde luego, no se puede pedir más!

Tras el breve descanso, el grupo acometió la subida al Castellaret dando un rodeo por la izquierda del risco para así evitar la subida recta por las grapas, algo complicada si no se está acostumbrado a hacer ferratas.

Como no era mi caso, preferí añadirle algo de adrenalina a la ruta y me fui en busca de los dos tramos que la componen, uno primero de 13 grapas y, tras un escalón, otro de 5, creo recordar, salvando unos 15 metros de altura.

Desde arriba comprobé que la verdadera cima estaba unos metros más al norte, aunque desde allí las vistas también eran espectaculares. 

Esperé a que subiera el grupo por el camino alternativo a las grapas y una vez reunidos, acometimos el último tramo, mucho más cómodo hasta alcanzar los 901 metros de altura de la cima de Els Castellarets, coronada por un montón de piedras apiñadas que hacen la vez de hito en la cumbre.

La cima nos ofrece unas privilegiadas panorámicas: al sureste las peñas rojizas que encierran el Rincón Bello, detrás el mar. Al sur la Sierra del Cid, al oeste el valle hasta Petrer y al norte la Sierra del Maigmó, todo un espectáculo.

Tras las fotos de rigor, iniciamos la bajada, en dirección norte siguiendo una senda bien marcada aunque estrecha, por lo que descendemos en fila india, con bonitas vistas del valle.

Alcanzamos un collado donde se cruzan varios caminos, elegimos el de la izquierda que tras un largo descenso y un desvío a la izquierda nos acerca al refugio de Perrió, albergue que gestiona el Centro de Excursionista de Petrer.

En sus originales mesas de madera, a la sombra de unos pinos, descansamos un rato antes de reanudar de nuevo la marcha. Proseguimos en dirección noroeste por un camino que luego dejamos a la izquierda para continuar por un seco sendero, que discurre entre algunos pinos jóvenes que desciende hasta conectar con una pista que pasa junto a una casa con piscina.

La pista da a una carretera que desciende hasta cruzar la Rambla de Puça, que en valenciano significa pulga. Dejamos la carretera y ascendemos por la margen derecha del casi seco arroyo de la rambla, que cruzamos en varias ocasiones con la ayuda de unas pasarelas de madera.

Pasamos junto a las ruinas del molino del Turco, del que apenas queda nada. Un poco más adelante nos acercamos a ver un manantial de agua fría que surge del farallón de nuestra izquierda y es canalizado por una teja, formando un charco donde ranas y renacuajos se refugiaban.

En el siguiente tramo de la Rambla, subiendo por una rampa acondicionada con barandilla de madera, pasamos junto a otro molino, el de La Pólvora, utilizado no para moler grano, sino azufre, debajo de él aparecen restos de un polvorín.

Girando a la izquierda, nos sorprende un gran salto de agua, una magnífica cascada de algo más de 15 metros escondida entre la frondosa vegetación. Fue inevitable que algunos nos diéramos una buena ducha, el paraje invitaba a ello.

Un poco más adelante, adentrándonos en un pequeño oasis verde donde un par de bonitos algarrobos y un gran pino torcido, nos sorprende una de las imágenes más bellas de la comarca, la cascada y la poza del Salt, un increíble salto de unos 15 metros de altura.

El lugar estaba muy concurrido, por lo que regresamos hasta el salto anterior, cruzamos el río y seguimos hacia la parte en la que se precipita el agua, donde se hallan los restos del Molino de Ponça. 

Ahora la rambla se abre un poco más, el paisaje cambia. Las cañas y el baladre se adueñan del lugar y el agua vuelve a caer en abundancia, esta vez desde un agujero en la acequia que pasa por el margen izquierdo de la rambla, procedente del manantial de la Mina de Puça, perfectamente integrado en el entorno.

Avanzamos unos metros más y nos encontramos el Molíno de La Reja, totalmente restaurado y convertido ahora en mesón restaurante. Este antiguo molino se ha convertido hoy en un punto de encuentro para ciclistas, amantes de la naturaleza, senderistas y adeptos a la buena mesa.

En la terraza exterior dimos cuenta de los bocadillos, amenizados con unas fresquitas cervezas, refrescos y el tonificante café, que nos hizo acometer el regreso con fuerzas renovadas.

Por un camino que sale a la derecha, descendimos de nuevo a la rambla, para remontar su ribera derecha hasta alcanzar la carretera de Petrer a Castalla, por la que seguimos a la derecha unos metros para enseguida abandonarla por un camino que sale a la derecha que luego pasa a ser senda, en dirección sureste.

Entre la pendiente y el implacable sol, agradecimos sobremanera llegar al pinar de Mirabuenos después de cruzar el desierto y disfrutar de su reconfortante sombra.

Proseguimos por una senda hasta alcanzar un camino que, pasando el collado del Catxuli, acaba en la bonita área recreativa de la Rabosa, zorro en valenciano, muy amplia, con zona de barbacoas y amplias mesas de cemento donde descansamos un buen rato.

Dentro del mismo paraje, también conocido como Parque de Montaña Daniel Esteve, en un edificio anexo se ubica el Centro Excursionista Eldense. Y, todo eso en un entorno como he comentado muy bonito. Desde aquí se puede observar claramente la cara norte de la Sierra del Cid.

De nuevo en marcha, descendimos por unas pequeñas escaleras talladas en el suelo que nos llevan a lo que parece una explanada con muchos árboles alrededor y bancos de madera a modo de miradores. A medida que nos acercamos vemos cómo los cipreses situados estratégicamente a los lados parecen dibujar un camino hacia una pequeña construcción que se encuentra al borde de una balconada.

Se trata de una pequeña ermita construida en madera y metal con el tejado de dos aguas que llega hasta el suelo, más propio de enclaves del norte de Europa que de aquí, donde apenas nieva. Junto a ella, un campanario de madera remata la curiosa edificación.

Rodeamos la ermita y a la derecha descubrimos un pequeño atajo que va a buscar el camino principal por el que continuamos, ahorrándonos una larga curva.

El serpenteante camino va perdiendo altitud a medida que se aleja del albergue en busca del Rincón Bello, siguiendo el PR-V6.5, pasando por barrancos, aluviones, torrenteras, bosque y humedales conectamos de nuevo con la senda por la que iniciamos el recorrido, a la altura del manantial con charca en forma de cuadrado por la que habíamos ya pasado.

Desandando lo ya pateado por la mañana, llegamos al aparcamiento del Rincón Bello, donde habíamos dejado los coches, dando así por finalizada esta bonita ruta que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

jueves, 23 de septiembre de 2021

Excursión X296: Sierra Grossa

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Goteta. Alicante
Final: La Goteta. Alicante
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 6,9 Km
Desnivel [+]: 274 m
Desnivel [--]: 274 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 8

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
La Sierra Grossa es uno de los grandes tesoros naturales de la ciudad de Alicante. Su moderada altura y su proximidad al mar le hacen disfrutar de unas vistas magníficas, que la hacen ser una enorme atalaya entre las playas del Postiguet y de la Albufereta. Esta es la sierra alicantina por excelencia que, con sus 173 metros de altura, ofrece un enorme balcón al Mar Mediterráneo.

Sin ser una sierra muy extensa, sí es lo bastante grande como para permitir unos recorridos variados y con cierto desnivel, que el grupo de Hendrik recorre una vez a la semana.

Y para conocerla me acerqué al punto de reunión del grupo de esta semana, la parada del Tram de La Goteta, barrio que debe su nombre al agua subterránea que abastecía en el pasado a unas casitas de la zona, que brotaba de la sierra gota a gota, abarca los característicos edificios de La Pirámide (oficialmente Edificio Montreal), y Excélsior II.

La sierra está compuesta por dos cerros, siendo el más occidental y pequeño conocido como Sierra de Santa Ana o del Molinet,​ donde existió una ermita dedicada a santa Ana derruida en 1823 y cuyos restos todavía pueden apreciarse.​ Ambos han sido usados como cantera de piedra arenisca destinada a la construcción, una gran cantera con la que se construyó buena parte del casco antiguo de la ciudad.

Desde la parada del tren echamos a andar en dirección a la parte suroeste de la Sierra, donde nace una suave senda que enseguida alcanza un rellano desde el que continuamos por el sendero de la derecha, en dirección a la cima de Santa Ana, situada a 105 m sobre el nivel del mar, nunca mejor dicho.

Desde este privilegiado mirador se tienen una de las mejores panorámicas del que es sin duda el lugar más emblemático de toda la ciudad, el Castillo Santa Bárbara sobre el monte Benacantil.

También disfrutamos de unas extensas vistas del mar, con la playa del Postiguet de fondo, hacia el lado oriental, el Cabo de las Huertas y al lado contrario, el puerto de Alicante y el Cabo de Santa Pola al fondo del horizonte, vistas que seguro muchos alicantinos no conocen, teniéndolas tan cerca.

Descendimos con cuidado por el sinuoso camino que serpentea bordeando la falda suroeste de la Sierra hasta, justo por encima de la estación de Sangueta y el Real Club de Regatas de Alicante.

Entre alambradas de protección del precipicio, la senda pasa junto a los farallones dejados por las antiguas canteras, al socavar la montaña, cuyas verticales paredes son ahora aprovechadas por los que practican la escalada, como tuvimos ocasión de comprobar.

Acercándonos a uno de los peñones, Hendrik nos retó a tratar de localizar la figura de un hombre entre las rocas. No era evidente, pero una vez que nos lo mostró vimos con sorpresa cómo, efectivamente, brazos y piernas parecían querer salir del peñasco.

Un poco más abajo, abandonamos el sendero para acercarnos a ver un alargado búnker y es que la Guerra Civil también estuvo presente aquí.

Todavía se conservan algunas trincheras y en sus proximidades, cerca del inicio de la ruta, estuvo el Campo de los Almendros, un campo de concentración preparado por los italianos para retener a militares republicanos, la mayoría de ellos refugiados en el puerto de Alicante, último reducto de las tropas leales a la Segunda República.

Recuperada la senda, nos dirigimos hacia el segundo cerro, bordeando los restos de un gran depósito, vestigio del pasado siglo, en el que estuvo instalada allí la refinería La Británica que creó un complejo industrial único en España con más de un kilómetro de pasillos y túneles excavados en las entrañas de la roca, con una veintena de enormes bóvedas de entre tres mil y cinco mil metros cúbicos de capacidad, que albergaban depósitos de combustible.

Al llegar a la vaguada que separa los dos montículos, comenzamos el ascenso hacia el Cerro de San Julián, un pequeño promontorio al sur de la Sierra, divido por una vaguada.

Tras seguir por el sendero de la derecha en una bifurcación, pronto pasamos junto a una silla construida con palés, desde la que se tienen unas formidables vistas hacia el mar.

Hechas las inevitables fotos de tan singular mirador, continuamos hasta alcanzar una amplia explanada ganada al cerro en la que se han repoblado árboles y flora autóctona, como el pino mediterráneo, en un intento de forestar la árida montaña.

Un poco más adelante, otro promontorio ofrece de nuevo espectaculares vistas hacia la ciudad y su litoral.

Continuamos por la senda que va junto al borde del impresionante acantilado, que por seguridad, está perfectamente vallado. Después de unos metros llegamos a la zona más complicada de la ruta, un desnivel de roca que hay que salvar trepando durante unos 20 metros, con la ayuda de una cuerda que hay colocada para facilitar el paso.

Una vez arriba, tuvimos unas magníficas vistas de los cortados de la sierra en su descenso, cayendo en picado hacia la playa, con el sol en retirada, comenzaron a verse las primeras luces.

Pasadas unas cerradas curvas, al alcanzar la parte más alta de la Sierra, disfrutamos de una estupenda panorámica de toda la ciudad y al fondo las grandes montañas de Alicante: El Maigmó, el Migjorn, el Cabeço d’Or, el Puig Campana y, más modesta, la sierra de Fontcalent.

La noche se nos echo encima y nos obligó a encender las linternas y frontales mientras la ciudad comenzaba a brillar mostrando sus avenidas y calles iluminadas como si fuesen ríos de oro.

De continuar hacia el este, bajaríamos hacia la playa de la Albufereta, donde se hallaron yacimientos de la Edad del Bronce de la ciudad y como curiosidad, una roca pintada como un gran cráneo de gigante. En lugar de esto, giramos para recorrer los acantilados de la zona norte, siguiendo una senda que deja la cota más alta del cerro a la izquierda, para iniciar un descenso suavizado por un par de zetas que dan paso a un bosque, en lo que se conoce como La Pinada, siguiendo por un camino que poco a poco va descendiendo y haciéndose más amplio.

A nuestra izquierda, justo donde hay plantados unos cipreses, se abre un espacio junto a una pared de rocas, en el que en lo alto hay una virgen dentro de una caja de metacrilato. Más adelante encontramos otra pared de roca, este lugar también es muy frecuentado por escaladores como lugar de entrenamiento.

Poco más abajo, un claro del bosque nos vuelve a ofrecer una nueva panorámica de la ciudad deslumbrante. Pasada una caseta, apenas perceptible en la oscuridad, descendimos el último tramo hasta llegar de nuevo a La Goteta, donde nos hicimos la foto que ponía el final a esta bonita ruta medio nocturna, a la que le otorgo 3,5 estrellas.

sábado, 18 de septiembre de 2021

Excursión X295: Vía Verde de Alcoy y Rincón San Buenaventura

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Barrio de Batoy. Alcoy
Final: Barrio de Batoy. Alcoy
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,8 Km
Desnivel [+]: 256 m
Desnivel [--]: 256 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 3

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta















MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
La vía verde de Alcoy​ es un camino que discurre por el itinerario de un antiguo tren proyectado entre las poblaciones de Agost y Alcoy, en la provincia de Alicante. El sendero acondicionado como vía verde es de 10 km, una parte del recorrido total previsto para dicho tren.

El Rincón San Buenaventura es un sombreado entorno rodeados de agua por el cauce del rio Polop, con una espectacular cascada y poza, cercana al inicio de la Vía Verde, por lo que esta ruta discurre por ambos entornos, muy distintos uno del otro.

La primera parte de la ruta está relacionada con la historia de esta población y sigue el trazado de un tramo de la vía verde de Alcoy, 66 km de infraestructuras ferroviarias que se crearon entre 1927 y 1932 para dar salida a la producción industrial de dicha ciudad a través del puerto de Alicante.

Se trataba de una línea ferroviaria de vía ancha, la cual dotaba a la industria alcoyana, de mayor capacidad que la existente por aquel entonces (vía estrecha) para la distribución de la producción industrial.

La localización interior de Alcoy suponía un fuerte inconveniente para dicha distribución así, al amparo del Plan Guadalhorce de Ferrocarriles, en plena dictadura del general Primo de Rivera, se iniciaron unas vertiginosas obras que consiguieron crear 11 túneles y 3 viaductos a lo largo de los 66 km del trazado ferroviario, utilizando todos los recursos que ofrecía la ingeniería de aquellos tiempos que, sin embargo, la guerra civil, la posguerra y sus miserias, consiguieron paralizar. Quedaron vías por tender, estaciones por construir y el servicio de ferrocarril sin abrir, pasando todo ello al olvido.

Iniciamos la ruta  en las afueras del barrio de Batoy, donde se aparca se problemas. Enseguida pasamos junto al Área de Descanso de la Vía Verde Alcoy – La Canal, con paneles informativos, bancos y aparcamientos para bicicletas.

Al poco, atravesamos el primer túnel llamado de Riquel, de 153 metros de longitud y como la mayoría de ellos, dotado de luz eléctrica. A la salida del túnel vemos una fuente de agua no potable situada junto a un banco de madera, a nuestra derecha.

A continuación llegamos al primer gran viaducto de la línea, el del río Barchell (Barxell), de 133 metros de longitud y una altura máxima de 28 metros, que en época húmeda tiene de fondo una hermosa cascada con 60 m de caída libre de las aguas de este río.

Le sigue otro túnel, el de la Glorieta del Salt, de 321 metros de longitud haciendo una amplia curva. Este túnel, queda empequeñecido ante la magnitud del airoso viaducto de las Siete Lunas sobre el río Polop, afluente del Serpis, al enseguida llegamos. Tiene 260 metros de longitud y 50m de altura.

Ofrece unas vistas imponentes sobre Alcoy, el Parque Natural de la Font Roja y el Parque Natural de la Sierra de Mariola. Su lírico nombre tiene un simple origen: en esta zona, los ojos de los puentes se denominan lunas, siendo siete los arcos de hormigón que soportan el tablero del viaducto.

A la vuelta vimos un grupo de atrevidos preparándose para hacer puenting desde su parte más alta, donde hay instalados varios anclajes para enganchas las cuerdas.

En todo este tramo podemos observar un paisaje lleno de campos de cultivo y una incipiente vegetación de ribera. La uniformidad de los campos de cebada, trigo y olivos en los terrenos de bancales contrasta sin embargo con las choperas ribereñas.

Tras esta bella obra de ingeniería, pasamos junto a un área de descanso con varias mesas de madera y cerca de ella, el túnel de Mas de la Mota, con 90 metros de longitud, curiosamente con dos arcos, aunque uno de ellos está tapiado.

A continuación se llega al túnel de Mas del Pinar, de 190m de longitud, arropado en un bosque de pinos silvestres de gran belleza. Le sigue el de Sant Benet, de 85m. Todo este recorrido es en suave pendiente por zonas con espesa vegetación.

El siguiente es el túnel Mas de l´Ombria del Manco, de 123m, al que se llega tras pasar junto a unos cultivos de frutales. Pasamos junto al área de descanso y el mirador Mas de la Font de l'Olivereta, desde donde contemplamos unas estupendas vistas panorámicas antes de entrar en el túnel del mismo nombre, que tiene 71 metro de longitud.

Enseguida entramos en el Túnel Cantagallet, de 133m, que da al polideportivo municipal y a una gran explanada con un área recreativa adjunta con fuente y mesas, incluso servicio de bar en ocasiones.

Aquí se inicia el paso por el barranco de la Batalla, aunque apenas se llega a recorrer a través de la vía verde, ya que se atraviesa por los tres túneles más largos de la línea, casi unidos (dos de ellos tienen 900 y 1.000 m de longitud respectivamente). 

El primero es el túnel de Caseta de la Sal, con 324m, seguido del de San Antonio (Sant Antoni), con 917m, que tiene una sorprendente abertura en el lateral, que ilumina de modo casi mágico la oscuridad de la caverna ferroviaria, aunque también está dotado de luz eléctrica mediante pulsadores.

Por aquí la Vía Verde transcurre dentro del Parque Natural del Carrascal de la Font Roja, en el que destaca el viaducto de Sant Antoni, localizado al final de este túnel y así denominado por situarse en la umbría de la sierra de Sant Antoni, perteneciente al Parque Natural.

Este bello viaducto de 48m de longitud y 16m de altura, se construyó para salvar el barranco del mismo nombre, que confluye aguas abajo con el barranco de la Batalla, por donde discurre el río Molinar, otro de los afluentes del río Serpis. 

El Barranco de la Batalla es un angosto desfiladero en el que, según cuenta la leyenda, en el año 1276, las fuerzas musulmanas valencianas, capitaneadas por Al-Azraq, intentaron conquistar Alcoy. 

Cuando peor pintaba el desenlace del asedio, apareció sobre las murallas de la villa, San Jorge a caballo ayudado por 40 caballeros cristianos enviados desde Játiva por Jaume I.

Gracias a esta aparición, el asedio fue un fracaso y las fuerzas invasoras sufrieron una severa derrota, con numerosas bajas, incluida la de Al-Azraq, abatido por una flecha lanzada por el mismo San Jorge. Esto provocó una desbandada de las tropas musulmanas hacia el sur por el barranco.

Lo que ya no cuenta la leyenda, pero sí la historia, es que los defensores cristianos, crecidos por la victoria sobre sus murallas, salieron sin ningún orden ni estrategia a perseguir a los atacantes, que aparentemente también huían en total caos, pero fueron capaces de organizar una emboscada en el estrecho barranco, donde acabaron prácticamente con todos los perseguidores cristianos. En recuerdo de dicha batalla, se ubicaron unas esculturas de 3 moros y 3 cristianos en las inmediaciones de los viaductos.

Contemplado este histórico lugar, en la boca del último túnel, el del Estepar, con 1013m, el más largo de la Vía Verde, iniciamos el camino de regreso, volviendo a cruzar los túneles ya recorridos hasta pasar el viaducto de las Siete Lunas, donde nos desviamos a la izquierda para seguir un camino que, entre fincas, se acerca progresivamente al río Polop, que acabamos cruzando, para remontar su rivera hasta alcanzar el refrescante paraje del Racó Sant Bonaventura.

Allí disfrutamos de las pozas y bellas cascadas por las que el agua del río se despeña y en las que hubo hasta refrescante baño antes de para a comernos los bocadillos, aprovechando el sombraje de su área recreativa.

Tras el almuerzo, por una bonita senda volvimos sobre nuestros pasos siguiendo la ribera del río, que cruzamos en  par de ocasiones, hasta alcanzar el viaducto de las Siete Lunas, que desde abajo es aún más impresionante que en su superficie.

Tras un par de meandros del río, llegamos a la Font del Quinzet, otra área recreativa. Aquí, por un puente, cruzamos de nuevo el río y pasando por el molina de la Mezquita, alcanzamos de nuevo la Vía Verde, al poco del punto de llegar de nuevo al que fue el punto de inicio de la ruta.

En un bar cercano nos tomamos las gratificantes cervezas que pusieron el broche de oro a esta bonita excursión, que combina planicies, túneles, viaductos, ríos, cascadas y pozas y que se merece sobradamente 4 estrellas.