lunes, 26 de abril de 2021

Excursión X279: Cortados de Titulcia y Mina del Consuelo

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Titulcia
Final: Titulcia
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 19,2 Km 
Desnivel [+]: 419 m 
Desnivel [--]: 419 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Atraído por las numerosas fotos que había visto de la impresionante Mina del Consuelo, busqué alguna ruta para llegar a ella. La mayoría partían de una zona cercana a San Martín de la Vega y tenían muy pocos kilómetros, pero vi una que salía de Titulcia, siguiendo un recorrido a su inicio que ya realicé hace tiempo en esta excursión, la 221 del GMSMA, y su elección no pudo ser más acertada.

Quedamos a las 10 en el aparcamiento que hay junto al Bar Jarama, situado en el extremo más occidental de Titulcia. Como llegamos un poco antes, nos tomamos un café a la espera de los demás.

Una vez reunidos, iniciamos la ruta, con el día muy nublado, encaminándonos hacia el encuentro con el río Jarama siguiendo, en dirección norte, la Senda Soto de Bayona, nombre que hace referencia al tradicional del pueblo, que se remonta a los tiempos de la repoblación cristiana, en el siglo XII, que hasta comienzos del siglo XIX, fue Bayona de Tajuña.

El nombre actual del pueblo se remonta a un decreto de Fernando VII de 1814 que dio crédito a la creencia general de que aquí se situaba la Titulcia citada en los itinerarios romanos, que aparece relacionada en el Itinerario Antonino A-25.

La senda recorre la ribera izquierda del río Jarama, en pleno Parque Regional del Sureste, bien señalizada y con bancos desde los que contemplar el río y su entorno entre álamos blancos, tarayes y vegetación propia de humedales. También cuenta con una caseta para la observación de aves con paneles informativos.

Caminar junto al río nos resultó muy agradable, aunque algunos molestos mosquitos se empeñaron en lo contrario. Habrá que volver en otoño, cuando el bosque de ribera se coloree de ocres dibujando un paisaje que seguro será espectacular.

Hoy las que sí estaban preciosas eran las florecillas que por doquier surgían a ambos lados del sendero.

Con la vista puesta en los cortados de nuestra derecha, a eso de 2 km desde el inicio, giramos a la derecha para internarnos en el Barranco de Picote, siguiendo el espectacular y estrecho sendero que se abre paso, en suave ascenso, por un desfiladero de enormes paredes verticales de cantiles yeseros.

El impresionante sendero alcanza un camino en lo alto de la loma, la cañada Real Galiana o Cordel de las Merinas, que recorre 400 Km desde la Rioja hasta Ciudad Real, antiguamente transitada por rebaños de ovejas y hoy tristemente conocida por los asentamientos ilegales a su paso por Rivas.

En plácido paseo recorrimos los 3,5 que hay hasta la urbanización Valbosque, distraídos en animadas conversaciones y deleitándonos con el paisaje, a nuestra izquierda barrancos y cortados, a la derecha cerros romos en los que pastaba un extenso rebaño de ovejas, custodiado por un cauteloso mastín que no nos quitaba ojo.

Llegando al Vedadillo comenzamos a ver las primeras casas, con frutales a su alrededor, todas con carteles de "Propiedad Privada, prohibido el paso" y su correspondiente pozo, garante del agua de este páramo en el que las lluvias son muy escasas y la sequía estival muy intensa y prolongada. 

Justo antes de entrar a Valbosque, un cartel avisa de que el paso de vehículos está restringido a solo residentes.

Aquí dejamos el camino y nos desviamos por una senda que sale a la izquierda y que durante un kilómetro desciende hacia un espolón asomado al valle del Jarama, coronado por lo que queda de la Casa del Butarrón, con excelentes vistas del río Jarama y su vega.

Nos entretuvimos identificando los pueblos de los alrededores: enfrente San Martín de la Vega, con su parque de atracciones, a su izquierda Valdemoro y Ciempozuelos y al fondo Madrid con la sierra detrás. Ladera abajo se encuentran unos fortines excavados en el yeso que tuve ocasión de conocer en la mencionada ruta del GMSMA.

Tras deleitarnos con tan buenas panorámicas, regresamos por donde habíamos venido, entretenidos con el contraste del verde de la vegetación con el blanco y el amarillo de las flores que adornan el sendero.

También vimos al fondo del barranco de nuestra derecha un coche despeñado del que todos nos preguntamos cómo había llegado hasta allí.

A a unos 500 metros de la casa, nos desviamos para seguir por la senda que sale a la izquierda, en dirección noroeste, descendiendo al barranco que conecta con el de la Purga. Tanto uno como otro nos encantaron. Encontramos a nuestro paso flores de todo tipo y colores, una diversidad que tiene su origen en la distinta naturaleza del suelo en función de la altura, gravas y arenas en la vega, yesos en las cotas más bajas de los cerros, y calizas con depósitos silíceos en las más altas.

Al salir del Barranco de la Purga, giramos a la derecha y al poco, dejamos también a la derecha el Barranco de la Raya, que asciende hacia las planicies de donde venimos. Nos quedamos con ganas de conocerlo, apuntado queda.

Tras una fuerte bajada, en la que tuvimos que tener cuidado de no resbalar por el barro que tenía la pendiente, alcanzamos los campos de cultivo que hay junto al río, en territorio perteneciente a la vega de Chinchón.

Siguiendo el camino de rodadura de maquinaria agrícola que hay entre los cultivos y los cortados, avanzamos en dirección noreste, fijándonos en los socavones que a alturas inalcanzables de los farallones asoman como ventanas.

Y hacia el más accesible y famoso nos vamos, con cierta emoción, acercándonos. Poco antes de llegar a unas escombreras, dejamos el camino para ascender con fuerte pendiente hacia nuestra derecha, en sentido contrario al que traíamos.

Pronto vimos lo que parece la entrada a la mina, aunque en realidad es una especia de abrigo, en el que aprovechamos para tomar el demorado tentempié de media mañana.

Reanudado el camino, acometimos los últimos metros que nos separaban de la verdadera entrada a la Mina del Consuelo. Por más que la habíamos visto en fotos, no dejamos de sorprendernos al ver tan espectacular cavidad.

Con el sonido de los pájaros que anidan en su interior, exploramos cada una de sus imponentes galerías excavadas en el cerro, que han ido tallando naves, columnas y bóvedas dignas del bello templo natural que han acabado formando.

Sin duda, es una auténtica rareza escondida y abandonada, que constituye uno de los más bonitos paisajes subterráneos de la Comunidad de Madrid, por su singularidad y espectacularidad.

Su artificial génesis se debe a la extracción de materiales para hacerse con el sulfato de sodio que contienen estas tierras de yesos, con el que, empleándolo en su estado natural, se fabrica vidrio y cristal, o bien transformándolo en carbonato de sosa, jabones y sus derivados.

La mina fue explotada hasta primeros del siglo XX, en que dejó de ser rentable. Para explotarla turísticamente habría que hacer profundos estudios de estabilidad del macizo rocoso, ya que se observa una meteorización de los pilares, producidos por socavamiento por su base, donde se concentra mayor humedad, lo que condiciona la estabilidad de la mina al poder generar hundimientos. En este enlace se dan más detalles de la mina y también en este otro.

Tras las numerosas fotos que realizamos de tan increíble lugar, salimos por otra de las bocaminas utilizada para extraer los materiales.

Desandamos el camino descendiendo al prado y al llegar al Barranco de la Purga, en lugar de volver a recorrerlo, seguimos de frente, contemplando bellas vistas de la ribera del Jarama y los nidos de cigüeña que se han instalado en ella.

Enseguida giramos a la izquierda para ascender por otro barranco, que para todos fue el más espectacular de los recorridos en el día. 

Excavado en el yeso por la acción de agua, zigzaguea caprichosamente entre paredes verticales que muestran los distintos estratos y que se estrecha y se ensancha en medio de lo que parece un laberinto que nos iba dejando cada vez más impresionados detrás de cada giro del sendero.

Sentimos mucho que se acabara tan bello recorrido remontando el barranco, que se va abriendo hasta dar de nuevo con el camino ya conocido de la Cañada Real Galiana, por el que proseguimos, ahora con menos nubes y el sol abriéndose paso entre ellas. 

Por él regresamos, en dos grupos, uno con paso rápido, pues queríamos llegar antes de las tres a Titulcia para asegurarnos poder comer en uno de sus bares.

El otro más relajado se desvió del camino que va recto al pueblo para asomarse a los impresionantes acantilados sobre el río que unos miradores proporcionan.

Antes de entrar en Titulcia también pasaron por los restos de un importante poblado de la Edad de Hierro, lo que destaca que esta zona, gracias a su posición elevada y las defensas naturales de los cortados, hicieron de este lugar un emplazamiento privilegiado dentro de su entorno.

En 2009 se encontró en este yacimiento un recipiente metálico realizado en plata con una representación en relieve denominada Phiàla de Titulcia y que luce en el Museo Arqueológico de Madrid, aunque en el centro de interpretación del ayuntamiento de Titulcia cuentan con una réplica.

Reunidos todos en la estupenda terraza del restaurante El Quiosko, degustamos un estupendo menú atendidos magníficamente y en la que a los postres Carlos nos hizo llorar de risa con sus chistes.

Por las magníficas vistas, los impresionantes barrancos y la sorprendente mina del Consuelo, esta excursión no puede ser calificada con otra nota que no sea la máxima, 5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 19 de abril de 2021

Excursión X278: Puentes del río Manzanares y Minas de San Marcelino

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Puente del Grajal
Final: Puente del Grajal
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,1 Km
Desnivel [+]: 422 m
Desnivel [--]: 422 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua:
Ciclable:
Valoración: 5
Participantes: 12

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
No es muy conocido el cañón que forma el río Manzanares en la frontera de Colmenar Viejo con Hoyo de Manzanares y sin embargo su riqueza paisajística y cultural es muy grande. En él se encuentras puentes, batanes, molinos y hasta unas catas mineras que en esta ruta tuvimos el placer de conocer.

Para disfrutar de todo este entorno contacté con Gabino, buen conocedor de esos paraje (y de muchos más), que nos hizo de excelente guía local. Muchas gracias Gabino ha sido un placer volver a compartir ruta contigo.

Había citado al grupo en el pequeño aparcamiento que hay junto al puente del Grajal, pero para nuestra sorpresa, recientemente han colocado una cadena que impide el paso de vehículos, por lo que tuvimos que aparcar en un lateral de la carretera con pequeña explanada un poco más arriba, pasada una cerrada curva y antes de llegar a la siguiente.

A las 10, hora prevista, nos pusimos en marcha descendiendo por un estrecho sendero hacia la presa del Grajal, encajada en uno de los tramos más agrestes del caprichoso río Manzanares, entre farallones de roca cortados a placer por la furia del agua.

Su construcción fue por iniciativa del entonces Marqués de Santillana, D. Joaquín de Arteaga y Echagüe. Construida en 1908 por la empresa del Marqués, Hidráulica Santillana, con un doble objetivo, por un lado suministrar agua a Madrid, y los entonces pueblos de Tetuán de las victorias, Chamartín de las rosas, El Pardo y Fuencarral, además de Colmenar Viejo, pero también para obtener la energía eléctrica escasa por aquel entonces, mediante la fuerza del agua, la primera de Madrid.

La presencia en la inauguración del entonces Rey, Alfonso XIII estaba de sobra justificada al ser el primer salto hidroeléctrico que suministraba energía eléctrica a Madrid además de la gran amistad personal que le unía al noble y empresario con el que compartía aficiones y veladas de caza.

Construida en sillería de piedra de granito, el material más frecuente y por ende más barato de la zona, tiene una altura de 10,5 metros y era capaz de embalsar 80.000 metros cúbicos de agua. La presa del Grajal dejo de ser útil con la construcción del embalse de Santillana, junto al castillo del mismo nombre en Manzanares el Real unos kilómetros al norte, convirtiéndose en otra historia olvidada y en desuso en compañía del viejo y hermoso puente árabe que muy cercano a la presa encontramos en nuestro recorrido.

El Puente del Grajal es de origen musulmán y sirvió como infraestructura militar para la defensa de la Marca Media durante la reconquista de la península ibérica. El viejo puente construido hacia el siglo X, fue restaurado en el Siglo XVIII, de ahí su excelente estado. Con un solo arco de medio punto, de sillería con tímpano y pretil, solucionados por sillares y sillarejo y cimentado directamente sobre la roca. Tiene una luz de 10 metros y el ancho de su tablero es de 3,34 metros.

Formaba parte de un camino defensivo que facilitaba los movimientos de tropas entre Talamanca del Jarama, donde está la primera construcción de estas características aunque muy reformada, y el valle del Tietar. Por el camino quedan los restos escasos de los puentes de Alcanzorla, entre Torrelodones y Galapagar, o el del Pasadero, en las cercanías de Valdemorillo, de los que apenas queda el arco de medio punto. Este camino, sus puentes, atalayas y ciudadelas defensivas formaban parte de la Marca Media, la frontera entre el Califato de Córdoba y los Reinos Cristianos del norte entre los siglos IX y XI.

El nuevo puente, construido a su lado en 1895 le resta algo de belleza, pero ha contribuido a su conservación al liberarle del cada vez mayor tráfico que soportaba.

Nada más pasar los puentes, dejamos la carretera para seguir por el camino de la derecha, caminando por encima de lo que fue el canal que llevaba el agua de la presa, aprovechando la extraordinaria orografía del barranco y que en este enlace se cuenta en detalle.

Pronto comenzamos a ver los restos de antiquísimos molinos harineros y batanes, construidos en el siglo XVII para la compactación de tejidos. Ambas industrias necesitaban de un curso de agua para aprovechar la energía hidráulica para su funcionamiento. Es una pena el verlos deteriorarse por la desidia que existe para acometer la recuperación de algunos de estos lugares.

Cuando el canal se pierde en un túnel, el ancho camino del canal se acaba y nos obliga a descender por un sendero que surge a nuestra derecha, que rodea el montículo y trazando una curva vuelve a pasar junto a la canalización, para alejarse definitivamente bajando hasta el arroyo de Navarrosillos.

Costó cruzar el arroyo, que llevaba mucha agua, al parecer procedente de la depuradora que aguas arriba la suelta sin medida cuando se desborda.

Colocamos algunas piedras sobre las que ya había para facilitar el paso, con tan mala fortuna que una de ellas se movió al paso de una de las chicas, que al resbalarse acabó dándose un zambullido casi de cuerpo entero en el agua del arroyo.

Tras el susto y cambio de alguna ropa, proseguimos el recorrido contemplando el espectacular paisaje y lo verde que estaba todo. Poco a poco, guiados por Gabino, nos fuimos acercando a uno de los muchos meandros que forma el río, y con certero rumbo acabar junto a la entrada de la mina baja, la más próxima al río y la que mejor acceso tiene del conjunto de galerías de la mina de San Marcelino, en la ladera del monte Peñalvento, compuesta por tres pequeñas minas de cobre de las que ya hay constancia en 1684.

Esta en la que nos internamos con linternas se encuentra en la parte baja muy escondida. Su estructura está intacta y aparentemente no presenta peligro, este es su perfil:


Se puede comprobar que una vez superada la entrada, hasta se puede caminar de pie por ella, tiene unos 40 metros de longitud y casi dos metros de altura.

Tras realizar las fotos y vídeos que se pueden contemplar más abajo, salimos de la oscura mina y fuimos en busca de la segunda.

Remontando con gran pendiente la loma, con cuidado de no resbalar, justo a mitad de trayecto para alcanzar el camino, un poco a la derecha se encuentra la entrada a la mina intermedia, de complicado acceso por hallarse totalmente tapada por un derrumbe y semi oculta por la maleza.

Al alcanzar el camino, en el borde del fondo, tras unas zarzas que la camufla, está la entrada a la mina de arriba, tiene una longitud similar a la de abajo, pero su acceso se ve enseguida dificultado por un derrumbe que ha amontonado piedras, dejando un estrecho paso para poder continuar por ella. este es su perfil:








Es MUY PELIGROSO, adentrarse en ella porque su estructura se ha derrumbado, hay piedras sueltas y el aire del fondo está viciado. Nos asomamos a ella apenas un par de metros y la mayoría solo desde fuera.

La última pequeña explotación o saneamiento de labores antiguas se realizó entre 1858 y 1861. El filón explotado encaja en una zona de fracturas de las adamellitas de la zona. Mineralógicamente se ha reconocido azurita, bornita, calcopirita, calcosina, crisocola, cuarzo, cuprita y malaquita.

Continuamos avanzando por el sendero, en dirección suroeste, entre encinas, enebros y un sin fin de arbustos aromáticos en flor que hacían aún más ameno el de por sí esplendido recorrido. Los restos óseos de una posible vaca o ternero proporcionaron una breve parada para las correspondientes fotos.

Al bordear la loma del Alto de las Carrizosas, iniciamos el descenso hacia el río, siguiendo la senda que entre torrenteras de cierta pendiente y arena suelta alcanza, al poco, las ruinas del molino Barrera Blanca, en las proximidades del río Manzanares y del arroyo del Cerro Negro, que cruzamos sin agua.

Iniciamos desde allí un corto ascenso, entre jaras y cantuesos en flor, para luego descender hacia el puente de la Marmota. punto de menor cota de la ruta.

¿Y porque este nombre? es la pregunta que todos nos hacemos al contemplarlo, pues parecer ser debido a la degeneración fonética del término «mamotar», nombre de uno de los cerros cercanos al viaducto por su forma de mama femenina, esta montaña aparece con el nombre Cabeza de Mamotar en documentos y textos medievales.

El sorprendente nombre no alude a la presencia de estos mamíferos por la zona, si no por una degeneración del término 'mamotar', con el que era conocido un cerro cercano al puente, con forma de 'mama' femenina.

La citada montaña aparece con el nombre de Cabeza de Mamotar en diferentes documentos y textos medievales, caso del célebre Libro de la Montería, escrito por el rey Alfonso XI de Castilla (1311-50). Dada la similitud fonética que poseen las voces 'mamotar' y 'marmota', es fácil entender el proceso de corrupción lingüística sufrido por el topónimo.

Fue realizado entre 1756 y 1758, en el contexto de un proyecto de acotamiento y mejora de los accesos de El Pardo, llevado a cabo por mandato de Fernando VI (1713-59).

Además de esta infraestructura, se crearon otras muchas, como la cerca de 99 kilómetros que rodea al monte, la Puerta de Hierro, el
Puente de San Fernando, la gavia de Fuencarral y una serie de pequeños puentes, que salvaban los arroyos de Valdeculebras, de las Viudas, de Tejada y de Trofa, todos ellos afluentes del Manzanares.

La complicada orografía del paraje explica su considerable altura. Su único ojo, formado por un arco de medio punto, con 46 dovelas, salva un desnivel de 11,5 metros, que, para hacernos una idea, equivale casi a un edificio de cinco plantas.

En cambio, la anchura del arco no es muy grande. Tiene 12 metros de luz, un poco menos que el arco central del Puente de Segovia, con 12,8 metros.

Pero tal vez lo que más llama la atención es el tablero. No tanto por sus dimensiones (45 metros de largo y 4,7 de ancho), como por su disposición, ya que se inclina de un extremo a otro, posibilitando un pronunciado cambio de rasante.

Formado por un único arco de medio punto y situado a una altura de 11,5 metros, sus dimensiones son; 45 metros de largo por 4,7 metros de ancho, siendo lo más característico el estar inclinados sus extremos para poder salvar un cambio de altura del terreno.

En Septiembre de 2012 se restauro con ayuda del Ejército de Tierra que facilitó un helicóptero para introducir la excavadora y extraer 60 sacas de arena acumulada en su superficie.

Es uno de los mejores miradores, desde su tablero (o, mejor aún, desde el cercano Cerro de la Marmota), se divisan unas espectaculares vistas de todo el Monte de El Pardo, con la ciudad de Madrid como inmejorable telón de fondo.

Tras un breve descanso junto a las embocaduras del puente, que conserva restos de un camino enlosado, iniciamos el regreso, que por consejo de Gabino, lo hicimos por la loma opuesta a la seguida en la bajada, la de la derecha del cauce del río.

Por una bonita y zigzagueante senda que proporciona buenas vistas del puente desde este otro lado del río, ascendimos hasta dar con una amplia pista, es lo que queda de los ambiciosos proyectos que en el año 1931, siendo Ministro de Obras Públicas Don Indalecio Prieto (durante la Segunda República) se acometieron con una doble finalidad: acercar la naturaleza a los madrileños y unir distintos enclaves de la sierra de Guadarrama.

En el año 1936, el inicio de la Guerra Civil Española supuso la paralización definitiva de las obras, habiendo sido concluida únicamente la vía que unía Miraflores - Rascafría.

Este tramo por el seguimos, pretendía unir Madrid, atravesando el Monte del Pardo, con la Sierra de Guadarrama, enlazando con Navacerrada y de allí a Cercedilla y la Fuenfría.

Por la amplia calzada continuamos, en dirección norte, con paso ligero dadas las facilidades del camino. Solo una casa en ruinas, a nuestra derecha, distrajo un momento nuestra atención. Más adelante los dos grupos que de nuevo formamos nos reunimos un instante para hacernos las foto de grupo al amparo de la única encina de la malograda carretera.

Un poco más adelante, el camino desaparece, engullido por una finca cerrada que se ha adueñado de él, pero que deja ver parte se su infraestructura de cunetas y arcadas.

Para continuar, tenemos que bordear la finca, cruzando el arroyo de Navalsal por la derecha del muro de piedra que la delimita. Unos caballos en su interior se nos acercaron al vernos, uno de ellos blanco, era precioso.

La estrecha senda pasa luego a ser camino, que entre altos muros de piedra que delimitan parcelas ganaderas, se va dirigiendo, en dirección noroeste hacia la carretera de Hoyo de Manzanares (M-618), que cruzamos para descender por el Cordel de Hoyo de Manzanares hasta dar con el puente del Grajal, tras un nuevo cruce de la carretera.

Atravesando el histórico puente y remontando el repecho que hay frente a él volvimos al lugar de partida, donde nos esperaban los coches.

Como íbamos bien de tiempo, algunos decidimos comer en Hoyo a la que volvíamos. En la terraza del bar Chaqueta dimos cuenta de un buen menú que subió aún más, si cabe, la nota de esta magnífica ruta, plagada de estupendas vistas y cargada de historia, por lo que 5 estrellas es lo que le otorgo.
Paco Nieto

FOTOS