viernes, 5 de julio de 2019

Excursión X190: Cascada de la Espigantosa

FICHA TÉCNICA
Inicio: Eriste
Final: Eriste
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 12,2 Km 
Desnivel [+]: 621 m 
Desnivel [--]: 621 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Para nuestro último día de escapada al valle de Benasque teníamos que hacer una ruta no muy larga para poder regresar a Madrid no muy tarde, por eso elegimos subir a conocer la preciosa cascada de la Espigantosa, con la ventaja añadida de que la ruta para alcanzar esta maravilla se podía iniciar desde el mismo hotel donde nos habíamos alojado todos estos días.

Desayunamos temprano y tras hacer maletas y dejarlas en los maleteros de los coches, comenzamos a andar los pocos metros que nos separaban del pueblo de Eriste, perteneciente al municipio de Sahún. Faltaba Antonio, que por unas molestias provocadas por la acumulación de las cuatro rutas anteriores, prefirió darse una tregua y hacer turismo por Benasque.

Al llegar a la cola del pequeño embalse de Linsoles, construido en 1964 con fines hidroeléctricos, cruzamos la carretera y, junto a las instalaciones de la Central, pasamos por el puente que salva el fuerte caudal del río Eriste, adentrándonos en el pueblo. Por una calle en cuesta llegamos a las puertas de la iglesia de San Félix, cuya festividad la celebren con fiestas todos los años el 1 de agosto.

Desde allí buscamos el comienzo del camino de Tramarrius, señalizado como PR-HU 36, el sendero de pequeño recorrido que discurre por el valle de Eriste, pasa junto a la cascada de Espigantosa y salva el elevado desnivel que permite llegar al refugio de Ángel Orús, ubicado a los pies de las Agujas del Forcau, punto de salida de numerosas excursiones, como es el ascenso al pico Posets.

Nos sorprendió por su belleza este camino, que remonta el río Eriste por la margen derecha. En su primeros metros está empedrado y a sus orillas discurre una acecequia por la que descendía constantemente gran cantidad de agua.

A 500 metros del pueblo, la cuesta nos da un respiro en un bonito prado, por el que seguimos en dirección noroeste hasta cruzar a la orilla izquierda del Eriste por el precioso puente de piedra de Tramarrius, no lejos de la cascada del mismo nombre.

Tras hacernos fotos desde y bajo el puente, continuamos subiendo unos metros en dirección sur, hacia la derecha hasta encontrar la pista de hormigón que viene de Eriste, por la que luego descenderíamos. La tomamos a la izquierda, para dejarla momentáneamente, al cabo de 1,5 km, con la intención de acercarnos a conocer las ruinas de una antigua fundición.

Descendimos hasta el cruzar por un puente de madera ovalado el río Eriste, remontando por una senda su margen derecha hasta dar con la antigua fundición. un edificio realizado en piedra sillar aparejada a soga como se ve en el interior del mismo. Al exterior los muros se encuentran enfoscados con cemento. Poseía techumbre a un agua pero no se ha conservado.

En la fachada frontal se conservan restos de la puerta y de dos ventanas. En el interior el hueco del horno y en la parte posterior, la chimenea, con una elevación de sección cuadrangular realizada en mampostería, disminuyendo su sección conforme aumenta su altura, rematándose en los ángulos con unas pequeñas elevaciones que aportan cierto carácter decorativo.

Intentamos buscar la forma de proseguir remontando esta ribera del río, pero tuvimos que desistir al comprobar que la zona se escarpaba sobremanera, por lo que regresamos sobre nuestros pasos hasta dar de nuevo con la pista, por la que seguimos hasta su final, en un aparcamiento que coincide con el puente y la cascada de la Espigantosa.

Aquí, nos extasiamos con las aguas de alta montaña que fluyen por el barranco de Espigantosa caen en cascada a encajado valle de Eriste, que hemos remontado, formando un magnífico salto de 20 metros de altura, acompañado de bosques ribereños y un abetal que se extiende más allá de las orillas. Arrendajos, herrerillo, pájaros picapinos, mirlos acuáticos… hacen las delicias de este rincón ribagorzano. Con este incomparable marco,nos hicimos la foto de grupo.

Para acercarnos a ver la cascada más cerca, cruzamos el puente siguiendo la señales que llevan al Refugio Ángel Orús y comenzamos a subir por fuerte cuesta, dejando a la izquierda la cascada, hasta que vimos un estrecho camino que sale hacia la izquierda y que nos lleva a los pies de la cascada de Espigantosa.

Desde aquí tuvimos una vista espectacular de la cascada, que con gran estruendo precipitaba el agua desde su cabecera formando una bella cola de caballo. Bajo ella nos hicimos infinidad de fotos antes de emprender el camino de regreso, descendiendo por la pista hasta llegar a Eriste, sin más entretenimiento que la contemplación de las idas y venidas de un helicóptero que cargaba agua en el embalse de Linsoles y remontaba veloz el valle una y otra vez.

En el descenso nos cruzamos varias veces con el autobús que acerca a curiosos y montañeros hasta la cascada, unos con la intención de contemplarla, y otros de hacer noche en el refugio de Ángel Orús.

Poco antes de alcanzar las zetas que la pista realiza para salvar La Cuesta, paramos un momento en el mirador sobrevolado que se asoma al valle con magníficas vistas de Eriste y desde el cuál captamos en detalle las maniobras de acercamiento y aprovisionamiento de agua del helicóptero.

Salvadas las continuas e interminables revueltas, llegamos al hotel, iniciando desde él el regreso a Madrid, previa parada en Graus para comprar miel y algo de su famoso embutido, parando de nuevo en la terraza del bar del camping Bellavista, para volver a disfrutar de sus bonitas vistas del embalse de Barasona mientras comíamos, dando así por finalizada nuestra aventura de este año por el Pirineo, calificando a esta última excursión con 4 estrellas sobre las 5 posible.
Paco Nieto

jueves, 4 de julio de 2019

Excursión X189: El Portillón y Pico Salvaguardia

FICHA TÉCNICA
Inicio: Llanos del Hospital
Final: Llanos del Hospital
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 16,5 Km 
Desnivel [+]: 1083 m 
Desnivel [--]: 1083 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta


TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN

Para nuestro cuarto día por el valle de Benasque elegimos subir al Portillón y al Pico de Salvaguardia, ubicados dentro del Parque Natural de Posets-Maladeta.

El Portillón, o puerto de Benasque, es una brecha abierta en el espinazo de la cordillera a 2.444 metros de altitud, entre los picos Salvaguardia y Tuca de la Mina, sobre la misma línea fronteriza entre España y Francia.

Durante cientos de años, esta grieta de tres o cuatro metros, flanqueada por verticales paredes, ha visto pasar contrabandistas, peregrinos, vendedores de sal y ganado, huidos del hambre o de la justicia, refugiados, ejércitos, geólogos, botánicos y escaladores. Un camino que durante siglos ha unido Benasque y Luchón, puerta que, con mal tiempo "hasta un padre era capaz de dejar atrás a su hijo", por lo infernal que se vuelve.

El pico Salvaguardia de 2.736 metros de altura es uno de los picos más accesibles y con mejores vistas del valle, aunque eso no quiere decir que esté exento de dificultad, sobre todo si se hace con lluvia o nieve, que afortunadamente no fue nuestro caso.

Iniciamos la excursión trasladándonos al aparcamiento que hay por debajo de los Llanos del Hospital, último punto al que se puede llegar en vehículo particular en verano. Siendo necesario, si se quiere acortar la ruta, tomar el autobús público que hace el recorrido hasta La Besurta.

Pero como teníamos ganas de andar, nos quedamos en este primer aparcamiento, saliendo por su extremo norte, hilando una tenue senda que se acerca progresivamente al río Esera, en dirección noreste, cruzando la Pleta de la Sarra. El día era magnífico, y al contrario que el anterior, no estaban previstas tormentas, afortunadamente.

Con el río a nuestra derecha y la impresionante cascada de Gorgutes a nuestra izquierda, llegamos a las espaldas del Hotel Hospital de Benasque, casi sin darnos cuenta por lo plano y cómodo del camino. Desde aquí, por Plan de l'Espital, nos acercamos a ver las ruinas de antiguos hospitales, a pie de la ladera norte donde está encajado el valle.

Eran los llamados Hospitales II, III y IV, construidos entre 1826 y 1839, sustituidos por el actual en 1872, más retirado, a salvo de aludes y con mejores instalaciones, que estuvo operativo hasta la Guerra Civil.

Continuamos hasta el final del valle, por una plataforma de madera cruzamos el Barranco de Peña Blanca, alcanzando un cruce en el que seguimos rectos hacia Pleta del Tormo y llegar a Peña Blanca. Por la derecha vemos la senda que desciende de la Besurta y Plan d´Éstán, por donde regresaremos.

Un poste nos indica que el Portillón de Benasque nos queda a 3,3 km. Con el barranco a nuestra izquierda, ascendemos por Pleta del Tormo, al principio sin mucha pendiente, pero al poco ganando altura con mayor ritmo.

Al llegar a la base de Peña Blanca, el estrecho sendero realiza numerosas zetas y es en una de ellas donde nos cruzamos con un montañero que vimos el día anterior bajando del pico Aragüells, y que al entablar conversación con él, resultó ser del pueblo riojano origen de una parte de la familia de Olga, que además conocía a su primo. ¡Casualidades de la vida!

Una vez superamos Peña Blanca, vemos un nevero que se resiste a desaparecer, enseguida algunos corrieron a refrescarse con la nieve, tumbados en ella. Enseguida alcanzamos un collado, cruce de caminos, donde paramos a reponer fuerzas y hacernos la primera foto de grupo.

Nos ponemos de nuevo en marcha para ascender los escasos 400 metros que nos separan del Portillón, unos lo hacemos subiendo haciendo una alargada curva, otros tiran rectos hacia la gran brecha abierta en la cresta fronteriza que da paso al valle francés de Luchón.

Mereció la pena bajar unos metros y contemplar la vista que se deja caer sobre la empinada ladera surcada por las revueltas de un camino que fue construido en el siglo XIV. Desde el puerto hasta el Hospice de France hay casi 1.100 metros de desnivel.

Y si esa vista es imponente, basta darse la vuelta y subir lentamente, a ser posible, sin nadie delante y al traspasar el Portillón en sentido España contemplar el majestuoso Macizo de la Maladeta espolvoreado de nieve, con el Aneto como rey, para así ser capaz de aproximarnos a lo que pudieron sentir los primeros amantes de Los Pirineos. Seguí al pie de la letra esta recomendación de un amigo, y efectivamente fue muy emocionante.

Tras las espléndidas panorámicas, seguimos por el sendero que sale a la izquierda, en el sentido del ascenso, y que conquista, por la cara sur, la cresta del Pico Salvaguardia.

Un sendero en zigzag con un cierto riesgo si se sufre de vértigo o se realiza con nieve o mojado, ya que está algo expuesto, pero no extraplomado, en algunas zonas, sobretodo al bordear unas grandes rocas, aunque una cadena, que en la realidad es un cable, facilita, a los más precavidos, el realizar el paso más seguro. Para nosotros, al estar el terreno seco, no representó ninguna dificultad y, en mi caso, no fue necesario tocar tan siquiera el cable.

Después, el camino se vuelve más sencillo, y es aquí donde nos cruzamos con la familia que nos hizo el día anterior la foto de grupo en el Ibonet de Batisiells, ¡otra casualidad de la vida!

A muy pocos metros de alcanzar la cresta, otras zetas suavizan la pendiente. En una de esas curvas nos topamos con unas simpáticas chicas, una de ellas adornada con varios globos, que celebraba de esa guisa y en tan inusual lugar su despedida de soltera. ¡Ver para creer!

La fatiga del ascenso fue rápidamente compensado, al alcanzar la cresta final, con unas espléndidas vistas hacia la parte francesa, justo en el borde de un nevero que perduraba a duras penas y en el que Olga se recostó con intención no irse de allí nunca.

Unos pocos de metros más al oeste, alcanzamos el Pico Salvaguardia, coronado por una antena con placa solar, donde disfrutamos de unas vistas espectaculares del macizo de la Maladeta y del Posets, en la parte española. Abajo, en la vertiente francesa, los lagos de Boums du Port y de La Montagnette brillaban como topacios sobre las verdes praderas, en las que parecían estar incrustados.

Coincidimos en la cumbre con otros montañeros que se prestaron a hacernos las inevitables fotos de grupo, tras las cuales tomamos los bocadillos. La verdad es que nos costó luego mucho dejar la cumbre, ¡se estaba tan bien!

El descenso lo realizamos volviendo sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al collado, donde los más rápidos esperaron a los más rezagados, en este caso Olga, experta en bajadas relajadas y a la que oíamos conversar con Jorge M desde bien lejos.

Todos reunidos, continuamos el descenso, que en lugar de hacerlo por el camino seguido hasta llegar allí, de nuevo por Peña Blanca, lo hicimos por el camino que se dirige a la Besurta, algo más larga, pero que convierte la ruta en circular.

Nada más iniciar el descenso, en dirección sur, pasamos junto a las ruinas de lo que fuera la Casa Cabellut, un antiguo albergue, giramos hacia la izquierda, en dirección a las Basetas del Portillón. Y al poco, de los dos caminos posibles, seguimos el que baja y deja a la izquierda los Ibones de Billamuerta, un sendero de tierra muy cómodo de caminar y con espectaculares vistas hacia el macizo del Aneto y las Maladetas.

Al poco, el camino se precipita hacia el valle con fuerte pendiente, que las idas y venidas de las innumerables zetas trata de mitigar, salvando unos 300 metros de desnivel de una ladera de hierba y roca conocida como La Costera. Superada ésta, nos encontramos una indicación que nos dirige a la izquierda hacia la Besurta o recto hacia los Llanos del Hospital.

Ángel, como casi siempre, muy adelantado había seguido hacia la Besurta, extasiado por la contemplación del ganado que pastaba por esa zona. Tuvimos que llamarle para que corrigiera el rumbo y seguir, en dirección oeste por el Plan d'Están, lo que no le costó nada y al poco ya estaba otra vez en cabeza, con el Pico Salvaguardia frente a nosotros, a modo de imponente faro.

Tras una breve parada, poco antes de llegar a los bonitos Ibones de Plan d'Están, continuamos entre verdes praderas y pinos negros cada vez más frecuentes hasta llegar a unas pequeñas zetas que al acabar enlazan de nuevo con el cruce de ida que subía a Peña Blanca.

Cruzamos el barranco por la misma plataforma de madera que usamos a la ida y con paso forzado por las ansias de llegar al Hotel del Hospital, recorrimos los escasos, pero interminable metros, que nos separaban de las refrescantes cervezas en la terraza del que hoy es un lujoso hotel de montaña reconstruido sobre el viejo edificio del Hospital, refugio de peregrinos desde el siglo XIII, historia muy documentada que se puede rememorar en el pequeño museo que el hotel tiene en uno de sus sótanos.

Tras el largo descanso, con rico vermut incluido, caminamos, ya sin prisa por el mismo sendero seguido al comienzo por los Llanos del Hospital para llegar de nuevo al aparcamiento donde iniciamos esta aventura repleta de alicientes, superando las expectativas iniciales de más de uno, por lo que esta excursión se merece 5 alpinas estrellas.
Paco Nieto

miércoles, 3 de julio de 2019

Excursión X188: Pico Aragüells

FICHA TÉCNICA
Inicio: Refugio de Coronas
Final: Refugio de Coronas
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 9,5 Km 
Desnivel [+]: 1078 m 
Desnivel [--]: 1078 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Nos disponemos a la tercera jornada pirenaica, la central y también a priori la mas dura, como así se confirmaría a lo largo del día. Tampoco la más bonita, aun siéndolo bastante, y la única en que la ida (todo subida) y la vuelta (todo bajada) iban a ser por el mismo camino. No sería la más larga (aprox 10km), pero si la que mayor desnivel acumularía (unos 1100 metros) y con la mayor pendiente media en la subida (superior al 20%), a lo que sumaremos la dificultad del terreno (piedras, rocas, nieve, etc..) y las incidencias meteorológicas (santo tormentón que nos cayó).

Ya desde la preparación de las excursiones ésta se planificó con dudas, el gran reto sería subir al Aneto, con más de 3400 metros de altura, si bien para ello sería necesario madrugar en exceso (he llegado a oír que a las 4h30’ de la mañana), para poder empezar a caminar cuanto antes. Pero, finalmente se opto por el plan B: El Pico Aragüells (‘solo’ 3048m). Cerquita del Aneto, pero casi 400 metros más ‘bajito’, menos exigente, y sobre todo: sin necesidad del mencionado madrugón. Como veremos, la elección fue un acierto.

Bueno, el caso es que iniciamos el día madrugando un poquito, ya que debíamos salir del hotel a las 8h40’ (tampoco es para tanto ¿no?), con el fin de llegar en coche a tiempo de coger un autobús en “Plan de Senarta” que salía a las 9h15’. A este llegaríamos por la carretera que va a Llanos del Hospital. Pero antes desayunaríamos ‘como Dios manda’ y nos provisionaríamos con los fantásticos bocadillos que nos preparaban cada mañana en el hotel. 

Cuando llegamos al autobús descubrimos que también lo iban a utilizar un grupo grande de excursionistas mayores (incluso más mayores que nosotros), por lo que el chófer nos ofreció meternos en un pequeño minibús que salió antes y que además era mas rápido.

El motivo por el que había que subir en bus fue que nos separaban 9 km hasta el punto de inicio de la marcha: El “Puent de Coronas”, junto al “Refugio de Pescadores de Vallibierna”. Y que estos se hacían por una pista que estaba en un estado bastante abandonado y que además tiene prohibido el acceso a vehículos particulares durante buena parte del año. Buena medida para preservar mejor la naturaleza, pero seguro que también por lo peligroso del camino, muy estrecho, labrado en las paredes casi verticales de la montaña en medio del precipicio y en el que resultaría complicado que dos vehículos se cruzasen.

Tardamos casi 40’ en subir esos 9 km, mucho, debido a la lentitud a que obligaban las características del camino. Íbamos solos en el minibús, con la excepción de un señor muy mayor que iba a pescar y que nos comentó que llevaba 70 años subiendo para ello a ese sitio: Andando, en mulo, y una vez construida la pista en carro, coche o autobús, como en esta ocasión. 

Una vez dejado el minibús y recogidas las mochilas y bastones (que venían en el autobús grande) comenzamos a caminar desde “Puent de Coronas”, a 1985 metros de altitud. Inmediatamente atravesamos un campamento de chavales, y caminamos por una zona de bosque, buen camino, y pendiente en continuo crecimiento.

Tras unos 2 km aproximadamente, siempre en ascenso, se iba difuminando el bosque, y la vegetación terminó por desaparecer casi del todo. Seguimos el ascenso en paralelo al río/cascada, que vierte desde el Pequeño Ibón de Coronas, ayudándonos a subir con sus bonitas vistas y el agradable ruido de sus aguas.

En este tramo vimos varias marmotas, que nos observaban con curiosidad, pero con más indiferencia de lo que lo hacíamos nosotros a ellas, sin duda estaban acostumbradas a presencia humana en su territorio.

En esta primera fase del ascenso el terreno era muy empinado y nuestro pequeño grupo, éramos 8, caminaba muy desagregado. Nos llevaría al “Pequeño Ibon de Coronas”, el primero de los ‘puntos clave’ de la jornada. Llevábamos unos 3 km andados y ya habíamos ascendido en torno a 650 metros. 

Al Ibón llegamos con sol y algo de nubes, incluso hubo quien (yo) se planteó el baño, o al menos meter los pies en el agua, que estaba demasiado fría, más que en los ibones de la jornada anterior. Además, en un pispas se encapotó el cielo y la bajada de temperatura me quito la idea de la cabeza. Nos reagrupamos, comimos algo, poca cosa, nos hacemos un sinfín de fotos, a nosotros y al paisaje. 

Continuamos la marcha, si bien no todos la reanudamos a la vez, ya que Olga en vez de recoger los trastos y arrancar se entretuvo en enviar un mensaje de voz protestando contra la dureza de la jornada. El ascenso hacia el “Gran Ibón de Cadenas”, el segundo punto clave, era cada vez más complicado, ya no había camino: Dábamos brincos de roca en roca, siguiendo las señales que nos indicaban perfectamente por donde dirigirnos.

Pasamos un primer tramo por nieve que ya estaba presente, blanda, por lo que, al menos por ahora, no eran necesarios los crampones, al contrario, a veces hundíamos la pierna.

La visión de este Ibón nos dejó boquiabiertos, aparecía con un tono azul turquesa, muy grande y con sus aguas parcialmente heladas, rodeado casi en su totalidad de nieve, y con El Aneto al fondo y el Aragüells a la izquierda.

En fin una maravilla. Lógicamente aquí tuvimos una nueva tanda de fotos. Llevamos algo más de 4 km y cerca de 800 de desnivel.

A nuestra izquierda y ya bastante cerca teníamos el Pico Aragüells, que yo definiría como ‘un afilado montón de rocas’, al que casi habría que trepar para alcanzar su cumbre. Pero antes deberíamos llegar a su base, al “Collado de Cregüeña”. Seguimos el camino, bueno todos no, es que Olga tenía que recoger la mochila y hacerse fotos, o vete tú a saber qué. De nuevo brincamos de roca en roca y cruzar nuevos tramos de nieve, para esta parte ya alguno de nosotros usó los crampones. 

Nos reunimos de nuevo en el “Collado de Cregüeña”, a 2914 metros de altitud, y con casi 5 km y 900 m de desnivel. Desde él podemos contemplar, al otro lado, el impresionante “Ibón de Cregüeña”, que si no me equivoco es el mas grande de los Pirineos.

El cielo estaba totalmente encapotado, e incluso empezamos a escuchar lejanos truenos, todo apuntaba a que íbamos a tener tormenta o al menos que iba a estar cerca. En este crítico momento, una parte del grupo decide proseguir y subir a la cumbre del Aragüells (3048 m), del que solo nos separaban unos 100 metros de desnivel casi vertical y de rocas. Otros, yo entre ellos, nos quedamos en el Collado tomando el bocadillo. 

Apenas inician el ascenso final escuchamos más truenos, cada vez más cerca, y empiezan a caer las primeras gotas. La cosa se ponía fea. Es por ello que nuestro jefe Antonio, que también se quedó en el Collado, decide con buen criterio que nos acabemos el bocata a toda prisa y nos larguemos cuanto antes. El caso es que él se acaba el bocata e inicia el descenso, y Olga y yo, con sólo medio bocata comido salimos tras él, bueno, una vez que Olga reconstruyo su mochila, claro. Mientras que los 5 restantes prosiguen el ascenso al pico. 

Decidimos que por seguridad, las piedras esas por las que brincábamos estaban mojándose, haríamos por la nieve todo lo que fuera posible. Cuando la alcanzamos nos ponemos los crampones, que si bien no eran del todo necesarios, sí nos permitirían caminar más rápido y con más seguridad. 

A ver, en multitud de ocasiones hemos caminado por la Sierra de Guadarrama con nieve, nevando, lloviendo, con ventiscas y tormentas, lo que nos podría llevar a pensar que ya estábamos acostumbrados a estas situaciones.

Pero, es que cada tormenta es cada tormenta, y cada montaña es cada montaña, y desde luego, no es lo mismo Peñalara, o Abantos, que esta zona de los Pirineos, de roca y a 3000 metros. En fin, que estábamos de verdad preocupados.

Tras varios tramos de nieve/roca alcanzamos de nuevo el “Gran Ibón de Coronas” y observamos que el resto del grupo ya había iniciado el descenso. Olga y yo íbamos a matacaballo siguiendo a Antonio, que nos metía prisa tratando de salir de la tormenta lo antes posible, que a estas alturas ya era de fuerte lluvia, incluso granizo y un sinfín de truenos.

El caso es que no tuvimos tiempo ni para hacer una foto de Olga con crampones y pantalón corto. Su aspecto era de lo más gracioso. Procuramos evitar los bastones y separarnos un tanto unos de otros por si algún rayo se antojaba de nosotros. En este sentido, posteriormente, una vez reunidos de nuevo todos, los que estuvieron en la cumbre nos comentaron como sentían el ruido de los campos eléctricos en los bastones con solo ponerlos horizontales, ni pensar en lo que hubiera sucedido si los alzan en vertical por encima de la cabeza.

Un rato después, ya en las proximidades del “Pequeño Ibón de Coronas” nos alcanza Ángel, el más adelantado del resto, y se paró aprovechando una oquedad en una roca y comer algo. Poco después nos adelanta Enrique, como un cohete.

Seguimos el descenso, ya por debajo del Pequeño Ibón y ante la tromba que seguía cayendo y calados hasta los huesos nos metemos en un minúsculo refugio/vivac, y cuando estamos en él nos adelanta el resto.

Salimos y ya seguimos juntos, bueno menos Olga, que por algún motivo extraño tarda un pelín más en arrancar del refugio ¿cambiarse de ropa, apañar la mochila?. Tenemos suerte, un momento después paró la tormenta, e incluso salió el sol, lo que permitió que se secara algo la ropa, pero no así ni muchos menos las botas, totalmente encharcadas.

Algo más abajo y al perder de vista a Olga, y ya en la zona en que empezaba el arbolado, me espero a ver si llega. Tarda mucho, por lo que retrocedo algo para salir a su encuentro, pero nada, que no llega. 

El caso es que teníamos que arrear, ya que corríamos riesgo de perder el autobús para bajar desde el “Puent de Coronas”. Antes de verla ya sabía que estaba cerca, se la oía canturreando algo así como ´todos los días sale el sol, chipirón’. ¡La que nos había caído, empapados, con prisa, y ella caminando solita, a su bola y canturreando lo del chipirón!, más feliz que un regaliz. Cuando llega va y me cuenta que se ha caído tres veces, y me suelta algo así como ¡todo me hace chop-chop menos el cho...!. 

En fin, creo que consigo ‘que se ponga las pilas’ y ya caminamos rápido tras el resto del grupo. Hemos pasado del tormentón al sol y al calor. Con el calor llegan las moscas, que se encaprichan en especial en la cabeza de Olga (he grabado un pequeño vídeo que lo evidencia, supongo que la canción del chipirón les gustaba mucho a estos bichos).

Y llegamos por fin al “Puent de Coronas”, nos sentamos en el pequeño “Refugio de Pescadores de Vallibierna”, en el mismo sitio en que nos había dejado el bus por la mañana. Que por cierto, aún nos tocaba esperar un rato, resulta que no era a las 18h00’, sino que a las 18h30’. Prudente margen que nos oculto Antonio, no vaya a ser que nos relajáramos en exceso.

Aprovechamos para estirar un poco, o para cambiar de calcetines (empapados por secos), y comentar las anécdotas del día. Los que llegaron a la cumbre nos cuentan lo de los campos eléctricos que detectaron y oyeron allí arriba, y las estupendas vistas que allí tenían y el riesgo que corrieron y lo imprudentes que fueron al subir, si bien no tuvieron ninguna incidencia. 

El autobús nos baja al “Plan de Senarta”, donde nos esperaban los coches. Ya sólo quedaban los nuestros, se ve que otros fueron más prudentes que nosotros ante la tormenta.

Llegamos al hotel, ponemos las ropas y mochilas a secar como podemos, y claro, las botas. Para estas utilizamos papel de periódico. Excelente método que alguno se sabía y que resultó de lo más eficaz. A la mañana siguiente las botas estaban listas para una nueva excursión. 

Nos sentamos en las mesas de entrada al hotel a tomar algo antes de la cena y a comentar la jornada, y aquí no faltó una merecida regañina para los que bajaron del Aragüells a lo bestia, en plan Rambo, olvidándose de los que iban mas despacio y la difícil situación que hubieran tenido en caso de algún resbalón. 

Cenamos como reyes, nos tomamos una copichuela y quedamos todos listos para una nueva jornada, la que sería mas bonita y concurrida: El Pico Salvaguardía, que ya será otra historia.

Excelente jornada, como todas las que tuvimos, si bien esta pelín menos bonita, ya que su fin era una cumbre y no la belleza del paisaje, con la aventura extra de la tormenta, bueno, y las moscas en la cabeza de Olga. La dejaré en 4 sicarias.
Jorge Montero