sábado, 30 de abril de 2022

Excursión X337: Sierra Grossa y Cabo de las Huertas

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Goteta. Alicante
Final: Playa de San Juan
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,9 Km
Desnivel [+]: 334 m
Desnivel [--]: 356 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 15

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
De acuerdo con las previsiones meteorológicas, este sábado iba a hacer calor, así que tocaba hacer una ruta donde no muriéramos en el intento y pensé en ésta, que combinaba monte junto al mar y playa, por la Sierra Grossa y el Cabo de las Huertas.

Como aliciente tenía, por una parte, el unir, en una única ruta, ambos parajes, que ya había pateado por separado, pero no a la vez, y por otra parte, quería mostrar al grupo las panorámicas de las que disfruto cada vez que paseo por la Playa de San Juan, con el añadido de poder terminar la ruta degustando un arroz mirando al mar.

La Sierra Grossa es uno de los grandes tesoros naturales de la ciudad de Alicante. Su moderada altura y su proximidad al mar permiten disfrutar de unas vistas magníficas, que la hacen ser una enorme atalaya entre las playas del Postiguet y de la Albufereta.

Esta es la sierra alicantina por excelencia que, con su modesta altura, ofrece sin embargo un enorme balcón al Mar Mediterráneo. Sin ser una sierra muy extensa, sí es lo bastante grande como para permitir unos recorridos variados y con cierto desnivel.

El punto de reunión del grupo lo pusimos en la parada del Tram de La Goteta, barrio que debe su nombre al agua subterránea que abastecía en el pasado a unas casitas de la zona, que brotaba de la sierra gota a gota, abarca los característicos edificios de La Pirámide (oficialmente Edificio Montreal), y Excélsior II, además del centro comercial Plaza Mar 2, que ha revitalizado la zona.

La sierra está compuesta por dos cerros, siendo el más occidental y pequeño el conocido como Sierra de Santa Ana o del Molinet,​ donde existió una ermita dedicada a santa Ana derruida en 1823 y cuyos restos todavía pueden apreciarse, el otro es el de San Julián, el más alto.​

Ambos han sido usados como cantera de piedra arenisca destinada a la construcción, una gran cantera con la que se construyó buena parte del casco antiguo de la ciudad.

Desde la parada del tren echamos a andar en dirección a la parte suroeste de la Sierra, donde nace una suave senda que enseguida alcanza un rellano desde el que continuamos por el ahora empinado sendero de la derecha, en dirección a la cima de Santa Ana, situada a 105 m sobre el nivel del mar, nunca mejor dicho.

Desde este privilegiado mirador se tienen una de las mejores panorámicas del que es sin duda el lugar más emblemático de toda la ciudad, el Castillo Santa Bárbara sobre el monte Benacantil.

También disfrutamos de unas extensas vistas del mar, con la playa del Postiguet de fondo, hacia el lado oriental, el Cabo de las Huertas y al lado contrario, el puerto de Alicante y el Cabo de Santa Pola al fondo del horizonte, vistas que seguro muchos alicantinos no conocen, teniéndolas tan cerca.

Descendimos con cuidado por el sinuoso camino que serpentea bordeando la falda suroeste de la Sierra hasta, justo por encima de la estación de Sangueta y el Real Club de Regatas de Alicante.

Entre alambradas de protección del precipicio, la senda pasa junto a los farallones dejados por las antiguas canteras, al socavar la montaña, cuyas verticales paredes son ahora aprovechadas por los que practican la escalada.

Acercándonos a uno de los peñones, reté al grupo a tratar de localizar la figura de un hombre entre las rocas. No era evidente, pero enseguida Marina dio con él y es que, efectivamente, de la roca parecen surgir brazos y piernas de algún petrificado de leyenda.

Un poco más abajo, abandonamos el sendero para acercarnos a ver un alargado búnker de la Guerra Civil, que estuvo muy presente aquí. Todavía se conservan algunas trincheras y en sus proximidades, cerca del inicio de la ruta, en los terrenos que ahora ocupa el centro comercial mencionado, estuvo el Campo de los Almendros, un campo de concentración preparado por los italianos para retener a militares republicanos, la mayoría de ellos refugiados en el puerto de Alicante, último reducto de las tropas leales a la Segunda República.

Recuperada la senda, nos dirigimos hacia el segundo cerro, bordeando los restos de un gran depósito, vestigio del pasado siglo, en el que estuvo instalada allí la refinería La Británica que creó un complejo industrial único en España con más de un kilómetro de pasillos y túneles excavados en las entrañas de la roca, con una veintena de enormes bóvedas de entre tres mil y cinco mil metros cúbicos de capacidad, que albergaban depósitos de combustible.

Al llegar a la vaguada que separa los dos montículos, comenzamos el ascenso hacia el Cerro de San Julián, un pequeño promontorio al sur de la Sierra, divido por una vaguada.

Tras seguir por el sendero de la derecha en una bifurcación, pronto alcanzamos un mirador natural desde el que se tienen unas formidables vistas hacia el mar.

Girando a la izquierda para acercarnos a la cara norte de la Sierra, también con excelentes vistas. Continuamos por el sendero que se dirige, por esta cara, hacia el este en suave pendiente, pero para atajar y alcanzar más rápidos la cumbre del cerro de San Julián, nos desviamos a la derecha, ascendiendo por una empinada senda que enseguida nos sube a lo más alto. Pero como esto no era muy recomendable para dos de nuestros acompañantes, ellos siguieron el camino que llevábamos, menos exigente.

Una vez arriba, tuvimos unas impresionantes vistas de los cortados de la sierra en su descenso, cayendo en picado hacia la playa, así como del castillo de Santa Bárbara, al que le hacíamos la competencia en altura.

Con tras magníficas vistas, paramos a tomar el tentempié de media mañana, buscando ca da cual como pudo uno de los escasos arbustos que le proporcionara una mínima sombra que aplacara nuestro calor, acumulado en el esfuerzo de la subida y el de los rayos de sol, que ya se hacían notar.

De repente, algunos comenzaron a gritar a la vez que corrían haciendo aspavientos. Hasta que no les escuché gritar "abejas", no supe lo que estaba pasando.

Efectivamente un inmenso enjambre de abejas sobrevolaba nuestras cabezas, lo más seguro que atraídas por nuestra comida. Como pude agarré la mochila y lo que había desplegado alrededor de ella y eché también a correr hacia zonas menos pobladas.

Afortunadamente, pronto desaparecieron, con la misma rapidez con la que habían llegado. Terminamos de comer unos metros más arriba y continuamos recorriendo la plana cima hacia su parte más oriental. 

Otro mirador en su extremo, bajo una encina, nos permitió tener una excelente panorámica de lo que sería la segunda parte de nuestra ruta, todo el litoral del cabo de las Huertas y Playa de San Juan.

Disfrutamos además de unas estupendas vistas de toda la ciudad y al fondo las grandes montañas de Alicante: El Maigmó, el Migjorn, el Cabezón de Oro, el Puig Campana, Aitana y, más modesta, la sierra de Fontcalent y la Sierra Helada.

Continuamos hacia el este, donde nos esperaban nuestros dos compañeros, donde se hallaron yacimientos de la Edad del Bronce de la ciudad, datados hacia el 1815 a.C. en una de las primera cronologías por Carbono 14 de la arqueológica española. Las cerámicas y útiles encontrados están expuestos en el MARQ (Museo Arqueológico de Alicante).

Todos juntos descendimos por una amplia pista de tierra, que pasa a ser asfaltada tras una cerrada curva y desciende hacia la playa de la Albufereta. Allí nos hicimos la foto de grupo.

Cruzamos la estación del Tram de La Isleta y llegamos a la playa de la Albufereta, que en su día fue una ensenada donde hubo un puerto romano y con anterioridad un poblado íbero.

Continuamos en dirección sureste, hacia al club náutico Alicante Costa Blanca. Por una pasarela de madera, muy fotogénica, bordeamos la punta de la cala, desde donde se tienen unas preciosas vistas de toda la bahía, con la Sierra Grossa de fondo.

En esta zona se encuentran vestigios romanos, lo que sería una factoría de salazones y también el puerto de la ciudad ibero-romana de Lucentum y muy cerca de aquí se encuentra el yacimiento del asentamiento.

El primer poblado se remonta al siglo IV/V a.C. (entonces como Akra-Leuka), siendo sus primeros pobladores de origen íbero contestano, que mantenían estrechos contactos comerciales y culturales tanto con griegos como con fenicios. Fue aniquilada en la II Guerra Púnica.

Fueron los romanos los que dieron el nombre de Lucentum a la ciudad tras la conquista del levante por Publio Cornelio Escipión, bajo el mandado del emperador romano, Augusto I.

También fueron los que construyeron la mayor parte de los restos de lo que hoy forma el conjunto histórico, en el Tossal de Manises, del que se conserva toda la superficie urbana, unos 25.000 m2, aunque en el III d.C. quedó abandonada.

El motivo principal de esta decadencia se encontraba en la vecina ciudad de Ilici (la actual Elche), por estar mejor comunicada por tierra y por mar.

Pasado el club náutico, llegamos a la playa de la Almadraba, nombre que proviene del árabe que significa "lugar donde se golpea o lucha", referido al arte de la pesca del atún. Por debajo de ella desemboca en el mar un río subterráneo de agua dulce, que provoca el aspecto de playa enfangada. Allí se nos unieron dos más al grupo.

Recorrimos la orilla de esta tranquila playa de arenas oscuras y aguas transparentes, atravesada por el espigón de Gargoris.

Rebasado el siguiente espigón, la costa toma dirección este y es bañada, entre rocas salientes, en la que se conoce como Cala del Amor, quizás por ser lugar habitual de parejas que vienen aquí a buscar algo de intimidad.

Pasando por estrechas sendas y pequeños cantales escarpados hacia el mar, enseguida llegamos a la Cala de los Judíos, también llamada La Calita, en la que se han llegado a encontrar fósiles de moluscos.

En uno de los extremos rocosos se encuentra una escalera, como las que tienen las piscinas, que invitaba al baño. Me quedé con las ganas.

Un poco más adelante, continuando por una senda entre frondosa vegetación, alcanzamos La Caleta, íntima y preciosa playa que en su reducido espacio, combina roca y arena.

Bordeamos el espigón oriental de la cala, caminando por los voladizos acantilados en busca de la cala de las Nereidas, una preciosa playa bastante “salvaje”.

Se llama así porque estos personajes mitológicos calmaban fácilmente las olas del mar y las ráfagas del viento y esta zona es una de las más tranquilas del Cabo, aunque en realidad es su situación y los salientes o lenguas de mar los verdaderos causantes de esta quietud.

Aquí hay otra escalera que ayuda a zambullirse a placer en esta inmensa piscina de aguas cristalinas que es el Mar Mediterráneo.

Esta vez no dejé pasar la ocasión y me deshice de ropa y botas para darme un estupendo baño, secundado solo por una participante, tan lanzada o inconsciente como yo, pero la verdad es que no estaba tan fría, todo lo contrario, una vez superada la primera impresión.

Un poco más adelante, alcanzamos la cala Cantalar, nombre que alude al cerro contiguo a la cala que se usaba como cantera para extraer bloque de roca en la antigüedad.

Es una cala pequeñita de arena y rocas planas desde la que se tienen unas vistas preciosas de la ciudad de Alicante.

Seguimos la costa, por la playa que tiene como mejor atractivo su carácter naturista, aunque le supera su aspecto salvaje, donde las rocas de tono dorado y de múltiples formas se hunden en el mar, creando un precioso paisaje.

Toda esta zona es una micro reserva de la planta autóctona Siempreviva alicantina, que no se encuentra en ningún otro lugar del planeta. También nos llamó mucho la atención las algas de color verde intenso que tapizaban las rocas, junto a ellas, con la ayuda de un bañista, nos hicimos otra foto de grupo.

Continuamos y alcanzamos la Cala de la Palmera, dotada de una fina capa de arena, que la hace muy atractiva para el baño, lo que unido a su fácil acceso por carretera, la hace muy popular.

Proseguimos hacia el Cabo, pasando por lo que fue una antigua cantera, salpicada de rincones muy bellos provocados por la plataforma costera y el efecto del viento sobre las dunas fosilizadas.

Al poco, llegamos al pie del faro, una torre cilíndrica blanca de 38 metros de altura, cuya linterna cilíndrica, con cierre esférico de 1,75 m de diámetro, proyecta su luz a más de 14 millas náuticas

El Cabo de las Huertas establece una separación entre la playa de San Juan y la bahía de Alicante. A su vez, la bahía de Alicante se encuentra delimitada por este cabo al norte y por el cabo de Santa Pola al sur.

Recibe su nombre de la desaparecida huerta alicantina regada en gran parte por el agua del río Monnegre que, tras la construcción del embalse de Tibi a finales del siglo XVI, permitió la ampliación de su riego basado en un sistema de acequias hasta zonas próximas como La Condomina. Pero antiguamente este cabo era conocido como l’Alcodre, procedente del árabe al-kodra “la verde”, etimología que daría paso al nombre actual.

Aquí los que no se iban a quedar a comer, con más prisa, se fueron hacia la Playa de San Juan, iniciando su regreso hacia sus puntos de origen, el resto bordeamos el faro por las rocas de la costa, un claro ejemplo de discordancia angular, una discontinuidad estratigráfica que separa un conjunto rocoso inferior perteneciente al Mioceno Superior (entre 8 y 10 millones de años) de otro superior del Cuaternario, con sedimentos marinos de lo que sería una playa fósil de hace 100.000 años (Tirreniense), en una plataforma continental de poca profundidad.

Salimos al camino que se dirige a la Playa de San Juan, por la que continuamos, ya sin zapatos, pisando su fina arena y la refrescante agua que alivió por completo el calor acumulado durante la ruta.

Al llegar a la zona donde está la oficina de turismo, dejamos la playa para seguir por el paseo marítimo hasta llegar a la terraza del bar Niza, donde nos esperaban las cervezas y arroces, entre otros mangares, que aplacaron el hambre acumulada.

Tras los cafés, continuamos por el paseo marítimo hasta llegar a la cercana estación del Tram de Costa Blanca, desde donde regresarían al origen el resto de participantes, porque yo ya estaba muy cerca de casa.

Allí dimos por terminada esta estupenda y refrescante ruta de monte y costa, plagada de bellas panorámicas, calas, historia y paisajes, que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 25 de abril de 2022

Excursión X336: Cerro del Mostajo desde el Alto del León

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Alto del León
Final: Alto del León
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,1 Km
Desnivel [+]: 467 m
Desnivel [--]: 467 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 
Participantes: 10

MAPAS 
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RESUMEN

domingo, 24 de abril de 2022

Excursión X335: Circular por la Sierra de Bernia oriental

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Font de la Barca. Altea
Final: Font de la Barca. Altea
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 8,6 Km
Desnivel [+]: 571 m
Desnivel [--]: 571 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
La Sierra de Bernia es un conjunto montañoso perteneciente a la Cordillera Prebética, situado en la provincia de Alicante. Tiene una extensión de unos 11 km de oeste a este, perpendicular a la costa mediterránea.

Durante el siglo XIX, era habitual la presencia de bandoleros en la Marina Alta, los cuales se dedicaban a asaltar los transportes y atemorizar a la población, utilizando la sierra como refugio, dada su agreste orografía.

Iniciamos la ruta en el aparcamiento del área recreativa de Font de La Barca, tras subir unos 7 km desde Altea la Vella, por una empinada y zigzagueante carretera que en su tramo final pasa a ser pista de tierra, por la que hay que ir con cuidado, dado su estado.

La Font de La Barca cuenta con mesas para la merienda con espectaculares vistas de la bahía de Altea. Desde allí sale una amplia pista forestal, bastante plana, señalizada como PR-CV 436, que recorre de oeste a este la loma de la Sierra de Bernia en agradable paseo por el frondoso pinar de Calces.

Las vistas de todo este tramo son preciosas, a la derecha el mar, que se asoma en cada claro del pinar y a la izquierda la serpenteante cresta de la cara sur de la Sierra de Bernia, que contemplamos desde todos sus ángulos y con todos los marcos imaginables.

A poco menos de 2 km, pasamos junto a la ermita del Vicari, una muestra de la arquitectura tradicional de montaña y de las tradiciones religiosas y culturales de Altea hasta mediados del s. XX. Tiene un importante valor histórico y etnográfico.

Se encuentra en el cruce de dos importantes rutas en transito de la ladera Sur de la Sierra. El camino que subía a el Forat desde Altea, bordeando el Barran de Masit y la pista forestal que atraviesa la Sierra de Este a Oeste, por la que caminamos.

En la actualidad, por desgracia, se encuentra en un avanzado estado de abandono.

La pista, que tiene varios desvíos por ambos lados, a los que no hacemos caso, finaliza en una especie de rotonda, entroncando de frente con la senda que se dirige a la fuente de Rostoll. a la que enseguida llegamos nada más desviarnos a la derecha por un sendero que baja hacia ella.

La fuente tiene un alargada pileta a modo de abrevadero, con un caño del que salía bastante agua, que nos sirvió para rellenar las cantimploras con su cristalina agua.

Unos metros más adelante nos encontramos con el cruce del exigente sendero que desciende hacia la urbanización Altea Hills, por el que en un principio pensábamos subir, pero sus más de 200 metros de desnivel y escarpado trazado nos hicieron cambiar de idea y salir desde la Font de la Barca.

Desechamos, pues, ese sendero y continuamos por la izquierda siguiendo otro que enseguida llega a la casa Rostoll, situada en un enviable mirador, rodeado de árboles y con una terraza, con mesas y sillas, asomada al mar que invitaba a quedarse contemplando el horizonte todo el día, haciendo allí la comida, merienda y cena.

Detrás de la casa, en dirección norte, comienza la empinada subida hacia la cresta, siguiendo una desdibujada senda, sin hitos, que conecta, cien metros de altura más arriba, con la senda que recorre los acantilados de la cara sur de la cresta.

Nos desviamos a la izquierda, para seguirla hacia el oeste, acercándonos a las verticales paredes calizas de la Sierra. Una trepada nos permite alcanzar un collado, ya en plena cresta, con infinitas vistas hacia el norte y sur de la cresta.

Desde allí, continuamos el ascenso unos metros más hasta alcanzar la parte superior del Arc de Bernia, un pequeño arco que precede al verdadero y mucho más grandioso, que se encuentra unos metros más abajo.

Co este pequeño arco de fondo y las espléndidas vistas hacia la bahía de Altea, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana. Y mientras los demás terminaban, subí hacia las Penyes del Portitxol todo lo que un escueto sendero permite. porque se llega a un precipicio por el que es imposible continuar., el punto de mayor cota de la ruta.

Desde este privilegiado mirador se tienen unas imponentes vista al este del Peñón de Ifach y Calpe, al sur de la Bahía de Altea, Sierra Gelada (Helada), Benidorm, Playa de San Juan, Cabo de Santa Pola, en días claros y con buena agudeza visual, siguiendo la costa hasta el Cabo de Palos.

Cerrando el marco, al suroeste, el Puig Campana y al oeste, el Macizo de Aitana.

De regreso al Arco, bajé a ver el principal descendiendo, con cuidado, unos cuatro metros hasta la parte superior de él. El espectáculo es único, es increíble lo que el agua y la erosión, con paciencia, ha sido capaz de crear.

Descender este segundo arco, ya no es tan fácil, se necesita la ayuda de una cuerda para salvar la gran altura que tiene, por lo que decidí regresar trepando hasta alcanzar de nuevo la cresta.

Buscamos otra forma de descender que no fuera la de regresar por la senda que habíamos traído, pegada a los acantilados hasta bordear por completo la Sierra por el Passet, un espectacular collado, situado en el extremo sureste de la Sierra, con la particularidad de que por él pasa el Meridiano de Greenwich.

Consultando el mapa, vimos que una senda descendía la cara norte de la Sierra desde el collado en que nos encontrábamos. 

La localizamos y la seguimos sin saber muy bien lo que nos íbamos a encontrar. Resultó ser más factible de lo esperado, aunque tenía algunos tramos en los que había que destrepar con ayuda de las manos, pero finalmente se hizo hasta divertido su descenso.

Una vez superamos la parte más abrupta del despeñadero, descendimos hasta alcanzar la pedrera que sube al Arco, que se encuentra al fondo de ella, en un amplio y recogido rincón, muy inhóspito y solitario, de gran belleza salvaje.

Al fondo, sobresale el colosal arco y a su derecha, un gran abrigo cueva de forma trapezoidal y una pequeña gruta con una entrada muy angosta.

Con bastante fatiga subimos y descendimos la pedrera, por la que es fácil resbalar, al mover las piedras sueltas.

Por fin la cruzamos y seguimos por la senda, algo más cómoda que se dirige hacia el oeste, atravesando en su primera parte otra pedrera.

La senda discurre a la sombre de los altos y verticales paredones de la cara norte de la Sierra de Bernia, pasa junto a un imponente pino y tejo, pegados a la pared, y alcanza, en su extremo, el sendero PR-CV 7 que sube al Forat, un túnel de unos 20 metros de longitud, que forma una cueva natural que atraviesa la Sierra por un estrecho paso, sobre todo al inicio, por el que tenemos que gatear o ir en cuclillas y sin las mochilas a la espalda, en parte de su recorrido, dada la escasa altura que posee.

Sale al lado sur de la sierra, por una amplia bóveda y excepcional balcón, donde el azul del Mediterráneo y la amplitud de sus vista nos hace pensar que merece la pena todo esfuerzo para llegar aquí y poder contemplar tan maravillo lugar que de siempre ha sido utilizado por pastores para cambiar de vertiente el ganado, buscando el frescor de los pastos de la cara norte, mucho más húmeda. Desde este lado, el túnel por el que hemos venido parece la boca de una serpiente.

Nos extasiamos con las sorprendentes vistas que desde esta cueva se tiene de la Bahía de Altea y los perfiles de la Serra Gelada y, más a la derecha, el Puig Campana y la Sierra de Aitana.

Tras las múltiples fotos de rigor, intentando evitar el numeroso gentío que se agolpaba en la cueva, continuamos por la derecha el sendero PR-CV 7 que recorre, hacia el oeste, la base de los farallones de la cresta de la Sierra de Bernia, y que con ligera pendiente se dirige hacia el punto de inicio de nuestra ruta.

No andamos mucho cuando alcanzamos la indicación del sendero que sube al Abrigo de la Peña de la Ermita del Vicari, con pinturas rupestres del Neolítico, con paneles didácticos y mirador, enclave en el que nuestros antepasados, hace más de 5.000 años, plasmaron en sus paredes pinturas con formas antropomorfas, trazos con puntos, triángulos, soles y signos, que lamentablemente están muy deteriorados por estar a la intemperie. En este vídeo podemos contemplarlo.

Por abajo se adivina la ermita que le da nombre y se intuye el camino que a primera hora seguimos por el pinar de Calces.

El sendero pasa por varias pedreras y un caos de rocas solo varios grupos de encinas suavizan el agreste paisaje, eso sí, siempre con estupendas panorámicas hacia el mar y las montañas colindantes.

Pasados algo más de dos kilómetros desde el Forat, alcanzamos el desvío hacia las ruinas del Fuerte de Bernia, una construcción militar renacentista construida por orden del rey Felipe II en el año 1562 para defender las costas de los ataques otomanos.

Bajamos hacia la Font del Runar, una curiosa fuente que se encuentra protegida por una puerta metálica, en la que hay una pequeña oquedad recubierta de musgo, donde el agua fresca y de gran calidad, rezuma intermitentemente de la roca, siendo recogida en una pileta y el sobrante conducido a un cercano deposito existente más abajo.

Unos chicos extranjeros estaban descansando en sus aledaños, aprovechando el rellano que la precede.

Continuamos, el descenso y unos metros antes de alcanzar el deposito de agua, para evitar el asfalto, nos salimos por la izquierda, buscando una imperceptible senda hacia la casa que limita con el Área Recreativa de la Font de la Barca donde habíamos dejado los coches.

Celebramos el fin de la ruta comiendo de menú en la amplia terraza del bar Ripoll de Altea la Vella, dando así por finalizada esta magnífica excursión que se merece la nota máxima, 5 estrellas.
Paco Nieto