sábado, 30 de junio de 2018

Excursión X142: Tour Midi d'Ossau por el Peyreget

FICHA TÉCNICA
Inicio: Bious-Oumettes

Final: Bious-Oumettes
Tiempo: 8 a 9 horas
Distancia: 19,8 Km 
Desnivel [+]: 1.349 m 
Desnivel [--]: 1.349 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5+
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Para nuestra segunda excursión pirenaica José Luis nos tenía preparada una ruta a la que le tenía ganas, toda una clásica por la vertiente francesa: Tour Midi d'Ossau. Y para darle más emoción, con subida incluida al Peyreget.

Nos levantamos temprano, nos esperaban casi 75 Km hasta el aparcamiento inferior de Bious-Oumettes, cerca de la población francesa de Gabas, tras salir de España por el Portalet, en las inmediaciones de Formigal.

Desde el aparcamiento iniciamos la ruta, ascendiendo por el sendero de Bious, mucho más agradable que la pista asfaltada, que dejamos a nuestra derecha. Conforme ganábamos altura, las vistas del valle a nuestras espaldas realzaban su grandiosidad. Continuamos por la pista de Barrage, hasta alcanzar, unos 100 metros más arriba, el Lago de Bious Artigues. Como no me esperaba que fuese tan precioso, con sus aguas color turquesas y el Pic les Tours de fondo, fue imposible no emocionarse con tan impresionante panorámica.

Recorrimos la senda que bordea el muro, de unos seis metros de altura, que cierra la cara noreste del lago. Pasamos por el aparcamiento que hay junto al mismo, donde se acumulaban los carteles informativos, y en la fuente que hay junto a las instalaciones rellené las botellas de agua. Proseguimos por el amplio camino de tierra, señalizado como "GR-10. Travesía de los Pirineos", que bordea el lado sur del lago, adentrándonos enseguida en un en un frondoso bosque de hayas y abetos, que nos ofrecían una buena sombra y algún que otro claro por el que se vislumbraba el lago, cada vez más lejano, mientras seguíamos las marcar blancas y rojas del GR.

Pasamos al lado de una bonita surgencia de agua desde unas grandes rocas, cruzamos el río de Gave de Bious, por el robusto puente de Ayous, iniciando un ascenso de cierta pendiente en forma de larga rampa, pero con agradables vistas del bosque cubierto de musgo que lo hacía parecer a un cuedo de hadas. Tras cruzar una cerca metálica, otra gran sorpresa nos esperaba, un precioso valle cubierto de un manto verde intenso por el que culebrea el río.

Cruzamos de nuevo el río de Gave de Biousel, en esta ocasión por un sencillo puente de hormigón que da paso a la inmensidad de la planicie de los verdes prados del valle de Bious. En esta encrucijada de posibles caminos, continuamos remontando los meandros del río, ahora a nuestra derecha, y las turbas encharcadas que forma. Unos metros más adelante, el camino se bifurca en dos. En este punto se inicia la circular, siguiendo rectos, se sube hacia el refugio y los lagos de Ayous por el GR.10, y por el camino de la izquierda, al col de Peyreguet, nuestro siguiente objetivo.

Así pues, dejamos el camino para continuar por la senda de la izquierda, en dirección sureste, dejando el camino que continúa de frente hacia la cabaña de Cap de Pount y el lago de Castérau. La senda enseguida gana altura, ofreciendo unas sobrecogedoras vistas del valle de Bious, del Midi d'Ossau, y los picos Castérau y de Bielle.

La subida ya se hace continua hasta el pico Peyreget, en algunos casos con tramos tendidos, propiciados por las zetas que minimizan la pendiente, decoradas por una gran cantidad de rosales silvestres, gamones y otras retamas que dieron un colorido especial a este tramo, mitad entre bosque de hayas y abetos, mitad al descubierto.

Tras la última revuelta del bosque de Arazures, divisamos la bucólica cabaña de Peyreget, a nuestra derecha, que si no hubiera estado algo apartada del camino, nos hubiera gustado conocer y de cuyas inmediaciones surgió un enorme rebaño de ovejas que a toda prisa se fueron en busca de los verdes prados cercanos.

Con la imponente silueta del Midi d'Ossau frente a nosotros, culminamos el ascenso hasta alcanzar el lago de Peyreget, tras haber pasado por varios neveros que aún conservaban gran cantidad de nieve, junto a la cual nos hicimos las inevitables fotos para captar nuestro deleite.

Desde el lago vimos el camino perfectamente marcado que asciende, en dirección este, al Col de Peyreget, pero como nosotros habíamos decidido complicarnos un poco la ruta, continuamos por la derecha, en dirección sur, siguiendo una senda que nos llevó al Col de L´lou, donde nos esperaba una impresionante vista al sur del mar de montañas del pirineo más próximo a España, destacando el Pico de Astún, y al norte, el precioso encuadre del lago de Peyreget a los pies del Midi d'Ossau. La verdad es que tardamos en ponerme en marcha, extasiados con tanta belleza.

Cuando nos recuperamos, continuamos el ascenso siguiendo, en dirección este, unas pequeñas trazas de senda, que en ocasiones desaparecían, hasta dar con un sendero perfectamente marcado, pero algo aéreo, que nos dejó directamente en la cima del Peyreget.

Desde la cima, algo concurrida, disfrutamos de una vista insuperable del Midi d´Ossau. Destaca entre las demás montañas por su color negro y su forma piramidal, aún en invierno, al no permitir la acumulación de nieve debido a su verticalidad. Majestuoso, se alza monolíticamente entre las montañas que lo rodean.

Lo cierto es que se trata de un antiguo estratovolcán. Esta gran mole rocosa es la lava solidificada en el interior de la chimenea de un viejo volcán, ya desaparecido, que la formó. Una vez erosionada la montaña que componía el volcán, ha quedado a la vista el contenido de la chimenea. Esto explica su homogeneidad de material y sus verticalidades, lo que explica el que sea tan diferente a los picos vecinos. Estas características hacen de esta montaña un paraíso para la escalada con un sinfín de vías de diferentes dificultades.

A esta montaña se le llamó antiguamente "Los gemelos" al tener dos picos muy cercanos. La cumbre recibe el nombre de Gran Pic, con 2.884 metros y a su lado está el Petit Pic de 2.804 m de altura. Completan las puntas del Midi los picos secundarios de Punta de Aragón de 2.715 m, la Punta de Francia de 2.602 m y punta Jean Santé de 2.573 m.

Tras las múltiples fotos, continuamos la ruta por el sendero perfectamente marcado que con dirección norte desciende hasta al Col de Peyreget, a 2.320 metros de altura, previo paso por un par de neveros, para darle más emoción a la bajada.

Unas cuantas fotos del collado y de las dos prominencias del Midi e iniciamos el descenso en dirección oeste hacia el Refugio Pombie, aunque no pretendíamos pasar por él, sino bordearlo y continuar avanzando por la ladera hasta llegar al siguiente collado. En el descenso, pasando junto a dos ibones muy bonitos medio congelados y varios neveros que unos franceses cruzaban corriendo a toda velocidad.

Para no perder tiempo y acortar rectos, dejamos el Refugio Pombie a nuestra derecha, lo que nos llevó a cruzar por un laberinto de grandes bloques, todo un caos de rocas que nos hace avanzar despacio y tomar muchas precauciones para no resbalar, lo que retrasó más de lo que hubiésemos deseado la marcha. A la vista del resultado, es mejor tomar el desvío al refugio y disfrutar de su bello entorno, recuperando después el sendero antes que cruzar el pedregal, de hecho el track lo he modificado en este sentido.

Continuamos por un hermoso canchal hasta llegar a una zona despejada del sendero con praderas muy verdes a ambos lados, adornada de pequeños neveros, alcanzando al poco el Col de Suzon (2.127 m). Desde este collado es de donde parten las ascensiones más habituales hacia el Midi d'Ossau.

Tras nuevas fotos de la emblemática y bífida cumbre y su entorno hechas desde todos los ángulos, proseguimos por una zona herbosa y con un pequeño arroyo que serpentea al lado del sendero, junto al cual paramos a tomar los bocadillos y descansar un rato al susurro del agua mientras contemplábamos a lo lejos una numerosa yeguada paciendo tranquilamente.

Continuamos el descenso, cruzando un nevero de grandes dimensiones, el último del recorrido. Más abajo, divisamos una cabaña de pastores y al poco un desvío en el que un poste indicador marca la dirección de donde venimos, hacia la que queremos ir, esto es, el Lago Bious-Artigues y justo hacía la parte baja del barranco, la Cabaña de Magnabaigt, donde un artístico cartel indica que en ella se vende queso.

Después de suavizarse la pendiente, alcanzamos el Col Long de Magnabaigt, una despejada pradera verde a rabiar, donde se ubica un túmulo megalítico. A partir de aquí nos internamos en un espeso bosque, por una preciosa senda que tras unas bonitas zetas desciende hasta el aparcamiento del Lago Bious-Artigues, donde paramos a tomar unas ansiadas cervezas.

Reanudado el camino, nada más pasar la presa, continuamos el descenso por la pista asfaltada de Barrage durante medio kilómetro, que abandonamos para seguir el sendero que sale a la derecha, que durante un trecho discurre paralelo a las enormes tuberías que salen del lago,. Tras un giro a la derecha llegamos al aparcamiento de Bious Oumettes, dando por finalizada está preciosa ruta circular que se merece 5 estrellas y porque no se pueden poner más.
Paco Nieto

viernes, 29 de junio de 2018

Excursión X141: Castillo de Acher

FICHA TÉCNICA
Inicio: Selva de Oza

Final: Selva de Oza
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 15,3 Km 
Desnivel [+]: 1.125 m 
Desnivel [--]: 1.353 m 
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Esta es la primera ruta de las cuatro que realizamos por la vertiente Occidental de los Pirineos Oscenses, a iniciativa y gracias a la organización de José Luis Molero, al que debemos la planificación y gestión de nuestra estancia por esta parte del paraíso.

Tras nuestra llegada de Jaca y darnos por la tarde un paseo por el Monasterio de San Juan de la Peña, hoy tocaba madrugar para estar a las 9 de la mañana en el camping de Selva de Oza, del que nos separaban unos 58 Km.

Llegamos con el tiempo suficiente para tomarnos un café en el bar del camping, mientras esperábamos al taxi Land Rover  que nos subiría hacia Aguas Tuertas unos 7 km desde el camping, hasta el último aparcamiento permitido de la estrecha carretera, justo donde el arroyo del Barranco del Barcal desborda sus aguas por la calzada. De esta forma evitamos que la ruta sea de ida y vuelta, a la vez que nos permitía conocer mejor este precioso valle de los llanos de Guarrinza, bañados por las primeras aguas del río Aragón Subordán.

Desde el aparcamiento, iniciamos el ascenso pasando por el puente de hormigón que nos permite cruzar el arroyo sin tener que mojarnos las botas, tras lo cual, giro a la derecha y todo para arriba. El esfuerzo de arrancar subiendo pronto se ve recompensado con las impresionantes vistas de nuestro reto, el Castillo de Acher, que asemeja una fortaleza amurallada sobre elevada de escarpadas paredes, lo que le ha dado el apelativo de "Castillo", mientras que lo de "Acher" le viene del vocablo "Haitza", "Peñón" en vasco, vestigio de los antiguos pobladores de estos perdidos valles pirenaicos, que dejaron huella de su cultura megalítica en dólmenes de hace más de 2.000 años, como los que se observan en el área de Guarrinza.

Poco antes de los 2 km, alcanzamos un pequeño refugio con forma de bucólica cabaña protegida del ganado por una cerca metálica. Su interior guardaba restos de la hoguera que alguien debió encender para calentase al amparo de su chimenea, mientras disfrutaba de unas más que aseguradas estupendas vistas desde la puerta.

La senda, bien marcada discurre paralela al barranco, al que se aproxima en varias ocasiones, ofreciendo unas bonitas imágenes aéreas de las pequeñas cascadas que forma el agua, vistas desde los improvisados miradores naturales del camino.


El agua parece desgarrar el tamiz,  de un verde insultante, que a modo de alfombra cubre la ladera. Solo el silbido de las marmotas y el susurro del agua al caer rompen la infinita tranquilidad del paisaje. 

Poco antes de alcanzar la Collada del Barcal, nos encontramos con un esqueleto casi al completo de algún animal, que bien podría ser de un ternero que no superó las duras condiciones del pasado invierno. El contraste de color que nos ofrece un nevero sobre el verde de la pradera y la tierra roja del barranco es espectacular.

El color rojo es debido a areniscas y lutitas, una roca sedimentaria detrítica o clástica formadas en medios aluviales distales, transportadas y sedimentadas por antiguos ríos de carácter estacional, que arrastraban los sedimentos erosionados de las montañas hercínicas, esto es, debido al movimiento de las placas tectónicas sobre el manto terrestre, al chocar los continentes de Gondwana y Laurasia, durante el periodo geológico del Carbonífero. El tono rojizo lo aporta la oxidación de los minerales de hierro presentes en las lutitas.

Superado el Barranco del Barcal, frente a nosotros la escarpada vertiente este del Castillo de Acher. Sin embargo, la senda inicia aquí un rodeo por su cara sur, para acceder a la cima por la única fisura asequible del mismo. Y es en el Collado del Barcal, al rodear unas rocas, cuando Enrique y Jorge, llevados por la intuición se aventuran a alejarse del track y atrochar en busca de un acceso más directo. Gran error que les costó no poder hacer cumbre, tras toparse con el murallón e intentar subir por una fisura de acceso imposible si no se lleva equipo adecuado de escalada.

Mientras ellos se ufanaban en ascender por la complicada brecha, José Luis y yo continuamos, siguiendo el track, por la senda "oficial", con el permiso de unas vacas que se habían apoderado de ella.

En cómodo paseo entre praderas de un verde intenso, con la Sierra de Secús a nuestra izquierda y el Monte Campanil a nuestra derecha, nos plantó a los pies de la senda de subida al Castillo de Acher más factible y usual, marcada por una gran roca con el nombre de nuestro objetivo escrito en la misma.

El sendero, marcado con hitos, supera una empinada pedrera, con un tramo horizontal de respiro, con un tramo final en el que hay que valerse de las manos en más de una ocasión y que a José Luis le entonó el cuerpo de qué manera.

A mitad del recorrido sale otra posible senda a la izquierda, pero se unen un poco más arriba. Alcanzado el collado de entrada al Castillo, tras superar 200 metros de subida, las vistas de este sinclinal colgado con forma de olas, son impresionantes. Nos quedaba subir a la zona más alta, que queda claramente a nuestra derecha.

Continuamos siguiendo una cómoda senda que rodea la "muralla" del castillo, con varias aberturas por las que contemplar, a nuestra derecha, por dónde hemos ascendido, y a nuestra izquierda, la cubeta característica de esta gran mole, surcada por un arroyuelo que se abría paso entre la nieve de los múltiples neveros que aún perduraban en su lecho.

La cima se encuentra tras la amplia "U" que cierra el interior del Castillo, en su cara norte, a 2.384 metros de altitud, marcada por un buzón montañero con forma de pequeña cabaña.

En él dejamos nuestro mensaje de recuerdo de nuestro paso por este espectacular techo del cielo. En la cumbre descansaban Juan y Benjamín, padre e hijo, que habían venido de Zaragoza, a los que agradecimos el hacernos las fotos de grupo, por decir algo, y su breve compañía, en la que nos contaron su afición compartida por la montaña.

Nosotros no quisimos quedarnos mucho más y enseguida iniciamos el camino de regreso, al estar preocupados por el destino de nuestros compañeros, de los que no sabíamos nada por la falta de cobertura de los móviles.

Descendiendo con cuidado por donde habíamos ascendido, pronto nos encontramos con nuestros compañeros, que nos esperaban descansando al inicio de la senda de subida. Agrupados de nuevo, buscamos un lugar con rocas donde parar a comer los bocadillos, poco antes de llegar al arroyo del Barranco de Espata.

Reanudada la marcha, cruzamos de este a oeste la verde pradera que se dirige a la Selva de Oza, con el Castillo siempre presente a nuestra derecha y a la izquierda un bonito refugio forestal en forma de cabaña que bien puede solucionar el encuentro con una inoportuna tormenta o ventisca.

El sendero pierde altura de forma constante entre verdes prados y las siluetas de las montañas a nuestro alrededor. Por momentos, se saborea la sensación de estar perdido en otro tiempo, cuando la tierra apenas había dado forma a estas montañas y solo el sonido del viento rompía el silencio de tan bella creación.

Poco después de cruzar el arroyo del Barranco de Espata nos adentramos en el delicioso bosque de hayas que puebla las laderas de este barranco, momento que encontramos una pareja descansando y que se prestó a sacarnos una bonita foto de grupo con el Castillo de fondo.

El camino, sin pérdida posible y bien señalizado, desciende, siempre por sombra, por este espectacular entorno hasta el camping de Selva de Oza, tras cruzar por última vez el arroyo del Barranco de Espata, ahora con bastante agua, pasar por la llamada calzada Romana, y dejar a nuestra derecha el campamento juvenil Ramiro el Monje.

En la terraza del bar del camping celebramos la finalización sin incidentes de esta espléndida ruta, que nos mostró una de las montañas más singulares del Pirineo, y que se merece de sobra las 5 estrellas.
Paco Nieto

VÍDEOS

martes, 26 de junio de 2018

Excursión X140: El Laberinto de la Pedriza por la Arteria

FICHA TÉCNICA
Inicio: Canto Cochino

Final: Canto Cochino
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 9 Km 
Desnivel [+]: 569 m 
Desnivel [--]: 569 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL

* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Nueva exploración por el Laberinto, en busca de aventura asegurada, de la mano de Paco Cantos, que poco a poco está descifrando las encrucijadas y los vericuetos secretos de esta maraña de pasadizos que esconde la Pedriza.

Iniciamos la ruta en el aparcamiento de Cancho Cochino, cruzamos el puente de madera sobre el río Manzanares, para a continuación remontar la ribera derecha del arroyo de la Dehesilla por la senda conocida como la Autopista, hasta alcanzar el Llano del Peluca.

Cruzamos el arroyo de la Majadilla para dirigirnos hacia las proximidades de la fuente Pedro Acuña, ascendiendo a continuación por el GR-10 hasta el Tolmo, haciendo una parada previa en la fuente Carmina, cercana a él, de la que emanaba un buen chorro de agua muy fresca que nos calmó la sed.

Rebasamos el Tolmo, en el que algún incívico ha dejado en forma de pintada su demostración de subnormal, que con poco éxito trato de borrar. A unos 200 metros de esta enorme roca, nos desviamos a la izquierda, siguiendo una estrecha senda que por poco nos la pasamos. cruzamos el arroyo de la Dehesilla y en dirección noreste nos internamos en territorio desconocido.

Entre moles graníticas y rocas de curiosas formas, unas veces por arriba de ellas y otras por debajo, tratamos se encontrar la entrada al Laberinto. Nos topamos con el Risco Cuestolotrónico, y a falta de una mejor entrada, lo rodeamos por la izquierda, gracias a una especie de escalera de piedra adherida a la enorme mole.

Continuamos el dificultoso ascenso, y en una zona menos rocosa y protegidos por robles, paramos a dar cuenta de los bocadillos. La intuición nos guía en el ascenso, y a menos de cien metros de la parada alcanzamos el camino más conocido del Laberinto, justo pasado el Capuchino, a unos 200 metros de la entrada "oficial". En los lanchares que hay junto al jardín del Centinela, disfrutamos de unas vistas inmejorables del Collado de la Dehesilla y todo su entorno.

Continuamos en dirección este, pasando por un vivac que Paco Cantos califica con cinco estrellas, por su buen acondicionamiento, que incluye tarima de madera para mayor comodidad. Al fondo, la Loncha nos sirve de faro, mientras dejamos a la izquierda el Pasadizo Granulado, El Botijo y El Puro Nervio.

Al alcanzar La Loncha, nos sorprenden unas cabras que había bajo su enorme piedra, que huyen ante nuestra presencia. Nada más rebasarla giramos a la derecha, en dirección sur, para entre cuevas de difícil acceso y más de una complicada destrepada, bordear el Risco Matrizolándico y conectar con el recorrido seguido en el ascenso.

Para no repetir el trayecto, nos desviamos a la derecha para buscar en dirección oeste la Arteria y el Hueso, enorme roca alargada con forma de pata de jamón separada de la roca madre en sorprendente equilibrio.´

A la izquierda, mapa preparado por Paco Cantos con todos los caminos explorados del Laberinto (amarillo), pasadizos (rojo) y los pendientes de explorar (trazos azules), que promete nuevas aventuras por este singular y fantástico rompecabezas hasta conseguir conocerlo por completo.

Solo nos quedaba descender por la senda del Hueso hasta alcanzar el arroyo de la Dehesilla, que cruzamos para buscar el GR-10, pasando de nuevo por el Tolmo, En la fuente Carmina paramos de nuevo a beber y repostar agua, descendiendo hasta cruzar de nuevo la plataforma de madera sobre el arroyo de la Majadilla y descender por la Autopista hasta Canto Cochino, donde celebramos el fin de nuestra aventura con unas refrescantes cervezas.

Por la emoción que supone buscar nuevas rutas, esta excursión se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

martes, 12 de junio de 2018

Excursión X139: El Chorro de Navafría por los 6 refugios

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Chorro. Navafría

Final: El Chorro. Navafría
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,8 Km 
Desnivel [+]: 634 m 
Desnivel [--]: 634 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN

Ya teníamos ganas de hacer esta ruta para poder contemplar el Chorro de Navafría con mucha agua y porque al finalizarla nos esperaba una parrillada  a base de sardinas y chuletas.

Nos sorprendió comprobar que éramos los únicos en ocupar el aparcamiento del área recreativa, panorama muy distinto al que siempre hemos encontrado en la época estival, en la que las cuantiosas mesas de madera y parrillas estaban continuamente repletas de gente.

Iniciamos la ruta en el área recreativa del Chorro, dirigiéndonos, en dirección oeste hacia el río Cega, previo paso por un pequeño puente, que marca el final del arroyo del Chorro, que en este punto vierte sus aguas, como buen afluente al río Cega, al que nos acercamos para remontarlo por su margen derecha hasta alcanzar la charca conocida como El Pozo Verde, lugar de leyenda, donde según cuentan, sellaron su amor eterno Rosa y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no veían con buenos ojos su relación. Ante la prohibición de verse, “una noche escaparon de casa y se esperaron en la calle del Puerto. Y después de un largo beso, abrazados y en silencio, del Pozo Verde el camino recorrieron. Una vez allí llegados los muchachos desaparecieron... Al día siguiente en sus casas los echaron de menos y corrió la voz de alarma. Y les buscó todo el pueblo. A la caída de la tarde, al Pozo Verde subieron y la Luna dejó ver al fondo del agujero, desnudos y abrazados de los muchachos los cuerpos”.

Con la incertidumbre de saber cuánto de verdad encierra esta leyenda, contemplamos sus profundas aguas. Junto a ella, unas mesas de madera invitan a permanecer en este singular lugar, pero debemos continuar. Nos separamos del río, ascendiendo por una senda a retomar la ancha pista con restos de asfalto del inicio, que nada más dar una curva nos muestra a la izquierda el refugio del Peñón, construido en piedra, con techo de teja reforzado con cemento, al igual que las paredes del interior, decoradas con graciosos dibujos de Epi y Blas, y que parecía estar en proceso de restauración, ojalá que así sea.

Continuamos, en dirección sureste, el suave ascenso por la pista, paralela a gran altura al río, contemplando en el camino, esbeltos pinos albares, un tejo y otros árboles de verdes hojas que no llegamos a identificar. Al poco, alcanzamos, a nuestra derecha, el refugio de la Fragua, construido con rocas unidas con cemento, tiene un techo algo más rústico, en semicírculo recordando a los búnker de la guerra civil, su interior es mucho más sobrio que el anterior, aunque al igual que éste, posee una chimenea y bancos de piedra para hacerlo más confortable.

A pocos metros surge una bifurcación, continuando por la pista de la derecha, que enseguida nos deja en el llamado puente de Hierro, aunque en realidad es de piedra, que cruza el río Cega, donde nos hicimos fotos, antes de regresar de nuevo para continuar el ascenso por la otra pista que antes habíamos desestimado, la de la izquierda, encontramos una atractiva cascada de varios saltos que forma el arroyo de las Vueltas, unos metros antes de desembocar en el río Cega.

Con moderada pendiente, ascendimos por la pista, que tras una cerrada curva, gira hacia el noreste, cruza de nuevo el arroyo de las Vueltas, precedido de de un pequeño embalse a modo de balsa, para al poco abandonarla hacia nuestra derecha, en busca de un camino que asciende al refugio de Piemediano, el tercero de nuestra ruta, poco transitado por encontrarse en un cerro al que cuesta llegar una centena de metros de altura. Conforme subíamos, la niebla se fue haciendo más patente, dándole al bosque un aspecto tenebroso, propio de los cuentos de hadas.

El refugio se encuentra a la izquierda de la pista, tiene en la pared trasera cuatro grandes puntales de madera, techo de teja y una apariencia más alpina que los anteriores, quizás por el entorno del cerro, con unas grandes rocas y extensas praderas verdes a su alrededor, en el punto más alto del recorrido de hoy, cerca de una charca que embalsa parte del agua de algún manantial cercano y con una chimenea y habitáculo mas atractivo que los anteriores. En las rocas que hay junto a él paramos a recuperarnos del esfuerzo y tomar el tentempié.

Desde el refugio, descendimos en busca de la pista que habíamos dejado, dibujando una amplia curva hacia el norte. Una vez alcanzada, pronto, tras una curva, dimos con el cuarto refugio, de parecidas características que el de la Fragua, pero con una cerca detrás del mismo, que al principio no sabíamos muy bien su función, pero al continuar ascendiendo la pista y ver cómo unos mulos acarreaban troncos de pinos hacia la pista, comprendimos que era para guardarlos una vez acabada su labor. Un tractor con unas ruedas enormes cubiertas de grandes cadenas se afanaba en amontonar los troncos en las cunetas de la encharcada pista, para facilitar su posterior traslado en camiones.

A poco más de un kilómetro del último refugio, la pista cruza el arroyo del Chorro por un puente, precedido de una represilla, que forma una bonita balsa de agua, y que conecta con otra pista que se dirige al puerto de Navafría por el Cerro de los Colladillos. Seguimos por ella para acercarnos al quinto refugio del día, el llamado de Regajohondo, copia del anterior y el de la Fragua, situado a nuestra derecha, junto al arroyo del Chorro, en una bonita pradera verde rodeada de pinos, y al que encontramos envuelto en una espesa niebla que la daba, si cabe, un mayor encanto.

Nos acercamos un poco más arriba a contemplar un bonito puente de piedra, situado en la unión del arroyo de las Barrigas con el del Chorro, lo que hace del lugar toda una concentración de agua por doquier, resonando en las angostas paredes del arco del puente. 

Tardamos en abandonar tan paradisíaco lugar, desandamos el camino por la pista, dejando ahora el refugio de Regajohondo a la izquierda. La pista desciende en suave pendiente hacia el norte, paralela al arroyo del Chorro, entre niebla, cruzamos el arroyo de Navalcollado, que desciende por nuestra derecha desde el refugio de igual nombre, y que entrega sus aguas en el arroyo del Chorro, al que nos acercamos a contemplar una pequeña cascada de doble salto, preciosa que hay unos metros más adelante.

Recuperada la pista, ésta se aleja momentáneamente del arroyo, cruza en un recodo el arroyo Sequillo y vuelve a acercase al del Chorro en el mirador de las Cebadillas o del Castillejo, con preciosas vistas al roquedo desde donde se precipita el Chorro. Descendemos con la intención de contemplar una bonita cascada con una gran poza y cruzar el arroyo para descender por su margen izquierda, pero lo mojadas y resbaladizas que están las piedras desaconsejan descender por aquí.

Cargados de prudencia, subimos a la pista y continuamos el descenso y tras una cerrada curva a la izquierda, la abandonamos a la izquierda antes de dar la siguiente. Seguimos por una senda de hadas apenas sin desnivel, entre pinos, zarzas y acebos, para con un zigzag al final de la misma alcanzar la cascada de El Chorro.

El agua del arroyo se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Es un remanso de agua con puente y apeadero; una escala para el ascenso al cielo, que eleva el ánimo, cambia de perspectiva, despega sobre el suelo e invita a abrir las alas y volar. 

A la derecha de la cascada se hallan unas escaleras de piedra, con una barandilla de madera con gruesas cuerdas que accede a la zona más alta, donde otro mirador natural nos proporciona una espectacular vista del agua deslizándose por la resbaladiza losa de la chorrera. Más arriba, se divisa otra pequeña chorrera que desde abajo no se aprecia, con una caída más vertical, que satura nuestros sentidos por el sonido de la caída del agua entre la brecha rocosa de la parte alta, que se pierde hasta donde la vista alcanza.

Alcanzado el cielo, descendimos por las escaleras a tierra firme, continuando por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo del Chorro, pasando por la fuente que nada más iniciar el descenso nos sale a la izquierda, hasta alcanzar de nuevo el puente que cruza el arroyo del Chorro, junto al cual se encuentra el sexto refugio, el del Chorro, el único cerrado con un candado, con una fuente a su derecha  y un divertido laberinto de palos de madera por el que buscamos la salida antes de llegar de nuevo al área recreativa, en las que nos esperaba Antonio con la barbacoa en ascuas y la mesa preparada, junto a las cantarinas aguas del río Cega.

Los chorizos, las sardinas y las chuletitas, junto con las cervezas, el vino, los postres y el café pusieron el broche de oro a esta excursión que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto