lunes, 28 de septiembre de 2020

Excursión X235: Cueva del Ave María y El Elefantito de la Pedriza

FICHA TÉCNICA

Inicio: El Tranco
Final: El Tranco
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 10 Km 
Desnivel [+]: 544 m 
Desnivel [--]: 544 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta












TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Con tanto confinamiento y con el caluroso verano encima, hacía tiempo que no pisábamos la Pedriza, así es que para remediarlo, decidimos ir en busca de algunos de los riscos más emblemáticos de este paraíso rocoso.

Comenzamos a andar desde el aparcamiento del Tranco, en dirección al canchal donde se encuentra, siempre vigilante, el Indio, con su pose de Gran Jefe Sioux. Unos metros más adelante, uno de los alcornoque más ancianos y curiosos de la Comunidad de Madrid.

Tiene 11 metros de altura, 14 de copa, dos troncos con perímetro de 2,15 m y 1,95 m y se le atribuye una edad de entre 400 y 500 años. 

Sus raíces están entrelazadas desesperadamente a las rocas de granito en la que se sustenta y gracias al lugar donde se encuentra, un risco de dificil acceso, ha sobrevivido a la deforestación y a la acción del ganado de lo que antes era uno de los alcornocales más extensos de La Pedriza.

A nuestra derecha, mantenemos las bonitas vistas de los alrededores de la Ermita de Nuestra Señora de la Peña Sacra, que en 1769, durante la celebración de su festividad, se perdió el control de las velas que rodeaban a la Virgen en la Iglesia y todo prendió fuego, salvándose únicamente la sacristía y dejando la iglesia sin torre, techumbre, ni imágenes sagradas.

Asimismo, cuenta Bernaldo de Quirós, narrando los hechos que le describió en su día el antiguo posadero de Manzanares, que la ermita fue objeto de ataque por parte de los bandidos que poblaban la zona, siendo valientemente defendida por la Guardesa de Peña Sacra.

Aunque oficialmente se llama el Alcornoque del Ortigal, se conoce como el del Bandolero, por una leyenda en la que se cuenta que este árbol lo utilizó un bandolero muy conocido en el siglo XIX, Pablo Santos, llamado el Bandido de La Pedriza, como cobijo y para esconder los botines obtenidos en sus robos. Eran tiempos en los que bandoleros como Luis Candelas y los integrantes de su banda, la de Paco el Sastre, gozaban de cierta fama.

A Pablo Santos le mató Isidro el de Torrelodones en una ajuste de cuentas. Hoy el alcornoque ha quedado a pocos metros de las urbanizaciones construidas casi a sus pies, ¡¡si Pablo Santos levantara la cabeza!!

Un poco más adelante, surgen varias sendas que se acercan a los riscos y que no hay que seguir, debiendo elegir la que más se aleja de ellos, una senda estrecha y algo enmarañada con tendencia a bajar dirección sureste. Este divertido tramo obliga a pasar bajo un túnel hecho de zarzas y entre unas rocas que forman un pasadizo triangular, tras el cual, la senda gana altura con cierta pendiente hasta alcanzar el collado del Alcornocal, donde conectamos con el PR-1, el sendero que circunda La Pedriza.

Una breve parada nos da los ánimos suficientes para seguir el sendero, que en dirección norte asciende entre jaras y rocas en busca de la Gran Cañada. Se llama Senda de la Rinconada o también llamada Senda Maeso. 

Fue trazada por Domingo Pliego, Soledad de Andrés, Ana Mural y José Solé, en la primavera de 1982 en honor de su amigo Antonio Maeso, responsable del grupo de senderismo de Standard Eléctrica.

Pasamos junto a un abrigo, bajo una roca, a nuestra izquierda, y un par de roquedales que hacen de miradores naturales, a nuestra derecha, desde donde disfrutamos de unas magníficas vistas hacia oriente.

Destaca, a lo lejos, el Cerro de San Pedro reflejándose en las mansas aguas del embalse de Santillana, en el que se puede contemplar la pequeña isla y la casa existente en ella, y más cerca, el castillo de los Mendoza, emblema de Manzanares el Real y prototipo de castillo residencial, más que de defensa.

Tras una cerrada curva a naciente y luego otra a poniente que hace la senda en la zona de la Rinconada, llegamos al collado de la Cueva, una extensa pradera en la que, a nuestra derecha, hay un corral con cercado de piedra, sobrevolado por los buitres, y al fondo, una roca redonda que nos parecía la cabeza de un hombre dormido, a su lado una mesa y bancos de piedra.

Pocos metros más adelante, a la derecha, en alto, se abre, como un bostezo geológico, la cueva del Ave María. De esta cueva se cuentan varias leyendas en Manzanares, dícese que gritando en la entrada las palabras Ave María, una voz misteriosa sale del interior, como un eco, respondiendo: Gracia plena.

Otra asegura que nadie pudo llegar nunca al fondo de la gruta, pero en un terreno puramente granítico, esta clase de cuevas con múltiples profundidades serían demasiado raras. De hecho, aunque oscura como la boca de un lobo, bastan unos metros para tocar las paredes finales.

Una vez hechas las fotos de rigor en tan singular enclave, regresamos a la pradera, donde paramos a tomar el tentempié de media mañana. Y una vez repuestas las fuerzas, recuperamos la senda Maeso.

De nuevo las vistas al embalse de Santillana nos relajan el alma. Entre jaras y rocas megalíticas continuamos subiendo, en dirección noreste. Pronto divisamos el Caracol, al que me apresuro a colocar bien uno de los hitos que hacen de cuernos. Es tan real, que no parece si no que vaya a echar a andar en cualquier momento.

Frente al Caracol, al otro lado de la senda, emerge otro risco singular, el Candelabro, que tal parece, con su llama flameante incluida. El espectacular paisaje nos mantenía entretenidos, con buscarle semejanzas a cada risco.

Uno parece una ardilla, otro un afilado diente, a otro le llaman el Ofertorio o las Mozas, otro una mano. Definitivamente, La Pedriza es un parque temático abierto a la imaginación.

De roca en roca, bordeamos el risco de El Corral, que nos queda a la izquierda, y nos adentramos en La Gran Cañada, una de las colosales barrancas que surcan de poniente a levante el mediodía de la Pedriza. Una luenga meseta herbosa, de casi dos kilómetros de punta a cabo, corona esta monumental fractura, por la que pasa el GR-10.

Esta gran explanada nos da un pequeño respiro, pero enseguida toca abandonarla y ascender de nuevo, lo hacemos en dirección noreste, dejando a la izquierda el risco de La Cara de la Gran Cañada. 

Pasamos junto a un vivac triangular y, a los pocos metros, alcanzamos un roquedal que hace de mirador natural, con magníficas vistas, desde el que nos hacemos unas bonitas fotos de contraluces, con el embalse de Santillana de fondo.

Proseguimos el ascenso, ahora giramos hacia el oeste, dejando a nuestra derecha el risco de Los Lunes y junto a él el del Martes, curiosos nombres que nadie sabe a qué se deben. A escasos metros pasamos junto a otro vivac con entrada y salida, que algunos cruzamos.

La senda zigzaguea, primero a la derecha y luego a la izquierda y, nada más rebasar el desvío hacia El Elefantito, divisamos a nuestra derecha la inconfundible figura de El Caracolete, éste muy reconocible. Es el momento de dejar el PR-1 y girar a la izquierda en busca del Elefantito.

Ascendemos entre jaras con grandes moles rocosas a ambos lados, hasta alcanzar un pequeño collado, desde donde contemplamos emocionados la figura quizás más perfecta de todas las que la naturaleza ha labrado en la Pedriza, el Elefantito, y eso que son muchas: caracoles, perros, tortugas, pájaros, cochinos, focas, camellos, dinosaurios y cocodrilos, pero ésta es la obra cumbre del escultor silencioso que habita estos parajes.

Admirando el fino detalle con que están labradas su trompa, sus orejotas y su abultado frontal, convendremos en que la naturaleza es una magnífica escultora, casi tan buena como haciendo originales de carne y hueso.

Es sorprendente cómo la naturaleza, actuando sobre la piedra granítica, con la cuña del hielo y el pulimento del agua, no difiere mucho del escultor que se enfrenta a una roca informe sin una idea determinada, dejándose llevar por las vetas y fisuras hasta dar con la forma más sorprendente.

Los alrededores de esta cima donde se encuentra el Elefantito tienen también su propio encanto, desde la inmensa colección de sugerentes rocas a las vistas de la llanura, con Manzanares y su embalse al fondo.

Tras la infinidad de fotos con todas las poses posibles junto a tan emblemático risco, lo rodeamos, en dirección suroeste, para descender por las Cerradillas hacia la parte más occidental de la Gran Cañada, cruzando un arroyuelo y pasando junto a unos riscos donde las cabras nos vigilaban de lejos.

Al llegar a la inmensa pradera, es imposible no asomarse al mirador del Tranco, un promontorio con una panorámicas de cine hacia Manzanares el Real y su embalse.

De aquí parten varias senda, la de las Carboneras, que baja a pico hacía El Tranco, de amargo recuerdo para mí, por tener que descender por ella, una de las veces, en pleno episodio de un cólico nefrítico; otra baja por el Hueco de las Hoces y la que seguimos, que lo hace por el GR-10.

La senda, muy marcada, como corresponde a un GR, se precipita entre las moles del Castillete, a nuestra derecha, y las de Cacho Brutón, a la izquierda, adquiriendo más pendiente conforme más descendemos, teniendo en su parte final una cuantas zetas, siguiendo un excavado surco que le da algo de emoción a la bajada.

Al acabar la fuerte pendiente, cruzamos por un puente de madera el arroyo de la Majadilla y a continuación el río Manzanares para acercarnos a Canto Cochino, con la esperanza de que estuviera abierto el kiosco y poder comer los bocadillos con cerveza fresquita.

Pero no fue así, por lo que cruzamos el aparcamiento y proseguimos, en dirección sur, paralelos al río Manzanares, pasamos junto al indicador de cumbres que hay junto a la senda, volvemos a cruzar el río, por otro puente de madera, descendiendo desde aquí por su margen izquierda, en dirección este.

Por aquí coincide el PR-1 con el GR-10. Al llegar al kiosco de La Foca, llamado así por el risco que se alza frete a él con esa forma, vimos que estaba abierto, pudiendo por fin, en su terraza, almorzar con refrescantes bebidas.

Tras el descanso, nos tomamos con tranquilidad esta parte final de nuestro recorrido, disfrutando del bonito paisaje de ribera que nos ofrece la Garganta Camorza hasta alcanzar de nuevo área Recreativa de El Tranco, dando así por terminada esta bonita ruta, que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 21 de septiembre de 2020

Excursión X234: La Peñota desde la Estación de Cercedilla

FICHA TÉCNICA

Inicio: Cercedilla
Final: Cercedilla
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 11,6 Km 
Desnivel [+]: 861 m 
Desnivel [--]: 861 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta
































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
La Peñota es en realidad un conjunto de tres cumbres de granito visibles desde muchos puntos de Madrid y Segovia, por hacer de frontera de las dos provincias.

Para disfrutar de sus magníficas vistas nos emplazamos en el aparcamiento cercano a la estación de Cercedilla. Tras degustar unos ricos pasteles que había traído Olga para empezar con ganas la mañana.

Echamos a andar hacia el puente del Molino, que dejamos a nuestra izquierda para subir la escalinata que de frente accede al Camino Puricelli, llamada así por ser la 
empresa que inició las obras de la carretera de la República, que uniría Madrid con Segovia atravesando el Valle de la Fuenfría.

Enseguida la abandonamos para seguir, a la izquierda, por el Camino de los Campamentos, una pista que al poco dejamos para ascender por una bonita senda que entre robles alcanza la explanada donde estuvo el Campamento de la Peñota, del que poco queda de lo que fue uno de los campamentos más emblemáticos de la Organización Juvenil Española (OJE), sólo unos hitos a modo de vértices geodésicos, y una especie de monumento pétreo da fe de ello.

De allí, subimos al Cerro del Reajo Alto, deleitándonos con las vistas de su mirador. Y tras las fotos de rigor, regresamos al collado de los Amigos, que así se llama la explanada del campamento, continuando hacia el noroeste, pasamos junto a unos barracones, y nos encaminamos hacia la fuente del Campamento, cercana al arroyo del Collado del Rey, que apenas llevaba agua.

Desde la fuente iniciamos el ascenso siguiendo una senda, marcada con puntos rojos, que entre pinos va remontando la loma del Helecharón, cuyo arroyo vadeamos en lo que es prácticamente su nacimiento. Las rocas musgosas contrastan con la palidez que van presentado los helechos que dan nombre a este paraje.

Un curva cerrada nos anticipa que estamos en la zona conocida como Matalobos y que a pocos metros vamos a llegar a la roca donde se encuentra el petroglifo del corzo y que nosotros llamamos Peña Bambi, por su parecido al entrañable cervatillo de la película.

Después de hacernos fotos junto a él, continuamos de nuevo por la senda par, al poco, alcanzar la pista forestal Calle Alta, por la que seguimos unos metros en busca de la fuente del Astillero.

Junto a ella paramos a tomar el tentempié de media mañana, disfrutando de sus fabulosas vistas del Valle de la Fruenfría, de Siete Picos, Maliciosa y el Alto de las Guarramillas, medio cubiertos de nubes blancas.

Continuamos el ascenso siguiendo la escarpada pero corta senda que por detrás de la fuente sube hasta el collado de Cerromalejo, tras una buena trepada.

Saltamos la cerca de piedra que hace de frontera con Segovia y conectamos con el GR-10 que nos sube, con bastante pendiente hasta el primero de los tres picos de la Peñota, situado a 1.936 metros de altura. De acceso fácil, desde su mojón lindero nos ofrece unas impresionantes vistas.

Retrocedemos unos metros para bordearlo por la derecha y buscar el sendero que nos conduce a la cima del segundo pico, que con sus 1.944 metros es el más alto de los tres, por ello tiene vértice geodésico. Alcanzarlo tiene algo más de dificultad, pues aparte de tener que acceder por un tramo algo expuesto, obliga a una trepadita al final.

Pero merece la pena, porque su cima constituye uno de los mejores miradores de la sierra, desde la que se ve gran parte de la llanura madrileña y segoviana. En su ladera sur predominan sobre todo las praderas alpinas, los roquedales y los matorrales bajos de montaña. En cambio, su vertiente norte está cubierta casi enteramente por un bosque de pinos silvestres.

Con el día tan estupendo que teníamos, derrochamos el tiempo en hacernos un montón de fotos desde todos los riscos posibles.

De regreso, nos cruzamos con un corredor que ascendió, como si nada, a la cumbre por la parte más abrupta de los bloques graníticos. Pasamos una cerca de piedras divisoria de El Espinar con Cercedilla, e iniciamos el descenso, siguiendo una marcada senda, hacia el collado del Rey.

Entre hermosos pinos alcanzamos la llamada pradera de Navalcampillo, aunque pradera no vimos ninguna, solo pendientes. Un poco más abajo, la senda se aproxima a unos riscos, momento que aprovechamos para tomarnos los bocadillos encaramados a uno de ello, con excelentes vistas de la planicie madrileña.

Tras el descanso, continuamos el empinado pero agradable descenso por Los Poyales, hasta alcanzar la pista Calle Alta, que ya cruzamos cuando paramos en la fuente del Astillero, y enseguida el collado del Rey.

En él buscamos el lugar donde se encuentra un pino silvestre muy peculiar conocido como Pino Solitario o de San Roque, al que nunca habíamos llegado.

Lo encontramos mirando a la izquierda, en la ladera sur. Está catalogado como Árbol Singular número 309. Tiene unos 27 metros de alto, 6 metros de perímetro al hombro, 18 metros de ancho de copa, más de 350 años de edad y puede que sea el pino silvestre más grande de España.

Se encuentra aislado de otros pinos ya que fue uno de los pocos supervivientes de un incendio que asoló la zona a mediados del siglo xx. Parece un anciano corpulento, lleno de nudos y cicatrices, que eleva sus retorcidas ramas en desesperado esfuerzo.

En esta zona, aunque no sabemos dónde exactamente, encontraron muerta a Blanca Fernández Ochoa, seguramente su alma solitaria buscó este pino solitario para que le hiciera compañía en sus últimos minutos de vida.

Algo emocionados por la tristeza que emana este lugar, continuamos el descenso, siguiendo una bonita senda que entre un denso pinar nos llevó de nuevo a la explanada de los Campamentos, y volviendo por el mismo camino empleado en la ida, regresamos a la estación de Cercedilla, donde unas reconfortantes cervezas y cafés pusieron el punto final a esta estupenda excursión que bien se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

lunes, 14 de septiembre de 2020

Excursión X233: Puerto de Malagón por las 16 zetas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Club La Herrería
Final: Club La Herrería
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,8 Km 
Desnivel [+]: 579 m 
Desnivel [--]: 579 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
A veces, la elección de una ruta obedece a criterios muy meditados, en función de la climatología, oportunidad estacional o el deseo de subir a un pico concreto, pero en otras, cómo ésta, son fruto del azar.

Y es que fue la casualidad la que hizo que cayese en mis manos una ruta que un ciclista había realizado por la Herrería, en la que había subido por una sucesión interminable de zetas, 16 decía, y efectivamente bien contadas salen 16.

Quedándome solo con ese tramo de su larga excursión, añadí lo necesario par hacerla llegar al puerto de Malagón y descender des allí por el precioso bosque de hayas de San Lorenzo y ya está, ruta diseñada.

Bueno aún no, hacia falta definir el punto de salida, y aquí la cosa se complicó, porque había muchas opciones, pero otro factor a tener en cuenta en el diseño, aclaró pronto el dilema. ¿Ruta con bocadillo o con comida a mesa puesta?. La votación se decantó, como era de esperar por la segunda opción. Pues ya está salimos del Club de Golf de la Herrería, donde según parece ofrecen un buen menú.

Y así fue como nos reunimos en el aparcamiento de entrada de este complejo deportivo para iniciar esta ruta llena de curvas y de otros muchos alicientes.

Echamos a andar por el bonito paseo de Carlos III, nombre como se llama este tramo de la carretera de Robledo de Chavela, en dirección suroeste, dejando grandes chalets, de los de antes, a nuestra derecha, hasta alcanzar el arroyo de los Castaños, donde un soberbio ejemplar de ellos junto a la carretera justifica de por sí el nombre del arroyo.

Por una abertura de la valla metálica, accedemos al castañar, que junto a robles y pinos embellecen el lugar. Uno de los muchos carteles que jalonan el camino nos avisa que también pasamos junto a torvisco, más adelante, otros de que lo hacemos junto a un fresno, un sauce, escaramujo o un cerezo silvestre. Bonito recorrido botánico, en el que por no faltar, hasta bancos de madera tiene, por si se cansa uno.

Entretenidos con tanta variedad arbórea, casi sin darnos cuenta alcanzamos la parte final de La Horizontal, el camino que haciendo honor a su nombre, recorres la ladera apenas sin desniveles. Enseguida la dejamos para seguir por una estrecha senda que asciende hacia el oeste.

Pasamos un portón y tras una curva alcanzamos una pista que seguimos hacia nuestra izquierda, con las Machotas de frente, en la que un nutrido grupo de vacas descansaba en mitad del camino. Pasamos entre ellas con cierto reparo porque había varios terneros y nuestras perros se pusieron algo nerviosos.

Superado el colladito, nos desviamos a la derecha para iniciar el ascenso por las 16 zetas. La senda, más estrecha de lo que pensaba, zigzaguea una y otra vez entre pinos hasta completar las 16 curvas que le dan nombre y que minimizan sobremanera la pendiente de la ladera por la que estamos subiendo.

Tras la última zeta seguimos un amplio sendero que nos lleva al área recreativa de los Llanitos, en la que una casa pintada de amarillo alberga el Centro de Educación Ambiental. A su lado un pinar con bastantes mesas de madera, repartidas en tres bancadas, nos sirvieron para tomar a cubierto del sol el tentempié de media mañana.

Costó varias llamadas poner al personal de nuevo en marcha, porque se estaba francamente bien allí, al fin logramos juntarnos alrededor del Olmo de los Llanillos, catalogado como Árbol Singular número 244 por la Comunidad de Madrid. Un hermoso ejemplar que tiene una edad aproximada de 150 años, con una altura de 23 metros, una copa de 16 metros, y un perímetro del tronco de 3,15 metros.

Continuamos por un sendero muy plano hasta conectar con la carretera de Peguerinos a El Escorial, por la que seguimos ascendiendo, recortando un par de curvas hasta alcanzar el puerto de Malagón, que con sus 1523 metros de altura, sería la máxima cota de la ruta.

Tras contemplar el embalse del Tobar y el abierto valle que separa Robledondo de Peguerinos, iniciamos el descenso. 

Nos cruzamos con un buen número de corredores, que con dorsal a la espalda subían y bajaban de Abantos para una prueba de acceso a Técnico Deportivo de Montaña, en la que tenían que recorrer 15 km, con 1493 metros de desnivel, en menos de 4h 30m. Ya les dijimos que a nuestro grupo para hacer eso, le sobraba la mitad del tiempo, ja, ja.

Al llegar al descansadero de Malagón, dejamos la carretera y nos internamos por la izquierda en la Senda del Silencio, un bonito sendero que desciende entre pinos y alguna que otra haya. Un pequeño desvío a la izquierda nos acercó a la fuente del Trampalón, donde nuestros perros se remojaron a placer.

Retomamos la senda por la que continuamos descendiendo en dirección sureste, internándonos en un bosque declarado Paisaje Pintoresco en 1961, que alberga un impresionante pinar de repoblación de más de cien años de antigüedad, ordenado con criterios paisajísticos, con pino resinero y laricio en las partes bajas y pino de Valsaín en las altas. Junto a ellos otras especies introducidas como hayas y alerces.

Sin duda, sobresale entre todos ellos el pequeño pero precioso hayedo que repoblaron los estudiantes y profesores de la Escuela de Ingenieros Forestales desde 1870, y que escondido entre el pinar es muy desconocido para la mayoría de los madrileños, pero que tiene unos hermosos ejemplares que nada tienen que envidiar a los del Hayedo de Montejo, que con sus 250 hectáreas de hayas, es el más popular en la Comunidad de Madrid. Éste de San Lorenzo está mucho más cerca, sin restricciones de acceso y de irresistible belleza.

Son árboles procedentes de una replantación del siglo pasado que han logrado adaptarse y prosperar a pesar del ganado vacuno de la zona y que han sembrado el camino de árboles jóvenes. Su cifra se sitúa por debajo del centenar.

Pasamos por el Mirador de los Alerces, de bonitas vistas del valle y de los riscos al sur de Abantos. Tras una breve paradas para las fotos, continuamos disfrutando de un paseo entre hayas y alerces hasta cruzar la carretera y proseguir por la senda que enseguida sale a la izquierda, pasa junto a la fuente y pilón de Santiago Arroyo y se dirige hacia la presa del Romeral, que estaba por debajo de la mitad de su capacidad.

Giramos a la derecha para enseguida llegar al restaurante La Horizontal, en cuya terraza daban ganas de quedarse a comer, pero lo dejamos para otra ocasión, prosiguiendo por este agradable camino, bastante plano, como era de esperar.

Pasamos un portón y rodeando una urbanización, cruzamos el arroyo del Arca del Helechal, pasamos junto a una curiosa capilla incrustada en unas rocas.

En ella hay una placa en la que pone: “Ave María. MCL XXXVIII”. Lo que indica que data del año 1987. Abajo se ve la figura de la Virgen Inmaculada.

Por lo que he sabido, cuentan que el autor de esta iniciativa popular fue un albañil que participó en la reconstrucción del sanatorio de tuberculosis que ahora se conoce como el hospital de San Lorenzo de El Escorial. Nadie recuerda su nombre, pero sí el apodo “Tolín” por alguna promesa suya a la virgen a modo de ofrenda.

Un poco más adelante, al llegar a una curva, tocaba dejar La Horizontal par acortar el camino y no tener repetir el trayecto de esta mañana, por lo que sin senda y entre jaras buscamos la mejor manera de llegar al arroyo de los Castaños, resulto el corto tramo más penoso de lo esperado, por lo que recomiendo seguir por el cómodo camino aunque se de más vuelta.

Una vez en el lecho del arroyo, todo fue más fácil, y pronto alcanzamos un pequeño acueducto, donde giramos a la izquierda para seguir por la calle Nogales, atravesando la urbanización de magníficos chalets y que va a dar a las puertas del Club de Golf de la Herrería.

Desde el aparcamiento al restaurante no hay mucho y el paseo es muy agradable entre los verdes prados donde los jugadores se afanaban en golpear la pelota hasta los hoyos. En el restaurante degustamos un estupendo menú mientras nos deleitábamos con excelentes vistas del Monasterio.

Desde allí, reconfortados y descansados, regresamos al aparcamiento en cómo paseo, dando así por finalizada esta bonita ruta que bien se ha ganado 4 estrellas.
Paco Nieto

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