lunes, 21 de mayo de 2018

Excursión X137: Los secretos de la Sierra de Hoyo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Hoyo de Manzanares

Final: Hoyo de Manzanares
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,2 Km 
Desnivel [+]: 636 m 
Desnivel [--]: 636 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Como parecía que por la zona norte de Madrid iba a llover esta mañana, elegimos la Sierra de Hoyo para caminar hoy, en las que las previsiones de agua eran más benignas.

Iniciamos la ruta en la Plaza Mayor de Hoyo de Manzanares, continuando en dirección al camino de Manzanares, dejando el polideportivo a nuestra izquierda y el Parque de la Cabilda a la derecha, hasta alcanzar la urbanización de Navagrande, donde contemplamos el primer enigma del día: la fantasmagórica construcción inacabada que se encuentra al oeste de la misma. 

Saltamos un murete de piedras con la ayuda de unos escalones estratégicamente situados y nos adentramos en la dehesa Las Viñas, en la que unos forestales de la Comunidad estaban quemando ramas para sanear el monte, lo que nos sorprende gratamente.

Proseguimos en dirección norte hasta llegar a una cantera de pórfidos, en forma de gran grieta llena de agua, abandonada desde 1985. Es una roca formada a partir de la solidificación del magma, es decir una masa fluida de origen tectónico a temperaturas muy elevadas en el interior de la corteza terrestre. Se usa profusamente en la pavimentación de calles.

La remontamos para contemplarla desde arriba y continuamos hacia el este, pasando por un vivac, remontamos una enorme roca, de excelentes vistas hasta dar con la senda principal, tras salir a un claro con una gran piedra a modo de hito.

Entre jaras continuamos por la senda marcada con hitos de piedras que en dirección norte zigzaguea hacia el Collado del Portachuelo, que alcanzamos tras pasar por grandes lanchares, rocas cubiertas de musgo, un par de miradores naturales y un espeso encinar con algún que otro alcornoque y muchos robles. 

Poco antes de llegar al collado nos acercamos a contemplar uno de los secretos escondidos en esta sierra, un Belén que ponen todos los años tras unas rocas junto a un privilegiado balcón, lugar de impresionantes vistas hacia el sur, donde paramos a descansar y hacernos fotos subidos a las rocas. 

De allí, continuamos en dirección oeste hacia el Collado del Portachuelo, y tras alcanzarlo, a pocos metros de él, nos desviamos a la izquierda, descubriendo otro de los secretos del día, un Belén incrustado en una roca, con un pequeño altar junto al que han instalado una mesa y asientos de piedra, y a su lado, otro mirador hacia sur con impresionantes vistas. Este lugar invita a quedarse, pero tenemos que continuar.

Proseguimos recorriendo el cordal de este a oeste, pasamos junto a un par de miradores naturales, de estupendas vistas hacia el norte, contemplado desde Siete Picos a la Cuerda Larga y la Pedriza, semiocultos por las nubes que comenzaban a conquistar tan altas cumbres. 

Al poco, tras un repecho, alcanzamos otro de los tesoros de esta sierra, la Tortuga, a la que llegamos por un estrecho paso que separa el cuello de la gran mole que hace de caparazón, al que no pudimos resistir subir. Trepada dificultada por un paso de chimenea que nos hace ir con sumo cuidado, pero recompesandos por las vistas que desde arriba se tienen.

Continuamos hacia el sureste, por una imperceptible senda entre riscos y robles, bastante empinada, que nos obliga a destrepar un par de rocas para llegar unos metros más adelante a una bonita pradera, que hace de estupendo mirador de la Tortuga. Al fondo unas rocas proporcionan unas magníficas vistas hacia el sur.

Tras un breve descanso, continuamos por una senda que surge en dirección noroeste. Recorrimos los 500 metros que nos separaban de El Estepar, al que ascendimos, tras dejar a nuestra izquierda las ruinas de la antigua torre del Telégrafo Óptico que se instaló en esta cima. 

Alcanzados los 1403 metros de altura de El Estepar, el pico más alto de la Sierra del Hoyo de Manzanares. Contemplamos la cruz blanca que lo corona, la pequeña imagen de la Virgen, un pequeño buzón y el vértice geodésico de esta cumbre, en la que descansamos y dimos cuenta de los bocadillos, mientras teníamos unas vistas infinitas de todo su entorno.

Tras el descanso, descendemos con cuidado por la escalinata de piedras y continuamos en dirección noroeste, hacia otra de las sorpresas del día, la Silla del Diablo, por una senda que recorre los Serrejones, la parte más llana de la sierra.

Al aproximarnos al roquedal, nos desviamos a la izquierda, ascendiendo por una borrosa senda, señalizada con hitos de piedra que en dirección suroeste remonta hasta alcanzar una pradera donde, a mano derecha, se alza esta singular silla rematada por una roca transversal que parecen unos cuernos, de donde quizás le venga el nombre. 


Desde los 1366 metros de este satánico trono se tienen unas estupendas vistas de los últimos perfiles abruptos de la Sierra de Hoyo, con el Canto Hastial y a su izquierda, el desde aquí minúsculo Pico del Águila.

Quisimos buscar también el Balcón del Diablo, pero el tiempo y las tupidas jaras que había que atravesar para acercarse a él, nos hicieron desistir. Descendimos en busca de la senda que habíamos dejado y una vez en ella, continuamos en agradable paseo descendente, junto a una valla de piedras, hasta llegar al desvío que a mano izquierda desciende hacia el sur en busca del Arroyo de Peña Herrera.

A unos 300 metros de haber comenzado el descenso, la senda se encuentra con otra que viene por la izquierda de la Casa de Peñaliendre, otro de los secretos del día, y a la que llegamos enseguida tras un corta cuesta.

La casa está en un lastimoso estado, con el tejado desplomado y paredes en ruinas, que le dan un aspecto romántico. En la cara sur, a muy pocos metros, un mirador circular   ofrece unas hermosas vistas mientras nos recreamos con ejemplares de loníceras, ailantos, jaras, romero, viboreras, robinias, escrofularias, salsifís, férulas, gallocrestas, biscutelas y peonías.

Desde la casa descendemos hacia el oeste, en busca del arroyo de Peñaliendre, al que seguimos por su margen izquierda  por la senda conocida como Camino a la Casa del Monte, muy erosionada por el agua en su parte alta, y modelada con curiosos pasadizos que la hacían muy atractiva.

Al alcanzar el Camino de Villalba, giramos a la derecha, para continuar por él, vadeamos el arroyo de Peñaliendre y continuamos unos 200 metros más hasta alcanzar la cascada del Covacho, idílico rincón en el que el arroyo de Peña Herrera precipita sus aguas.

Sacadas las oportunas fotos regresamos sobre nuestros pasos por el Camino de Villalba, cruzando de nuevo el arroyo de Peñaliendres y a continuación el del Cuchillar, para luego continuar por el Alto de los Lanchares, pasando junto al depósito de agua, para entrar en  Hoyo de Manzanares por la urbanización de Los Picazos y la Plaza de Toros hasta llegar de nuevo a la Plaza Mayor, finalizando así esta bonita excursión circular en la que hemos descubierto muchos de los secretos que guarda la Sierra de Hoyo.

Por todo lo relatado, esta ruta se merece 5 estrellas.
Paco Nieto


lunes, 14 de mayo de 2018

Excursión X136: Los Tejos del Valle de la Angostura

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla

Final: La Isla
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 17,4 Km 
Desnivel [+]: 455 m 
Desnivel [--]: 455 m 
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 9

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
El puente de San Isidro en Madrid ha propiciado el realizar esta ruta, que contaba con varios alicientes, por un lado, pasear por un lugar con encanto y mucha agua y por otro, disfrutar de una buena comida como recompensa tras el esfuerzo.

Para ello, quedamos en el aparcamiento del restaurante Los Claveles, a pocos metros de la zona recreativa de la Isla, por la que comenzamos a remontar, por su margen izquierda, el río Lozoya, que por aquí aún se llama arroyo de la Angostura.

Al poco, nos deleitamos con el espectáculo visual y sonoro que es el salto de agua de la presa del Pradillo, en la que se desbordaba más agua que nunca, en un intento de emular a las cataratas del Iguazú. Contemplar cómo las aguas quietas y tranquilas del embalase, de repente se tornan bravas y salvajes, es de una belleza inconmensurable.

Tras las inevitables fotos, continuamos por la senda que asciende pegada al agua, pasando junto a la estación medidora del caudal, que da paso a un por momentos escarpado repecho, para luego serenarse en praderas a la ribera del arroyo.

Junto a una de ellas, se abre un claro en la que el estruendo del agua vuelve a ser más prodigioso, estamos junto a un pequeño salto que precipita todo el agua del arroyo por un estrecho paso entre las rocas, cayendo en una poza en la que en verano doy fe que es un placer bañarse.

Aguas arriba, la ortografía del terreno nos obligó a alejarnos del arroyo, continuando por la pista que al poco nos deja a las puertas del romántico puente de la Angostura. Medio en penumbra, rodeado de vegetación y musco, es uno de los rincones más bellos de este valle de la Angostura, que toma su nombre precisamente del estrechamiento rocoso existente en el puente.

Al cruzar el puente, cambiamos de margen por la que seguir remontando el arroyo, haciéndolo ahora por la derecha. Cruzamos una extensa pradera para encontrarnos con otro rincón de singular belleza, la que es sin duda la mejor poza del valle, una piscina natural que hace las delicias de muchos en la época estival. Aunque algunos estaban expectantes, hoy no tocaba baño, se me había olvidado el bañador, ja ja.

Continuamos por el Camino de las Vueltas, ascendiendo arroyo arriba por la pista que se aleja un poco del arroyo para luego acercarse a él hasta cruzarlo por el puente de madera de los Hoyones, cambiando así nuevamente de orilla. Al poco, nos encontramos con el arroyo de la Laguna Grande de Peñalara, que junto con el  de las Cerradillas y el de Guarramillas forman las fuentes del Lozoya.

Intentamos cruzar por un vado de piedras y cemento, pero nos fue imposible debido al enorme caudal que llevaba el arroyo, por lo que regresamos para continuar el ascenso por la misma orilla. En el puente que cruza el arroyo del Toril paramos a tomarnos el tentempié de media maña, con el rico vino que nos trajo Jorge.



Continuamos, cruzando por un puente el arroyo de la Angostura, para al poco dejar la pista que llevábamos para seguir por la de la derecha, que cruza el arroyo de las Cerradillas y pocos metros más allá se convierte en una senda que a poco más de 100 metros nos dejó a los pies de los lonjebos tejos.

En este recóndito paraíso contemplamos el gran tejo milenario y un par de ejemplares más jóvenes que hay junto a una impresionante chorrera de dos saltos, por la que caía agua con inusitada fuerza. Sin duda, para los que no la conocían, ésta fue la gran sorpresa de la jornada.


Alcanzado el objetivo, el regreso lo hicimos volviendo sobre nuestros pasos, cambiando de margen por los puentes, siguiendo el Camino de las Vueltas hasta alcanzar de nuevo el aparcamiento de la Isla y de allí al restaurante Los Claveles, donde degustamos un menú reponedor y gratificante.

Por todo ello esta excursión se merece 5 estrellas.
Paco Nieto