viernes, 8 de mayo de 2020

Excursión X215: Torrelodones por las Charcas del Loco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Torrelodones
Final: Torrelodones
Tiempo: 1 a 2 horas
Distancia: 7,2 Km 
Desnivel [+]: 243 m 
Desnivel [--]: 243 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 3,5
Participantes: 1

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Para la cuarta ruta en desconfinamiento fase 0, elegí una zona que me gusta mucho recorrer, la que comprende la parte norte del municipio, en lo que se conoce como el Cerro de los Ángeles, donde se encuentran unas lagunillas que con agua son toda una delicia, las Charcas del Loco.

A primera hora me encaminé, desde la plaza del ayuntamiento al paso inferior de la autovía A-6 y, nada más llegar a la explanada donde se encuentra el punto limpio, giré a la derecha para ascender por la escalinata que conduce a la Torre de los Lodones, esbelta atalaya que emerge como un faro de unos riscos que otean a vista de pájaro el pueblo, la Sierra y la planicie madrileña.

Sin llegar a subir a ella, continué por la bonita senda que enlaza, entre encinas y un denso matorral, con la entrada a la urbanización de Las Marías, continuando por el acerado habilitado, no hace mucho, para conectar con la rotonda de la carretera de Galapagar, a la altura del polideportivo.

Crucé el puente, llamado de Outarelo, y me acerqué al complejo deportivo al que, antes de todo esto, iba cuatro días a la semana a practicar tenis y hacer gimnasia y que desde que se decretó el estado de alarma permanece cerrado. Se le echa de menos, y más ahora que hay que recuperar la forma perdida por tanto confinamiento.

Subiendo por la pista de hormigón que queda detrás del polideportivo, pronto se llega al pie de las antenas del repetidor de telefonía móvil y de TV, junto al cual se ubica un albergue de la fundación Apascovi.

La senda continua por detrás del edificio y que, en dirección norte, enseguida alcanza el depósito de agua de Los Ángeles, destinado al abastecimiento del pueblo.

Desde aquí se tienen unas estupendas vistas de los afloramientos graníticos que conforman el Monte de los Ángeles y la planicie de Madrid, en la que sobresale en altura las características torres del Paseo de la Castellana.

Desde el depósito, continué por la senda que desciende, en dirección sureste, hacia el Instituto, rodeado de encinas y jaras en flor que alegraban con sus aromáticos pétalos cada paso.

A los pocos metros, dejé esta senda para proseguir por una que sale a la izquierda y que, en dirección este, se dirige hacia el camino principal de acceso a las charcas, solo que antes de alcanzarlo, continué por una estrecha senda, entre altas jaras, sin duda mejor elección que por la siempre concurrida pista.

Alcanzado el objetivo, pasé junto a una primera charca, cerrada por un muro, antesala de la grande y más bella. Me entretuve en sacar una nutrida colección de fotos desde todos los ángulos, la belleza que tienen este año de lluvias, bien lo merecía.

Bordeándola por su lado este, continué en busca de la charca superior, la que está más arriba, donde se cierra esta especie de pequeño circo glaciar en el que se encuentra ambas lagunillas. La senda pasa junto a enebros, jaras y madre selvas, bajo una sinfonía de aromas de llores que alegran nuestros sentidos.

Esta tercera charca es mucho más pequeña que la principal y suele secarse pronto, en cuanto le falta el aporte de agua de un regato que baja de la parte alta de los riscos, por eso su efímera belleza me resulta aún más apreciada.

A pocos metros de esta charca, en dirección norte y tras una pequeña trepada, se alcanza un risco que hace de magnífico mirador de este bello entorno, en el que la silueta de la torre al fondo pone la guinda a tan espléndido paisaje.

Tras el mirador, surge una senda, en dirección noreste que se adentra en el Cerro de los Ángeles hasta acercarse a muy pocos metros de la pétrea tapia del Palacio del Canto del Pico.

Un poco más adelante, unos riscos graníticos proporcionan unas magníficas panorámicas de este singular paraje en el que la paciencia del agua ha ido esculpiendo sorprendentes formas en las rocas.

Tocaba ahora descender en busca del arroyo del Canto del Pico, al que también llaman del Piojo, hay que tener cuidado, pues el paso por unos grandes bloques de granito puede hacer que se pierdan las referencias.

Vadeé el arroyo, que llevaba más agua de la que esperaba, lógica consecuencia de las últimas y copiosas lluvias. Se percibe la refrescante humedad de la ribera del arroyo, así como el aumento desaforado de la vegetación, a la que se añaden encinas, enebros y pinos. En lo alto de una roca con forma de bola, una pareja de patos emitían sus característicos graznidos en lo que parecía un cortejo primaveral.

A partir del arroyo, la senda inicia una fuerte subida conforme se acerca a la tapia de piedra del Canto del Pico, con algunos tramos reforzados con alambrada en bastante mal estado.

Alcancé el punto más alto de la ruta, al pie de la tétrica silueta del Palacio, que cada vez está más cerca de la ruina desde que volvió a arder parte de su tejado.

Desde el roquedal cercano, que hace de excelente mirador, saqué fotos de este histórico lugar, en el que se vivieron episodios tan notorios como la muerte de Antonio Maura, bajando sus escaleras, la dirección del general Miaja de la batalla de Brunete desde su azotea o las largas idas y venidas de Franco desde el Pardo.

Desde aquí, tocaba regresar, pues la hora impuesta para actividades deportivas no daba para mucho más. El descenso lo hice siguiendo la cresta de los riscos que en dirección suroeste se precipitan hacia el pueblo.

Con excelentes vistas, amplificadas por algún que otro mirador rocoso, la senda serpentea entre grades moles graníticas hasta alcanzar el Canto de la Cueva, en el que se encuentra la pequeña cueva en la que al parecer hay pinturas rupestres, aunque parece ser que no son tan antiguas.

Su acceso se encuentra tapiado y cerrado para evitar actos de vandalismo, como los que de hecho ya se produjeron.

Desde allí, busqué la senda que, en dirección sureste y cercana a los últimos chalets, busca la calle de subida a los Robles, llamada Mar Rojo, para, una vez cruzada, continuar en la misma dirección, pasando por entre riscos y mucha vegetación hasta dar con la carretera de Hoyo de Manzanares.

Por ella descendí, siguiendo los bonitos caminos que recientemente han habilitado junto a la acera. Al alcanzar el parque JH, lo crucé para hacer más ameno este último tramo antes de llegar de nuevo, por la calle Real, a la plaza del Ayuntamiento, dando así por finalizada esta estupenda excursión que califico con 3,5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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