lunes, 28 de octubre de 2019

Excursión X196: Río Guadarrama por el puente del Retamar

FICHA TÉCNICA
Inicio: Villanueva del Pardillo
Final: Villanueva del Pardillo
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 16,8 Km 
Desnivel [+]: 306 m 
Desnivel [--]: 306 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Al río Guadarrama le he visto nacer en el valle de la Fuenfría, a unos 1900 m de altitud, dentro del término municipal de Cercedilla, en la ladera sur de la sierra a la que da nombre. Le he acompañado por varios de sus tramos más significativos, pero por donde discurre en esta excursión, discretamente y sin hacerse notar, es la primera vez.

Su nombre deriva de la expresión árabe guadiarrámel, que se traduciría al castellano como río del arenal. Tiene un recorrido de 131,8 km de norte a sur y desemboca en el río Tajo, por tierras de Toledo.

Para seguir su ribera nos acercamos a Villanueva del Pardillo, aparcamos en la parte norte de la urbanización de Las Vegas y enseguida buscamos su cauce dirigiéndonos hacia el oeste. En este punto el río pasa por una pequeña represa y baja revuelto entre un denso matorral y vegetación de ribera que nos dificultó sobremanera el acompañarle en su descenso.

Por fin logramos llegar a los puentes que lo cruza, el nuevo de la carretera M-509, a bastante altura, y el antiguo, por el que cambiamos de orilla para remontar su margen izquierda, siguiendo una senda muy próxima a su cauce.

Sin apenas darnos cuenta, por estar seco, cruzados el Barranco de la Vigüela y a continuación pasamos bajo la conducción del embalse de Valmayor-Majadahonda, tres impresionantes tuberías de enormes proporciones suspendidas en grandes pilares de cemento.

Cercanos al río, continuamos remontándolo, llegamos al arroyo de la Puentecilla, y a los restos de una gravera entre frondosos árboles y algún que otro seco plagado de hongos, quizás el motivo de su muerte.

Siguiendo los meandros del río, pasamos junto al Cerro de Casa Postas, apenas perceptible por su baja altura, y conectamos con el Camino Virgen de Retamar, sin duda, el tramo más bonito de la ruta.

El camino, muy pegado al río presenta todo tipo de flora de ribera, como zarzamoras, fresnos, juncos, sauces, chopos, todos ellos identificados por carteles informativos, en los que también se detallan las aves y peces que se pueden encontrar por la zona.

Unas mesas y bancos de piedra facilitan el poder disfrutar de una merienda junto al río, muy próximo ya al puente del Retamar, bonito rincón donde se erige esta soberbia construcción del siglo XVIII, en las proximidades de la urbanización Molino de la Hoz, junto a la carretera comarcal M-505, en el límite de los términos municipales de Las Rozas de Madrid y Galapagar.

Cerca del enclave donde ahora se asienta el puente estuvo la antigua aldea de Santa María del Retamar, fundada por repobladores madrileños en la primera mitad del siglo XII y abandonada a finales del siglo XIV.

De esta desaparecida población no queda más rastro que su topónimo, aplicado actualmente al puente, al área recreativa donde éste se halla y a una imagen religiosa, que se venera en la Iglesia de San Miguel, de Las Rozas.

Por su situación a los pies del Puerto de Galapagar y en una zona donde el Guadarrama amplía su valle, Santa María del Retamar siempre fue un lugar muy transitado y paso obligado para salvar el río.

Aquí confluían varios caminos comarcales, que, en el último tercio del siglo XVI, cobraron cierta importancia dentro de la red viaria del centro peninsular, debido a la fundación del Monasterio de El Escorial.

Pero, ante la carencia de infraestructuras que facilitasen un paso rápido y cómodo del río, los desplazamientos de la Corte se hacían preferentemente por el Camino de Valladolid, que unía Madrid con el Real Sitio a través de Torrelodones, Collado Villalba y Guadarrama.

La decisión de levantar un gran puente en la zona de El Retamar se tomó durante el gobierno del Marqués de la Ensenada (1702-1781). Fue construido en el contexto de las obras del Real Camino de Castilla y Galicia, con el objetivo de hacer transitable el paso del Guadarrama a los carros, algo imposible hasta ese momento.

Cruzamos el histórico puente, ahora cerrado al tráfico, y tras pasar una barrera, continuamos por la Cañada Real de Merinas, antiguo Camino del Paredón, que debe su nombre a las paredes que consolidaban la calzada. Al poco, cruzamos el arroyo del Cancho, pudiendo observar a la derecha los restos del Puente Caído, único aún medio visible de los varios que se construyeron hacia 1737, reinando Felipe V, y que fueron destruidos por riadas y la erosión.

Este camino está relacionado con la construcción del puente del Retamar, al ser ambos elementos históricos construidos con la idea de crear un itinerario Real lo más directo posible de Madrid a San Lorenzo de El Escorial.

Por él ascendimos hasta poco antes de alcanzar el Cerro del Paredón, donde iniciamos el regreso descendiendo por el Camino de las Viñas, dejamos a la derecha el Cerro Periquín y la Casa del Cacho Grande, en penoso estado de conservación.

Tras un breve descanso para comer, continuamos el descenso hasta alcanzar la Casa Vinatea, fuertemente vallada por un muro de cemento y con signos de estar habitada o al menos utilizarse. Una pequeña subida nos llevó al Cerro del Búho, descendiendo a continuación por la Loma Vinatea, cruzamos el cauce seco del arroyo de Carcalacueva, que pocos metros más abajo entrega sus aguas al río Guadarrama.

Continuamos unos metros por el Camino de Retamar, abandonándolo para seguir por el que sale a la derecha en dirección sur, que comienza siendo de tierra por el Llano de la Monja y acaba estando asfaltado al llegar a la ganadería Priégola, donde cruzamos el arroyo de Huellas Mojadas y la conducción Valmayor-Majadahonda, ahora soterrada.

Dejamos a nuestra derecha una lujosas mansiones ajardinadas para enseguida lacanzar el aparcamiento donde habíamos dejado los coches, finalizando así esta excursión que califico con 3,5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 21 de octubre de 2019

Excursión X195: Integral de la Pedriza

FICHA TÉCNICA
Inicio: Manzanares el Real
Final: Manzanares el Real
Tiempo: 9 a 10 horas
Distancia: 22 Km 
Desnivel [+]: 1456 m 
Desnivel [--]: 1456 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5+
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
La Pedriza es un fascinante paraje de la Sierra de Guadarrama, un grandioso laberinto granítico compuesto por collados, arroyos, cientos de riscos, canchos, agujas, y paredes rocosas erosionados por el agua y el hielo moldeando llamativas figuras que se asemejan a todo tipo de animales u objetos.

La Integral de la Pedriza, es una ruta circular que rodea a tan maravilloso paraje siguiendo el PR-M 1, y es una de las rutas más clásicas que pueden realizarse de las muchas posibles por este magnífico entorno.

Si bien hay rutas que se adentran en el corazón de este pétreo conglomerado, buscando rincones increíbles e íntimos, quizás éste sea el recorrido más interesante de los que pueden realizarse en la Pedriza, no solo porque nos facilita tener una visión global de ella, si no también porque nos permite contemplar y disfrutar de los lugares más míticos y de las vistas más impresionantes y completas que ofrece este universo granítico de formas imposibles.

En contrapartida, es de lejos también el más exigente, tanto por su longitud y desnivel como por el recorrido, sometido a intrincados pasos, bajo rocas, por pasadizos increíbles que nos obligan a reptar, con continuas trepadas y descensos, que aunque de escasa complejidad, nos obligan a usar las manos en muchas ocasiones, en resumen toda una yincana que pone a prueba nuestra capacidad física y resistencia.

Y para realizar por primera vez esta indispensable ruta que todo senderista debería tener en su historial, nos desplazamos a Manzanares el Real, dispuestos a realizar la circunvalación de la Pedriza en sentido antihorario, que es más exigente que el habitual en sentido contrario, ya puestos, ¡hagamoslo todavía más interesante!

Estacionamos en el aparcamiento de la avenida de La Pedriza, para evitar el tramo urbano hasta la plaza del Ayuntamiento. Iniciamos el recorrido hacia el este, a las espaldas de la Ermita de Peña Sacra, subiendo por la calle las Flores hasta salir por la calle del Clavel a una vereda que bordea unos depósitos de agua y recorre en dirección este los límites de las últimas casa de la urbanización El Arconocal de Manzanares el Real y que a 500 metros enlaza con el mencionado PR-M 1.

Aunque prácticamente todo el recorrido de este mítico PR ya lo hemos pisado en alguna de las muchas rutas realizadas por la Pedriza, nos embarga una cierta emoción el acometerlo en su totalidad por primera vez. Así es que lo enfilamos hacia el norte con entusiasmo.

Este tramo del PR es conocido como Senda de la Rinconada o Senda Maeso, hasta el desvío que lleva a El Yelmo, cerca de La Cara y las Cuatro Damas. Ascendemos con pendiente constante aunque sin mucha exigencia, y conforme ganamos altura, las vistas del embalse de Santillana y del pueblo van mejorando a cada paso, pronto llegamos al collado del Alcornocal, al que otras veces hemos llegado desde la zona de El Tranco, por la senda de El Tamboril y El Indio, y como vamos frescos, ni paramos.

El collado nos proporciona un corta zona sin pendiente, para enseguida continuar ascendiendo, ahora en dirección noreste hasta alcanzar un roquedal con excelentes vistas, ahora ya completas, del embalse y el pueblo. Aquí, giramos hacia el suroeste para en menos de 300 metros llegar al Collado de la Cueva, llamado así porque muy cerca se encuentra la Cueva del Ave María.

Aquí sí hicimos una pequeña parada para reagruparnos, continuando el ascenso en dirección noreste, pronto divisamos la inconfundible silueta de El Caracol, a pesar de que ha perdido los cuernecillos que le habían puesto a modo de antenas. Pasamos entré él, que nos queda a la derecha y El Candelabro, a la izquierda, el curioso risco que se asemeja exactamente a eso.


La senda gira hacia el norte y pasa junto al Risco del Ofertorio o de Las Mozas, mientras a lo lejos observamos el discurrir de un rebaño de cabras saltando de risco en risco. A pocos metros, bordeamos el risco de El Corral, que nos queda a la izquierda, y nos adentramos en La Gran Cañada, enorme pradera que se alarga dirección Este-Oeste más de un kilómetro y por la que pasa el GR-10.

Esta gran explanada nos da un pequeño respiro, pero enseguida toca abandonarla y ascender de nuevo, lo hacemos en dirección noreste, dejando a la izquierda el risco de La Cara de la Gran Cañada. Pasamos junto a un vivac triangular y, a los pocos metros, alcanzamos un roquedal que hace de mirador natural, con magníficas vistas, desde el que nos hacemos unas bonitas fotos de contraluces.

Como hay que continuar, proseguimos el ascenso, ahora giramos hacia el oeste, dejando a nuestra derecha el risco de Los Lunes y junto a él el del Martes, curiosos nombres que nadie sabe a qué se deben. A escasos metros pasamos junto a otro vivac, rotulado como Cueva de Chaman por algún desaprensivo, aunque han intentado borrar tan antiestética pintada, aún es visible.

La senda zigzaguea, primero a la derecha y luego a la izquierda y, nada más rebasar el desvío hacia El Elefantito, divisamos a nuestra derecha la inconfundible figura de El Caracolete, éste muy reconocible, mientras que a la izquierda, nuestra vista se distrae con el movimiento de otra manada de cabras.

Tras un giro a la derecha, la senda toma rumbo norte, pasando por una zona de muchos riscos, que tenemos que sortear, un par de ellos forman pequeñas cavidades, que a unas malas pueden servir de vivac.

Más adelante, los riscos significativos se van sucediendo, dejamos a la izquierda El Falso Acebo, a la derecha el Risco de la Lechuza, a la izquierda el el Risco Forrest Gump (menuda inventiva), a la derecha el Risco de las Cinco Fisuras, éste con nombre muy adecuado a su fisonomía. Tras superar un paso estrecho entre rocas, alcanzamos una pequeña planicie, de donde sale una senda hacia El Yelmo, bien visible a lo lejos, y que lógicamente no seguimos.

Continuamos hacia el noreste, hacemos un giro a la izquierda y pasamos junto al segundo posible desvío al Yelmo, que tampoco seguimos, continuando de frente.

Dejamos a la izquierda el Arco de Cuchilleros, una gran ventana que divisamos mirando hacia atrás, mientras que de frente y a la derecha, destaca la colosal silueta del risco de La Caperucita y hermosas vistas del Cerro de San Pedro al fondo, el embalse de Santillana y hasta de las torres de Madrid.

Con las inquietantes vistas de la cresta de Los Fantasmas a la izquierda y, de frente, el enorme y solitario risco de 1631 metros de altura de El Acebo, aunque hace tiempo que desapareció el arbusto que le dio su nombre.

Hasta aquí hemos recorrido 5,6 km y superado un desnivel de 650 metros Junto a él pasamos para enseguida divisar a nuestra derecha los famosos riscos de La Cara y Las Cuatro Damas, donde paramos a reponer fuerzas y tomarnos un tentempié.

De nuevo en marcha, toca bajar 150 metros en poco menos de un kilómetro para llegar al Collado de la Dehesilla, donde nos reagrupamos y hacemos las foto de grupo, más que nada para tomar resuello antes de emprender una fortísima pendiente de subida, que en 500 metros nos hace ganar 180 metros de altura.

Alcanzamos un par de divertidos pasos bajo rocas, y continuamos hasta superar y bordear hacia la izquierda el Risco de Mataelvicial, cuya primera parte de su nombre está muy bien puesto. Desde unas inmensas rocas a modo de privilegiado balcón tenemos unas excelentes vistas hacia el este.

Por un rato, la pendiente se suaviza hasta volverse el camino llano, caminamos hacia el oeste por un claro entre pinos. Pero la dicha nos dura apenas 200 metros, porque giramos a la derecha e iniciamos de nuevo la subida, superamos un paso estrecho que nos obliga a trepar y pasar a gatas bajo un pedrusco que lo obstruye, poco antes de alcanzar Las Llamas.

Continuamos por un jardín con vistas al Torro, por la derecha, y a la Bola de Navajuelos, por la izquierda. Peñascos que nos hacen sentir como hormigas. Navajuelos es el reino de la roca pura y dura, la quintaesencia de la Pedriza, la Pedriza de la Pedriza. Jardín es otro de los nombres que reciben, en la Pedriza, estas praderitas agobiadas de roca, que no de flores, pero de gran belleza.

Nos damos un nuevo respiro al cruzar la Pradera de Navajuelos, que tiene una belleza que asusta un poco. Al noreste del esbelto mogote de los Suicidas, que luce el perfil maligno y cabezón de una mantis religiosa, se alza el cancho de la Herrada, con su fiera cara sur acantilada de 120 metros, la pared de Santillana. Al suroeste, hace equilibrios la bola de los Navajuelos, a la que le quedan dos telediarios, geológicamente hablando, para rodar de su peana. Y, poco más allá, guardan la puerta meridional del enclave el obelisco inclinado del Torro, una poderosa aguja de tonos anaranjados, y el risco infernal de las Llamas, donde el granito parece arder.

Escondida entre todos estos riscos, la pradera de Navajuelos hace referencia a un navajo, es decir, un navazo, nava o terreno llano rodeado de montañas. situada a medio camino entre los collados de la Ventana y de la Dehesilla.

Superada la pinareja pradera, toca de nuevo ascender, en dirección norte, buscando siempre el mejor paso entre los riscos cimeros de la senda Termes, que así se llama a este tramo del PR-1, serán 110 metros de desnivel en 100 metros de recorrido hasta el Collado de la Ventana.

Al poco de iniciar la trepada, tenemos que arrastrarnos por un túnel natural, bajo unas peñas desgajadas del Cancho de la Herrada.

Al otro lado, como recompensa, una gran roca a modo de mirador natural nos regala unas estupendas vistas de la planicie y el embalse de Santillana, donde parece que la roca de la Pedriza se funde llameante bajo su peso inconcebible ante la mirada del Cerro de San Pedro.

Dejamos a nuestra derecha la gran mole que forma el penacho del Cancho Gayuba, para enseguida rebasar el risco de la Ventana y, girando ligeramente a la izquierda, llegar al Collado de la Ventana. De buitre pedricero son las vistas que se dominan desde aquí sobre la hoya de San Blas, la Najarra, Miraflores de la Sierra y Soto del Real.

Conseguido nuestro cuarto collado, descendimos hasta el quinto, el Colladode la U, de nombre descriptivo donde los haya, del que nos separan poco más de 500 metros. Caminamos rodeados de moles graníticas que convergen en el Callejón de la Abejas, vertical angostura llamada así por la existencia en el pasado de colmenas en esta parte de la Pedriza.

Desde este privilegiado mirador, se tienen las mejores vistas de la Pedriza más recóndita y desconocida, aquella que pervive al margen de las excursiones clásicas y las zonas de fácil acceso.

El Risco de las Damas y las impresionantes moles rocosas del Cocodrilo, las Nieves y La Ventana son referentes de alpinistas que a mediados de la centuria abrieron a través de las vertiginosas caras norte de estos riscos las que fueron consideradas las escaladas más difíciles de España.

Dejamos a nuestra izquierda tan mítico canal y, en dirección norte, enfilamos hacia Las Torres, estamos a 1,7 Km y 220 metros de ellas, el punto más alto del recorrido.

Pasamos junto al Puro, estilizado risco del que no hay que aclarar de dónde le viene su toponimia, a continuación otro paso bajo rocas (con éste van ya cinco), que nos obliga a quitarnos las mochilas, trepar y pasar por estrecheces que ponen a prueba nuestra flexibilidad.

Superado el complicado paso, enfilamos en dirección noreste el tramo final que nos lleva a Las Torres de la Pedriza, pasando entre el enorme risco de proporciones macizas de La Esfinge, a nuestra derecha, y el callejón del mismo nombre que dejamos a la izquierda, mucho más corto que el de las Abejas.

Una trepada más nos pone a los pies de un vivac, construido meticulosamente con piedras aprovechando un abrigo entre rocas, con buenas vistas de la Esfinge y la Aguja Singer por las que acabamos de pasar. Continuamos dejando a nuestra derecha, en este orden, El Loro, el Risco del Ventanillo y El Dedo, todos ellos de reconocible figura. A la izquierda dejamos el risco de El Perro y El Dedo de Dios, que no apreciamos al pasar, pero que sí captó mi cámara.

Por fin llegamos a las proximidades de las Torres y los Gavilanes, en la explanada conocida como el Comedor de Termes, así bautizado en honor del banquero y excursionista madrileño amante de estos andurriales y que nos pareció un sitio idóneo para dar cuenta de los bocadillos y hacer una merecida parada, después de haber alcanzado prácticamente el punto más alto de la ruta y haber completado la mitad de su recorrido.

Resguardados del viento y junto a unas piedras colocadas en círculo se estaba de maravilla.

Poco descanso tuvimos para tanto mérito, pues había que completar el redondel, así es que de nuevo mochilas a las espaldas y a bordear por su cara norte las escondidas cuatro Torres de La Pedriza, consiguiendo en el collado situado tras la Cuarta Torre, ahora sí, la cota más alta del día 1998 metros. Desde este remoto punto tuvimos unas preciosas vistas de la Cuerda Larga, medio cubierta de nubes, y del Collado de Matasanos, que señala el límite de ésta con La Pedriza.

Iniciamos el descenso, en dirección sureste, bordeando por la cara norte la Peña del Rayo, justo por donde pasa el PR-M 2, el sendero que une La Pedriza con Cuerda Larga. Enseguida alcanzamos el Collado de Prao Poyo o del Mirandero, privilegiado mirador como señala uno de sus nombres.

Excepcionales son sus vistas hacia el interior de la Pedriza, donde se identifican todas las agujas de la parte alta del circo: el Cocodrilo y el Risco de las Nieves, colgados sobre el callejón de las Abejas, los Hermanitos algo más arriba, la Bota, que surge solitaria en mitad del amplio bosque y, cerrando el horizonte, las Torres.

La senda se aplana hasta dejar por la izquierda el Cancho del Centeno, supera unas amplias pedreas y gira hacia el sur para internarse un corto tramo en el bosque, asciende suavemente por suelo rocoso hasta el borde inferior de un amplio pinar que ocupa la ladera occidental de esta parte de la montaña.

A lo lejos divisamos la inconfundible silueta de los Tres Cestos, el risco más característico de la Cuerda de las Milaneras, que recorremos por su cara norte, pasando a los pies de Canchos del Risquín y Risco de la Milanera hasta alcanzar la Portilla de Tres Cestos.

Aquí cambiamos de vertiente, pasando a la cara Este. Bordeamos la alargada figura de los Tres Cestos, que dependiendo del ángulo desde el que se mire, más parece el rostro de un anciano, el Patriarca le llaman algunos.

Bordeando el Risco de la Covacha pasamos junto a una placa en una de las rocas que recuerda a un montañero fallecido. El camino asciende unos metros y afronta enseguida una bajada especialmente dura, por la cara este de La Gran Milanera, que nos obliga a descender fuertes pendiente, descolgándonos a cada paso como pudimos. En uno de ellos vimos una pequeña cadena, que poco ayuda en bajada, si acaso algo si se asciende.

Este paso lo había recorrido varías veces subiendo, pero nunca bajando y doy fe que es mucho más complicado esto último. El interminable descenso del canal pasa a continuación por un un robledal, del que sale a la izquierda una imperceptible senda que se dirige en horizontal hacia el puente de los Poyos. Nosotros continuamos el descenso, cruzamos un pinar en cuyo extremo sale una senda hacia los Llanillos y Cuatro Caminos.

En este punto giramos a la derecha, para ascender ligeramente por el pinar en dirección oeste, para luego girar hacia el sur.

La senda pasa bajo unas rocas, aunque algunos lo hicimos por encima, y desciende hacia el risco conocido como La Diligencia, de reconocido aspecto, y que nos queda a la derecha. De frente el Carro del Diablo, una llamativa mole rocosa situada al sur del Collado de la Romera, donde nos encontramos.

Cruzamos el collado y giramos a la derecha para ascender entre rocas, y volver a descender enseguida. Dejamos a nuestra derecha una roca que parece un perro, pero que curiosamente no tiene nombre oficial y que deja ver tras él una bonitas vistas. Tras algunos descuelgues, llegamos al Collado de la Canaleja, que da paso al Jardín de la Campana, que toma nombre del risco situado en su lado Este, que tiene esta forma evidente, que hace honor a su nombre y desde el que unos buitres nos vigilan.

Todavía nos quedaba un último descenso "divertido", el del canal del Pajarito. El estrecho callejón está delimitado por la pared oriental del Pajarito y el inconfundible risco de La Vela y el Galisol, que forma una curiosa forma de cara, sólo visible desde la parte alta del canal. Al otro lado, el Castillete proporciona la otra pared del callejón.

Un sendero perfectamente marcado nos desciende, en dirección sur, al Collado del Cabrón, en referencia a los ovinos que suelen verse en esta importante encrucijada pedricera al que llegan cinco caminos diferentes. Junto a los grandes bloques graníticos que salpican su explanada, nos tomamos un pequeño descanso y algo de picar.

Echamos una última mirada a los riscos del Pajarito de donde veníamos y, en dirección suroeste, descendemos raudos por una cómoda pista que zigzaguea entre un frondoso pinar, para luego girar hacia el sureste e ir acercándonos progresivamente al río Manzanares, hasta acabar cruzándolo por el puente de madera de Canto Cochino.

Subimos la pista que nos lleva al aparcamiento de este lugar, llamado así por el peñasco que hay tras los quioscos, que asemeja la pata de un cochino.

Teníamos la vaga esperanza de poder encontrar el quiosco abierto, pero no fue así, por lo que cruzamos el aparcamiento y proseguimos, en dirección sur, paralelos al río Manzanares, pasamos junto al indicador de cumbres que hay junto a la senda, donde nos hicimos de nuevo fotos, ¡no sé cuántas llevaría ya!

A unos 600 metros del aparcamiento, volvemos a cruzar el río, por otro puente de madera, descendiendo la desde aquí por su margen izquierda, en dirección este.

Por aquí coincide el PR-1 con el GR-10. Pasamos al lado del quiosco La Foca, llamado así por el risco que se alza frete a él con esa forma. Nos tomamos con tranquilidad esta parte final de nuestro periplo, disfrutando del bonito paisaje de ribera que nos ofrece la Garganta Camorza.

Con el sol a punto de irse a dormir llegamos al área Recreativa de El Tranco. Continuamos cerca del río pero cruzarlo hasta alcanzar el aparcamiento de la Avenida de la Pedriza donde habíamos dejado diez horas antes los coches.

Las cañas de celebración nos las tomamos, ya de noche, en un bar del centro de Manzanares el Real, culminando así esta exigente pero magnífica excursión que hilvana todas las cumbres que componen este maravilloso y espectacular lugar que es la Pedriza.

Ha sido una sucesión de cuestas, collados (9), praderas, vivac (5), trepadas, pasos bajo las rocas (5) y riscos de sugerentes formas por un entorno excepcional que hace que la Integral de la Pedriza sea una de las rutas míticas de la Sierra de Guadarrama y que se merece 5 estrellas y porque no haya más.
Paco Nieto