lunes, 24 de febrero de 2020

Excursión X209: Cascada del Huevo y la Chorranca

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Pradera de Navalhorno
Final: La Pradera de Navalhorno
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 14,7 Km 
Desnivel [+]: 746 m 
Desnivel [--]: 746 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Esta semana queríamos disfrutar de una ruta por bosques y, puestos a elegir, qué mejor opción que los magníficos pinares de Valsaín, declarados por la Unesco reserva de la biosfera.

El pinar de Valsaín es uno de los bosques maduros de pino silvestre mejor conservados de España, ello se debe en parte a su origen como reserva de caza de la monarquía española y por el posterior aprovechamiento sostenible de la industria maderera.

Fue Carlos III el que compró una gran extensión de esta sierra que comprendiera los montes de Valsaín, los de Riofrío y la mata del Pirón, para el desarrollo de sus prácticas de caza.

La tala en los bosques de Valsaín sigue una dinámica sostenible hasta el día de hoy. La explotación maderera está ligada al aserradero, el Real Aserrío de Valsaín, que inició su andadura bajo el patrocinio de la Casa Real en el año 1884.

Y para disfrutar de estos bosques, nos reunimos en la Pradera de Navalhorno, desde donde echamos a andar hacia el aserradero, bajo hileras de castaños de Indias que mayoritariamente delimitan el trazado de las calles de esta población que surgió como alojamiento de los gabarreros, jornaleros e industriales, procedentes del País Vasco, dedicados a la explotación de la madera de los bosques de Valsaín.

Pasamos junto a la aserrería, en la que una pareja de cigüeñas preparaba el nido, encaramado a lo más alto de una chimenea de ladrillo. Cruzamos un curioso portón que da acceso a un extenso robledal, dejamos la pista y continuamos por el camino que enseguida sale a la izquierda. En una pradera, montones de troncos de pinos perfectamente alineados esperan a convertirse en tablones.

El día era espléndido, sin nubes y con una temperatura ideal para caminar. Poco antes de alcanzar el arroyo de la Chorranca, giramos a la izquierda para seguir una senda que nos lleva a la bonita cascada del Huevo.

Costaba cruzar el arroyo para verla desde su lado bueno, unos inestables troncos me facilitaron la operación. Es éste un salto de agua de poca altura que ha labrado en el granito una poza en forma de huevo antes de caer en otra más amplia. El gran caudal de agua que arrastra el arroyo hacía atronador el incesante golpeo de ésta en la poza.

Regresamos sobre nuestros pasos hasta alcanzar el puente Negro sobre este arroyo, donde giramos a la derecha para seguir una pista que enseguida abandonamos, continuando a la izquierda por el camino forestal de Majalapena.

A pocos metros, el camino se acerca a la orilla del arroyo de la Chorranca, que muestra, en este tramo, una sucesión de pequeños saltos y pasos del agua entre rocas preciosos.

Cruzamos este hilo de vida por el bonito puente del Vado de los Tres Maderos, toponimia que sin duda recuerda la forma de cruzar el arroyo antes de construir este puente de piedra. Iniciamos aquí el ascenso a la Silla del Rey por una sucesión de pistas por las que se salva un fuerte desnivel, en las que a veces tratamos de recortar sus pronunciadas curvas o seguir sendas paralelas a las pistas de asfalto para un mejor caminar.

Al paso por la Tolla de los Guindos, vimos más montones de troncos y marcas en forma de círculos rojos en algunos de los pinos, la señal de que su fin está cerca.

La edad de corta del pino silvestre es de unos 120 años. La forma tradicional de explotación de estos bosques es la de realizar clareos en los pinares. En los claros que se abren por la corta de los pinos adultos el índice luminoso se eleva lo que facilita la germinación de los piñones y, de este modo, una nueva generación de pinos.

Con el tiempo se va sustituyendo la masa de árboles adultos por nuevos pinos jóvenes regenerando, completamente, el pinar.

Al principio la masa de pinos jóvenes es muy tupida, pero va progresivamente disminuyendo por proceso natural y por la intervención humana, que realiza diferentes limpiezas y cortas hasta alcanzar la densidad conveniente para un óptimo desarrollo del árbol.

Bordeamos la Peña de los Acebos, aunque no vimos ninguno de estos bonitos arbustos que encontramos, eso sí, en otras partes de la ruta. Dejamos la amplia pista para seguir otra más estrecha y arenosa y muy empinada, que remonta en dirección noreste hacia la Silla del Rey.

A poco más de la mitad, la fuente del Nevero nos proporciona un respiro y una buena excusa para descansar un rato, mientras bebíamos de su fresquita agua, que manaba de su caño.

Recuperadas parte las fuerzas continuamos el ascenso entre los majestuosos pinos que dejaban pasar los rayos del sol como si de cuchillos de luz se tratase. Por fin conectamos con otra pista asfaltada y, tras un par de curvas, alcanzamos el collado que hay a los pies de la Silla del Rey.

En su verde pradera paramos a tomarnos el tentempié de media mañana, al calorcito del sol, sentados en unas grandes piedras en medio de la planicie, con el canto de los pájaros como melodía de fondo, todo un privilegio.

En cuanto nos pusimos de nuevo pie, echamos a andar en dirección a la cima, poco más de 60 metros de altura nos quedaban desde la pradera para alcanzar los 1689 metros a los que está la centenaria y pétrea Silla, singular berrueco de la cimera del cerro del Moño de la Tía Andrea, situada junto a unos pinos, encima de unas grandes piedras.

El rey Francisco de Asís la mandó erigir en lo alto del mejor oteadero de los montes de Valsaín para contemplar el Real Sitio y los paisajes guadarrameños y segovianos en medio de los que se alza. En ella reza la siguiente inscripción, algo borrosa por el paso del tiempo: “El 23 de agosto de 1848 se sentó S. M. Don Francisco de Asís de Borbón”. Y nosotros, para no ser menos, de uno en uno fuimos aposentándonos en tan regio trono.

Apenas dos años antes de la referida inscripción, en octubre de 1846, el entonces infante don Francisco de Asís de Borbón, duque de Cádiz, fue casi obligado a casarse con Isabel II, reina desde los 13 años, de la que era primo hermano por doble vía, pues era hijo del infante Francisco de Paula Borbón y nieto de Carlos IV y Luisa Carlota de Borbón, quien a su vez era nieta del mismo Carlos IV.

Elegido por ser hombre apocado y de poco carácter, que no iba a interferir en política. La boda se celebró en Madrid el 10 de octubre de 1846, el mismo día que Isabel cumplía 16 años.

Nadie en la Corte daba un duro por su descendencia, pues se barruntaba que, además de impotente, era cornudo, sospechas que luego serían desmentidas (o confirmadas, según) por los varios embarazos de la reina.

Hay quien señala que era por esas sangres tan poco ventiladas por lo que los cuadros que lo retratan le muestran meditativo y algo mustio, como enfermizo. Aunque otros subrayan que la melancolía que emana de su figura se debió a su desventurada vida familiar, pues de los once hijos que tuvo sólo salieron adelante cuatro, y uno de los cuatro vástagos supervivientes fue Alfonso XII, nacido en 1857 y tatarabuelo de nuestro Juan Carlos I.

Hoy el sillón de piedra permanece medio arrumbado como una antigüedad inútil entre altos pinos silvestres​, tan altos que apenas permiten vislumbrar retazos de la llanura segoviana, migajas de la que otrora debió de ser una magnífica vista.

Así es como la naturaleza nos recuerda que ella queda y crece, mientras que nosotros estamos de paso, por muchas sillas, cátedras y tronos que mandemos labrar.

Tras emborracharnos de tanta realeza, iniciamos el descenso, por el camino más fácil, por donde habíamos subido, con bonitas vistas de Peñalara aún con algo de nieve de frente, y nos encaminamos a nuestro siguiente objetivo, el arroyo de la Chorranca y su imponente salto de agua.

Para llegar al arroyo, seguimos la pista que se vislumbra a la derecha, conforme descendemos de la Silla del Rey. Primero en dirección sur y, al poco, en dirección sureste, bordeando un cerro hasta alcanzar la máxima altura de esta ruta, 1745 metros.

Para comenzar el descenso, seguimos una poco definida senda a la derecha, que desciende hasta dar con la pista que habíamos dejado al principio, muy cerca de la fuente de la Chorranca, lugar donde nos reagrupamos antes de ir a buscar el arroyo que le da nombre y sus cascadas concatenadas, que desparramaban con estruendo su abundante agua, procedente, 300 metros más arriba, del puerto de los Neveros, donde nace.

Dejándolo a la izquierda, entre pinos, nos fuimos acercando a su cauce hasta coincidir con él, justo antes de que sus aguas se precipiten por un cortado rocoso de 20 metros de altura, para acto seguido, tropezar con otro escalón que lo obliga a dividirse en dos chorreras gemelas, completando de esta forma un triple salto de belleza mortal, el más original y bello de la sierra y uno de mis lugares preferidos.

Tras las innumerables fotos con la preciosa cola de caballo de fondo, y parada placencetera para dar cuenta de los bocadillos, continuamos el empinado descenso, con la certeza de que la belleza del lugar había justificado el esfuerzo de llegar hasta allí.

Con el arroyo resonando a nuestra izquierda, descubriendo, poco después, al otro lado del arroyo, la vieja cacera que, procedente del arroyo de Peñalara, se descuelga en catarata por la brava ladera antes de unirse con el de la Chorranca y llevarse parte de su caudal hacia los jardines de La Granja.

Al perder la senda la pendiente, donde el arroyo de la Chorranca gira hacia la derecha en dirección noroeste, buscamos el mejor sitio para vadear la cacera y un poco más abajo el arroyo, con la ayuda de unos troncos a modo de rústico puente.

Tras cruzar la pradera de la Cabrerizas, lugar utilizado como cargadero de troncos, alcanzamos una pista asfaltada, que seguimos a la derecha para enseguida abandonarla a la izquierda para hacerle una visita al Cueva del Monje, lugar de leyenda y encanto, donde hicimos una breve parada, algunos con sisestecita incluida, mientras otros nos encaramábamos a lo alto del risco.

Continuamos volviendo a la pista por la que llegamos, para al poco, dejarla para seguir una senda que sale a la izquierda en dirección noroeste hacia el Cerro del Puerco, en cuya cima se abre una zona llana, con grandes lanchares graníticos y hermosas vistas.

Conocido sobre todo, por haber sido uno de los lugares en los que, durante la "Batalla de La Granja", en la Guerra Civil española, se produjeron unos cortos pero brutales combates, en los que aún hoy reconocibles fortificaciones que el ejército sublevado levantó en el cerro, a marchas forzadas en 1937, fueron la clave del rotundo fracaso del ejército republicano de tomar esta posición y avanzar hacia Segovia.

Contemplando, con inevitable tristeza, el hipotético escenario de la batalla y con unas inmejorables vistas de Cabeza Grande, la Cruz de la Gallega, Matabueyes, el Montón de Trigo, Siete Picos, Valsaín, la Granja e incluso Segovia.

Ya solo nos quedaba bajar a La Pradera por una desdibujada senda que pasa junto a un fortín y enlaza con una pista con un par de zetas que enseguida nos plantó en el camino de la Granja a la Pradera y de allí a nuestro punto de salida, frente al bar la Pradera, que ahora se llama La Tomasa, donde celebramos con frescas cervezas la finalización de esta bonita ruta entre bosques e historia y que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

lunes, 17 de febrero de 2020

Excursión X208: Peña El Águila y La Peñota

FICHA TÉCNICA
Inicio: Majavilán. Dehesas de Cercedilla
Final: Majavilán. Dehesas de Cercedilla
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 14,6 Km 
Desnivel [+]: 987 m 
Desnivel [--]: 987 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 3

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Dicen por ahí que ‘no hay dos sin tres’, pero a la vez que ‘dos son pocos y tres multitud’. Además tenemos los Tres Mosqueteros, los Tres Sobrinos del Tio Gilito, ‘Tres eran Tres las hijas de Elena’, las Tres en Raya, en épocas remotas me pasaba el día escuchando Radio 3, etc, etc… Pero es que además, tres son los picos de La Peñota y, como no, tres, tan solo tres, los participantes en esta jornada de lunes, cuyo objetivo era precisamente alcanzar esos tres picos de La Peñota.

Éramos tan pocos que nos planteamos que no hubiera excursión, por ser tan reducido y sobre todo porque ninguno de nuestros habituales guías podía venir, y había un poquito de temor ¿seriamos capaces de no perdernos sin ninguno de ellos? Pero bueno, haya que fuimos. Y no nos perdimos.

El punto de arranque era el aparcamiento de Majavilán, en las Dehesas de Cercedilla, muy cerquita del Hospital de La Fuenfría. El mismo que tuvimos tres semanas antes (excursión X205). Aunque el panorama este lunes era muy distinto al de entonces. No íbamos a necesitar polainas, ni pinchitos, ni raquetas. En vez de todo lleno de nieve, ahora no había ni gota. El cielo en vez de azul estaba encapotado, más de lo previsto. 

Poco después de las diez comenzamos a caminar. El arranque iba a ser igual al de aquella ocasión, subimos un poco hacia la derecha para coger el Camino Viejo de Segovia, que rápidamente abandonaríamos, desviándonos hacia la izquierda, ascendiendo por la Senda de Marichiva con buena pendiente. Y que, tras un rato de no parar de subir, nos llevó cruzando la zona de El Hoyuelo hasta el Collado de Marichiva. Frontera con la provincia de Segovia, marcada por una valla de piedra. En algo más de un par de kilómetros habíamos ascendido 350 metros.

En este punto nos dividimos, ¡todos los que éramos y nos dividimos! Uno de nosotros toma la Pista de La Calle Alta, hacia la izquierda, para ir directamente hasta el Collado del Rey, donde nos reuniríamos mas tarde, es una pista ancha y de fácil andadura. Los otros dos cruzamos la valla, entrado en territorio segoviano y, pegaditos a la valla-frontera nos dirigimos aún con más pendiente hacia la Peña del Águila, siguiendo la Vereda del Infante, coincidente con el trazado del GR-10.

Según vamos ascendiendo van desapareciendo los pinos, y nos metemos en la nube que hasta ahora nos tapaba el sol, por lo que estamos en niebla. De vistas, por tanto, mas bien poco. Incluso aparece el viento frío, que obliga a que nos abriguemos todo lo que podíamos. 

Tras otros dos kilómetros de ascenso fuerte por la Vereda del Infante, pero fácil y constante, llegamos al que sería el punto más alto de la jornada, La Peña del Águila (2008 metros de altitud). Nos hacemos algunas fotos en la pequeña pirámide de piedras que hay en su cumbre.

Seguimos unos metros más por la vereda-frontera y cruzando de nuevo al lado madrileño encontramos unos restos pétreos de varias cabañas o refugios, que nos sirven de cobijo para protegernos del viento y poder hacer una breve parada para comer algo a modo de ‘Angelus’. ¡No hay vino, ni en bota ni en botella, ni caldito calentito! ¡Nuestros habituales proveedores no han venido! ¡Que sosería de aperitivo!

Seguimos por la frontera, ahora en descenso, hasta el Collado de Cerromalejo (1774 metros). Aquí, ante la niebla que teníamos, el viento y las nulas vistas, nos surge una duda: ¿bajamos a la cercana pista de La Calle Alta, o seguimos a La Peñota según lo previsto? Pues que va a ser ¡a por la Peñota que vamos!, que bien cerquita estaba, a unos 800 metros.

Por tanto seguimos de nuevo en ascenso, al poco aparece la piedra, por algo esto se llama Peñota. Fotos en el primer piquito que encontramos (1936 metros). Un poco más y en la base del segundo, el más alto, dejamos bastones y mochilas, para trepar por las rocas con más facilidad. Estaban bastante húmedas debido a la niebla que aquí arriba era algo llorona, por lo que debíamos movernos con cuidado para evitar peligrosos resbalones. 

Llegamos a la cumbre de La Peñota, al vértice geodésico (1944 metros), donde nos hacemos alguna foto rápida para dejar constancia de nuestro logro, enviándolas rapidito a los que se habían quedado en casa. No estoy muy seguro de si conseguimos darles envidia. Alguna de las fotos la hicimos dejando el móvil apoyado en una roca, con el consiguiente riesgo de que se volara y desapareciera para siempre. Y retrocedemos sobre nuestros pasos por las húmedas rocas hasta las mochilas. 

Más tarde, ya en casa, reflexioné sobre este último ‘trepar por las rocas’. Como había niebla, apenas veíamos más allá de seis u ocho metros, por lo que no éramos conscientes del abismo de caída que teníamos a nuestros pies, y que se aprecia muy bien mirando La Peñota desde la vertiente madrileña. Seguramente, sin esa niebla no nos hubiéramos arriesgado.

Por cierto, mirando la montaña desde este lado, cuesta creer que La Peña del Águila tiene más altura que La Peñota ¿verdad?, pero ya veis, así es. 

Bueno, el caso es que tras ese breve retroceso, ya fuera de la peligrosa zona roquera, iniciamos un pronunciado y escarpado descenso por la zona llamada Los Poyalejos, que nos llevaría directamente hasta el final, o el inicio, de la Pista de La Calle Alta, en que se encuentra el Collado del Rey (1620 metros). Aquí nos unimos de nuevo al otro miembro del mini grupo que, como he citado antes, se desvió en el Collado de Marichiva. Llevaba esperando un rato, por lo que había tenido tiempo de comer y todo.

Tomamos la Pista de la Calle Alta, retrocediendo por la Pradera de Navalcampillo, camino muy fácil y ancho. Kilómetro y medio más adelante llegamos a la Fuente del Astillero, en la misma pista, que abastece al Arroyo del Butrón. Es una fuente grande, con pilón y todo, lleno de algas verdes y bonitos reflejos. Aquí paramos un rato, comimos los que no lo habíamos hecho, insisto ¡sin vino ni caldito! Y nos hacemos la ‘foto de grupo’, de ‘mini grupo’, de ‘micro grupo’.

Seguimos por la pista, en la zona de la Loma de la Cierva, y a unos 500 metros de la fuente la abandonamos, desviándonos por el sendero que sale a la derecha, llamado Vereda de la Piñuela.

Por la Ladera del Infierno seguimos descendiendo hasta el arroyo del Infierno, en que girando a la derecha seguimos descendiendo, con más pendiente, prácticamente siguiendo su curso. Hasta que un par de kilómetros más adelante, y unos 350 metros de desnivel, alcanzamos la pista por la que habíamos comenzado, el Camino Viejo de Segovia. 

Lo tomamos y por él caminamos, hacia la izquierda, durante algo más de un kilómetro y. cruzando el Arroyo de Pinolobero, continuamos prácticamente hasta el punto en que lo habíamos tomado al inicio de la jornada, en el cruce con el arroyo de Majavilán.

Desde aquí ya veíamos el aparcamiento a unos doscientos metros. Y llegamos al final. Junto al aparcamiento se encuentra la Fuente de Majavilán, en la que hay quien aprovecha para limpiarse las botas, ya que un momento antes había tenido la ocurrencia de pisar una ‘caca de vaca’, y no era buena idea meterse así al coche. En mi coche.

Y fin de la jornada. Bueno no, nos quedaba cerrarla con una cervecita en el bar de la estación de tren de Cercedilla. Y tras ella, ahora sí, vuelta a casa. 

En fin, bonita y sencilla excursión, de unos 14 kilómetros, y seguramente con grandes vistas de las que no pudimos disfrutar. Que seguimos sin dificultad, aunque no llevásemos nuestros guías habituales. Pero que, entre otras, contó con la peguilla de que éramos pocos, muy pocos, solo tres ¿dos son pocos y tres multitud? En fin, por estas cosillas la dejaré en 4 estrellas.
Jorge Montero

FOTOS

lunes, 10 de febrero de 2020

Excursión X207: Cabezas de Hierro desde Cotos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 13 Km 
Desnivel [+]: 963 m 
Desnivel [--]: 963 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Los pronósticos del tiempo unas veces aciertan y otras, no tanto, sobre todo en alta montaña, donde los cambios son menos previsibles.

Y esto es lo que nos ocurrió al iniciar esta ruta, daban algo de nubes, pero pronto saldría el sol. Lo anterior se cumplió, pero lo que no esperábamos era encontrarnos con una espesa niebla que lo empapaba todo.

El contraste entre el sol radiante que teníamos por la carretera y lo que nos esperaba en el Puerto de Cotos, fue tremendo, tanto que nada más llegar decidimos tomarnos un café en Venta Arias para levantar nuestros alicaídos ánimos, a la espera de que mejorase un poco. Hasta el humor de los camareros parecía estar agriado, como el tiempo, aunque esto en éste establecimiento es lo habitual.

Resignados a mojarnos, nos pusimos las prendas de lluvia y emprendimos la marcha. Cruzamos la carretera para remontar la cuesta que hay justo enfrente de la Venta para seguir la senda que , en dirección sur, va a dar con la carretera M-861, la que sube a Valdesquí.

Nada más cruzar la carretera nos internamos en la pradera desde la que se tiene en otras condiciones una bonita panorámica de nuestro objetivo de hoy: Cabezas de Hierro. Pero la niebla solo nos dejaba ver una decena de metros por delante de nosotros y nos perdimos tan espléndida panorámica.

Descendemos por el PR-27, junto al regato que va a dar al arroyo de las Guarramillas, al que cruzamos por la pasarela de madera, dejando el PR, que continua por la izquierda y que utilizaríamos a la vuelta. Torcemos a la derecha, con la idea de seguir una senda, marcada en la cartografía del IGN, que alejándose del arroyo de las Guarramillas, se dirige en línea recta hacia el remonte del Collado.

Pero, como ya nos ha ocurrido en otras ocasiones, de la senda, tan bien trazada en los mapas, ni rastro. Solo encontramos piornos y más piornos, que con la niebla estaban cubiertos de agua y hacían que se nos empaparan los pantalones y las botas.

Al cruzarnos con una senda, ésta más visible, que en sentido transversal cortaba a la supuesta nuestra, decidimos abandonar toda esperanza de seguir ascendiendo en línea recta y seguirla ala derecha para acercarnos de nuevo al arroyo, buscando terreno ya conocido.

Al alcanzar la estrecha senda que remonta el arroyo de las Guarramillas, volvimos a contemplar el siempre placentero espectáculo del agua, y era mucha, fluyendo con prisa entre las piedras hacia su destino final, el mar.

Pasamos junto a lo que queda de una pequeña presa de hormigón, por la que pasa el arroyo sin dificultad a través de una gran abertura, curiosamente cerrada por una cancela. Supongo que en tiempos se utilizaría para dar servicio a la estación de Valdesquí.

Pronto estábamos frente al aparcamiento de la estación, momento en el que giramos a la izquierda para seguir otra supuesta senda, entre piornos mojados y niebla que no dejaban ver por dónde pisábamos, complicando un poco la de por sí empinada pendiente.

Pero lo mejor estaba por llegar, entre tramos de nieve compacta, un par de pedregales, con afilados cantos graníticos, que pusieron a prueba nuestra capacidad de saltar bloques mojados y resbaladizos sin dejarnos los dientes en el intento.

Por fin, llegamos al remonte del Collado, en el que los telesillas estaban parados, a la espera de nuevas nevadas que vuelvan a poner en funcionamiento las pistas de esquí, y que nos sirvieron de cómodos asientos mientras llegaba el resto del grupo.   

Una vez agrupados, continuamos ascendiendo por la senda que, en dirección sureste, bordea la loma del Cerro de Valdemartín por su cara norte, con tan buena suerte, que el cielo comenzó a abrirse para dar paso a un radiante sol que nos iluminó el valle y las montañas para regocijo de nuestra vista. ¡Por fin pudimos contemplar las enormes panzas de Cabezas de Hierro!

Poco antes de alcanzar el Collado de Valdemartín, dejamos la senda porque el último tramo estaba cubierto de nieve y es bastante aéreo, por lo que, a falta de crampones y piolets, era muy peligroso cruzarlo. Esto nos supuso alcanzar la Cuerda Larga (PR-11), 400 metros antes del Collado de Valdemartín.

Inundados de alegría por las maravillosas vistas, cuando creíamos que no íbamos a poder disfrutarlas, nos reunimos en el collado, contemplando en todas las direcciones cómo el cielo azul jugueteaba con los últimos vestigios de niebla, mientras el sol se reflejaba en la nieve de la vertiente norte de las cimas.

Con mucho ánimo, ascendimos los pedregosos 2.376 metros de la cima de Cabeza de Hierro Menor, que proporcionaban estupendas vistas de todo su entorno y en especial de su hermana mayor y la Bola del Mundo.

Nos dio cierto pánico pensar que tuviéramos que regresar por donde habíamos subido, dado que las vistas que desde aquí teníamos del recorrido previsto, la fuerte bajada del PR-27 precipitándose hacia el circo de las Cerradillas, no eran muy tranquilizadoras. La nieve cubría todo el recorrido y no sabíamos en que estado estaría. 

Mientras los demás descendían entre los grandes pedruscos de la vertiente oriental de la cumbre, con algún que otro resbalón sin mayores consecuencias, yo me adelanté para acometer el segundo objetivo del día, Cabeza de Hierro Mayor.

Sus escuetos 4 metros de diferencia con su hermana, le dan el título, y 48 menos que Peñalara le quitan el de ser la montaña más alta de Madrid, pero ya se sabe al segundo, nadie le recuerda.

Su vértice geodésico, con 2.380 metros de altura, contempla en solitario el valle del Lozoya y su embalse de Pinilla, al norte, en el lado opuesto, al sur el del Manzanares y su embalse de Santillana. Al este, una vista única de la Pedriza y la Loma de Pandasco. Al oeste, la Bola del Mundo o Alto de las Guarramillas y la Maliciosa, amén de los Montes Carpetanos, Peñalara Abantos, las Machotas y medio Madrid, todo un lujo a nuestro alcance, que gracias al maravilloso día que había quedado pudimos contemplar.

Por suerte, la nieve no estaba tan dura y permitía avanzar por ella sin mayores dificultades que algún que otro culatazo, por lo que el descenso hacia el circo de las Cerradillas fue posible, ganando así emoción y vistas.

Tras una breve parada para tomar los bocadillos junto a un risco, continuamos el descenso por el PR-27, lanzándonos al abismo, en un descenso de notable pendiente, por un interminable canchal en el que la nieve lo cubría todo, haciendo divertido, aunque algo arriesgado el descenso, lo que hizo que alguna prefiriera ir por el piornal, con peor suerte porque un resbalón le produjo un fuerte golpe.

Pasado lo peor, cruzamos el arroyo que recoge el deshielo del desfiladero por el que habíamos bajado. y nos adentramos en la Majada de las Cerradillas, precioso rincón con agua por doquier y un mullido suelo.

La senda gira a la izquierda, se interna en un espeso pinar, cruza un arroyo, que llevaba mucha agua, al igual que el siguiente, el arroyo de las Cerradillas y dos más a continuación. La senda continua en dirección norte hasta alcanzar un precioso mirador natural desde el que se divisa el Puerto de Cotos y el Valle de la Angostura, allí gira a la izquierda dirigiéndose al oeste en busca del arroyo de las Guarramillas.

Volvimos a cruzar el arroyo por la plataforma de madera utilizada a la ida y nos desviamos a la derecha para ir a contemplar la Poza de Sócrates, exuberante de agua, que tronaba como nunca al caer desde su decena de metros de altura.

De vuelta al aparcamiento del Puerto de Cotos, pasamos por el refugio El Pingarrón, donde nos hicimos la foto de grupo, sin Pepa por haberse ido desde el cruce del arroyo de las Guarramillas para estar pronto en casa.

La celebración del fin de esta magnífica ruta, que se merece 4 estrellas y no 5 por el mal tiempo inicial, la realizamos en el refugio de Cotos, situado en la estación de ferrocarril del mismo nombre. Aquí, sí, atendidos con toda la amabilidad del mundo por Patricia.
Paco Nieto