lunes, 28 de diciembre de 2020

Excursión X255: Cascada del Covacho y Silla del Diablo

FICHA TÉCNICA

Inicio: La Berzosa. Hoyo de Manzanares
Final: La Berzosa. Hoyo de Manzanares
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17,7 Km 
Desnivel [+]: 631 m 
Desnivel [--]: 631 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Dentro de las múltiples posibilidades que ofrece la Sierra de Hoyo para realizar rutas, esta es una de las que tiene mejores vistas, al discurrir por la parte más occidental de ella, añadiendo a su valor paisajístico la bonita cascada del Covacho.

Y para comprobar todas estas bondades, nos reunimos en el aparcamiento del Parque de la Berzosa, situado al norte de esta urbanización perteneciente al término municipal de Hoyo de Manzanares, echamos a andar buscando la pista de tierra que sale a la izquierda, en dirección norte, encajonada entre una valla metálica y un muro de piedra y que de frente va a dar a un depósito de agua del Canal Isabel II.

Giramos de nuevo a la izquierda, para seguir en dirección noroeste la pista que poco a poco se va internando en un bosque de encinas cada vez más espeso, conforme se va adentrando en los llamados Corrales de Julia.

Ya en lo más denso de este vergel, nos encontramos a la izquierda un pilón de cuya fuente surgía un buen caño de agua, en el que nos hicimos las fotos de grupo.

Entre berrocales graníticos, continuamos por la senda que deja una cerca metálica a la derecha y que al poco se acerca a una tapia de piedra y la cruza, continuando en suave descenso hasta alcanzar, entre más encinas y jaras, el arroyo del Cuchillar, que llevaba más agua de lo que esperaba.

Por la agradable senda continuamos hasta alcanzar el camino principal que une Villalba con Hoyo de Manzanares, cerca de una de las torres de descompresión del canal de Navacerrada, enseguida, entre acacias, fresnos, olmos y zarzamoras, fuimos a dar con el arroyo de Peñaliendre, éste con mucha más agua que el anterior, y un poco más adelante, en línea recta, con la bonita cascada del Covacho y el precioso rincón donde se ubica.

Nos recreamos durante un buen rato contemplando este bello salto de agua de varios metros y su poza de aguas cristalinas, incrustada entre el Cerro Lechuza y el Cerro Covacho, que producen las aguas del Arroyo de Peña Herrera que nace, a poco menos de dos kilómetros de aquí, en la Sierra de Hoyo y que poco más abajo junta sus aguas con el arroyo de Peñaliendre para formar el arroyo Peregrinos.

Junto a esta pequeña cascada se encuentra un banco y una mesa de piedra, donde paramos a reponer fuerzas mientras nos hacíamos fotos con la cascada de fondo.

Nos costó dejar este sitio tan agradable, escuchando el rumor del agua al caer de la cascada. Regresamos sobre nuestros pasos hasta que pocos metros más allá de la torre de descompresión del canal por la que habíamos pasado antes, giramos a la izquierda para remontar por el Camino de la Casa del Monte.

Más que camino, es un sendero que conforme asciende se va estrechando a la vez que se encajona entre matorrales, por lo que parece el cauce de un arroyo, que nos hacia caminar tratando de esquivar el agua. En realidad es el surco que ha formado el agua del manantial de la Navata, una surgencia que en verano suele desaparecer.

Cuando la pendiente amaina un poco, la senda gira a la izquierda, salva el arroyo de Peñaliendre por un puente y enfila hacia el oeste para al poco, alcanzar lo que queda de la Casa de Peñaliendre. La casa está en un lastimoso estado, con el tejado desplomado y paredes en ruinas, que le dan un aspecto romántico. En la cara sur, a muy pocos metros, un mirador circular que nos ofreció unas estupendas vistas.

Por detrás de la casa, la senda desciende en dirección noroeste, pero al llegar a la vaguada, la dejamos para seguir hacia la derecha por un sendero, poco visible, al que los hitos de piedra ayuda a no perderlo. Poco a poco remontamos la loma de la cara sur de la sierra, con bonitas vistas del valle.

Al alcanzar la cresta, giramos a la izquierda, para conectar con el sendero principal que recorre la cuerda. Al poco lo abandonamos para ascender, con fuerte pendiente, hasta alcanzar una pradera donde, a mano derecha, se alza la singular silla rematada por una roca transversal que parecen unos cuernos, de donde quizás le venga el nombre de Silla del Diablo. 

Desde los 1.366 metros de este satánico trono, se tienen unas estupendas vistas de los últimos perfiles abruptos de la Sierra de Hoyo, con el Canto Hastial y a su izquierda y el, desde aquí, minúsculo Pico del Águila.

Hechas las fotos de rigor en tan diabólico púlpito, descendimos esquivando rocas y maleza, en busca de la senda que habíamos dejado y una vez en ella, continuamos en agradable paseo descendente, junto a una valla de piedras, hasta llegar al paso que cruza el muro, donde nos dejaron dos compañeros que tenían prisa por volver.

El resto, seguimos por la senda que asciende paralela al muro hasta alcanzar Canto Hastial, un conglomerado granítico situado en el extremo occidental de la Sierra situado a 1.374 metros de altura, con bonitas vistas a todo el valle y en la que hay instalada una gran antena.

Refugiados del viento en una de sus rocas situadas más al sur, paramos un momento a descansar. Nos esperaba un entretenido descenso hacia el Pico del Águila, al que llegamos siguiendo unos hitos de piedras. Allí nos encontramos con dos chicas que andaban un poco perdidas tras quedarse sin batería en el móvil.

Todos juntos descendimos en busca de la Senda Piqueras, que en dirección sur zigzaguea por el Alto del Vallejo hacia el encuentro con el nacimiento del arroyo del Endrinal, donde paramos a dar cuenta de los bocadillos.

Tras reponer fuerzas, aligeramos el paso para, vaguada abajo, alcanzar a los más adelantados. Una cuesta nos puso dirección hacia el cerrillo del Hilo Blanco, y bordeando la cara oeste del Cerro Lechuza, hasta dar con el camino de Torrelodones a Moralzarzal, descendiendo desde allí en dirección sur hasta llegar al arroto Peregrinos.

Al inicio, pasamos junto a una casa abandona, que nos queda a la derecha, donde, según cuentan, apareció un hombre ahorcado, la verdad es que el lugar no puede ser más decadente.

Al arroyo Peregrinos se le une en este punto el arroyo del Cuchillar, creando un humedal, entre fresnos y chopos, con una gran charca de especial belleza, que contrasta con el siguiente tramo de la ruta, mucho más árido, que en dirección sureste nos llevó, entre encinas jóvenes y matorral hasta las explanadas del Parque de la Berzosa.

Al llegar de nuevo el aparcamiento, nos fuimos con los coches a celebrar el fin de la excursión al bar Chaqueta de Hoyo de Manzanares, terminando del mejor modo posible esta entretenida excursión que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

martes, 22 de diciembre de 2020

Excursión X254: Peñalara y Laguna Chica

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,9 Km 
Desnivel [+]: 666 m 
Desnivel [--]: 666 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 7

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
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RESUMEN
Realizamos esta ruta para cumplir con la arraigada tradición que muchos senderistas tienen de subir a la cima más alta de la Sierra de Guadarrama en fin de año, además de intentar pisar algo de nieve.

Salimos del puerto de Cotos, en el que echamos a andar en dirección a Venta Marcelino, con un sol espléndido gracias al anticiclón, que ha decidido pasar las navidades con nosotros. Pasamos junto al que fue el Albergue de la Real Sociedad Española de Alpinismo.

Dejamos a la derecha, el centro de Interpretación del Parque, para ascender al Mirador de Lucio, comienzo de la exigente Senda del Batallón Alpino, que entre el frondoso pinar remonta, en dirección noroeste, la loma de Dos Hermanas, con vistas a Siete Picos, Bola de Mundo y las pistas de Valdesqui.

El Batallón Alpino, fue organizado en septiembre de 1936 para mantener a raya desde las cimas más altas de Madrid a las fuerzas rebeldes acantonadas en La Granja. Ellos abrieron desde el puerto de Cotos (1.848 metros) esta senda para abastecer las posiciones de Peña Citores (2.181), Dos Hermanas (2.285) y Peñalara (2.428), superando aquí los tres peores inviernos que nadie haya pasado jamás en la sierra de Guadarrama.

Apenas había nieve, pero en algunos puntos del sendero tenían resbaladizas placas de hielo, que tratábamos de evitar pisando en sus laterales cuando se podía.

Pronto alcanzamos el collado donde nace el arroyo del Infierno, cuyo manantial recibe el nombre de Fuente de los Pájaros, arropada entre piedras. Por su tubería brotaba una clara y fresca agua que enfila hacia el valle.

Tras las fotos de grupo, continuamos en dirección oeste, para acercarnos a ver la posición fortificada circular, del tamaño de una plaza de toros, situada a poco de alcanzar la cumbre de Peña Citores y que era conocida como Posición Intermedia.

En la trinchera que hay junto a su muro de la cara este, protegida por un túmulo de piedras, se encuentra la emotiva placa homenaje al capitán Leatherdale, que estuvo al mando de la 2ª compañía del Batallón Alpino del Guadarrama y que su hijo le dedicó:

"Capitán Leatherdale

A mi padre, José Pérez Leatherdale.
No pretendo reparar injusticias,
corren malos días para la épica,
simplemente es un asunto familiar,
una historia perfectamente humilde.
Español y oficial republicano
perdió una guerra y más de media vida
pero nunca perdió la dignidad.
Sentados a la mesa, tras la cena,
me hablaba de su Batallón Alpino:
Navarrulaque, el Cerro de los Locos,
Collado de Marichiva, Peña Bercial...
paisajes de una gesta prescindible,
comienzo de una herida interminable
de silencio, de yugo, de victoria.
Hoy me viene tu voz y me recuerda:
no pudieron vencernos la palabra;
siempre a tus órdenes mi capitán."

Tras las fotos, nos asomamos a la vertiente segoviana, para identificar Segovia, con su esbelta catedral, y todos los pueblos de sus alrededores. Desde aquí las vistas de las más altas cumbres son espléndidas, desde Peñalara, Dos Hermanas, hasta la Mujer Muerta, pasando por Cabezas de Hierro, las Guarramillas, Siete Picos, Montón de Trigo...todo un espectáculo.

Hechas las fotos de rigor, iniciamos la subida a Peñalara, ascendiendo ya con más nieve, siguiendo el arroyo de Dos Hermanas, donde alguno rompió su bastón cuando intentaba no caer en un socavón enterrado bajo la nieve. Así hasta dar con el PR-3, que discurre siguiendo la cuerda.

En el collado de Dos Hermanas, antesala de la gran subida nos asomamos con prudencia la conocida como La Ceja, la cornisa que, formando una media luna, domina los altos que rodean la laguna de Peñalara. Desde allí acometimos el tramo final de subida a la empinada planicie.

A la que subíamos, con amplias bancadas de nieve, nos cruzamos con un pelotón de militares, que con paso ligero, descendían de la cumbre.

Una parada en el hito conmemorativo del centenario del Club Alpino Peñalara nos dio un respiro antes de alcanzar la cima más alta de la Sierra de Guadarrama, que con sus 2.428 metros, se señorea sabiendo que ninguna otra le hace sombra.

No estuvimos mucho tiempo, el frío polar que corría arriba aconsejó iniciar el descenso cuanto antes, volviendo sobre nuestros pasos hasta alcanzar unos riscos situados a poco de llegar al collado de Dos Hermanas, donde paramos a tomarnos los bocadillos, resguardados del viento. En mi caso poco bocadillo pude disfrutar porque en un alarde de habilidad, Twitter, nuestra mascota, me lo robó y en un plis-plas, se lo comió. 

De nuevo en marcha, bajamos al collado para iniciar la subida a Dos Hermanas para después, con inmejorables vistas de toda la sierra, bajar por las zetas del PR-3 hasta llegar a la octava de las revueltas, de la que parte la senda que va al refugio Zabala. Aquí nos encontramos con nuestro compañero Esteban que con dos amigos había bajado también de Peñalara, pero por una de sus canales, ahí es nada.

Por este sendero que conduce al refugio continuamos, pero al poco, decidimos acortar a la derecha, para acercarnos a la Laguna Chica, que estaba completamente helada.

Tras un descanso, dejamos el Circo de Peñalara, siempre sorprende por su austera y recóndita belleza, y comenzamos el regreso al Puerto de Cotos, siguiendo el PR-15.

Disfrutando de las espectaculares vistas de la Cuerda Larga y el Valle de la Angostura fuimos recorriendo la conocida senda sin más parada que la que hicimos en la fuente del Cedrón, de la que manaba una gran cantidad de agua que anegaba la senda, poco antes de internábamos en el pinar.

Alcanzada la pista de las zetas que habíamos dejado en el desvío al refugio de Zabala, en el Cobertizo del Depósito, descendimos por ella, parando brevemente en el Mirador de la Gitana, pasamos junto a la fuente Cubeiro, que sorprendentemente tenía agua, al igual que la erigida en honor del que fuera símbolo del excursionismo y montañismo en el Guadarrama, Bernaldo de Quirós, ya en el puerto de Cotos.

Para rematar el día, decidimos acercarnos al Refugio de Cotos, erigido en la estación del mismo nombre, donde nos tomamos las cervezas de celebración de este conmemorativo día de la lotería de Navidad, en la que no nos tocó nada, pero esta bonita ruta fue nuestro mejor premio, y bien se mereció 5 estrellas.
Paco Nieto

sábado, 19 de diciembre de 2020

Excursión X253: La Catedral del Senderismo y Barranco del Infierno

FICHA TÉCNICA
Inicio: Fleix. Alicante
Final: Fleix. Alicante
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 18,3 Km 
Desnivel [+]: 1.318 m 
Desnivel [--]: 1.318 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 3

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RESUMEN
Había oído hablar de esta mítica ruta levantina, que Kika convocó con cierto desasosiego: "Bautizada con doble nombre, provoca desafío y recelo: “Catedral de senderismo”.

¿Qué senderista que se precie como tal no se ha bautizado en ella?... el nombre invita a hacerlo, pero “los más de 6.000 escalones” generan cierto temor ante el “reto”.

La ruta está situada en la Marina Alta, en el entorno de la Vall de Laguar, que proviene del árabe «Al-Agwar» y que significa «las cuevas». Pasa por el desfiladero del Barranc de L’infern y las poblaciones de Fleix, Benimaurell, cerca de Campell, Fontilles, es famosa por tener 6.873 escalones, entre subidas y bajadas, excavados en laderas por los antiguos mozárabes. Es un recorrido de gran belleza por los colores de sus campos, paisajes e historia, pero exigente.

Además de los escalones, el trazado incluye: lavaderos, pozos, un túnel-mirador excavado en la roca, un desfiladero, una cueva y un manantial".

Con cierto retraso sobre el horario previsto, salimos del amplio aparcamiento de Fleix, situado a la salida del pueblo, frente a a las escuelas municipales. Con un día estupendo y una temperatura ideal para caminar, enfilamos la carretera CV-721 en dirección a Benimaurell, el pueblo de arriba.

A los pocos metros, dejamos la carretera para seguir el camino que sale a la derecha, que enseguida llega a la Font Grossa, adosada a un muro de la que manaba el agua por sus caños, y frente a ella, el lavadero de Fleix, un edificio con 16 arcos que en su interior contiene un abrevadero y el propio lavadero, cubierto por un techo a dos aguas y que cuenta con unas veinticuatro zonas de lavado.

Nada más pasar el lavadero, nos sale a la derecha el sendero circular de pequeño recorrido PR-CV 147, que seguimos durante toda la jornada.

En suave descenso, nos esperaba un desnivel de unos 300 metros, en dirección noroeste. Pronto alcanzamos los primeros escalones de piedra, de los que se dice hay más de 6.800 en zigzagueante recorrido, ¡como para llevar la cuenta!

Las zetas de bajada son impresionantes, una elogiable obra de ingeniería que perdura a lo largo del tiempo en admirable buen estado de conservación, que nos hablan del aprovechamiento de la naturaleza desde hace siglos. La piedra seca, es decir, construir sin ningún tipo de argamasa, jugó un papel fundamental en estas tierras, tanto en márgenes de cultivos como en sendas, pozos, refugios, etc.

Poco a poco vamos perdiendo altura hasta alcanzar la cabecera del Barranco del Salto, que no llevaba agua, pero que cuando la tiene crea una impresionante cascada de unos 65 metros de altura, como puede verse aquí.

Al otro lado aparece una bella oquedad en el paredón que tenemos de frente, es El Forat de la Juvea, un gigantesco agujero tallado en la roca protegido por una valla de madera que nos permite pasar al otro lado del murallón para poder seguir avanzando.

Tras las fotos de rigor en tan espectacular paraje, continuamos descendiendo escalones, pasamos bajo lo que sería la cascada mencionada, de la que solo podemos ver el enorme socavón que ha labrado en lo que sería su zona de caída. Solo unas bonitas pozas atestiguan hoy que por ahí pasa el agua.

Al otro lado del barranco, la senda continua al abrigo de un farallón vertical de color ocre y negro, muy horadado, desde el que se tiene unas magníficas vistas del barranco.

Descendiendo por los últimos escalones de este tramo, llegamos finalmente al lecho del río Girona que, como era de esperar en estas fechas, permanecía seco, mostrándonos su blanco y extenso manto de grava como si de una carretera se tratase.

Aguas abajo se encuentra la pequeña presa d’Isbert, que fue construida en 1944 en este lugar, aprovechando el estrechamiento del barranco, con la intención de conseguir embalsar las aguas de las avenidas del río Girona y disponer de reservas para la agricultura, pero no se tuvieron en cuenta las características geológicas del terreno (muy permeable) y el agua embalsada rápidamente es absorbida por el suelo.

El sendero habitual prosigue de frente, pero nosotros habíamos previsto añadirle algo más de emoción a la excursión y con algo de osadía, nos introducimos hacia el Barranco del Infierno, siguiendo lo que sería el curso del río.

Al principio fue fácil sortear la grava y los rocosos tramos de caliza de intenso color blanquecino del desfiladero, moldeado a lo largo de los siglos por la acción erosiva del agua, dejando ver los diferentes estratos de lo que hace millones de años era un mar tropical.

Conforme avanzamos, el cañón se va cerrando y se encajona, ofreciendo un espectáculo sobrecogedor. Paredes verticales que parecen ascender hasta el cielo, pobladas de una exuberante vegetación mientras caminamos entre las rocas pulidas por el agua hasta parecer velos de seda.

Tras poco más de l,4 km el barranco parece tener fin, pero en realidad continua a la derecha, mucho más estrecho. El de la izquierda es el barranco Llidoners, que se une en este punto al nuestro. Aquí paramos a tomar el tentempié de media mañana antes de explorar la parte de mayor dificultad, pero más bonita del barranco del Infierno.

Entre rocas y pozas de agua, con un paso por unas grapas incluido, llegamos a un lugar único, la Cova Santa, una especie de cúpula por la que desciende el río Girona cuando lleva agua formando una gigantesca oquedad que sobrecoge el alma. No me gustaría estar aquí en caso de riada.

Al fondo vimos unos jóvenes bien preparados que estaban haciendo el descenso del río por este punto, superando verticales de más de diez metros de altura y apenas dos de anchura, hacerlo en sentido contrario es prácticamente imposible.

Como era imposible continuar, nos dimos la vuelta y volvimos sobre nuestros pasos, ahora con algo más de conocimiento de lo que nos íbamos a encontrar, intentamos evitar el lecho del río y caminar en lo posible por sus márgenes cuando era posible.

Al llegar al punto de inicio del barranco, nos tomamos un respiro para reagruparnos, antes de iniciar la subida girando a la izquierda por la senda marcada con un montón de piedras a modo de hito.

Nos esperaba el ascenso más fuerte del día, en el que teníamos que superar un desnivel de unos 350 metros de altura, mayoritariamente por escaleras de piedra, que construyeron los mozárabes para poder cultivar estas agrestes tierras hasta su expulsión definitiva en 1609.

El zigzagueante sendero nos ofrecía. conforme subíamos, unas vistas impresionantes del barranco antes de internarnos, en su tramo más alto, en una zona arbolada, la única en toda la jornada, plagada de arbustos, algunos aún en flor, poco antes de alcanzar el Pozo de la Juvea, al que se llega tras pasar por un bonito puentecillo de troncos.

Allí paramos a ver el profundo pozo y hacernos unas fotos para el recuerdo, en realidad eran meras excusas para disimular nuestra fatiga tras el largo ascenso.

De nuevo en marcha, seguimos por una amplia pista de tierra, que asciende pasando junto a unas casas, algunas medio en ruinas, otras algo más restauradas como la que tiene un par de lagartos dibujados en una columna de su recoleto porche.

Al final, llegamos a Juvees d´Enming un colladito en el que se encuentran unas casas con pozo, mesas y barbacoa, al que se puede llegar en coche, por lo que también es un posible punto de inicio de esta ruta, por ello vimos bastantes coches aparcados en su explanada.

La senda continua por la izquierda de las casas, como indican varios carteles situados junto a ellas. Nada más pasar por detrás de las casas, iniciamos un descenso de casi 250 metros que nos llevaría de nuevo al cauce del río Girona, solo que en la parte inicial del Barranco del Infierno.

Al principio pasamos junto a tierras de cultivo, pero enseguida la senda se precipita hacia el barranco entre matorrales, palmeras, romero, árboles con sus hojas ocres otoñales y estupendas vistas. A mitad del descenso penetramos en un pinar y enseguida alcanzamos la Font de Reinós, una bonita fuente construida en piedra de la que manaba un abundante caño de agua que se precipitaba por sus tres pilones.

A la sombra y susurro del agua paramos a almorzar, degustando como postre unos riquísimos dulces que había traído Kika, típicos de su pueblo.

Con fuerzas renovadas, continuamos el descenso entre pinos, con la senda sin apenas escalones y los pocos que hay están muy desdibujados. Cruzamos el río Girona y buscamos hacia la derecha el inicio de la segunda subida del día, señalizada con un poste del PR-CV 147.

De haber seguido el lecho del río hacia la izquierda, a cosa de unos 250 metros, nos hubiésemos encontrado con el inicio del tortuoso Barranco del Infierno, que a lo largo de unos 800 metros desciende de salto en salto por el desfiladero hasta llegar a la Cova Santa, donde estuvimos.

Nada más comenzar a subir los casi 250 metros de altura que nos esperan, vimos a la izquierda una cueva que bien podría servir de abrigo en caso de apuros. La senda serpentea por la Llometa de las Colmenetas pasando por tramos con piedras sueltas, algo resbalosas.

Conforme ascendíamos, las vistas panorámicas del Barranco del Infierno, a los pies de la Sierra de la Carrasca, se iban haciendo cada vez más espectaculares.

Al poco pasamos junto a un pozo, situado cerca de una ruinosa casa. Tiene poca profundidad, pero con agua. Desde aquí la senda recupera los escalones que en continuas zetas van subiendo la empinada loma hasta alcanzar Juvees de d’Alt

El acercarnos a ver un par de profundos pozos y unas aviejadas casas que amenazan ruina, nos entretuvo un poco, a la vez que nos daba un respiro, tras el esfuerzo de la subida.

Continuamos ascendiendo por un buen marcado camino de tierra, llegando enseguida a un collado en la que hay otro profundo pozo y otras casas en parecido estado de ruina que las anteriores.

Dejando el camino, continuamos por el sendero, que inicia en este punto un descenso de poco más de 100 metros de altura hasta alcanzar el Barranco de Racons. dejando al inicio una casa en venta en buen estado y otras medio caídas más adelante, ambas a nuestra derecha y el pequeño Barranco del Tuerto a la izquierda.

Con un último tramo por escaleras en mejor estado que las anteriores, llegamos al fondo del Barranco de Racons, donde iniciamos la última, sinuosa y escalonada subida de unos 200 metros de altura, pero que por el cansancio nos pareció el doble.

De nuevo, conforme ganamos alturas, las vistas van siendo más sobrecogedoras e impactantes, apreciándose perfectamente la acción erosiva del agua en el modelado de los cañones y barrancos que nos circundan.

Tras las infinitas zetas, la subida nos conduce a la mayor altura del recorrido, en una zona de campos de labranza, a las afueras de Benimaurell. Desde allí, Descendimos hasta alcanzar el Camino del Pla, por el que continuamos la bajada.

Enseguida llegamos a la zona recreativa de la Font dels Olbis, dotada de mesas y bancos al cobijo de unos árboles, ahora sin hojas por lo avanzado del otoño.

Con el cielo más nublado y las primeras sombras de la noche pisándonos los talones, llegamos a Benimaurell, donde callejeando buscamos la salida hacia la fuente y el lavadero del pueblo. Por el camino asfaltado y entre bancales, llegamos, en cómodo paseo, al aparcamiento de Fleix, de donde habíamos partido por la mañana.

Agotados pero felices de haber completado el más famoso sendero de Alicante, cargado de naturaleza e historia, más el añadido del imponente Barranco del Infierno, dimos por finalizada esta excursión que se merece la máxima nota, 5 estrellas.
Paco Nieto

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