lunes, 15 de mayo de 2023

Excursión X410: Casa de las Cigüeñas y Navalquejigo

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Puente Herreño. Galapagar
Final: Ermita del Cerrillo. Galapagar
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,6 Km
Desnivel [+]: 89 m
Desnivel [--]: 51 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














jueves, 11 de mayo de 2023

Excursión X409: Conocer Madrid. El Madrid de los Austrias

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Plaza de España. Madrid
Final: Plaza de España. Madrid
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 7,9 Km
Desnivel [+]: 128 m
Desnivel [--]: 128 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Para nuestra nueva salida a conocer Madrid, elegimos recorrer parte de lo que se conoce como el Madrid de los Austriascorrespondiente al primitivo trazado medieval de la ciudad y a la expansión urbanística iniciada por los monarcas de la Casa de Austria.

Fue el legado que dejaron los Habsburgo durante su reinado, desde que en 1561, Felipe II estableciera la Corte en Madrid tras dejar Valladolid. Tal designación provocó un aumento de la población y eso trajo una ordenación urbanística obligatoria. El monarca puso al frente de este plan al arquitecto Juan Bautista de Toledo. 

Por Madrid de los Austrias se entiende la zona de Madrid más turística, que tuvo una especial relevancia gracias a la presencia de la corte y que se ve en las calles, monumentos o edificios, muchos de corte administrativo o eclesiástico, durante los casi dos siglos que duró la dinastía de los Habsburgo en España, desde que en 1516 Carlos I fue reconocido como rey hasta la muerte de Carlos II en 1700.

En términos turísticos, el Madrid de los Austrias es una zona que abarca algunos puntos claves del centro histórico de la ciudad. La Plaza Mayor, la Plaza de Oriente y la Plaza de la Villa son sus núcleos centrales.

Y para recorrer todos estos lugares quedamos en Plaza España, al pie del monumento a Cervantes, uno de los más fotografiados de Madrid, con Don Quijote y Sancho Panza como protagonistas.

Su construcción se inició en 1925 y concluyó en 1930. Entre 1956 y 1957 se añadieron las estatuas de Dulcinea del Toboso y Aldonza Lorenzo, y en 1960 los grupos escultóricos de Rinconete y Cortadillo y La Gitanilla.

Fueron unos cuantos años los que tuve el privilegio de ver desde mi puesto de trabajo las vistas de esta plaza, cuando trabajaba en el edificio que Telefónica tenía en lo que ahora es el hotel VP Plaza España Design.

Todo ha cambiado desde entonces, tras la profunda transformación que ha experimentado la plaza, convertida en el nexo entre los Jardines de Sabatini, el Campo del Moro, la Casa de Campo y Madrid Río, que con con sus 70.000 m2, es de los nuevos ejes centrales de la ciudad, un espacio verde que tiene 1110 árboles, con esculturas, juegos infantiles y vías ciclistas.

Durante las obras de transformación de la plaza se descubrieron los restos del camino de ronda del antiguo Cuartel de San Gil, construido en el "prado de Leganitos", que tomaba su nombre del arroyo que discurría por la zona, las caballerizas del Palacio Real y el que fuera el Palacio de Godoy, favorito y primer ministro de Carlos IV, todos ellos obra del arquitecto Francesco Sabatini, autor de la Puerta de Alcalá.

Hablando del arroyo de Leganitos, Jorge I nos contó que trabajando en el edificio que Telefónica tenía en esta calle, vio cómo discurrían sus aguas subterráneas por una arqueta del sótano.

Tras las fotos de rigor, iniciamos el recorrido caminando hacia el este, hasta el inicio de la calle Ferraz, que data de 1865, y debe su nombre al militar aragonés Valentín Ferraz que fue alcalde de Madrid en el año 1855, entre otros notables cargos.

Al inicio de esta calle se encuentra la Iglesia de Santa Teresa y San José, de los Carmelitas, bello edificio que más parece un palacio y al que en la remodelación han colocado delante la Fuente del Nacimiento del Agua, denominada también de las Conchas, que desde 1970 estaba presidiendo la Plaza de España, frente al edificio España, con mucha mayor notoriedad que en este otro rincón, más apartado y escondido a las miradas de los viandantes.

A la derecha, se encuentra el Monumento al Pueblo del Dos de Mayo de 1808. Conmemora el heroísmo del pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808, mediante un grupo escultórico formado por el teniente Luis Daoiz, el chispero Juan Manuel Malasaña, su hija Manuela Malasaña y un niño anónimo, grandes artífices del levantamiento de los madrileños contra el sometimiento al que se veían obligados por las tropas francesas.

Con motivo del centenario de tan memorable hazaña, se pensó vaciar en bronce el yeso original para levantar un monumento conmemorativo. Como anécdota, se sabe que no dio tiempo a fundir el grupo, y Alfonso XIII lo inauguró el 4 de mayo de 1908 con una réplica en escayola disimulado por una capa de pintura, que sorprendió a los madrileños al desteñirse con las primeras lluvias, aunque en noviembre del mismo año ya se colocó la escultura definitiva, originalmente en la glorieta de San Bernardo, trasladándose después a la glorieta de Quevedo, y en 1967 a su actual ubicación.

Desde allí nos dirigimos hacia la Plaza de Oriente, recorrido que antes era imposible sin tener que bajar por la Cuesta de San Vicente y luego subir por la calle Bailén, para mí, este es el tramo que más ha ganado con la remodelación, en él se ha instalado la hermosa fuente del Cielo, justo delante de una de las puertas de entrada a los jardines de Sabatini, dándole aún más belleza al lugar, ahora totalmente integrado y conectado tanto con Plaza España como con el Palacio Real.

Al otro lado de la calle de Bailén, pasamos junto a la Cerca del Arrabal, construcción realizada en el siglo XVI durante el mandato de Felipe II, usada cómo aduana de acceso a la villa y como medida de control fiscal y sanitario.

Estaba construida en mampostería de piedra, y sirvió de precedente a la cerca de Felipe IV. Actualmente solo se conserva un lienzo de tres metros descubierto en el año 1991 durante las obras de ampliación del Senado.

Giramos a la izquierda, hacia la Plaza de la Marina Española, donde se encuentra el Senado, edificio que originalmente fue un colegio - convento, fundado en 1581. En 1813 se reformó para Salón de Cortes. 

En 1820 se realizó nuevas reformas tras el abandono que había sufrido en el sexenio absolutista. En 1837 se estableció un sistema bicameral y el edificio quedó destinado desde entonces a Senado.

Tras la Guerra Civil el exterior fue completamente reformado y en 1983, ante la precariedad del espacio y los nuevos programas de necesidades, se aprobó la construcción de un moderno edificio con un nuevo hemiciclo que exhibe su fachada curva a la calle Bailén y un edificio rectangular para oficinas y demás dependencias.

El tratamiento de la fachada, con revestimiento de piedra mantiene la sobriedad que requiere el entorno, sin perder modernidad.

En el interior, además de diferentes salones repletos de cuadros históricos, destaca la hermosa biblioteca, de carácter neogótico. Habrá que ir un día a verla.

Frente a la plaza se encuentran míticos restaurantes como El Buey y La Bola, éste en la calle La Bola, famoso por su cocido madrileño y otros platos típicos de Madrid.

Por su calle bajamos hacia el Real Monasterio de la Encarnación, con importantes obras de arte y un relicario con la sangre de San Pantaleón, que tuve la suerte de conocer en una visita hace unos años.

El convento acoge a monjas agustinas recoletas, la institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad.

En la plaza que le antecede había un señor dándole de comer a los pájaros que revoloteaban azarosos en su mano.

En el lateral de la izquierda se encuentra un monumento al destacado dramaturgo del Siglo del Oro Félix Lope de Vega Carpio. Por cierto que la obra es del escultor cordobés Mateo Inurria Lainosa, mi ilustre paisano.

Cruzando la calle de San Quintín, que conmemora la batalla entablada en el marco de las guerras italianas entre las tropas del Imperio español y el ejército francés, que tuvo lugar el 10 de agosto de 1557, con victoria decisiva para el reino de España. en ella fue un madrileño, Rodrigo Zapata de León, el primero que plantó la bandera victoriosa.

Sabido es que para conmemorar la batalla que da nombre a esta calle, ganada el día de San Lorenzo, ideó Felipe II la construcción del monasterio de El Escorial.

En un lateral de esta calle se encuentran los apacibles y tranquilos jardines del Cabo Noval, integrados principalmente por plantaciones de plátanos, ocupan la parte septentrional de la Plaza de Oriente.

En su centro emerge el monumento al heroísmo de este soldado, muerto en la guerra de África en 1909 por avisar a sus compañeros de la inminencia de una emboscada enemiga.

Se inauguró en 1912 con asistencia del rey Alfonso XIII, fue costeado mediante suscripción popular gracias al impulso de una serie de mujeres. La reina Victoria Eugenia estaba a la cabeza de las benefactoras, cuyos nombres se hallan grabados en la parte posterior.

Salimos en dirección sur hacia los jardines de la Plaza de Oriente, atravesando una de las filas de estatuas que rodean los jardines.

Estas estatuas, repartidas por numerosos puntos de la geografía urbana de Madrid, no guardan orden cronológico alguno y se mezclan dinastías, siglos y casas reinantes de forma aleatoria, dando lugar a una de las curiosidades históricas y urbanísticas de Madrid.

Fueron diseñadas por el fraile benedictino Martín Sarmiento en 1743 para la decoración exterior del Palacio Real. Atendiendo a los proyectos de Juvarra y Sacchett iban a estar colocadas en la balaustrada superior de dicho palacio. Los escultores encargados del proyecto fueron Juan Domingo Olivieri y Felipe de Castro.

El grupo escultórico estaba formado por 94 reyes asturianos, leoneses y castellanos, así como cuatro emperadores romanos, entroncados con las dinastías hispanas y dos reyes indígenas, dioses mitológicos del acervo cultural hispano, además de adornos de bolas, pirámides y cuatro escudos para cada una de las fachadas.

Sarmiento buceó por la historia para documentar atuendos, armas y ropaje de cada una de ellas, representando a todos los monarcas de la historia de España, incluidos cuatro emperadores romanos.

Están realizadas en piedra blanca con más de dos metros de altura. Son toscas y poco depuradas debido a su ubicación a gran altura que no exigía mayor detalle.

El 8 de Febrero de 1760, según documento del Archivo General de Palacio, el Rey, Carlos III recién entronizado, solicita su retirada de las cornisas. La orden se cumple en menos de un mes. Se cometió el error de quitar las inscripciones que identificaba cada personaje. Son desplazadas a los sótanos del Palacio durante casi un siglo

La singular medida de retirar las estatuas ha dado lugar a interpretaciones peregrinas, como el miedo a los posibles desplomes desde las cornisas, que la familia regia vio en sueños o razones de seguridad arquitectónica del edificio, o nuevos criterios estéticos.

En 1842 fueron restauradas por Francisco Elías y José Tomás. En 1847se distribuyeron por diferentes lugares, como la Plaza de Oriente de Madrid (40), el Parque del Retiro (13), el Museo del Ejército (6) y otras localidades, como Aranjuez, Toledo, Burgos, Logroño y Vitoria.

En la Plaza de Oriente se encuentra el origen de Madrid, el embrión a partir del cual fue creciendo la ciudad.

A causa de su posición elevada, este lugar sirvió a los árabes, en el siglo IX, para situar una de sus torres de vigilancia para defenderse de las incursiones cristianas del norte. Esta torre dio lugar a una fortaleza que más tarde se convertiría en alcázar.

La ciudad creció hacia el este, y en la época de los Austrias esta zona tenía un aspecto muy diferente al actual. En lo que hoy son jardines había varios edificios, algunos de los cuales servían para dar soporte al alcázar, como la casa del Tesoro.

El pequeño museo situado bajo la superficie de la plaza ofrece documentación de cómo era el lugar en el Madrid de los Austrias hallada durante la remodelación de la plaza, que es uno de los lugares más interesantes de ver en Madrid. Tanto por su historia como por la cantidad de elementos de primer orden que acoge.

En el centro de la Plaza de Oriente se encuentra la estatua ecuestre de Felipe IV, encargada por el Conde Duque de Olivares para agasajar al monarca y realizada por el escultor toscano Pietro Tacca en 1640 partiendo de un retrato pintado por Rubens hoy desaparecido.

Frente a la estatua se encuentra el Palacio Real, la Catedral de la Almudena, los Jardines de Sabatini, y la Galería de Colecciones Reales.

El precedente del Palacio Real fue una fortaleza defensiva levantada en el año 865 por el emir Mohamed I, hijo de Abderramán II. Eran los tiempos de la dominación árabe, cuando trataban de proteger Toledo y demás territorios conquistados de las incursiones cristianas del norte.

De aquí nacen las versos de "Madrid, castillo famoso que al rey moro alivia el miedo" escritos mucho después por Moratín. En este contexto, el emir mandó fortificar la aldea de Magerit, antiguo Matrice (matriz), nombre que hacía referencia a las aguas del lugar y al arroyo que corría por la actual calle de Segovia.

Pero dos siglos después, en 1083, el rey de Castilla Alfonso VI, “El Valiente” consiguió reconquistar la localidad, aunque durante muchos años después, en la villa convivirían musulmanes, judíos y cristianos. 

La fusión de los nombres árabe y romance dio como resultado la primacía del topónimo Madrid.

Aquel edificio defensivo de la edad media fue ganando importancia con el paso de los años. En tiempos de Felipe II, con el traslado de la corte a Madrid, se convirtió en un gran alcázar y en la residencia oficial de los reyes de España. Sin embargo, un incendio en la Nochebuena de 1734 lo destruyó.

La reforma para alcanzar su configuración actual como palacio se llevó a cabo pocos años después. Reinaba entonces Felipe V, el primero de la dinastía borbónica.

Fue decorado por Francesco Sabatini, que además introduciría algunas modificaciones arquitectónicas. Los frescos de las distintas habitaciones se deben a algunos de los mejores pintores de la época: Corrado Giaquinto, Giambattista Tiepolo y Antonio Rafael Mengs. 

Además, de sus paredes cuelgan numerosos cuadros, algunos pintados por Francisco de Goya o Federico Madrazo, haciendo que el conjunto sea un auténtico museo.

Los miércoles y sábados de octubre a junio (excepto actos oficiales) el Palacio acoge el Cambio de Guardia. Y el primer miércoles de cada mes tiene lugar el Relevo Solemne de la Guardia Real.

Pasamos junto a la Plaza de Armas, y nos fuimos a contemplar las bonitas vistas hacia poniente que se tienen desde el mirador de la Cornisa, que da a los Jardines del Campo del Moro y el río Manzanares, con la silueta de nuestra querida Sierra de Guadarrama al fondo.

Está precedido por una verja de 52 metros de longitud. Este cerramiento data de tiempos de la Regencia de María Cristina, madre de Alfonso XIII.

A la izquierda se encuentra la recientemente inaugurada Galería de las Colecciones Reales. que en sus más de 40.000 metros cuadrados, expone las obras de arte que atesoraron los diferentes reyes españoles a lo largo de la historia.

En las fotos de Flor se puede ver algunas de estas obras en una visita posterior.

Pasamos ahora frente a la fachada de la Catedral de la Almudena, de estilo neogótico, que se empezó a construir en 1883, bajo el reinado de Alfonso XII, pero no se terminó hasta más de cien años después.

Me río yo del dicho ese de que dura más que las obras de El Escorial, que se construyó entre 1563 y 1586, en "solo" 23 años.

En 1993 fue consagrada y dedicada por el papa Juan Pablo II, en uno de sus viajes a España. Por eso hay una estatua de Juan Pablo II situada junto a la entrada al templo en el lado este. Como curiosidad, aquí se bautizó mi hija, de manos de Rouco Valera.

De allí, Flor nos llevó a contemplar los restos de la muralla árabe, situada frente a la Cripta de la Catedral, en la calle Mayor. es el único lienzo de muralla árabe que se conserva en la actualidad.

Todo el conjunto de este tramo se ha remodelado, constituyendo el Parque Emir Mohamed I, en honor del fundador de la villa, creando un espacio ajardinado con paneles donde divisar la antigua ubicación de la muralla islámica a la altura de la Puerta de la Vega, conocer sus elementos arquitectónicos y aprender algunos datos sobre su historia.

En este vídeo se cuenta su método de construcción, siguiendo la técnica del 'aparejo cordobés'.

Se enmarca en un espacio alusivo a la cultura árabe, empleando especies de flor, frutales y aromáticas, sobre un pavimento de ladrillo que, con diferentes colores y aparejos, conforman los ejes del motivo central: una fuente de planta estrellada con cuatro estanques a diferente altura comunicadas con sus respectivos caños en las puntas, que dotan al lugar de una apacible tranquilidad.

El Consistorio aprobó en enero de este año un plan especial para conservar estos restos pagando un justiprecio a los propietarios privados de las fincas en las que no hay ninguna edificación construida. Sobre ellas se quiere levantar nuevas zonas verdes y realizar trabajos de restauración de la misma, para que los madrileños puedan contemplar la muralla que protegió a sus antecesores cuando Madrid era una ciudad musulmana. En uno de ellos, frente a la calle Amnistía, se proyecta incluso un centro de interpretación de la muralla. Aquí más información sobre este tema.

Continuamos el paseo pasando bajo el viaducto de Segovia, llamado así porque sirve para salvar el barranco que forma la calle Segovia.

Visto desde abajo resulta impresionante, tanto, que sus 23 metros de altura alentaron a muchos a suicidarse desde él. A final del siglo XX se instalaron paneles transparentes junto a las barandillas para evitarlo.

El actual, construido de hormigón armado pulido, con sillares de granito en los pilares, data de 1934 y sustituyó a uno de hierro y madera instalado en 1874 que se quedó pequeño.

Ha servido de decorado de muchas películas y fuente de inspiración en novelas de grandes escritores como Pérez Galdós, Jardiel Poncela o Valle-Inclán.

Proseguimos por la empinada calle Petril de los Consejos, mencionada por Pérez Galdós en La Fontana de Oro, y Valle-Inclán en Luces de Bohemia. Como curiosidad, en esta calle estuvo situado el Palacio del duque de Uceda, hoy Palacio de los Consejos, levantado en pleno siglo XVII. Se dice que su propietario quiso emular y aún superar la grandeza del viejo Alcázar, por lo que nos sirve para hacernos una idea de cómo era el antiguo edificio de la monarquía de los Habsburgo antes de su destrucción, y en el número 3 nació Mariano José de Larra, en una de las viviendas para empleados de la primitiva Casa de la Moneda, de la que era administrador su padre.

Bordeando el Palacio de los Consejos por la calle de la Villa, su lado este, llegamos a la Catedral Castrense de las Fuerzas Armadas, también conocida como o iglesia del Sacramento, que fue el templo del antiguo monasterio de las monjas bernardas de Madrid, fundado en 1615, del que solo queda su iglesia tras ser derribado en 1972.

Nos adentramos para contemplar los abundantes frescos que decoran las naves de la iglesia. a la usanza italiana y su retablo mayor, de estilo neoclásico.

Justo enfrente se encuentra el monumento a las víctimas del atentado de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, que tuvo lugar el 31 de mayo de 1906. Los reyes acababan de casarse en la Iglesia de los Jerónimos. La comitiva nupcial realizaba un recorrido desde la iglesia hacia el Palacio Real.

Viajaban en un coche tirado por caballos blancos. Al llegar a la altura del número 88 de la calle Mayor (el edificio donde está Casa Ciriaco, actualmente número 84) el anarquista Mateo Morral arrojó una bomba de fabricación casera camuflada en un ramo de flores desde el balcón de la pensión donde se hospedaba, situada en el tercer piso.

El azar quiso que la bomba tropezara en el tendido del tranvía. Esto desvió su trayectoria y en vez de caer sobre los reyes estalló en el aire, provocando 25 muertos y un centenar de heridos. Los reyes, sin embargo, salieron ilesos.

El autor del atentado, Mateo Morral, tenía 26 años y había sido reclutado por un grupo de anarquistas para asesinar al rey. Entre el caos provocado por la deflagración consiguió escapar del edificio y ocultarse. Pero el día siguiente, cuando trataba de llegar a la estación de Torrejón de Ardoz, fue identificado y en el traslado a las autoridades mató al guardia y con la misma pistola se dice que se suicidó.

Cruzamos la calle Mayor y pasamos por la calle de la Almudena, que según reza en una placa es donde en la noche del 32 de marzo de 1578 mataron a Juan Escobedo, secretario de Juan de Austria. En el centro de la calle, ahora peatonal, se pueden ver junto a una estatua, a través de un cristal, las ruinas del ábside de la que fue iglesia de Nuestra Señora de la Almudena.

Una maqueta y una placa sirven para recordarnos donde estaba esta iglesia románica del S-XII, y sus sucesivas ampliaciones y reformas.

Fue el templo más antiguo de Madrid hasta su derribo en 1868 en el contexto de las obras de remodelación de la calle Mayor. Había sido construida sobre el solar de la antigua mezquita mayor del Mayrit musulmán.

Al otro lado de la calle, continuamos por los Jardines de Larra, en los que hay una estatua en su honor. De allí pasamos de nuevo por la Plaza de Oriente y por la calle de Carlos III llegamos a la plaza de Isabel II, donde se encuentra el Teatro de la Ópera, donde nos esperaba Javier, que se unía al grupo más tarde.

En 1868 se colocó en el centro de la plaza la estatua de Isabel II. Un año después la estatua se desmontó del centro de la plaza y se colocó en el Teatro Real, hasta que en 1862 se colocó, en su lugar, una escultura alegórica de la Comedia. Sin embargo, Isabel II no regresó a la plaza hasta 1905.

Flor nos enseñó la recreación que hay en la plaza de la fuente de los Baños del Peral y luego fuimos a verlos en los bajos del metro. La fuente constaba de una decena de caños y diversas instalaciones, como un un lavadero con 57 pilas que empleaba el agua sobrante de los caños, al que acudían los vecinos a lavar ropa y los aguadores a llenar sus cántaros. Entre los siglos XV y XIX ocupó la vaguada que existía al final del barranco creado por el río del Arenal.

La fuente funcionó hasta mediados del siglo XIX, y quedó enterrada al allanar los terrenos circundantes con el objeto de construir la Plaza de Oriente, el Teatro Real y la misma Plaza de Isabel II.

Por una razón desconocida la fuente no se desplazó, ni quedó destruida, sino tan sólo soterrada a unos 10 metros de profundidad, lo que permitió su sorprendente buen estado de conservación.

Con la conclusión de las obras en ampliación de la estación de meto de Ópera en 2011, se inauguró en su interior el Museo de los Caños del Peral, abierto de forma gratuita al público y que ocupa un espacio de 200 metros cuadrados.

En él se mezclan restos arqueológicos de los siglos XVI y XVII de las antiguas obras de fontanería que componían los fontanares de la plazuela de los Caños del Peral, luego llamada plaza de Isabel II. 

Además de la fuente se puede ver una porción del acueducto de Amaniel que llevaba el agua al Palacio, y otros elementos hidráulicos como la alcantarilla del Arenal.

Junto al lavadero, a comienzos del siglo XVIII, se levantó la estructura del último corral de comedias de Madrid en el solar adquirido por Francesco Bartoli, capocómico de la compañía italiana de "los Trufaldines"; corral que más tarde se convirtió en el Teatro de los Caños del Peral. Fue demolido en 1817 para dejar su espacio al actual Teatro Real.

Proseguimos nuestro paseo por la calle de Vergara. En la esquina con la calle de la Unión se colocó una placa que recuerda que aquí estuvo la Puerta de Valnadú, perteneciente a la muralla medieval. Se sabe de su existencia remontándose hasta el siglo XII.

Fue mandada derribar en 1567 por Felipe II para cegar el paso, y poner otra puerta más hacia levante.

Llegamos a la Plaza de Ramales, que entre 1810 y 1811 se conocía como plaza de San Juan por situarse aquí la iglesia del mismo nombre, considerada la primera que se levantó en Madrid, en el siglo XII​.

En 1841 tomó el nombre de Ramales en recuerdo de la batalla de Ramales,​ librada en 1839 y que enfrentó al general isabelino Espartero con el pretendiente Carlos V de Borbón, durante la Primera Guerra Carlista.

En la desaparecida iglesia de San Juan tuvo enterramiento en 1660 el pintor Diego Velázquez.

Con posterioridad, se levantó en el centro de la plaza una columna con la cruz de Santiago en recuerdo del pintor sevillano. En 2005, al llevarse a cabo la remodelación de la plaza como espacio peatonal quedó labrada en el enlosado la silueta del ábside y parte de la iglesia del antiguo templo de San Juan.

Como curiosidad, Javier nos contó que de esta plaza partían y llegaban los autocares que iban a Galapagar y otros pueblos de la Sierra cuando él era un chaval.

En la misma Plaza de Ramales tenemos la Casa Palacio de Ricardo Augustín, construida en 1922. Llama la atención por un sorprendente torreón superior y unas pinturas murales que decoran las plantas más altas.

El torreón, tiene un cierto aire medieval que recuerda a algunas casas de ciudades italianas. Para tal resolución se añadió un quinto piso a las cuatro alturas existentes y se dedicó especial cuidado a la fachada principal que da a la plaza.

En la esquina de la fachada principal con la calle de Vergara subsiste una pequeña capilla con una "virgen rinconera" alumbrada por un farol; es una imagen de la Dolorosa y es la última que queda en Madrid donde en otro tiempo abundó este tipo de demostración devocional.

Por un lado de la plaza, llegamos a la Iglesia de Santiago, siguiendo la calle del mismo nombre. 

Se trata de uno de los templos más viejos de Madrid, data del siglo XIX, que, sin embargo, fue derribado en 1810, en tiempos de José Bonaparte y vuelto a levantar con el aspecto actual en ladrillo y estilo neoclásico. Su nombre completo es de Santiago y San Juan, aunando así las dos iglesias eliminadas para dar amplitud al lugar.

Es el templo de advocación Jacobea más antiguo de Madrid, lo que le convierte en un punto idóneo para iniciar el Camino de Santiago desde Madrid. La parroquia entrega todos los años un gran número de credenciales de la peregrinación a Santiago.

De allí nos asomamos al cercano y siempre lleno Mercado de San Miguel, situado en la plaza del mismo nombre. Tiene una gran estructura de hierro inaugurada en 1916.

Anteriormente, sobre este mismo solar se levantaba la iglesia de San Miguel de los Octoes, donde fue bautizado Lope de Vega, que precisamente nació en la casa situada enfrente, en el número 46 de la calle Mayor. Más tarde, en tiempos de José Bonaparte, fue derribada para construir la plaza.

El espacio liberado sirvió a partir de entonces para albergar un mercado al aire libre que con el tiempo se fue consolidando. Hasta que a principios de siglo XX se decidió edificar el inmueble que vemos hoy. Con su techo muy alto, consta de una planta baja y de un sótano para almacenes.

Se trata del último mercado de hierro que ha llegado hasta nuestros días en Madrid. Posteriormente se añadió el acristalamiento que aparte de su función práctica resulta especialmente decorativo.

Siempre está abarrotado, dado el éxito que ha tenido su orientación como mercado tradicional de productos frescos y puestos donde tomar un gran surtido de tapas, fórmula posteriormente llevada a otros mercados.

En el número 49 de la Calle Mayor, donde se ensancha ligeramente, está situada la placa que recuerda que aquí estuvo la Puerta de Guadalajara, perteneciente a la muralla medieval y que fue derruida en 1582, tras un incendio.

Proseguimos nuestro recorrido por la Calle Mayor, donde Flor nos mostró el otro Ángel Caído que casi nadie conoce Está en el cruce de la calle Mayor con la calle de los Milaneses, en su número 3, en el cielo de la Plaza de San Miguel, en la parte alta de un edificio.

El ángel, de grandes dimensiones, está clavado de cabeza en el edificio, con sus alas abiertas, sobre una pilastra de la azotea. Este ángel no es tan demoniaco como el más famoso situado en el Retiro, sino más cercano o común. Simplemente ha tenido un tropiezo durante un vuelo. De ahí el nombre de la obra sea "Accidente aéreo" y fue creada por el escultor Miguel Ángel Ruiz Beato en el 2007.

Bajando por la calle Mayor, nos acercamos a la Plaza de la Villa, centro antiguo de Madrid. Adoptó su nombre actual en el siglo XV. 

Por entonces, Enrique IV de Castilla otorgó el título de Noble y Leal Villa a Madrid. Una placa en la plaza rinde tributo a este rey como "benefactor de la Villa".

Posee tres edificios históricos, cada uno de un siglo. En el lado este se alzan las Casas y Torre de los Lujanes, del siglo XV, que ostentan el título de edificio civil más antiguo de Madrid y que fueron propiedad de la familia de los Luján, poderoso linaje de origen aragonés, una de las más poderosas de la ciudad.

Al fondo, en el lado sur, tenemos la Casa de Cisneros, del siglo XVI, mandada construir por un sobrino del célebre Cardenal Cisneros.

Y en el lado oeste está la Casa de la Villa, del siglo XVII, comunicada con la anterior mediante un pasadizo elevado, mandada construir en 1629, en tiempos de Felipe IV para albergar las reuniones del consejo. 

Esta misión la ha realizado durante siglos hasta que en 2007 las oficinas del Ayuntamiento pasaron a ocupar el Palacio de Cibeles, en la que hasta entonces era la sede central de Correos.

Una placa recuerda que en estas casas nació el compositor Federico Chueca. También en ella está la sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

Como curiosidad, Pepa nos contó que en una de la calles que parte de la plaza, una de las más antiguas de la ciudad, la estrechísima y peculiar calle del Codo, en lo que ahora es la Real Sociedad Económica Matritense se examinó de mecanografía de jovencita.

En la parte central de la plaza se encuentra el monumento a Don Álvaro de Bazán, militar y almirante español del siglo XVI célebre por el uso de galeones de guerra, por utilizar por primera vez infantería de marina para realizar operaciones anfibias y por no haber sido derrotado nunca.

Fue uno de los responsables de la victoria en la batalla de Lepanto contra los turcos, en la que Cervantes perdió el uso de su mano izquierda. 

Participó en la campaña de Portugal conquistando la isla de Terceira, que sirvió para que Felipe II subiera al trono portugués. Debido a la valía demostrada, el rey lo nombró Capitán General del Mar Océano y le encargó preparar la expedición de la Invencible. Sin embargo, murió antes de emprender su misión.

En la base del pedestal de la estatua se depositaron monedas de la época, periódicos del día y un acta. A la inauguración en diciembre de 1891 acudió la reina regente María Cristina, Cánovas del Castillo y otros miembros del gobierno.

Por la calle del Codo llegamos a la plaza del Conde de Miranda, totalmente peatonal y arbolada. En ella se encuentra la iglesia del Corpus Christi.

De ella parte la calle de Puñonrostro, nombre que le viene del conde de Puñonrostro, título concedido por Carlos I a Juan Arias Dávila. 

Este noble traicionó a los comuneros de Madrid y no les dio la ayuda que en un principio les había prometido.

Defendió al rey durante el alzamiento comunero en el alcázar de Madrid y en el castillo de Illescas, llegando incluso a poner el puño en el rostro de sus enemigos, de donde le viene el nombre.

Al final de esta calle, se encuentra la Basílica Pontificia de San Miguel, por orden de la reina Isabel de Farnesio, sobre el solar de la antigua parroquia de los santos Justo y Pastor, que databa del siglo XIII y fue derribada a finales del siglo XVII, es una de las construcciones arquitectónicas más relevantes del Barroco español, por la singular forma convexa de su fachada y su original planta, poco habitual en el país y única en el Barroco madrileño,

El templo, que empezó a construirse en el año 1739, posee una notable influencia italiana, la basílica se asemeja a una iglesia romana. Desde finales de 1959 la atención de la basílica está encomendada al Opus Dei.

Encajonada entre la Basílica de San Miguel y el Palacio Arzobispal surge una angulosa callejuela llamada El Pasadizo del Panecillo, que comunica la Plaza del Conde de Barajas con la Calle de San Justo. Ahora sus dos extremos están custodiados por unas verjas de forja que impiden el paso.

Al parecer, su sinuoso trazado era el escondite perfecto para ladronzuelos y gentes de dudosas intenciones. Su poca iluminación y sus recovecos dieron más de un disgusto, por ese motivo decidieron cerrarlo en 1829.

Su nombre le viene de cuando el cardenal-infante Luis Alfonso de Borbón y Farnesio, en el Siglo XVIII, a través de una de las ventanas del Palacio Arzobispal, puso en marcha una peculiar costumbre, la de entregar un trozo de pan a los vagabundos que lo solicitasen, con la única condición de que antes hubiesen escuchado misa.

Algo que queda perfectamente reflejado en la placa que da nombre a la calle.

Justo enfrente se encuentra El Lector, una estatua en homenaje a Carlos Cambronero, fue un historiador, ensayista y literato español. Biógrafo de la reina Isabel II, y se caracterizó por ser uno de los primeros historiadores especialistas en Madrid.

Como curiosidad el periódico que lee esta figura, habla de Carlos el mismo al que representa.

En la vecina Calle de la Pasa, donde tiene su entrada principal el Palacio Arzobispal, se efectuaba también otra entrega de alimentos, que solía ser posterior a la del Pasadizo del Panecillo.

Como quiera que la comida de este segundo reparto consistía en un puñado de pasas, queda claro el origen del topónimo de la popular calle madrileña.

Una curiosidad más, que se añade al famoso dicho de "el que no pasa por la Calle de la Pasa, no se casa", en alusión a la vicaría existente en una de las dependencias del Palacio Arzobispal, a la que obligatoriamente tenía que acudir todo aquel que desease contraer matrimonio eclesiástico.

Cruzamos la plaza de Puerta Cerrada, por la que aquí se abría en la muralla cristiana de Madrid, durante la Edad Media y el Renacimiento y que fue derribada en el año 1569, con ocasión de la entrada en la ciudad de Isabel de Valois, esposa de Felipe II.

La plaza se encuentra presidida por una cruz de piedra realizada en 1783.

Se salvó de la retirada que decretó el alcalde José de Marquina, en 1805, de todas las cruces y cruceros, que en muchos casos interrumpían las vías de tránsito rodado, siendo ésta una de las pocas que no se retiró.

Nos llamó la atención una fachada pintada de lila, con la leyenda “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. Hace referencia a que el asentamiento musulmán que dio lugar al Madrid se estableció en su ubicación actual por ser un terreno con muchas aguas subterráneas y arroyos.

La segunda parte de la frase, “Mis muros de fuego son”, tiene que ver con que la fortaleza, estaba rodeada de una muralla de defensa en la que se había empleado sílex, por lo que al recibir el impacto de las puntas de las flechas por las noches, saltaban chispas que vistas desde la distancia parecían pequeñas lenguas de fuego.

Seguimos por la calle de Cuchilleros, llamada así porque aquí estuvieron los talleres del gremio de cuchilleros que suministraban sus artículos al gremio de carniceros concentrados en el interior y aledaños de la plaza Mayor.

En su número 17 está el famoso restaurante Sobrino de Botín, que lleva abierto ininterrumpidamente desde 1725 por el francés Jean Botin y su esposa, inicialmente como fonda. En 1868, el local incluyó en su reforma un horno de leña que se mantiene hoy día.

En uno de los salones del restaurante hay un gran cuadro denominado «Matritvm Urbs Regia», obra de Pierre Schild en 1956, representando un imaginario Madrid hacia 1561.

Como curiosidades, al parecer Francisco de Goya estuvo trabajando en sus cocinas como limpia platos en 1765 (con 19 años); antes de destacar como pintor.​ Ernest Hemingway fue un asiduo visitante durante sus estancias en Madrid. Benito Pérez Galdós hace mención de este lugar en su obra "Misericordia" y en "Fortunata y Jacinta".

Subimos por las Escalerilla de Piedra del famoso Arco de Cuchilleros, uno de los diez accesos de la plaza Mayor, quizá el más visitado debido a su peculiar morfología, pequeño y casi humilde por el interior, alto y monumental en su parte exterior.

Bajo las escaleras de piedra se encuentra el mesón Las Cuevas de Luis Candelas. Se llama así en homenaje al célebre bandolero del siglo XIX, que se reunía en esta zona con sus compinches de “cuadrilla” para preparar y celebrar sus fechorías, porque disponían de muchas salidas al exterior que despistaban a sus perseguidores.

En 1837, con 28 años, lo atrapan y le condenan a muerte a garrote vil en las afueras de las puertas de Toledo de Madrid. Sus últimas palabras fueron éstas: SÉ FELIZ, PATRIA MÍA.

En la parte superior está el conocido como "púlpito" en realidad sirve de salida a una casa a la que se sube por unas escaleras visibles desde el exterior. En esta casa vivía Fortunata, el personaje creado por Benito Pérez Galdós en su obra Fortunata y Jacinta.

Entramos en la Plaza Mayor, sus inicios se remontan al siglo XVI, cuando en la confluencia de los caminos (hoy en día calles) de Toledo y Atocha, a las afueras de la villa medieval, se celebraba en este sitio, conocido como "plaza del Arrabal", el mercado principal de la villa. En esa época se construyó una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.

En 1560, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quien concluirá la plaza en 1619.

Tras el incendio que sufrió en 1790, Juan de Villanueva rebajó la altura del caserío que rodea la plaza de cinco a tres plantas y cerró las esquinas habilitando grandes arcadas para su acceso. Sus edificios más emblemáticos son la Casa de la Panadería y la Casa de la Carnicería, una enfrente de la otra.

La estatua ecuestre de Felipe III en el centro de la plaza, fue un regalo del entonces gran duque de Florencia para el rey de España. Inicialmente se ubicó en la Casa de Campo.

En 1848 la reina Isabel II ordenó su traslado desde su emplazamiento anterior a su emplazamiento actual.

En 1931, proclamada la II República, fue víctima de un atentado. Aprovechando que la figura era hueca y tenía una abertura en la boca del caballo, le introdujeron un artefacto explosivo, que reventó la panza del animal. Ello desveló un curioso hallazgo: la explosión desperdigó por el lugar numerosos huesecillos, y se supo que eran restos de los múltiples pájaros que, a lo largo de los siglos, se habían quedado atrapados dentro del caballo tras colarse por su boca.

En la década de 1960 se acometió una restauración general de la plaza, que la cerró al tráfico rodado, sustituyó la teja árabe de los tejados por pizarra y habilitó un aparcamiento subterráneo bajo la plaza.

Más información de la historia de esta plaza podemos encontrarla en este vídeo de Telemadrid o en este excelente documental de la evolución de la Plaza siguiendo las escenas de cine rodadas en ella.

A mi esta plaza, salvando las distancias, siempre me ha recordado a la de la Corredera de mi Córdoba natal, construida en 1683-87 y por tanto, casi contemporáneas.

Como había hambre, nos fuimos al bar La Campana a degustar sus famosos bocadillos de calamares. Tras algo de espera, porque siempre hay cola, entramos a su reducido salón. En las paredes, recubiertas de azulejos, leemos refranes y frases que nos hacen sonreír: “no hay que buscarle tres pies al gato, sabiendo que tiene cuatro”, "En la vida solo unos pocos sueños se cumplen, la mayoría se roncan".

No es el único de la zona especializado en este manjar, muy concurridos también están, puerta con puerta, La Ideal o al otro lado de la plaza Casa Rua.

La receta es fácil: pan, calamares rebozados y aceite. Más de 1 000 bocadillos preparan al día. Servidos con una caña bien fría, es un aperitivo más castizo que la puerta de Alcalá.

En Madrid se consumía buen pescado desde el siglo XVI: llegaba en invierno a lomos de mulas que viajaban desde Galicia y las costas del Cantábrico gracias a los arrieros maragatos procedentes de León.

En total eran 100 leguas y aproximadamente doce jornadas hasta Madrid. Para que llegase bien el pescado se construyeron pozos que rellenaban con nieve durante el invierno y que resistían gran parte del verano.

Ya en el siglo XVIII los tiempos mejoraron y los arrieros maragatos hacían entregas de pescado y marisco fresco de Galicia a Madrid en cuatro días. Todo cambió cuando el ferrocarril, todavía lento, puso en contacto directo las costas con Madrid.

El calamar, producto sin espinas y con poca merma, era perfecto. “Una vez sabrosamente rebozado, frito en aceite vegetal y con un pan adecuado, se convirtió en una de las estrellas de la gastronomía castiza madrileña”, sentencia.

La migración interna también contribuyó a que en Madrid se comiera pescado, de la mano de cocineras, andaluzas, gallegas y de otros puntos de costa, tenían costumbre y buen manejo en los productos de mar… y en los calamares.

Estas mismas, que luego fueron abriendo fondas y casas de comidas en Madrid, contribuyeron a popularizar los calamares rebozados y fritos. 

¿Y la idea de meterlos entre pan? Pues era una manera de añadir un extra de calorías y sabor además de facilitar su rápida ingesta. Así nació el “fast food” madrileño por antonomasia, rico, barato y saludable.

Tras reponer fuerzas, regresamos a la Plaza Mayor para, por el arco de la calle de Gerona, llegar a la Plaza de la Provincia, presidida por una réplica de la antigua fuente de Orfeo, la original se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y estuvo en este mismo lugar desde 1618 hasta 1869.

La réplica fue construida en 1998 y financiada por Caja Madrid como consecuencia de la remodelación de la Plaza de la Provincia. Orfeo es de cuerpo entero ya tamaño natural.

En la mitología griega, Orfeo, hijo de Apolo y la musa Calíope, heredó de sus padres el don de la música y la poesía. Enamoró a Eurídice e intentó que recobrara la vida rescatándola de entre los muertos, para lo cual durmió al can Cerbero, vigilante del inframundo. Se le suele representar tocando su lira, aunque en este caso utiliza un violín o viola.

El pedestal de la fuente que soporta la estatua de Orfeo está decorado con el escudo de Madrid de distintas épocas (1212, 1544, 1617, 1935).

Se cuenta que a la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que Alfonso VIII derrotó a los almohades, el concejo de Madrid decidió enviar un destacamento en apoyo del rey cristiano. Por las crónicas de la época se sabe, que estas tropas portaban una bandera o pendón que tenia: un oso pasante (a cuatro patas) sobre un campo de plata. Esta es la primera mención en la historia, del escudo de Madrid.

En 1222, se produjo un hecho que hizo modificar el escudo de la villa. Los clérigos de las parroquias madrileñas se enfrentaron al Concejo por el uso de los pastos en los campos y bosques de jurisdicción municipal. Esta explotación proporcionaba abundantes recursos a las dos instituciones, y ambas solicitan para si el uso de estos terrenos.

Debido a la importancia de los dos grupos afectados, si hizo necesaria la participación real. Alfonso VIII determinó que los pastos pertenecerían al clérigo, mientras que los bosques pasarían a manos del Concejo.

Esta decisión no fue del total agrado de los clérigos, pero sí satisfizo al Concejo. Por dicho motivo esta institución modifico el escudo del municipio, al que añadieron un arbusto como prueba de sus nuevas posesiones. La figura del oso pasó de estar caminando a estar sobre las patas traseras, comiendo frutos del arbusto.

En 1544 se celebraron en Valladolid Las Cortes, Madrid estuvo representado por Don Juan Hurtado de Mendoza y por Pedro Xuarex. El Emperador Carlos V concedió a estos nobles una distinción por los servicios prestados, y solicitaron permiso para mejorar el escudo de la villa. 

El documento dice lo siguiente: “Al blasón de este Concejo, que lleva una osa e un madroño en campo blanco, se sirva Vuestra Majestad otorgar que lleve una corona dentro del escudo, o una orla azul con siete estrellas de ocho rayos, en señal del claro y extendido cielo que cubre esta Villa”.

Después, en 1859 se añadió al escudo un dragón, porque en 1569, al derribarse la muralla de Puerta Cerrada, se encontró una piedra con un dragón grabado. También se añadió una corona cívica, concedida a la villa de Madrid por las Cortes Españolas en un decreto promulgado el 27 de diciembre de 1822, durante el trienio liberal.

Durante las II Republica Española (1931-1936) se reemplaza la corona real por una corona almenada. Y durante la dictadura de Franco se vuelve a cambiar por la corona real.

El escudo estuvo vigente hasta el año 1967, se consideró que los elementos fundamentales eran la osa y el madroño, las siete estrellas de platas y la corona real, eliminándose el dragón y la corona cívica.

En la parte sur de la plaza se encuentra el Palacio de Santa Cruz, sede actual del Ministerio de Asuntos Exteriores. El edificio principal se construyó entre 1629 y 1736 bajo el reinado de Felipe IV.

Se parece mucho a la Casa de la Villa, sirvió inicialmente para albergar la cárcel de la ciudad, así como la sala de los Alcaldes de Casa y Corte del Madrid de los Austrias. Enfrente de este edificio estaba la parroquia de Santa Cruz, derribada en 1869 y de ahí el nombre que tomó el palacio.

En la remodelación de la plaza se incluyó un monolito situado a escasos metros de la fuente, frente al Palacio de Santa Cruz.

Este curioso monumento que conmemora la adhesión de España a la Comunidad Europea, el 1 de enero de 1986. Se trata de una gran piedra de gratino, curva en su parte delantera y angulada en la trasera, asentada directamente al suelo y con la inscripción incisa ocupando la cara principal.

Dejando la Plaza de Santa Cruz a la izquierda, continuamos por la calle Atocha,

En la acera de la derecha, enseguida se encuentra la iglesia parroquial de la Santa Cruz, situada en el solar en el que se ubicaba el convento de Santo Tomás de Aquino, fundado en 1583 por fray Diego de Chaves, confesor de Felipe II y desamortizado en 1836.​

En 1626 tomó el patronazgo del convento el conde-duque de Olivares y en 1635 se puso la primera piedra para una nueva iglesia, que se incendió en 1652, desapareciendo tanto el convento como la iglesia.

Se reedifica en 1660, desplomándose el altar mayor en el año 1726 sepultando a más de ochenta personas, y sufriendo en 1756 otro incendio.

Finalmente, en 1876 un nuevo incendio destruyó completamente el templo, que fue derribado. La fachada, de estilo churrigueresco, y el claustro, obra de Melchor de Bueras, eran obras maestras de la arquitectura barroca madrileña.

La iglesia actual se empezó a construir en 1889, debiendo paralizarse la construcción por falta de recursos económicos. Las obras se retomaron en 1899 con ayuda de una suscripción popular. La obra se concluyó en 1902.

En su interior, cuenta con gran devoción la escultura de San Judas Tadeo, abogado de las causas difíciles, al que acuden cada miércoles cientos de devotos, llegándose a considerar la segunda imagen con más devoción de Madrid, después del Cristo de Medinaceli. Yo no creo mucho en estas cosas, pero aquí vine en una ocasión con una persona muy allegada, que le pidió un deseo y se cumplió.

Más adelante, en la misma acera, se encuentran los Baños Árabes Hammam Al Andalus de Madrid, de gratos recuerdos por haberlos visitado durante una época con frecuencia.

A pocos metros, llegamos a la Plaza de Jacinto Benavente, enfrente, en su esquina con Atocha otro edificio emblemático, el teatro Calderón, de gratos recuerdos porque en él he visto algún que otro musical.

Cruzamos la plaza y nos dirigimos a la Plaza del Ángel, bulliciosa plazuela en forma de embudo que, según reza en un texto marcado en el pavimento, debe su nombre a un cuadro del ángel de la guarda, de gran estima para los madrileños, que estuvo decorando la fachada del convento de San Felipe Neri, derribado a principios del siglo XIX y que ocupaba prácticamente este lugar.

Comercios y tabernas le aportan un aire animado que no es más que la herencia de tiempos pasados y es que su vida social siempre ha sido de lo más ajetreada.

En ella se encuentran edificios emblemáticos como el Café Central, inaugurado en 1910, que en 1954 pasó a local de venta obras de arte y en 1968 recuperó su condición de café con actuaciones en vivo o La taberna "España cañí", decana de la plazuela, con rica decoración de azulejería de Talavera, reproduciendo una pintura de Julio Romero de Torres: Cante jondo (1929). Todo el conjunto, obra del ceramista José Soto en 1945.

En este lugar se ubicó antiguamente la Fonda de San Sebastián por la que pasaron ilustres intelectuales y literatos como Jovellanos, Moratín, Larra, o Espronceda.

En el extremo derecho de la plaza, asoma la Iglesia San Sebastián, fundada en 1541, y en la que se celebraron bautizos, bodas o defunciones de numerosos personajes ilustres, en su pequeño cementerio, ya desaparecido, estuvo sepultado Lope de Vega.

Al final de la plazuela, donde comienza la calle del Prado, nuestros ojos se fueron, instintivamente, al espectacular edificio que habita una de sus esquinas, el hoy Hotel ME Madrid Reina Victoria, cuya perspectiva, abriendo el paso hacia la Plaza de Santa Ana es simplemente deliciosa. Tiene mucha historia este edificio.

Desde 1810 esta preciada esquina la ocupó el Palacio de los Condes de Montijo, famoso desde su nacimiento por las selectas fiestas que en él organizaban las altas esferas de la sociedad madrileña.

La viuda del conde presentó 'en sociedad' a sus hijas María Francisca y Eugenia, que respectivamente llegarían a ser duquesa de Alba y emperatriz de Francia. También fue en este palacio donde, durante la cena de Nochebuena de 1874, se dio a conocer la proclamación del rey Alfonso XII.

El edificio albergó más tarde el Casino Militar, el Centro de Instrucción Comercial y, durante una temporada fue vivienda de Canalejas. Aquella construcción se derribó para levantar, en 1919 el “Edificio Simeón” destinado a grandes almacenes, el mismo que hoy admiramos transformado en hotel.

La Plaza de Santa Ana debe su nombre a que se encuentra en el espacio que hasta 1810 ocupaba la iglesia, monasterio, jardines y huertos del convento de las religiosas carmelitas descalzas de San José y Santa Ana, mandado fundar por Santa Teresa de Ávila. Durante el reinado de José Bonaparte se derribó el conjunto.

En su perímetro, además del Hotel Reina Victoria, se encuentran edificios como el del Teatro Español y esculturas de dramaturgos como Pedro Calderón de la Barca y Federico García Lorca.

Otro singular establecimiento existente en la plaza es de la década de 1930, el antiguo tablao flamenco Villa Rosa,​ que conserva una llamativa y valiosa azulejería muy colorista, tanto interior como exterior, obra cerámica del sevillano Alfonso Romero Mesa, representando imágenes de alguna de las provincias andaluzas y de Madrid. Pedro Almodóvar lo utilizó como escenario para Tacones lejanos.

Son numerosos los personajes que pasaron por aquí como el dictador Miguel Primo de Rivera, el rey Alfonso XIII, el escritor Ernest Hemingway, la actriz Ava Gardner y el torero Luis Miguel Dominguín. En este vídeo nos cuentan su historia y en este otro la escena más famosa de Tacones Lejanos, rodada aquí.

Abundando en este ambiente popular y típico, habla Mesonero Romanos de esta plaza como paraíso de tascas y raciones, llegando a llamarla el ‘cementerio de las gambas’,​ por la cantidad de raciones que de estos crustáceos se consumían en las terrazas de la plaza.

Continuamos por el llamado Callejón del Gato, por ser aquí donde tuvo casa y corrales el mayordomo de Isabel la Católica, Juan Álvarez Gato, miembro de uno de los linajes más castizos de la Villa de Madrid, iniciada por un temerario escalador cristiano que, usando su cuchillo como improvisado piolet, trepó la muralla indiferente a la saña defensiva de los sarracenos. Por su habilidad, le pusieron el mote de "el gato". Al héroe le gustó el apodo y decidió tomarlo como apellido.

La leyenda promovida por el propio creador del esperpento como género dramático y materializada en su forma literaria en 1920 por Valle-Inclán en la obra Luces de Bohemia, dice que la idea nació frente a los «espejos deformantes» que usaba como reclamo publicitario una ferretería de esta calle y que desapareció en 1933, si bien los dos espejos fueron salvados e instalados en una destilería con almacén en el número 3 de Álvarez Gato, al otro lado del callejón. Era uno cóncavo y convexo el otro, en los que los paseantes se miraban divertidos o asustados de sus deformes cuerpos, evocadores de "Quijotes o Sanchos". Nosotros tampoco nos resistimos a vernos en ellos.

Continuamos por la calle de Espoz y Mina, dedicada al guerrillero y caudillo militar de la Guerra de la Independencia. Se trazó sobre los terrenos que fueron huerta del convento de la Victoria. Giramos a la derecha por el Pasaje de Matheu, promotor inmobiliario que remodeló esta zona a mediados del siglo XIX.

A finales del siglo XIX fue uno de los pasajes más suntuosos de Europa.​ Estaba cubierto por una estructura de hierro ya perdida. La armadura metálica estaba rematada en sus extremos con sendos arcos decorados con grupos escultóricos alegóricos del comercio y la riqueza.

En él se ubicaron las primeras terrazas de Madrid, de la mano de dos súbditos franceses que abrieron, uno el Café de Francia, y el otro el Café de París.

A ellos se les atribuye la costumbre de sacar mesas a la calle. Hoy continua teniendo terrazas de bares, a uno de ellos he ido con frecuencia para degustar sus estupendas bravas, calamares y oreja en salsa de tomate.

Al llegar al final del pasaje, giramos a la derecha para acercarnos a ver algunos bares castizos de la calle de la Victoria.

Esta breve calle, de apenas 110 metros de longitud,​ parece hacer referencia al vecino convento de Mínimos de San Francisco de Paula,​ más conocido como de Nuestra Señora de la Victoria, en el antiguo camino de los Jerónimos, fundado en 1561.

De los numerosos establecimientos que la poblaron cabe destacar el café de la Vizcaína, en el número 5 de esta calle, frente al pasaje, inaugurado en el año 1851, que pasó a llamarse Café de la Victoria, en la década de 1970, tras algún cambio más, se reformó como Venta El Buscón, bar restaurante con una vistosa azulejería, incluido un panel representando a un personaje de la estética noventayochista de Ignacio Zuloaga.

Otras dos tabernas de larga tradición, que reconvertidas en restaurantes típicos siguen activas en esta calle, son la La Casa del Abuelo, en el número 12, inaugurada en 1911 con el nombre de La Alicantina, y la Alhambra en el número 9, fundada en 1929 con el nombre también granadino de ‘El Generalife’ y una destacable azulejería obra de Alfonso Romero Mesa, tuvo al parecer entre sus habituales al torero Luis Miguel Dominguín y la actriz noctámbula Ava Gardner.​ Ya en 1984, el realizador Pedro Almodóvar la usó como escenario de ¿Qué he hecho yo para merecer esto?.

Descendiendo por la calle, llegamos a la Carrera de San Jerónimo, archiconocida por albergar en su tramo final la plaza de las Cortes.

En el número ocho se ubica el famoso restaurante Lhardy, inaugurado en el año 1839 por el francés Emilio Huguenin Lhardy. Es considerado uno de los primeros y más antiguos restaurantes de Madrid, con menú y precio para cada plato.

Girando a la izquierda llegamos a la Puerta del Sol, uno de los puntos de encuentro más importantes de Madrid. En sus orígenes fue uno de los accesos de la cerca que rodeaba Madrid en el siglo xv. Su nombre se debe a una fortaleza que se erigió en la confluencia entre las calles Montera y Carretas durante la guerra de las Comunidades (1520), cuya puerta principal tenía dibujado un sol, quizá por su orientación hacia levante.

La fortaleza fue derribada en 1570 para ensanchar la salida de la ciudad, pero el nombre popular permaneció hasta nuestros días.

El edificio más antiguo de la Puerta del Sol es la Real Casa de Correos. Se construyó entre 1766 y 1768 para este uso y posteriormente tuvo otros, como ministerio de la gobernación, cárcel Dirección General de Seguridad del Estado durante la época franquista. En la actualidad alberga la presidencia del gobierno de la Comunidad de Madrid.

Sobre el tejado se construyó, ya en el XIX, una torre en cuyo interior se colocó un reloj obsequio del relojero Losada, que hoy sirve para cumplir el ritual de las doce campanadas en fin de año.

Uno de los motivos por los que más se conoce la Puerta del Sol es porque de esta plaza nace la red de carreteras radiales del estado. Para identificar con exactitud este punto existe una Placa del Kilómetro Cero en la acera junto a la Casa de Correos.

Nos acercamos a ver el mapa de España con sus carreteras radiales como hilos de oro y el lema ‘Origen de las carreteras radiales’, que con diversas modificaciones está en este lugar desde 1950. 

Al inicio de la calle Alcalá se encuentra la estatua de El Oso y el Madroño, que como hemos contado, en realidad es osa y madroñero, que representa el escudo de la ciudad. Se instaló por primera vez en 1967, aunque en el extremo opuesto de donde está ahora.

En el centro de la plaza, mirando hacia la Casa de Correos, se ubica la estatua ecuestre de Carlos III. De este rey se dice que fue el mejor alcalde de Madrid debido a sus reiterados esfuerzos por modernizar la capital. La estatua se realizó en 1994.

Al inicio de la calle Arenal se encuentra la estatua de la Mariblanca, llamada así por la blancura original de su piedra, entre 1630 y 1838 coronó la fuente de la Mariblanca, frente a la también desaparecida iglesia del Buen Suceso.

Es una réplica de la que en 1625 fue traída a España desde Italia y que en los cuatro siglos posteriores ha conocido distintas ubicaciones dentro de la capital, la última de las cuales es la Casa de la Villa.

Muy popular es el anuncio luminoso de Tío Pepe (“Sol de Andalucía embotellado”), que tiene su historia. En 1935 se situó sobre el tejado del Grand Hotel de París, que ocupaba entonces el espacio histórico de la iglesia del Buen Suceso (demolida a mediados del siglo XIX).

En 2006 cerró el hotel París y, con motivo de las obras de restauración de la finca, se descolgó la publicidad temporalmente. Y en 2014 cambió de ubicación al edificio que se encuentra frente a la Real Casa de Correos.

Y para mí, hablar de la Puerta del Sol es pensar en la pastelería La Mallorquina, fundada en 1894, donde siempre que puedo paso a degustar sus napolitanas de crema, chocolate, torteles de cabello de ángel y otros manjares.

En este vídeo se cuenta la historia de los orígenes de la Plaza, en este vídeo se cuentan sus 100 últimos años a través de imágenes grabadas en ella y, en este otro, cómo va a ser su enésima remodelación que está por venir.

Salimos de la plaza por la calle Preciados, una de las diez calles que confluyen en la Puerta del Sol. La calle debe su nombre por haber tenido en ella su residencia dos hermanos apellidados Preciado, de oficio almotacenes (inspectores de los mercados y talleres andalusíes).​

En 1943 el empresario Pepín Fernández emprendió sus actividades comerciales en esta céntrica vía abriendo uno de los primeros centros comerciales madrileños, Galerías Preciados, que tomó el nombre de la calle.​

En 1973, y junto con la vecina calle del Carmen, fue una de las primeras vías peatonales de la capital.

En la calle se encontraba el café Varela, local emblemático de los siglos xix y xx, frecuentado por Miguel de Unamuno, Emilio Carrerè y los hermanos Machado, entre otros.

Giramos a la izquierda, por la calle Tetuán, para acercarnos a degustar el bacalao y croquetas de Casa Labra, bar restaurante fundado en 1860.

También es famosa por haber sido el lugar donde se fundó clandestinamente el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) el 2 de mayo de 1879 por un grupo de trabajadores e intelectuales, encabezados por el tipógrafo Pablo Iglesias Posse, lo que se recuerda en una placa en la fachada del local.

Destaca un gran espejo de la época donde hay un cartel que dice "El que bien bebe hace lo que debe", recordando la obligación de abonar lo consumido. En un apartado interior se puede sentar y hay servicio de mesa. El local mantiene la decoración de antaño.

Como curiosidad, la comida (tapas) se pide en una especie de taquilla con mostrador, y la bebida en la barra.

Desde allí bajamos por la calle Tetuán al encuentro de la plaza de Celenque. Tras el derribo del Convento de San Martín y el alineamiento de las fachadas, la plaza adquirió el aspecto actual que asemeja más a una calle ancha que a una plaza habitual.

En la cercana calle Capellanes vivió Pio Baroja y se fundó la tahona especializada: Viena Capellanes. En esta plaza tenía su casa Juan de Córdoba y Celenque, alcaide de la casa real de El Pardo, durante el reinado de Enrique IV.

Girando a la derecha, continuamos por la calle Maestro Victoria. Su nombre hace referencia al compositor Tomás Luis de Victoria, sacerdote católico, maestro de capilla y célebre compositor polifonista del renacimiento español.

Existe una entrada al edificio de El Corte Inglés de Preciados, en cuya fachada todas las navidades desde 1979 monta Cortylandia, espectáculo infantil con muñecos animados que cada quince o treinta minutos interpretan una historia con canciones. de obligada visita cuando se tienen niños, como ha sido mi caso con mi hija y un sobrino.

La Plaza de las Descalzas toma su nombre del monasterio de las Descalzas Reales, cuya fachada principal da a la plaza, en lo que era antes un palacio, nació Juana de Austria, quien fundó el monasterio en 1559, fue viuda del príncipe Juan Manuel de Portugal, hermana del rey de España Felipe II y madre del futuro rey portugués don Sebastián.

En el siglo XIII, con la ampliación del antiguo Madrid, fue el centro del arrabal de San Martín y, alzando para la ocasión un tablado con dosel delante del edificio del monasterio, donde se proclamó en esta plaza a varios reyes y se aclamó a los príncipes de Asturias.

En ella estaba la iglesia de San Martín (perteneciente al convento de San Martín), cuya portada principal daba al postigo de San Martín. Este edificio fue destruido en 1724 para construir el nuevo Monte de Piedad, conservando su puerta de entrada.

También había otras casas, como las casas del marqués de Mejorada y del Duque de Lerma. A partir de la llegada de Napoleón y durante los años posteriores, aquellos inmuebles fueron derribados unos y alterados otros, salvo el monasterio, que perdió parte de su extensión pero llegó casi intacto a nuestros días.

Por la calle del Postigo de San Martín subimos hacia la Plaza del Callao, deteniéndonos en otro establecimiento para mi imprescindible cuando estoy por el centro de Madrid, la Chocolatería Valor.

En su terraza, nos comimos unas bunas raciones de churros con su correspondiente chocolate caliente que nos reconfortaron el cuerpo y hasta el alma.

Tras el reponedor descanso, llegamos a la Plaza del Callao, que ya existía, aunque mucho más pequeña, antes de la gran reforma que supuso la construcción de la Gran Vía en 1910, su espacio estaba bajo el área del arrabal de San Martín.

Su nombre se concedió a este espacio en honor al combate del Callao, enfrentamiento ocurrido en ese puerto peruano el 2 de mayo de 1866 entre una escuadra de la Armada Española, y las defensas del Callao, en el transcurso de la Guerra hispano-sudamericana.​

Al comenzar las obras de la Gran Vía el 4 de febrero de 1917, la plaza empezó a cobrar un área mayor  y muy similar al actual.

En ella, tras la Guerra Civil, en 1939, el empresario Antonio Rodilla inició su actividad repostera con una pequeña tienda en la plaza. En 1952 se establecieron en el ala sur de la plaza los almacenes de Galerías Preciados, ocupando el solar del edificio recién derribado del Hotel Florida. A finales de 2009 y principios de 2010 se peatonaliza toda la plaza y la vecina calle de Jacometrezo se acomoda para el tráfico de autobuses que anteriormente se ofrecía en la plaza.

El Edificio Carrión, más conocido como Edificio Capitol, construido entre los años 1931 y 1933 con catorce plantas. Es uno de los iconos más reconocible de Madrid.

El anuncio luminoso de neón de la marca Schweppes, instalado en 1972 en las plantas superiores es uno de los símbolos de la Gran Vía y de la ciudad y ha aparecido en numerosas películas españolas, una de las apariciones más famosas El día de la Bestia, dirigida por Álex de la Iglesia o en series como La casa de papel, en la que arrojan sobre ella desde el aire 140 millones de euros, falsos, claro.

En la parte baja están los Cines Capitol y el hotel Carrión.


Otros edificios emblemáticos de la plaza son el Palacio de la Prensa, construido en 1928 con 14 plantas, fue el edificio más alto de Madrid, hasta que el Edificio Telefónica, de 88 metros, también en la Gran Vía le arrebató el título. El Edificio La Adriática, el edificio Fnac (antiguo Galerías Preciados) de cinco plantas, y el Edificio Cine Callao de 1927.

Como curiosidad, por ella pasan anualmente 113 millones de personas, cuenta con espacio que permite la concentración de hasta 10 000 personas y tiene un tráfico rodado de 51 000 vehículos diarios.

En la plaza despedimos a algunos que se iban en metro mientras el resto bajamos por la Gran Vía (calle que merece una excursión monográfica aparte, que ya haremos) a Plaza España, inicio y final de esta ruta cargada de historia que no sé cuándo la disfruté más, si al hacerla o al narrarla, porque mientras buscaba referencias e información de por dónde habíamos estado, me he enterado de un gran número de historias, leyendas y datos históricos que guardan cada uno de los rincones visitados.

Por todo lo contemplado y aprendido, a esta excursión le otorgo 5 estrellas.
Paco Nieto

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