domingo, 2 de junio de 2019

Excursión X181: Paseo por el Valle del río Eresma

FICHA TÉCNICA
Inicio: Boca del Asno
Final: Boca del Asno
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 10,8 Km 
Desnivel [+]: 217 m 
Desnivel [--]: 217 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 3

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Para mitigar los calores del primer domingo de junio, nos acercamos al refrescante valle que forma el río Eresma en su tramo alto, donde nace este río al pie del puerto de Navacerrada.

Sin demasiada gente aún, por lo temprano de la hora, aparcamos junto al área recreativa de Boca del Asno. Enseguida buscamos el murmullo del agua que a poco de cruzar el puente de madera se precipita con brío a través de la angostura que da nombre a este bello lugar.

Sin entretenernos en contemplar tan placentero espectáculo, echamos a andar por la margen izquierda del río, que a pesar de bajar muy mermado de agua, aportaba su perceptible y refrescante humedad al ambiente.

Con la ayuda de unas piedras, vadeamos el arroyo del Tesoro, enigmático nombre para este afluente del Eresma que nace a los pies del cerro de la Camorca y con escaso caudal en cuanto llega el estiaje.

Poco más arriba, el río se encajona entre enormes rocas de granito plagadas de musgo, formando una pequeña hoz de singular belleza, para mí uno de los rincones más bellos del valle.

Pasada la estrecha angostura, se hacen más evidentes los vestigios del acondicionamiento de este río como pesquerías reales, que mandó realizar, entre 1767-1769, el Rey Carlos III, un amante de la caza, de la pesca y de la naturaleza en general, lo que le llevó en 1761 a comprar a los segovianos el bosque de Valsaín, para disfrutar en exclusiva de la pesca, procediendo posteriormente a allanar en forma de aceras las orillas del Eresma. Además del camino, el monarca dotó a este tramo del río, de escaleras, represas y saltos de agua encaminados a oxigenar el agua.

Se trata de un singular recorrido de unos 10 kilómetros, aproximadamente, entre el puente de la Cantina y el puente de Segovia o puente de Santa Cecilia, que nosotros recorremos en su tramo final.

Al llegar al recientemente renovado puente de madera de los Vadillos, lo cruzamos para cambiar de orilla por un breve espacio de tiempo, porque enseguida volvimos a cruzarlo por otro puente de madera, cercano a la desembocadura del arroyo del Telégrafo. En lo profundo del bosque, el río forma un remanso a los pies de una peña musgosa que se sumerge en una oscura poza.

De nuevo en la margen izquierda del Eresma, proseguimos el agradable paseo junto a su orilla, que al poco se vuelve estrecha. Ya sin trazas de la plataforma de pesquerías, el camino sube y baja toboganes, mientras que el Eresma se agarganta en un valle cada vez más cerrado. El paso bajo una enorme roca, que recuerda a los muchos que hay en La Pedriza. precede el fin del camino.

Unos pocos de metros más arriba, la vegetación se hace más espesa y al llegar al gran muro que sustenta el puente de la Cantina y a la carretera que sube al puerto de Navacerrada, obliga a remostar el empinado terraplén con cuidado de no rozar las numerosas ortigas, deseosas de dejarnos un ingrato recuerdo a nuestro paso.

El puente, de arco único de medio punto, fue construido en la misma época que el camino trazado por Juan de Villanueva, en 1778, por orden de Carlos III para unir la Corte con el palacio de San Ildefonso; terminado bajo el reinado de Carlos IV.

Por él, bajaban los espectaculares carros cargados con grandes cubas de vino de Navalcarnero y Arganda, parando a descansar en la venta de la Cantina camino de La Granja y Segovia.

Pasada una una portilla, al otro lado del puente esperan las frescas aguas que manan de la no menos histórica Fuente de la Canaleja, donde rellenamos las cantimploras.

Cruzamos el cinematográfico puente, escenario de la mítica película La Caída del Imperio Romano, el mismo que, afortunadamente, sólo voló Hemingway en las páginas de su Por quién doblan las campanas, un título escogido del poema de John Donne, un británico del siglo XVI. "La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque está ligado a la humanidad; y por consiguiente, no preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti".

Seguimos la carretera una cincuentena de metros, dirección puerto de Navacerrada, hasta alcanzar el inicio de una pista situado a mano derecha. Está justo enfrente de la no menos mítica Venta de los Mosquitos, de la que apenas quedan sus ruinas.

Defendida por una barrera, una capa de asfalto ha convertido a la pista en un tapiz algo tedioso para caminar con las botas. Con ligerísimas subidas y bajadas, traza suaves curvas que se adaptan a un terreno de pie de monte recubierto por el más vigoroso pinar del Guadarrama. Formado íntegramente por pino silvestre, el rey de los pinos ibéricos, se trata de un monte publico, rigurosa y sabiamente explotado desde hace siglos por los madereros de Valsaín.

Esta pista también es punto de paso de una variante del GR10, señalizado como GR-10.1 con marcas blancas y rojas y que, a un kilómetro del puente de la Cantina, abandonamos justo antes de cruzar el arroyo del Telégrafo y el de Minguete, que se unen en este punto.

A partir de aquí, acompañamos la corriente de este arroyo hollando veredas de pescadores, inicialmente por la margen derecha del cauce por el que circula el agua, para pasar a la contraria por un curioso puente hecho con grandes rocas, en el lugar donde el arroyo Pamplinas desemboca.

Un poco más adelante una gran roca a nuestra izquierda nos indica que hemos alcanzado la mítica poza de los Baños de Venus, donde nos dimos un refrescante chapuzón que nos supo a gloria.

Tras tomar un pequeño refrigerio, continuamos el descenso del arroyo, obviando el puente de madera que le cruza, hasta alcanzar de nuevo la ribera del Eresma, al que acompañamos en su descenso hasta llegar de nuevo a la Boca del Asno, donde dudamos si meternos en su profunda poza.

El pequeño desfiladero, localizado en el centro de los montes y bosques de Valsaín, alcanza un desnivel que supera 20 metros en su parte más alta, de manera que podría parecer la profunda y oscura boca del equino.

Sin embargo, no es precisamente a esto lo que hace referencia la toponimia, que antes que boca sería la quijada de un asno, cuya forma asemeja una piedra que se asienta, visible, en el lecho del río a su paso por por esta angostura.

Como aún no había hambre, alargamos el paseo continuando el descenso del río tras remontar las escaleras que bordean la garganta, hasta llegar al puente de Navalacarreta, donde nos tomamos los bocadillos refrescándonos contemplando los plateados reflejos del agua.

Tras el reponedor descanso, cruzamos el puente y remontamos el río siguiendo su relajante orilla, hasta alcanzar el área recreativa de Boca del Asno, en cuyo kiosco nos tomamos las cervezas y los helados que nos refrescaron casi tanto como el agua, dando así por finalizada esta preciosa ruta que se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS
Fotos de Paco Nieto

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