lunes, 17 de junio de 2019

Excursión X185: Cascadas del Purgatorio desde la Isla

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla
Final: La Isla
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 10 Km 
Desnivel [+]: 434 m 
Desnivel [--]: 434 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 1

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Esta excursión la realicé para explorar una forma de llegar a las Cascadas del Purgatorio que no fuera la clásica desde el Monasterio de El Paular. Para ello, me acerqué al área recreativa de la Isla, en cuyo aparcamiento inicié la aventura.

Me dirigí al puente de madera que cruza el arroyo de la Angostura, germen del río Lozoya, para seguir la senda que remonta la margen derecha de él tras pasar un portón que evita el paso del ganado.

Al poco, ya se hacia escuchar el estruendo del agua al caer del muro de la presa del Pradillo, que se construyó para hacerla llegar a la antigua fábrica de la luz, metros más abajo y que desde hace tiempo está en desuso.

El embalse, como siempre, transmitía una sensación de sosiego y paz dificil de describir. En él se refleja, como en un espejo, el cielo y los árboles, dándole un aspecto alpino a este bello valle de la Angostura.

Retomado el sendero, desde unas rocas cercanas se tiene quizás la panorámica más bella de este idílico paraje. Un poco más adelante, alcancé la parte de la cola del embalse, desde ella, la perspectiva cambia por completo el encuadre del estanque, ganando en amplitud lo que pierde en profundidad.

Desde aquí, había que buscar la forma de subir por la ladera que encajona el embalse procurando ascender con la menor pendiente posible y sin zarzas o cualquier otra vegetación que impidiese el paso. Seguir la vaguada que forma un pequeño regato parecía una buena opción.

Dejando a mi derecha el arroyuelo, ahora sin agua, ascendí cerca de él un primer tramo, pero enseguida me tuve que separar para evitar una espesa vegetación de ribera, en la que abundaban también acebos mezclados con el pinar. Pasé junto a unos sabinos secos, cerca de un muro de piedra y giré ligeramente a la derecha hasta llegar a unas rocas que hacían de mirador.

En dirección este busqué la zona de mejor paso hasta dar con una pradera, a 500 metros del embalse, en la que el pinar desaparece y las vistas se hacen infinitas hacia Peñalara y el valle. Muy cerca, una alambrada protege un comedero de buitres con puesto de observación incluido en la que abundaban huesos y cabezas de animales como únicos restos después de haber servido de banquete carroñero.

A pocos metros de la caseta de madera sale una agradable senda que en dirección sureste se dirige al collado Gollete, por la que continué, entre pinos y alguna que otra retama. Crucé un arroyo seco y al poco alcancé la explanada del collado, en el que se cruzan varios caminos.

Continué por la pista coincidente con el GR-10.1, que desciende hacia sur, arropada por hermosos ejemplares de pinos silvestres. Al pasar un arroyo, la pista cambia a dirección este, para al poco de rebasar una curva abandonarla definitivamente para ir a buscar el arroyo Aguilón, descendiendo para ello próximo a un arroyo que desemboca en él.

Me paseé un poco por la ribera del Aguilón, buscando una zona de paso, decidiéndome por fin a hacerlo por la zona más angosta que encontré. Con el arroyo a mi izquierda, le acompañé en su descenso hasta tomarme con unas grandes rocas que complicaban el paso, por lo que lo volví a cruzar para buscar por la otra orilla una mejor solución.

Bordeado un pequeño risco que fuerza al arroyo a realizar un pequeño salto, descendí en busca del agua, llevándome la grata sorpresa de encontrar bajo la pequeña cascada una espectacular poza en la que no tardé en zambullirme.

Tras el refrescante baño, aproveché tan paradisíaco rincón para tomarme el bocadillo. Recuperadas las fuerzas, proseguí descendiendo el arroyo, para enseguida vadearlo y dejarlo a mi izquierda siguiendo una tenue senda que poco a poco se separa del agua, dejando ver un par de pozas de gran belleza.

Cuando la senda alcanza un arroyo que desciende la loma del Cerro Cardoso, hay que cruzarle y continuar cercanos al arroyo Aguilón, que a pocos metros se despeña desde un roquedal formando la que es la segunda cascada del Purgatorio, contada en sentido ascendente.

Con cuidado, me asomé al inicio del precipicio por donde cae el agua, en un salto de 15 metros que desde aquí no se ve, solo el agua desapareciendo hacia el Hueco de los Ángeles, que es como se denomina esta profunda garganta.

Retrocedí unos pasos para continuar por la senda, que en este punto asciende por el borde del acantilado, ofreciendo cada vez mejores vistas de la cascada. Al llegar a la parte más alta, presidida de unas rocas que hacen de excelente mirador natural de la gran depresión que forma El Purgatorio, comencé el descenso hacia la base de la primera cascada.

Realizando una gran curva, la senda va perdiendo altura, se incrusta entre afilados riscos y desciende por una gran pedrera. Un recorrido que ya conocía de otras excursiones y no apto para poco iniciados o desconocedores del terreno.

Al llegar al mirador de madera que precede la primera cascada, enseguida me puse el bañador para disfrutar de la cascada doble que forma el arroyo, 10 metros de cola caballo sublimes. En las dos pozas en las que se precipita el agua me zambullí, la más alta a modo de enorme jacuzzi en el que no se toca fondo, puro placer.

Con el objetivo conseguido, solo restaba volver al punto de partida, lo que hice siguiendo la archiconocida senda que paralela al arroyo lleva al puente de madera que lo cruza 1,5 kilómetros más abajo, después de pasar junto a pozas y pequeños saltos que hacen de este recorrido una delicia en cualquier época.

Crucé el puente de madera para enseguida girar a la izquierda y buscar la senda que un poco más arriba conecta con una pista, que en dirección noroeste, conecta un poco más adelante con el GR-10.1, por el que seguí 900 metros hasta dejarlo en una curva cerrada para seguir otra pista, en dirección sureste, que cruza el arroyo de la Bardera.

La pista hace una curva y asciende suavemente entre pinos, pero antes de una segunda curva la abandoné para buscar una trocha que acortara el camino de vuelta a la Isla. Resultó fácil la búsqueda, porque a la derecha de la pista sale una senda algo desdibujada que cumplía perfectamente este objetivo, aunque después me dejé guiar más por la intuición y el GPS que por lo que me marcaba ella.

Casi sin darme cuenta, alcancé la pista que bordea la Isla, crucé el arroyo de la Angostura por el su puente de madera y regresé al aparcamiento de donde había salido por la mañana.

La cerveza de recompensa por haber conseguido lo propuesto me la tomé en Venta Marcelino, en el puerto de Cotos, dando así por finalizada esta fantástica ruta que se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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