sábado, 12 de diciembre de 2020

Excursión X251: Alto del Eixarc y nacimiento del río Vinalopó

FICHA TÉCNICA

Inicio: Banyeres de Mariola
Final: Banyeres de Mariola
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,8 Km 
Desnivel [+]: 395 m 
Desnivel [--]: 395 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 4

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Dentro de los límites del Parque Natural de la Sierra de Mariola, el río Vinalopó nace, “oficialmente”, en la Font de la Coveta: un manantial que brota durante todo el año, de forma sosegada y con aguas cristalinas, desde el interior de una pequeña cueva.

Y para descubrir esta maravilla, organicé esta ruta, con la ayuda de Kika, a la que añadimos una subidita para que no fuera tan llana como es la clásica para ver el nacimiento de este río.

Había que acercase a las proximidades de Banyeres de Mariola, villa al norte de la provincia de Alicante, en la comarca de la Hoya de Alcoy y desde allí tomar un camino de tierra que sale a la derecha de una curva de la CV-794, en no muy buenas condiciones, hasta llegar a la Casa de la Rambla, en la que. junto a la torreta de un transformador y la caseta de la bomba de extracción de un pozo, aparcamos los coches.

Desde allí, iniciamos la ruta en ligera y constante subida, siguiendo el camino que traíamos, coincidente con el GR-330, el sendero de Gran Recorrido que transita por el interior de la Costa Blanca alicantina. La cuesta va ganando pendiente, entre campos de cultivo organizados en bancadas.

A unos 600 metros, dejamos el GR, que se desvía a la derecha en busca del río Vinalopó, y continuamos de frente por el camino.

A poco más de 2 km del inicio llegamos a la Font Freda, de la que manaba un buen chorro de agua que se desparrama en una especie de pilón a ras de suelo. Breve parada para las fotos y en este cruce de caminos, seguimos en ascenso por la pista que nos sale de frente, cerrada al tráfico por un par de postes.

Estamos rodeados de encinas y pinos jóvenes, de poca altura, producto de alguna reprobación reciente. Tras una curva a la izquierda alcanzamos el Alto del Eixarc, con bonitas vistas a la Sierra de la Font Frida.

Bordeando un alargado olivar, con olivos tipo arbusto, seguimos en dirección noreste, pasamos un portón y giramos a la izquierda, para descender por un sendero que se abre paso entre el pinar por el que ascendimos y viñedos, a los que no les queda ya ni una hoja en sus rugosas ramas.

De nuevo en la Font Freda, aprovechamos su pretil para sentarnos al pie de sus aguas a tomarnos el tentempié de media mañana. Con reanudadas fuerzas, en placentero paseo, continuamos por el camino, que en dirección noroeste, desciende en busca del río.

Las oscuras nubes del inicio se ha ido aclarando y nos han dejado un hermoso cielo jalonado con algodones que parecen estar ahí con el único propósito de adornar las fotos.

Enseguida llegamos a una balsa para el regadío de agua color turquesa, con buenas vistas del valle. Pasamos junto a viñedos y olivos, los dos cultivos que monopolizan las tierras de la comarca, y un pinar .

Más adelante, unos caballos y burros se acercaron a ver si les dábamos algo, justo donde giramos a la izquierda para pasar junto a la Casa del Congregat. Edificada en el siglo XVIII, en el pasado era un espléndido edificio, hoy se halla semiabandonada y dedicada a tareas agrícolas y de almacén, junto a otras dependencias más modernas.

Esta masía poseía una ermita u oratorio, como atestigua una espadaña sin campana en lo alto de una de sus fachadas. También pueden verse un escudo nobiliario sobre el dintel de la puerta, diversas cruces grabadas en los paramentos y un interesante reloj de sol.

Pasamos por detrás de la Casa y conectamos de nuevo con el GR-330, a pocos metros llegamos a Casa Guilella, que nos queda a la derecha, una finca perfectamente conservada que parece haber sido edificada a finales del siglo XIX o a principios del siglo XX. En todo caso, su ermita se construyó en 1948 por disposición de Consuelo Alonso de Medina, según reza una lápida sobre la entrada.

Pintada de un llamativo color amarillo, la heredad mantiene un curioso aspecto palaciego poco habitual en estas tierras, reforzado por su torre rematada en agudo chapitel.

En la parte posterior de la casa se halla la ermita o capilla, con sólidos contrafuertes blanqueados en su lado exento, amplios ventanales con arcos de medio punto en la cabecera y espadaña de tejadillo recto con su campana en el hastial.

La puerta de acceso es lateral, entre dos contrafuertas, rectangular y emplanchada. Sobre ella, enmarcado con decoración en relieve, hay un colorido retablo cerámico representando el Sagrado Corazón de María.

Continuamos el descenso, divisando a la derecha la silueta de lo poco que queda del Castillo de Vinalopó, al que más tarde subiríamos.

En constante descenso, pasamos junto a la entrada de la Casa del Altet de Mariola, situada a unos cien metros del camino, por lo que no se ve desde aquí, y un poco más abajo, llegamos al tramo más bonito de la ruta, los márgenes del río Vinalopó, cuyo cauce se adivina por el cambio de la vegetación.

Llegamos junto a las ruinas de la que fue la fábrica Blanes, un conjunto de edificaciones donde se encuentra también el Molí de Baix y el Molí de Dalt. Las primeras edificaciones, nacidas como molinos de harina, datan de finales del siglo XVIII. Desde principios del XIX y hasta 1942, su destino fue la industria papelera.

Dejando la fábrica a nuestra derecha, continuamos por la pista, que sube una pequeña cuesta y al llegar a la primera curva, la abandonamos para acercarnos al río, al que seguimos por su cortado de la orilla izquierda, inmersos en la impresionante vegetación de su bosque de ribera, compuesto mayoritariamente por chopos, olmos y juncos.

Pronto tuvimos a la vista el Toll Blau, una preciosa poza de agua de colores turquesas, con pequeñas cascadas de aguas cristalinas.

Cuenta la leyenda que recibe su nombre del brillante color azul que tienen las piedras preciosas del fondo de la poza, y que un agujero, “El Engolidor”, se tragaba a todo aquel que intentaba acercarse a verlas, aunque la realidad es que la poza apenas mide dos metros de profundidad.

Tras las inevitables fotos, regresamos sobre nuestros pasos hasta la fábrica Blanes. Cruzamos el puente de madera y un cartel nos indica que estamos en un “Área de Protección Integral” del parque natural. Caminamos por el suelo lleno de hojas caídas y envueltos en una densa vegetación en un ambiente fresco y húmedo.

Remontamos la margen derecha del río y al poco pasamos a la orilla contraria por un bonito puente de madera, subiendo a continuación una escalinata también de madera. Durante este tramo, contemplamos pequeños saltos de agua y el recorrido de la antigua acequia que la llevaba hasta los antiguos molinos.

Más adelante, alcanzamos una pequeña pero encantadora cascada y unos metros aguas arriba, el considerado nacimiento del Vinalopó, La Font de la Coveta, una cavidad cuyo manantial de aguas subterráneas está situada en un recoveco a la derecha del camino, cuyo servicio que ofrecía, antaño, era el de comprobar el nivel de las aguas y regularlas en función de las existencias y necesidades.

Tras un breve descanso, continuamos remontando el curso del río, que a pocos metros estaba ya seco, a la vez que nos alejamos un poco de su cauce para pasar junto a un conjunto de edificios en estado ruinoso, llamadas Casa de Blanes.

Desde un rellano con singulares mesas divisamos el Castillo de Vinalopó, al que subimos tras dejar el camino y seguir una empinada senda que sale a la derecha, nada más rebasar las primeras casas.

Es un castillo conocido popularmente también con el topónimo de “Castillo de les Torretes” por encontrarse en la partida del mismo nombre, sobre un tosal en plena Sierra de Mariola a 850 metros de altura.

Fue una pequeña fortificación de gruesos muros de mampostería de los que pocos se mantienen en pie, que transmiten, no obstante, su poder estratégico y defensivo. Sobresale un muro de siete metros de altura con dos troneras o aspilleras en la parte más alta, correspondiendo a una torre que pudo haber alcanzado una altura de diez metros.

En su parte oriental existe un aljibe capaz de albergar más de 5.000 litros de agua. Desde su estratégica posición divisamos un amplio territorio a la redonda de innumerables lomas montañosas, lo que da idea de la vital importancia que tuvo para controlar la zona.

Al abrigo de su muro nos tomamos los bocadillos, mientras contemplábamos las bastas panorámicas que desde allí se tienen de todo el valle. 

Reanudamos la marcha descendiendo por la misma senda por la que habíamos subido, y recuperada la pista, la seguimos hacia la derecha hasta alcanzar de nuevo el río, completamente seco en todo este recorrido.

Remontamos una despoblada rambla, por una sucesión de hasta siete vados, sin agua todos ellos, hasta alcanzar el pozo y casa de la Rambla donde habíamos dejado los coches, finalizando así esta bonita ruta.

Las cervezas nos las tomamos en la relajante terraza del bar Moreneta de Banyeres de Mariola, poniendo así la guinda a esta excursión que bien se merece 4 estrellas. Solo me queda agradecer la compañía de Lourdes, Paz y Alejandro que hicieron mucho más agradable el recorrido.
Paco Nieto

No hay comentarios:

Publicar un comentario