sábado, 19 de diciembre de 2020

Excursión X253: La Catedral del Senderismo y Barranco del Infierno

FICHA TÉCNICA
Inicio: Fleix. Alicante
Final: Fleix. Alicante
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 18,3 Km 
Desnivel [+]: 1.318 m 
Desnivel [--]: 1.318 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 3

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta



























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Había oído hablar de esta mítica ruta levantina, que Kika convocó con cierto desasosiego: "Bautizada con doble nombre, provoca desafío y recelo: “Catedral de senderismo”.

¿Qué senderista que se precie como tal no se ha bautizado en ella?... el nombre invita a hacerlo, pero “los más de 6.000 escalones” generan cierto temor ante el “reto”.

La ruta está situada en la Marina Alta, en el entorno de la Vall de Laguar, que proviene del árabe «Al-Agwar» y que significa «las cuevas». Pasa por el desfiladero del Barranc de L’infern y las poblaciones de Fleix, Benimaurell, cerca de Campell, Fontilles, es famosa por tener 6.873 escalones, entre subidas y bajadas, excavados en laderas por los antiguos mozárabes. Es un recorrido de gran belleza por los colores de sus campos, paisajes e historia, pero exigente.

Además de los escalones, el trazado incluye: lavaderos, pozos, un túnel-mirador excavado en la roca, un desfiladero, una cueva y un manantial".

Con cierto retraso sobre el horario previsto, salimos del amplio aparcamiento de Fleix, situado a la salida del pueblo, frente a a las escuelas municipales. Con un día estupendo y una temperatura ideal para caminar, enfilamos la carretera CV-721 en dirección a Benimaurell, el pueblo de arriba.

A los pocos metros, dejamos la carretera para seguir el camino que sale a la derecha, que enseguida llega a la Font Grossa, adosada a un muro de la que manaba el agua por sus caños, y frente a ella, el lavadero de Fleix, un edificio con 16 arcos que en su interior contiene un abrevadero y el propio lavadero, cubierto por un techo a dos aguas y que cuenta con unas veinticuatro zonas de lavado.

Nada más pasar el lavadero, nos sale a la derecha el sendero circular de pequeño recorrido PR-CV 147, que seguimos durante toda la jornada.

En suave descenso, nos esperaba un desnivel de unos 300 metros, en dirección noroeste. Pronto alcanzamos los primeros escalones de piedra, de los que se dice hay más de 6.800 en zigzagueante recorrido, ¡como para llevar la cuenta!

Las zetas de bajada son impresionantes, una elogiable obra de ingeniería que perdura a lo largo del tiempo en admirable buen estado de conservación, que nos hablan del aprovechamiento de la naturaleza desde hace siglos. La piedra seca, es decir, construir sin ningún tipo de argamasa, jugó un papel fundamental en estas tierras, tanto en márgenes de cultivos como en sendas, pozos, refugios, etc.

Poco a poco vamos perdiendo altura hasta alcanzar la cabecera del Barranco del Salto, que no llevaba agua, pero que cuando la tiene crea una impresionante cascada de unos 65 metros de altura, como puede verse aquí.

Al otro lado aparece una bella oquedad en el paredón que tenemos de frente, es El Forat de la Juvea, un gigantesco agujero tallado en la roca protegido por una valla de madera que nos permite pasar al otro lado del murallón para poder seguir avanzando.

Tras las fotos de rigor en tan espectacular paraje, continuamos descendiendo escalones, pasamos bajo lo que sería la cascada mencionada, de la que solo podemos ver el enorme socavón que ha labrado en lo que sería su zona de caída. Solo unas bonitas pozas atestiguan hoy que por ahí pasa el agua.

Al otro lado del barranco, la senda continua al abrigo de un farallón vertical de color ocre y negro, muy horadado, desde el que se tiene unas magníficas vistas del barranco.

Descendiendo por los últimos escalones de este tramo, llegamos finalmente al lecho del río Girona que, como era de esperar en estas fechas, permanecía seco, mostrándonos su blanco y extenso manto de grava como si de una carretera se tratase.

Aguas abajo se encuentra la pequeña presa d’Isbert, que fue construida en 1944 en este lugar, aprovechando el estrechamiento del barranco, con la intención de conseguir embalsar las aguas de las avenidas del río Girona y disponer de reservas para la agricultura, pero no se tuvieron en cuenta las características geológicas del terreno (muy permeable) y el agua embalsada rápidamente es absorbida por el suelo.

El sendero habitual prosigue de frente, pero nosotros habíamos previsto añadirle algo más de emoción a la excursión y con algo de osadía, nos introducimos hacia el Barranco del Infierno, siguiendo lo que sería el curso del río.

Al principio fue fácil sortear la grava y los rocosos tramos de caliza de intenso color blanquecino del desfiladero, moldeado a lo largo de los siglos por la acción erosiva del agua, dejando ver los diferentes estratos de lo que hace millones de años era un mar tropical.

Conforme avanzamos, el cañón se va cerrando y se encajona, ofreciendo un espectáculo sobrecogedor. Paredes verticales que parecen ascender hasta el cielo, pobladas de una exuberante vegetación mientras caminamos entre las rocas pulidas por el agua hasta parecer velos de seda.

Tras poco más de l,4 km el barranco parece tener fin, pero en realidad continua a la derecha, mucho más estrecho. El de la izquierda es el barranco Llidoners, que se une en este punto al nuestro. Aquí paramos a tomar el tentempié de media mañana antes de explorar la parte de mayor dificultad, pero más bonita del barranco del Infierno.

Entre rocas y pozas de agua, con un paso por unas grapas incluido, llegamos a un lugar único, la Cova Santa, una especie de cúpula por la que desciende el río Girona cuando lleva agua formando una gigantesca oquedad que sobrecoge el alma. No me gustaría estar aquí en caso de riada.

Al fondo vimos unos jóvenes bien preparados que estaban haciendo el descenso del río por este punto, superando verticales de más de diez metros de altura y apenas dos de anchura, hacerlo en sentido contrario es prácticamente imposible.

Como era imposible continuar, nos dimos la vuelta y volvimos sobre nuestros pasos, ahora con algo más de conocimiento de lo que nos íbamos a encontrar, intentamos evitar el lecho del río y caminar en lo posible por sus márgenes cuando era posible.

Al llegar al punto de inicio del barranco, nos tomamos un respiro para reagruparnos, antes de iniciar la subida girando a la izquierda por la senda marcada con un montón de piedras a modo de hito.

Nos esperaba el ascenso más fuerte del día, en el que teníamos que superar un desnivel de unos 350 metros de altura, mayoritariamente por escaleras de piedra, que construyeron los mozárabes para poder cultivar estas agrestes tierras hasta su expulsión definitiva en 1609.

El zigzagueante sendero nos ofrecía. conforme subíamos, unas vistas impresionantes del barranco antes de internarnos, en su tramo más alto, en una zona arbolada, la única en toda la jornada, plagada de arbustos, algunos aún en flor, poco antes de alcanzar el Pozo de la Juvea, al que se llega tras pasar por un bonito puentecillo de troncos.

Allí paramos a ver el profundo pozo y hacernos unas fotos para el recuerdo, en realidad eran meras excusas para disimular nuestra fatiga tras el largo ascenso.

De nuevo en marcha, seguimos por una amplia pista de tierra, que asciende pasando junto a unas casas, algunas medio en ruinas, otras algo más restauradas como la que tiene un par de lagartos dibujados en una columna de su recoleto porche.

Al final, llegamos a Juvees d´Enming un colladito en el que se encuentran unas casas con pozo, mesas y barbacoa, al que se puede llegar en coche, por lo que también es un posible punto de inicio de esta ruta, por ello vimos bastantes coches aparcados en su explanada.

La senda continua por la izquierda de las casas, como indican varios carteles situados junto a ellas. Nada más pasar por detrás de las casas, iniciamos un descenso de casi 250 metros que nos llevaría de nuevo al cauce del río Girona, solo que en la parte inicial del Barranco del Infierno.

Al principio pasamos junto a tierras de cultivo, pero enseguida la senda se precipita hacia el barranco entre matorrales, palmeras, romero, árboles con sus hojas ocres otoñales y estupendas vistas. A mitad del descenso penetramos en un pinar y enseguida alcanzamos la Font de Reinós, una bonita fuente construida en piedra de la que manaba un abundante caño de agua que se precipitaba por sus tres pilones.

A la sombra y susurro del agua paramos a almorzar, degustando como postre unos riquísimos dulces que había traído Kika, típicos de su pueblo.

Con fuerzas renovadas, continuamos el descenso entre pinos, con la senda sin apenas escalones y los pocos que hay están muy desdibujados. Cruzamos el río Girona y buscamos hacia la derecha el inicio de la segunda subida del día, señalizada con un poste del PR-CV 147.

De haber seguido el lecho del río hacia la izquierda, a cosa de unos 250 metros, nos hubiésemos encontrado con el inicio del tortuoso Barranco del Infierno, que a lo largo de unos 800 metros desciende de salto en salto por el desfiladero hasta llegar a la Cova Santa, donde estuvimos.

Nada más comenzar a subir los casi 250 metros de altura que nos esperan, vimos a la izquierda una cueva que bien podría servir de abrigo en caso de apuros. La senda serpentea por la Llometa de las Colmenetas pasando por tramos con piedras sueltas, algo resbalosas.

Conforme ascendíamos, las vistas panorámicas del Barranco del Infierno, a los pies de la Sierra de la Carrasca, se iban haciendo cada vez más espectaculares.

Al poco pasamos junto a un pozo, situado cerca de una ruinosa casa. Tiene poca profundidad, pero con agua. Desde aquí la senda recupera los escalones que en continuas zetas van subiendo la empinada loma hasta alcanzar Juvees de d’Alt

El acercarnos a ver un par de profundos pozos y unas aviejadas casas que amenazan ruina, nos entretuvo un poco, a la vez que nos daba un respiro, tras el esfuerzo de la subida.

Continuamos ascendiendo por un buen marcado camino de tierra, llegando enseguida a un collado en la que hay otro profundo pozo y otras casas en parecido estado de ruina que las anteriores.

Dejando el camino, continuamos por el sendero, que inicia en este punto un descenso de poco más de 100 metros de altura hasta alcanzar el Barranco de Racons. dejando al inicio una casa en venta en buen estado y otras medio caídas más adelante, ambas a nuestra derecha y el pequeño Barranco del Tuerto a la izquierda.

Con un último tramo por escaleras en mejor estado que las anteriores, llegamos al fondo del Barranco de Racons, donde iniciamos la última, sinuosa y escalonada subida de unos 200 metros de altura, pero que por el cansancio nos pareció el doble.

De nuevo, conforme ganamos alturas, las vistas van siendo más sobrecogedoras e impactantes, apreciándose perfectamente la acción erosiva del agua en el modelado de los cañones y barrancos que nos circundan.

Tras las infinitas zetas, la subida nos conduce a la mayor altura del recorrido, en una zona de campos de labranza, a las afueras de Benimaurell. Desde allí, Descendimos hasta alcanzar el Camino del Pla, por el que continuamos la bajada.

Enseguida llegamos a la zona recreativa de la Font dels Olbis, dotada de mesas y bancos al cobijo de unos árboles, ahora sin hojas por lo avanzado del otoño.

Con el cielo más nublado y las primeras sombras de la noche pisándonos los talones, llegamos a Benimaurell, donde callejeando buscamos la salida hacia la fuente y el lavadero del pueblo. Por el camino asfaltado y entre bancales, llegamos, en cómodo paseo, al aparcamiento de Fleix, de donde habíamos partido por la mañana.

Agotados pero felices de haber completado el más famoso sendero de Alicante, cargado de naturaleza e historia, más el añadido del imponente Barranco del Infierno, dimos por finalizada esta excursión que se merece la máxima nota, 5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

1 comentario:

  1. Una ruta verdaderamente de 5 estrellas. Es todo un placer tenerte de compañero en las rutas.
    Estoy impaciente por hacer la siguiente.
    Feliz año🤗

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