miércoles, 10 de junio de 2020

Excursión X225: Del Puerto de Navacerrada al de la Fuenfría

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada
Final: Puerto de Navacerrada
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17,2 Km 
Desnivel [+]: 430 m 
Desnivel [--]: 430 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 12

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Para nuestra segunda ruta en fase 2 de desconfinamiento, nos propusimos una excursión de largo recorrido por la Sierra de Guadarrama, buscando pinares y no mucho desnivel, para ir ganando forma.

La elección fue recorrer dos de los puertos más importantes de esta cordillera tan querida por nosotros, el de Navacerrada y el de la Fuenfría.

Con un día espléndido, algo fresquito a primera hora de la mañana, nos reunimos en Venta Arias para iniciar la subida hacia la pista de El Escaparate. Nuevos reencuentros nos llenan de alegría, en esta lenta vuelta a algo parecido a lo que teníamos antes de la pandemia.

Como era de esperar, poca gente en el puerto, nosotros doce, tres menos de lo máximo permitido en esta fase. Al llegar al final de la pista, con la residencia de los Cogorros de frente, un senderista nos alcanza y pregunta si es nuestro un coche que se ha quedado con la puerta abierta, y efectivamente a una le toca regresar a cerrarlo.

Nos quedamos dos a esperarla, el resto continuó por el camino Schmid, para enseguida desviarse a la izquierda siguiendo la pista de esquí de fondo que discurre por la ladera de Siete Picos a pocos metros por encima del camino Schmid.

De vuelta, los tres seguimos los pasos de los que se nos habían adelantado. Enseguida cruzamos la pista de El Bosque, que a falta de nieve, lucía su descarnada y pedregosa pendiente libre de pinos, como si de un enorme tobogán se tratase.

El tendido del telesilla que le sigue, parecía estar esperando la algarabía de los esquiadores, que le dan vida en los nevados inviernos, que cada vez duran menos.

Seguimos la estupenda senda, que poco a poco se va internando en el espeso bosque de pinos, que en dirección sureste, va ganado suavemente altura por la sombría loma de Siete Picos.

Con paso rápido, para intentar alcanzar al grupo, llegamos al arroyo del Telégrafo, que se quedó con ese nombre desde que, hacia 1846, el ingeniero José María Mathé Aragua diseñara la línea de telegrafía óptica Madrid-Irún, ubicando una torre cerca de donde nace este arroyo, unos riscos de la pradera de Siete Picos, que por la misma razón, comenzaron a ser conocidos como Cerro del Telégrafo.

Nada más vadear el arroyo, que no llevaba agua, la senda hace una "V" y cambia a dirección noreste, entre pinos de gran porte. Al poco, conseguimos dar con el grupo, que había parado para esperarnos.

Ya todos juntos, en alargada hilera fuimos superando varias pedreras, lanchares y angostos pasos entre retorcidos pinos que hablan por sí solos de los penosos inviernos que soportan.

Con apenas un momento de descanso para beber, por fin alcanzamos el Camino Schmid, a pocos metros antes de llegar al collado Ventoso, en el que los mojones delimitadores de Segovía con Madrid y un árbol seco caído adorna la planicie que pone fin al macizo de Siete Picos por su lado occidental.

Unas fotos justo en el límite, separando segovianos del resto, fue la antesala de una parada más larga para tomarnos el tentempié de media mañana, sentados en un lateral de la pradera que permitía elegir tendido de sombra o de sol según la conveniencia de cada cual.

Reanudada la marcha, bajamos por el Camino Schmid hacia el encuentro con la Carretera de la República, con la intención de proseguir luego hasta el puerto de la Fuenfría. Pero a sugerencia de José Luis, seguimos una senda que sale a la derecha y que bordea, paralela a la carretera, el cerro Ventoso.

Fue una buena elección, porque además de ser la primera vez que el GMSMA hollaba esta senda, su frondosidad y vistas del valle nos encantaron a todos, además de evitar la bajada y subida que conlleva la alternativa tradicional.

Alcanzado el puerto de la Fuenfría, objetivo de la excursión, nos pareció poco y la alargamos hasta la casa Eraso, siguiendo el Cordel de Santillana, importante ruta de la trashumancia en la Edad Media, en la que se ubicaron corrales y ventas junto a la Majada Minguete, y el arroyo del mismo nombre. que para nuestra sorpresa estaba completamente seco.

Un poco más adelante, una fuente con pilón presentaba el mismo árido aspecto, menos mal que avanzando, al llegar al cruce con el arroyo de la Argolla, éste sí dejaba correr un poco de agua para felicidad de nuestros perros, que enseguida se apresuraron a calmar su sed.

Poco antes de alcanzar la casa Eraso, contemplamos lo poco que queda de la que fue ermita de Nuestra Señora de los Remedios, levantada hacia 1571 por iniciativa de Felipe II.

Su advocación se debe a la conmemoración del triunfo en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, día de la festividad de la Virgen de los Remedios.

Tras el abandono de este camino por el desuso al habilitarse un nuevo paso por Navacerrada a mediados del siglo XVIII, se trasladó la imagen santoral a la localidad de Revenga.

Y unos metros más abajo, las ruinas de la casa Eraso nos devuelven una romántica panorámica que nos hacen pensar en lo perenne que es el tiempo.

Fue ésta una venta o casa de propiedad real en los alrededores del puerto de la Fuenfría destinada a albergar los descansos de la nobleza en sus viajes al palacio de Valsaín. Nada queda de su esplendor, más que un par de muros y un arco que asemeja una solitaria costilla.

Por mucho tiempo, el viaje al palacio de Valsaín desde Castilla la Nueva pasaba necesariamente por el puerto de la Fuenfría.

Para mayor comodidad en los viajes reales, Felipe II encargó en 1565 a su secretario Francisco de Eraso la construcción de una casa para evitar a las personas reales el tener que descansar en la venta pública del puerto, de escasa seguridad e inapropiada para albergar a todo el personal de la corte.

La casa cumplió su función hasta 1768. En este año se finaliza la nueva carretera encargada por Carlos III, que partía de Villalba para llegar al Real Sitio de La Granja de San Ildefonso que pasaba por el puerto de Navacerrada y se abandonaba por tanto el paso real por el puerto de la Fuenfría.

Este singular lugar inspiró oscuras leyendas de novela, como la del escritor nacido en Valsaín en 1893, Jesús de Aragón, quien, en los años veinte del pasado siglo, plasmó en su novela “La sombra blanca de Casarás” la historia del Caballero Hugo de Marignac, en la que situaban el Convento de Casarás en esta casa, con tesoros escondidos y caballeros templarios, nacidas en un tiempo en que cruzar la Sierra era asunto de enjundia.

Tanto que eran más los fantasmas y espíritus que los propios caminantes que se aventuraban por sus amenazantes trochas.

Tras contemplar tan mágico lugar, retrocedimos hacia el puerto, solo que para no repetir camino, lo hicimos por por la amplia pista, que no es otra que lo que dejó la carretera de La República y que en este tramo vampirizó el antiguo trazado de la calzada romana y que discurre pocos metros más abajo del Cordel de Santillana.

Tras cruzar el arroyo de la Argolla y el de Minguete, llegamos al puerto, ahora con bastante gente, ciclistas y senderistas. Continuamos en dirección a la fuente de la Fuenfría, donde paramos a tomarnos el bocadillo, que fueron aderezados con vinos y dulces segovianos.

Repuestas las fuerzas, seguimos por la senda de los Cospes, continuando por la vertiente septentrional de Siete Picos, la que da a Segovia, llamada Umbría de Siete Picos, sin apenas perder altura, jalonando este tramo la pradera de Navalusilla, el arroyo del Telégrafo y la pista de esquí El Bosque, como únicas referencias entre el denso pinar de Valsaín, siguiendo los pasos de Eduardo Schmid Weikan, el que fuera el socio n.º 13 de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, quien en 1926 señalizó esta ruta.

Conforme nos acercábamos al puerto de Navacerrada aumentaron las ganas de finalizar y celebrarlo con unas cervezas, lo que nos costó un poco, porque Venta Arias había cerrado y en el pueblo de Navacerrada fue dificil encontrar un bar abierto.

Por todo ello, esta excursión de reencuentros y llena de historia bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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