lunes, 22 de abril de 2019

Excursión X171: Cascada del Cancho Litero

FICHA TÉCNICA
Inicio: Villavieja del Lozoya

Final: Villavieja del Lozoya
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,8 Km 
Desnivel [+]: 552 m 
Desnivel [--]: 552 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta


TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Tenía ya ganas de conocer la cascada del Cancho Litero, de la que me había hablado por primera vez un amigo el verano pasado. Lo cierto es que es una gran desconocida, quizás por ser una de las más agrestes, escondidas y salvajes que podemos encontrar en la Comunidad de Madrid.

Para descubrirla, nos acercamos a Villavieja del Lozoya, uno de los pueblos de la Sierra Norte de Madrid, emplazado en las faldas de la Sierra de Guadarrama, a tan solo 82 kilómetros de la capital y a 3 de la villa de Buitrago.

Tras una breve visita a la iglesia de la Inmaculada Concepción, salimos de la plaza Mayor, callejeando en busca de las últimas casas de la zona norte del pueblo, limitadas por la carretera M-634. Por una pista que nos sale a la derecha descendemos hasta llegar a la Reguera del Caz, por estar próxima la reguera que llevaba el agua al molino donde se molían los cereales.

Desde este punto sale la calleja de San Martín, que comunica la cañada de la dehesa de la villa y el paso o camino de las reses bravas, camino por el que eran llevados éstos hasta la cañada de las Solanas, cordel de los Gallegos y, cruzando el puerto Linera, hasta la provincia de Segovia.

Rugiente a nuestra derecha baja el arroyo Buitraguillo, al que me asomo para fotografiarlo desde el otro lado del rústico puente que lo salva. Junto a él, una poza era utilizada para el baño de la gente del pueblo, y en ella también lavaban la ropa.

De vuelta a la pista, delimitada a la izquierda por un musgoso muro de piedras, cruzamos un paso canadiense y continuamos por Los Pontones, llamados así porque antiguamente había un tosco puente de madera, aquí se une el arroyo de los Robles al de Buitraguillo, que en menos de 3 km entrega sus aguas al río Lozoya.

Pasamos un portón y enseguida nos encontramos una bifurcación, seguimos el camino de la izquierda, conocido como Cordel de las Solanas, el de la derecha es la Colada de Roblazgo, que se dirige al descansadero que hay bajo el Cerro de la Cabeza.

En dirección noroeste, ascendemos lentamente, entre muros de piedra que delimitan el Cordel de la Solana, con el arroyo de los Robles intuyéndose lejos a nuestra izquierda. Enseguida llegamos a los corrales de Navamojada, donde desde la Edad Media se guardaba el ganado de paso entre las tierras de Buitrago y las de Pedraza.

Alcanzamos la Majada del Cabrero, por la que curiosamente, debajo de ella, pasa uno de los túneles de la abandonada línea de ferrocarril Madrid-Burgos. Desde aquí se tienen excelentes vistas de esta zona de la cuerda de la Sierra de Guadarrama: Piedra de la Mesilla, sobresaliendo de la espesura del pinar; La Peñota, inconfundible por la gran cicatriz de su cortafuegos; el Puerto de Linera, tradicional lugar de paso del ganado; collado Espino, y La Loma, donde hay una majada de pastores.

Al poco, el cordel se va estrechando, a la vez que el matorral se hace más espeso, teniendo que caminar con cuidado para no enredarnos con las zarzas. Mucho más agradable es el El cantueso y la flor del Brezo que encontramos a nuestro paso entre árboles a los que aún no les ha llegado la primavera.

Junto al muro de piedras, buscamos una de gran tamaño, conocida como Piedra de los mil hombres, que según contaba un cartel, ahora desaparecido, debe su nombre a que, según la leyenda, la subieron mil hombres desde el río para colocarla donde está haciendo pared. Por fin damos con ella, aunque no nos parece que fuera para tanto.

Continuamos, y en un recodo damos con un pilón que recoge las aguas de las tollas del Sacedillo, que da de beber al ganado. Pasando la estrecha calleja, se llega a unas piedras llamadas "salegar", nombre derivado del lugar donde tradicionalmente se le echaba sal al ganado. A este paraje, algo encharcado, se le conoce como Quiñón de las Esparteras.

Al poco, desaparecen los muros de piedra y el camino pasa a ser senda, entre arbustos, vadeamos un pequeño arroyo y a continuación otro de mayor caudal, el arroyo del Montarrón, frontera entre las praderas y un frondoso pinar, por el que nos internamos, que cambia totalmente la percepción del camino.

Recorremos un sendero serpenteante, primero en dirección noroeste que luego pasa a ser norte, con el murmullo del arroyo del Espino, siempre cercano, a nuestra izquierda.

En un claro, encontramos un canchal al que nos asomamos buscando la cascada entre el desfiladero, pero desde él aún no se podía contemplar, lo bordeamos por la parte derecha, con fuerte pendiente. Una vez culminado el berrocal, descendemos con cuidado buscando el arroyo del Cancho Litero.

El estruendo del agua, entre los árboles, delata el lugar secreto donde se encuentra la cascada del Cancho Litero, que aparece de repente con una caída espectacular de unos 10 metros de altura. Es un bonito despeñamiento sobre una gran poza, una zona paradisíaca.

El impresionante espectáculo se lo debemos al agua del arroyo del Cancho Litero, que nace en la falda madrileña de los Montes Carpetanos, entre en Puerto de Linera y Peña Borrascosa. Es una línea que roza los 2.000 metros de altitud. Un kilómetro más abajo une sus aguas al arroyo de los Robles.

Tras las múltiples fotos de rigor, volvemos unos metros sobre nuestros pasos, para enseguida ascender en dirección norte hasta dar con una pequeña pradera junto al arroyo desde donde el agua se precipita. El lugar no puede ser más bello, en él paramos a tomar los bocadillos.

Reanudamos la marcha con pereza, por lo bucólico del entorno, oyendo el agua y el canto de los pájaros. Nos volvemos a internar en el pinar, para seguir ascendiendo entre numerosos ejemplares de acebos hasta dar con una pista forestal que bordea el Cerro del Espino y el Montarrón.

Continuamos por la pista, en dirección norte, cruzando al poco en su primera curva, el arroyo Collado, que en su parte más alta se llama arroyo Hondo, girando hacia el oeste, para a menos de 500 metros, en la siguiente gran curva, cruzar el arroyo de Cancho Litero, justo en el punto en el que se le unen las aguas del arroyo de Linera, en una bonita poza junto al puente.

Continuamos por la pista, que ahora se dirige hacia el sureste y nada más terminar la primera curva, la abandonamos para atrochar en dirección sur bajo la atenta mirada de unas vacas, hasta volver a dar con la pista forestal unos 700 metros más abajo, después de cruzar un esplendido pinar.

Pista abajo, al llegar a la zona de Moto y Cancho Litero, cruzamos un cortafuegos que baja del cerro de La Peñota y , al poco, alcanzamos un puente de piedra y hormigón sobre el arroyo de los Robles, que llevaba bastante agua.

Con el arroyo a nuestra izquierda subimos un repecho para a continuación descender con una magnífica panorámica del valle, en la zona conocida por Matahambre. Enseguida alcanzamos el descansadero y sextil del Raso de la Cruz, lugar donde reposaba el ganado antes de la ascensión al puerto de Linera por el Cordel de los Gallegos.

Continuamos el descenso, en dirección sureste, cruzamos el arroyo de las Cortes y a lo lejos divisamos la cascada que nos trajo hasta aquí. Dejamos una fuente a nuestra derecha y enseguida llegamos al depósito de agua del pueblo, donde se cruzan los caminos junto a un gran pilón utilizado como abrevadero.

Salimos de la pista hacia la izquierda para acercarnos al arroyo de los Robles para contemplar una cacera y las ruinas de una fragua construida en los años 30 del siglo pasado, con motivo de las obras del ferrocarril Madrid-Burgos, cuyo trazado está a pocos metros de este sombrío lugar.

Ascendemos hasta las proximidades de la línea de ferrocarril, contemplamos a lo lejos la boca del túnel que se adentra bajo la Majada del Cabrero, por donde pasamos esta mañana y al poco, cruzamos por un puente las vías del ferrocarril.

La línea Madrid-Burgos por Aranda de Duero inició su construcción en 1928 y finalizó en 1968. Ahorraba 90 kilómetros con respecto al trazado de la de Madrid-Irún por Ávila, inaugurada en el año 1864. Comenzó su declive en 1990 y en 1998 quedó fuera de servicio. De ella, solo está en funcionamiento el tramo Madrid-Colmenar Viejo, para trenes de cercanías y, aunque se han hecho varios intentos para volverla a poner operativa con un tren turístico, el Translozoya, de momento no ha sido posible.

Continuamos el descenso, llegando al barrio de los Llanos, que cruzamos por su suelo empedrado, contemplando al final del mismo, en la Cañada del Molino, la reguera por la izquierda del camino, que luego lo cruza para abastecer los huertos del Rodeo los Llanos y Peña la Raya, donde antaño se sembraba lino, de ahí el nombre de linares. Lo de la Raya, se debe a que aquí había una piedra con un hierro en el centro y varias marcas que hacía las funciones de reloj de sol para marcar los turnos de riego.

Poco más abajo, a nuestra derecha, contemplamos la laguna de El Tercio, un humedal con bastante agua. Cruzamos la carretera M-634 y en dos pasos entramos en el pueblo, donde nos tomamos las cervezas de fin de ruta, dando así por finalizada esta bonita y refrescante excursión que se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

1 comentario:

  1. Que sitios tan bonitos, se tiene que regresar renovado, gracias por compartir.

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