miércoles, 15 de junio de 2022

Excursión X345: Camino Francés. Etapa 3. Zubiri - Pamplona

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Zubiri
Final: Pamplona
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 27,7 Km
Desnivel [+]: 384 m
Desnivel [--]: 445 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 10

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
La noche en Zubiri la pasé dormido como un troco, no sé si por el cansancio acumulado de las dos primeras etapas, en las que recorrimos un total de casi 50 Km, o por el confortable y silencioso entorno del hotel.

Como de costumbre ya, desayunamos temprano, sellamos las credenciales y a poco más de las 7:30 echamos a andar en busca del resto de compañeros, que nos esperaban en el Puente de la Rabia. Reunidos todos, nos hicimos la foto de grupo en su pretil. Un poste nos indica que estamos a 5,5 Km de Larrasoaña.

Saliendo del puente, giramos a nuestra derecha para seguir un estrecho camino que transcurre paralelo al río Arga por su margen izquierda. A partir de aquí, acompañaríamos al río hasta Pamplona. 

Cruzamos el Barranco de Otsagain, un pequeño arroyo que vadeamos sin problemas con la ayuda de unas piedras, pero que en caso de más caudal, se puede sobrepasar por un puente lateral.

El camino alterna tramos asfaltados con tierra. Pasamos por detrás de la fábrica de magnesitas, con sus humeantes chimeneas. La empresa Magna (Magnesitas Navarra S. A.) lleva más de medio siglo explotando el rico yacimiento de magnesitas de la zona. Muchos se quejan de la contaminación que ello supone, con residuos que ofrecen una imagen desoladora de su entorno, mientras que para otras familias representa la principal fuente de ingresos. Polémicas aparte, la agresión visual al Camino de Santiago es incuestionable, y hace que se esté deseando dejarlo atrás.

Superado este tramo ascendente, bajamos al encuentro del arroyo del Barranco Etxondola, que cruzamos por un puente. Continuamos por un estrecho sendero de piedra, castigado por el paso de los años, a la orilla del río Arga, y a cobijo de un pelotón de hayas, que conduce hasta las minúscula localidad de Ilárraz, apenas unos caseríos de bella estampa en la que hay una fuente a la que todos acudimos a refrescarnos, aunque el agua no estaba especialmente fría.

Un poco más adelante llegamos a la Abadía de Santa Lucía, a medio camino entre Ilárraz y Esquíroz. Su iglesia era compartida por ambas poblaciones, aunque ya no está en uso. A ella nos acercamos a sellar nuestras credenciales, atendiendo a un cartel que lo anunciaba.

Su construcción es de posible origen medieval, totalmente transformada en el siglo XVI y al exterior presenta muros de sillar con contrafuertes y una torre de sillarejo sin desarrollo, a los pies sobre la nave. Tiene un pórtico adintelado que cobija la puerta de arco levemente apuntado con grandes dovelas, característico del siglo XVI.

El trayecto de Ilárraz a Esquíroz se hace por una estrecha carretera que une ambas poblaciones. Un formidable caserío preside la entrada al pueblo. Esquíroz ya era citado en las crónicas del siglo XIII, desde entonces, poco ha crecido.

Pasamos junto a una casa con escandalosas ocas en su jardín, que se abalanzaron tras una valla sobre nosotros.

Descendimos por una senda recubierta por un túnel de vegetación al arroyo del Regato Setoaingo, que cruzamos por un puente con barandillas de madera. Pasamos junto a una granja para enseguida cruzar la carretera que va a Irure, la NA-2337.

El bello y sombreado sendero busca desde este punto la orilla del río Arga, que acabamos cruzando por el Puente de los Bandidos del siglo XIV, llamado así por ser escondite habitual de bribones y rufianes que en la antigüedad desplumaban a los peregrinos.

Algunos cruzamos el puente y nos acercamos a ver la iglesia de San Nicolás de Bari, de construcción medieval posiblemente del siglo XIII, con transformaciones en la cubierta intervenidas en el período barroco, que le confieren su aspecto actual.

El pórtico cobija dos puertas, una abierta bajo el coro y otra en el lado de la Epístola.

La primera está formada por un arco apuntado con dos arquivoltas, de origen medieval. La otra puerta es un simple dintel sobre ménsulas. La torre es de época medieval y se alza sobre el último tramo de la nave, aunque pudo haber sido rehecha en época barroca al mismo tiempo que la cubierta de la nave.

Esta villa fue residencia de Doña Urraca, hija de Sancho de Peñalén.

Existió en Larrasoaña un monasterio dedicado a San Agustín que en 1049, durante el reinado de García III Sánchez "el de Nájera" fue donado al monasterio de Leyre, se considera el origen del pueblo.

En la actualidad acoge un remodelado albergue municipal, en el que nos sellaron la credencial. Volvimos sobre nuestros pasos, y cruzamos de nuevo el puente para continuar el camino por la media ladera de los montes.

Enseguida cruzamos por un puente de piedra el Regato de Abalde a la entrada de Aquerreta, apenas un puñado de casas entre las que destaca su iglesia de la Transfiguración de Nuestro Señor, del siglo XVIII con origen medieval, reconocible por la torre y la puerta de acceso. Su configuración actual se debe a las reformas del siglo XVIII, época a la que corresponde la cubierta. Junto a ella hay una fuente con pilón en la que se agolpaban varios peregrinos para beber.

Aquí iniciamos un recorrido por sendas y pistas, ignorando la carretera que sale de Aquerreta, la NA-2338, y que más tarde se atraviesa, poco después de cruzar el Regato de Legarre.

Lentamente el sendero se va acercando al río Arga, entre una densa vegetación por el interior de un espeso bosque en el que abundan los robles. Siguiendo su ribera, llegamos a Zuriáin, tras cruzar un puente de cemento.

En la terraza del bar "La Parada de Zuriain" nos estaban esperando los más avezados del grupo.

Mientras se tomaban algo, saqué fuerzas para subir por las empinadas calles del pueblo hacia la parte más alta, desde donde se tenían unas bonitas vistas.

Tras contemplar varios caseríos y el rehabilitado lavadero del pueblo, continué subiendo en busca de la iglesia de San Millán, de estilo gótico del siglo XIV, construcción posiblemente de origen medieval, con reformas en el último tercio del siglo XVI. Tiene muros de excelente sillería con tres contrafuertes. La portada consiste en un sencillo arco de medio punto. La torre se levanta sobre el coro con un cuerpo rectangular.

De vuelta al bar, y tras los reparadores cafés y refrescos continuamos el camino, que durante 600 metros sigue junto a la carretera N-135, para luego dejarla por la izquierda para seguir a la que conduce a Ilúrdoz. Cruzamos por un largo puente el río Arga y a continuación el Arralaka, para enseguida dejar la carretera y continuar a la derecha por un agradable sendero de tierra rodeado de vegetación, paralelo al río Arga que pronto llega a Iroz.

Una estupenda fuente con tres caños de agua nos recibe a su entrada, cruzamos por un puente un arroyo y a continuación la iglesia de San Pedro, del siglo XIII, su monumento más notable.

Reconstruida hacia 1920, tiene muros de sillarejo, con la portada de arco de medio punto. La torre se adosa al tramo de los pies de la nave. Estaba cerrada y no pudimos ver su retablo rococó que al parecer posee.

Tras cruzar Iroz, pasamos nuevamente al otro lado del río por un precioso puente de piedra bajo el que se estaban bañando algunos peregrinos. 

Estuvimos tentados de hacerlo, pero continuamos por el área recreativa del Parque Fluvial que hay junto al río, muy agradable y con mucho arbolado, que agradecimos por el ya sofocante calor.

Cruzamos un arroyo y, a la sombra del arbolado del río a nuestra izquierda, y un seco sembrado a nuestra derecha, bordeamos las casas de Zabaldica. Su iglesia de San Esteban, del siglo XIII, es una de las más antiguas de la zona y de las pocas que se conservan casi sin reformar.

Pasando bajo la carretera N-135 por un túnel, llegamos a un merendero que hay con monumental fuente en Zabaldika de abajo.

En ella nos refrescamos mientras decidíamos si subir por la soleada y recalentada senda hacia Arleta, o seguir por el sombreado y agradable camino pegados al rio, hacia Huarte.

A mi esta decisión me recordó a esta famosa escena a la hora de elegir el menú en La Vida es Bella, en la que el protagonista dirige hábilmente las respuestas del cliente por la forma de exponer cada plato.

Y, como no podía ser de otra manera, por unanimidad elegimos la segunda opción, cruzamos por un puente el río Arga y antes de salir a la carretera giramos a la derecha, justo donde hay un cruceiro, para seguir de nuevo los meandros del río.

No pude resistirme más y me di un baño en el río al ver en el agua a una pareja de australianos con tres niños que estaban haciendo el Camino en bicicleta, con los que coincidimos a la salida de Roncesvalles y en Zubiri.

Los del grupo de cabeza nos avisaron que un poco más adelante, después de pasar bajo la carretera PA-20, había unas estupendas cascadas con una gran poza, allí nos fuimos a bañamos todos. El bonito y relajante salto de agua lo forma la presa de Huarte, donde confluye el río Arga con el Urbi.

Precisamente el nombre de Huarte proviene de la expresión en lengua vasca "ur arte" (entre aguas), ya que el río Arga traza una curva que rodea el pueblo por este, sur y oeste, donde se le une el Ulzama, cercándolo completamente.

En el área recreativa de Zokorena estuvimos un buen rato a remojo, perezosos por continuar, sabiendo el calor que nos esperaba. Obligados por el reloj, por fin no pusimos de nuevo en marcha, dejamos este precioso rincón y cruzamos por sendos puentes de madera el Urbi y el Arga para adentrarnos en Huarte, siguiendo las flechas amarillas compostelanas que nos llevaron al puente de cemento con pretil de piedra sobre el río Arga.

A partir de aquí, volvimos a caminar junto al río y su Parque Fluvial, bordeando la cara sur del Monte Miravalles. Un nuevo puente, éste de madera, vuelve a cruzar el río Arga, pasamos por un túnel bajo una carretera y llegamos al Molino de San Andrés, junto a él, el río Arga recibe las aguas de su afluente el Ulzama, en la cercana ermita de la Trinidad confluyen dos ramales jacobeos, el Camino francés y el procedente del Baztán.

Desde su construcción en 1541 hasta la segunda década del siglo XX, el Molino aprovechó la fuerza de la corriente, para moler trigo, maíz y otros cereales. Hoy día acoge el Centro de Información y Educación Ambiental del Parque Fluvial y un bar con una agradable terraza.

A pocos metros, cruzamos por otro puente de madera el río Ulzama, que en este punto entrega sus aguas al río Arga.

Continuamos caminando por la ribera derecha de éste, pasamos bajo una carretera y, recorriendo el Parque de la Nogalera de Burlada, llegamos al Puente Viejo, que no cruzamos.

Al pasar junto a las instalaciones de la piscina municipal, nos dio tanta envidia ver a la gente bañándose mientras nosotros estábamos acalorados, que no dudamos el hacer un alto y dar por buenos los 10,5 € que nos costó pasar la tarde en ella, además de aprovechar para comer en su bar.

La decisión no pudo ser mas acertada, nos lo pasmos genial, nadando, tirándonos como críos por los toboganes, uno de ellos espectacular, y disfrutando de las sombras del complejo.

Tras más de cinco horas de relajamiento, nos volvimos a poner en marcha, retomando el camino junto al río. Pasamos bajo un túnel otra carretera y siguiendo los meandros de la ribera, llegamos a la Pasarela del Arga.

Las pasarelas fueron construidas para facilitar las comunicaciones del cada vez más populoso barrio de la Magdalena con Villava y Burlada, uno al norte y el otro al sur.

Hacia los años 50, consistían en hileras de bloques de hormigón separados entre sí, sobre los que se colocaban tablones de madera para facilitar el paso.

Sin embargo, las tablas se las solía llevar el río en sus crecidas, por lo que los viandantes cruzaban el río saltando de bloque en bloque, tal como inmortalizó el cineasta Montxo Armendáriz en su película Secretos del corazón. En el año 2000 fueron sustituidas por las pasarelas actuales, más seguras pero con menos encanto.

Siguiendo el río, llegamos al Puente de La Magdalena, del siglo XIII, el más importante de los cuatro medievales que cruzan el Arga a su paso por Pamplona.

Fue construido en el siglo XII y posteriormente reformado en el XIX. Consta de tres grandes arcos ligeramente apuntalados, en su cabecera se levanta un cruceiro. Cuando llegamos a su arco principal, unos policías locales les estaban recriminando a unos chavales que se tirasen desde él, por el peligro que ello conllevaba.

El camino bordea la muralla para entrar en el casco antiguo de Pamplona por el Portal de Francia.

Esta puerta fue construida en 1553 por el virrey duque de Alburquerque, es el que mejor se conserva de las seis que tenía el antiguo recinto amurallado de la ciudad. Los peregrinos que llegaban del país vecino, entraban y salían de la ciudad por él, de ahí su nombre. De las dos puertas principales que conforman el portal, la interior conserva un escudo renacentista tallado con el águila bicéfala y las armas imperiales.

En 1553, tras la conquista de Navarra, el acceso fue reestructurado, lo que explica la presencia del escudo de Carlos V. Dos siglos más tarde se construyó un poco más abajo una segunda entrada con puente levadizo que estuvo en pleno uso hasta 1915.

Pamplona tiene un origen romano, fue fundada por el general Cneo Pompeyo Magno en el año 75, del que toma el nombre por derivación de "Pompelon". Fue invadida por vascones, visigodos y árabes, hasta convertirse en capital del Reino de Navarra.

Tras las fotos de rigor, continuamos por la Calle del Carmen hacia la Catedral de Santa María, construida en el siglo XV es sede de la Archidiócesis de Pamplona y Tudela.

Fue construida en distintas épocas y estilos, conservándose hoy en día algunas de las dependencias románicas, pero predominando sobre todo las edificadas en estilo gótico (entre ellas la iglesia y el claustro) de los siglos XIV al XVI. La fachada oeste, de estilo neoclásico, se levantó a finales del siglo XVIII.

En ella entramos a admirar su nave, techos, crucero, presbiterio, capillas y retablos, todo arte...todo historia. Su impresionante claustro es según algunas guías, el más bello de Europa.

Continuamos por la calle Curia y Mercaderes hasta el Ayuntamiento, en la Plaza Consistorial, lugar desde el que se lanza el chupinazo que da comienzo a las Fiestas de San Fermín cada 6 de julio a las 12:00 horas. Inscrito en el dintel de su puerta reza el lema: “Patet ómnibus jauna, cor valde magis” (La puerta está abierta para todos, pero mucho más el corazón).

La ubicación del edificio se dispuso en 1423 por mandato de Carlos III de Navarra. Estaba localizado en un lugar sin edificar y equidistante de los distintos burgos de Pamplona. En esta misma ubicación se han sucedido varios edificios. En 1753 se derribó el primitivo y en 1755 se añadió la fachada de estilo rococó. Esta fachada es lo único que queda del edificio de entonces. Sin embargo tiene un gusto barroco en algunos detalles como son el balconaje de hierro y las esculturas alusivas de la Prudencia, la Justicia, Hércules y la Fama.

Desde allí nos acercamos por la calle Chapitela a la Plaza del Castillo, uno de los iconos más reconocibles de la ciudad. Estaba muy concurrida.

El centro de la plaza está ocupado desde 1943, por un quiosco de música de 18 metros de altura, elevado sobre tambor escalonado y cuya cúpula está sostenida por columnas de orden jónico. Al sur de la plaza, en el comienzo de la Avenida de Carlos III se encuentra la estatua dedicada al rey Carlos III el Noble.

Proseguimos en dirección a la plaza de toros, donde un termómetro en la acera marcaba 29 ºC, la ola de calor que azotaba España, se hacía notar también aquí. 

Cerca se encontraba nuestro alojamiento, el Hotel Leyre, donde nos dimos una merecida ducha antes de irnos a cenar por las tabernas de la ciudad.

Terminamos la jornada dando un paseo por el itinerario que siguen los corredores en los famosos encierros de la semana grande de San Fermín, que comienzan el 7 de julio, desde los corrales hasta la emblemática plaza de toros, un total de 875 metros.

Se inician en su primer tramo, el de la cuesta de Santo Domingo, con los corredores encomendándose a la imagen de San Fermín, el patrón de las fiestas, con un cántico en honor al santo que dice “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”. Luego se lanza el cohete que anuncia el comienzo.

Nosotros hicimos un simulacro de encierro por la calle Estafeta, con fingimiento de toro incluido, para echamos unas risas.

Acabamos haciéndonos un montón de fotos en el monumento al Encierro, una escultura en bronce colado en la avenida Roncesvalles, mirando en dirección hacia la plaza de toros.

Así dimos por terminado este largo día, lleno de experiencias, arte, historia, baños y gastronomía que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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