lunes, 13 de junio de 2022

Excursión X343: Camino Francés. Etapa 1. Saint Jean Pied de Port - Roncesvalles

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Saint Jean Pied de Port
Final: Roncesvalles
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 25,9 Km
Desnivel [+]: 1.501 m
Desnivel [--]: 701 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 11

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Mi primer contacto con el Camino de Santiago se remonta al colegio, cuando aparecía en los libros de historia medieval o de religión, que ya no lo recuerdo bien. Desde entonces me pareció una aventura increíble cruzar media España a pie desde Francia, de ciudad en ciudad hasta llegar al sepulcro del Santo.

Siempre había soñado con hacerlo, pero nunca encontraba el momento y cuando más decidido estaba, en el 2020, llegó la pandemia y frustró el proyecto. Por eso lo volví a plantear en cuanto el covid lo permitió, y para mi sorpresa, fue recibido con mucha ilusión en este grupo de senderismo, en el que enseguida ayudaron a gestionar alojamientos, taxis, traslado de maletas, comidas, track y todos los pequeños detalles logísticos que conlleva un evento como este.

Santiago el Mayor fue uno de los principales apóstoles de Jesucristo y el primero de ellos en morir martirizado.​ La tradición cristiana indica que su cadáver fue trasladado a Hispania y depositado en una tumba situada en Gallaecia.​ Esta fue descubierta sobre el año 820 entre los restos de un asentamiento romano abandonado y sobre ella se construyó un templo que fue ampliado en los siglos siguientes hasta convertirse en la actual catedral.

El culto al apóstol se extendió pronto entre los cristianos peninsulares y fue proclamado por Alfonso II como patrón del reino de Asturias, consideración que mantuvo en las entidades políticas que le sucedieron. Igualmente, surgió la costumbre entre sus ejércitos de invocar su nombre antes de entrar en batalla.​

La jacobea fue la última en aparecer dentro de las tres grandes peregrinaciones cristianas.​ Un número creciente de personas la realizó durante la Edad Media por motivos de fe, al considerar que los restos del apóstol tenían una capacidad de intercesión ante Dios.​

Su popularidad se extendió entre los reinos europeos occidentales y gozó del apoyo tanto de las autoridades eclesiásticas y civiles como de personas particulares, quienes se implicaron en la creación de una infraestructura que ofreciese a los peregrinos alojamiento y asistencia. Las autoridades, además, dictaron normas jurídicas para protegerlos mientras hacían su viaje.

Durante su historia, ha experimentado dos grandes crisis: la primera fue en el siglo XVI debido a la tipología de quienes recorrían las rutas jacobeas y a la aparición de la teología protestante. Los caminos se llenaron de delincuentes, maleantes, mendigos sin recursos y vagabundos. Igualmente, supuso un aumento de la inseguridad con el surgimiento de bandas de asaltantes en algunos puntos y el aumento de la criminalidad entre los propios peregrinos. También influyó la peste negra que asolaba Europa. Durante las décadas de 1520 y 1530, en muchos municipios comenzaron a aparecer ordenanzas en las que se prohibía el alojamiento de los «mendigos de Santiago».

La segunda crisis la causó el proceso de secularización europeo iniciado tras la Revolución francesa y la pérdida de la infraestructura de alojamiento por las desamortizaciones del siglo XIX.​

Esta crisis fue la más grave y llevó a su práctica desaparición en las décadas centrales del siglo XX, aunque durante la segunda mitad de esa centuria experimentó una notable recuperación tanto en popularidad como de infraestructura, en gran parte impulsada por el párroco Elías Valiña, que recopiló la información necesaria para crear una guía, publicada en 1982, además de señalizar la ruta con unas características flechas amarillas realizadas con pintura que se empleaba para marcar obras en la carretera.

Fruto de ello, el número de peregrinos que llegan a Santiago no ha parado de aumentar desde la década de 1990 y en 2019 alcanzó la cifra más alta desde que se tienen registros: 347.578 personas, cuando en 1978 solo lo habían hecho 13.​


Finalmente fuimos 11 los afortunados para iniciar el Camino, el tradicional o Francés, como también se le llama para distinguirlo de los otros posibles, y que en estos mapas se destacan:

Camino Francés: Se inicia en Saint Jean de Pied de Port y es uno de los ejes más importantes de las peregrinaciones jacobeas.

Por este paso transitaban muchos peregrinos, movidos por la fe, que se dirigían a Compostela desde todos los países europeos. Tiene 34 etapas.

Camino Primitivo: Es el camino que tomó Alfonso II el Casto en el siglo IX para visitar la tumba del apóstol. Esta ruta es muy exigente, tiene 11 etapas.

Camino del Norte: Los principales reyes europeos se inclinaban por esta opción para llegar a Santiago. Posteriormente y según avanzaba la Reconquista, este camino no tuvo muchos peregrinos. Sin embargo, con el tiempo recobró su estatus y en la actualidad es de nuevo muy popular por la belleza de sus paisajes. Tiene 32 etapas.

Camino Portugués:
Atraviesa el país luso del sur al norte, cruzando el río Miño para acceder por Tui a Galicia. Tiene 25 etapas desde Lisboa, 7 desde Oporto, por la Costa 13.

Camino de la Plata: es el más importante Camino de Santiago desde el sur peninsular. Se considera Sevilla como la ciudad de inicio, y el itinerario tiene su origen en distintas calzadas romanas que en el medievo aprovecharon los peregrinos. Tiene 29 etapas.

Camino Inglés: Es una de las rutas más populares, fue frecuentada en la Edad Media por peregrinos que procedían de Irlanda, Escocia o de Inglaterra, entre otros países. Tiene 6 etapas.

Al principio pensamos en iniciar el Camino en Roncesvalles, pero un inestimable compañero nos recomendó hacerlo desde Saint Jean Pied de Port, añadiéndole a lo previsto más de 25 km y un desnivel de unos 1.500 metros, pero eso sí ganado una etapa muy bonita, además de tener el aliciente añadido de poder conocer este bonito pueblo francés, donde convergían otros muchos caminos desde toda Europa y por muchos, considerado el inicio oficial del Camino.

El viaje hasta Saint Jean Pied de Port lo hicimos en tres coches hasta Puente la Reina, donde paramos a comer, y desde allí en dos taxis hasta el que sería el inicio de nuestra aventura, situada en lo que se conoce como País de Cize, al sureste de la Baja Navarra, a unos 8 kilómetros de la actual frontera con España, en el territorio histórico vascofrancés de la Baja Navarra.

Al llegar a Saint Jean Pied de Port (San Juan Pie de Puerto) dejamos las maletas en los dos hoteles donde habíamos reservado las habitaciones y nos fuimos a recoger la credencial del peregrino.

Aprovechamos para dar un paseo por el pueblo, en el que confluían las tres grandes vías Jacobeas dentro del territorio francés, la que partía de Paris, la que lo hacía de Le Puy y la que procedía de Vecelay.

Tras cruzar el río Nive o Errobi en euskera, que pasa por el centro del pueblo, nos acercamos a la oficina del peregrino a comprar nuestra credencial y hacernos con la concha. Este símbolo, asociado al camino nace de la tradición de entregar a todos los peregrinos que habían llegado a Santiago de Compostela un documento acreditativo y concederles una concha de vieira para colocarla en el sombrero o en la capa, a modo de tributo al Apóstol.

Continuamos subiendo por sus empedradas calles del casco antiguo, dejamos atrás el albergue municipal y nos acercamos a conocer la fortificada Ciudadela, en lo alto de la colina, al pie del castillo de Mendiguren, que fue construida en el año 1628.

Cenamos unas pizzas en este lugar estratégico de comunicación y testigo de múltiples batallas por el control de lo que los reyes de Navarra denominaban la llave de mi reino.

Al día siguiente, desayunamos temprano, dejamos las maletas preparadas para que las recogieran los de Camino Fácil 
y, antes de las 8 de la mañana, nos pusimos en camino, nunca mejor dicho.

Emocionados por dar los primeros pasos de los casi 800 kilómetros que tendremos que recorrer hasta llegar a Santiago, salimos en dirección sur, cruzando una plaza en la que había un mercado ambulante, con fruta, quesos, pescado y carne en furgonetas y camiones perfectamente acondicionados.

Enseguida las señales amarillas y la característica concha nos guiaron para salir del pueblo. 

El día había amanecido nublado, lo que hacia que la temperatura fuese muy agradable, ideal para caminar. Nos esperaba un tendido pero largo ascenso de 21 km hasta el Mirador de Lepoeder, desde el que se inicia el descenso de casi 5 km hasta Roncesvalles.

Nada más salir de las primeras casas del pueblo, a la derecha, se inicia la carretera a Valcarlos, única vía alternativa cuando por la nieve o mal temporal es inviable cruzar el puerto.

Cruzar los Pirineos representaba para los primeros peregrinos que procedían de tierras lejanas, un auténtico reto. Hoy sigue siendo una de la etapas más duras del Camino, pero también una de las más bellas.

En los dos primeros kilómetros superamos un fuerte ascenso por una estrecha pista asfaltada, señalada como Chemín de Compostela o Route de Napoleón y que figura como D-428. Poco a poco, diseminadas a derecha e izquierda de la pista, fuimos dejando atrás preciosos caseríos blancos con ventanas rojas adornadas de flores.

A 5.3 kilómetros de la salida llegamos a Huntto, una pequeña aldea y último lugar que ofrece algunos servicios.

A partir de ahí la pendiente se hizo más pronunciada y el paisaje comenzó a abrirse con imponentes ondulaciones y paisajes alpinos, que apenas podíamos llegar a vislumbrar por la intensa niebla que nos rodeaba.

En el kilómetro 7,6 alcanzamos el Refugio Orisson, donde paramos a agruparnos y tomar un tentempié, además de rellenar las cantimploras con el agua fresca de la fuente que hay frente al refugio, coronada por la figura de un peregrino.

En su interior conversaban animosamente un numeroso grupo de americanos, que según nos dijo su dicharachero guía en perfecto castellano de Texas hacían el camino como medio para perfeccionar su español y adquirir conocimientos de historia sobre el Camino.

Era la cuarta vez que este profesor traía al Camino grupos de chicos procedentes de todo EE.UU, aunque era la primera vez en hacerlo desde Saint Jean Pied de Port, según nos contó.

También conocimos a un italiano que hacia el recorrido en bicicleta, a un grupo de Algete y a Natalie, una simpática sueca, cargada con una enorme mochila que iba a realizar el camino de albergue en albergue y de la que acabamos siendo amigos. 

Lógicamente, con todos ellos coincidimos de nuevo en las siguientes etapas.

Hacia el kilómetro 11,8, tras cruzar un arroyo y subir una cuesta hicimos otra parada de agrupamiento, justo donde, a 100 metros a la izquierda, se encuentra, imperiosa sobre un roquedo, la humilde talla de la virgen de Biakorri con el Niño Jesús en los brazos, imagen mariana de gran devoción entre los pastores y los peregrinos y que nosotros, con la niebla, apenas vislumbramos.

Un poco más adelante, también a la izquierda, se encuentran los restos de Redoute dite Château-Pignon, castillo que repetidamente fue objeto de conflictos entre franceses y españoles, en 1521 y en 1793 en particular. El general español Caro lo hizo arrasar por completo en 1793.

Veinte años después, se produjeron nuevos combates en torno al lugar entre ingleses y franceses. El interior del reducto fue dañado por excavaciones salvajes y hoy día es utilizado por los cazadores de palomas como puesto de caza.

Durante toda la subida nos estuvo cayendo un ligero chirimiri que no pasó a ser lluvia, solo niebla húmeda, pero no hacía frío. Nos cruzamos con rebaños de ovejas de una raza del Pirineo con mucha lana y caballos, pero pocos peregrinos.

En el kilómetro 15,5, pasado el Col d´Elhursaro nos encontramos en un recodo del camino el Food Truck, un camión con todo tipo de comida y bebidas, que nos vino muy para descansar un rato y reponer fuerzas.

Un poco más adelante, en el kilómetro 15,8, dejamos la carretera para seguir un sendero que sale a la derecha, justo donde se encuentra la Cruz de Thibault.

Fue bendecida en el Año Santo de 1993 y recibe también el nombre de Urdanarre.

Un lugar mágico donde el paisaje y los elementos se juntan con los miles de sueños y deseos que se ponen a su alrededor como ofrenda y que te envuelve haciéndote sentir una energía especial.

Pasamos junto a un roquedo, en el alto de Bentarte, en la que hay una placa que cuenta una historia en francés sobre el Camino. Su título está en euskera "Ibili eta amets egin", que significa "Andar y soñar". 

En el kilómetro 16,8 cruzamos la inexistente línea fronteriza que separa Francia de España y como por arte de magia, la niebla dio paso al sol, que no lo habíamos visto durante toda la subida. Spain is different!, que decía el eslogan.

En agradable paseo, y con bonitas vistas del hayedo que surge a nuestra derecha, recorrimos los pocos y llanos metros, por fin, que nos separaban del collado de Bentarte o paso de Napoleón.

El camino pasa junto donde se encuentra una gran piedra con una gran concha grabada y la inscripción de 765 Km hasta Santiago de Compostela.

A pocos metros, alcanzamos la famosa fuente de Roldán, a la izquierda del camino. Punto emblemático de esta etapa.

En ella paramos a refrescarnos y hacernos la foto de casi grupo, porque los dos primeros pasaron de largo y se lo perdieron. Junto a la fuente hay un teléfono de emergencias del 112. En invierno este paso es bastante peligroso, por la nieve y la ventisca que suele azotarlo.

Tras el descanso, continuamos por un pequeño descenso, hacia una zona forestal en la que se encuentra un monolito indicando que estamos en Navarra.

A pocos metros, cruzamos un hayedo de cuento, en el que los rayos de sol parecían tejer una cortinas de luz para realzar la belleza de los troncos cargados de musgo, que con una ligera neblina, la daban un aspecto romántico y mágico al bosque.

En ligera subida, alcanzado el kilómetro 19,8, llegamos al pequeño pero socorrido Refugio Izandorre.

Nunca un abrigo tan humilde ha salvado tantas vidas. Sorprendidos por la ventisca y la nieve, y ya con síntomas de hipotermia, han sido varios grupos de peregrinos a lo largo de los años los que han tenido que cobijarse aquí y esperar a ser rescatados por los bomberos de Burguete. Aquí uno de los rescates.

Bordeando otro hayedo que nos quedaba a la izquierda, continuamos la subida hasta alcanzar, tras un cruce de caminos, el collado de Lepoeder, en el kilómetro 21,6. Su nombre viene del término vasco lepo (collado) y eder (bello), y por tanto significa "bello collado".

En él se ubica un teléfono de emergencias del 112, en un mirador con uno de los paisajes más bellos que pudimos disfrutar durante el día, al vislumbrar desde él, entre nubes bajas, el valle de Roncesvalles. Estamos a 1436 m, el punto más alto de la etapa.

Tras las fotos de rigor, paramos a comer los bocadillos junto al hayedo que surge a la derecha, en el que nos estaban esperando los escapados de la etapa.

Dio tiempo hasta para dar una pequeña siestecita, tras la cual emprendimos de nuevo el camino, ahora por una amplia pista, la carretera NA-2033, coincidente con el GR-65 por el que hemos estado caminando.

Con espectaculares vistas del valle, fuimos descendiendo por la pista, salvo pequeños atajos que simplifican las típicas curvas de todo trazado de puerto de montaña, alternando bosques y claros en los que de nuevo se echó la niebla.

En uno de esos bosques de hayas, pasamos junto a un cilíndrico búnker, testigo mudo de la Guerra Civil, y un poco más adelante, al llegar al Puerto de Ibañeta, vimos otro, más defensivo, junto al Monumento a Roldán, que narra la derrota de Carlomagno y su sobrino Roldán en la batalla acaecida en este lugar que acabó con la vida de Roldán, según la tradición, el 15 de agosto del año 778. Unos hechos magnificados siglos después por la Chanson de Roland, en la que se menciona la famosa frase de "mala la hubisteis franceses en esa de Roncesvalles". 

Aquí una completa referencia a estos hechos. Y aquí se cuenta más sobre la historia del monumento. La pena es que las mazas que adornaban el monolito hace tiempo que han desaparecido.

Frente a él se alza la Ermita de San Salvador de Ibañeta, construida en 1964, levantada en el mismo emplazamiento donde hubo, desde el siglo XI, una ermita bajo la misma advocación junto con un hospital y un albergue para peregrinos.

En este punto se reúnen los dos ramales que franquean el paso montañoso, el camino alto, por el alto de Lepoeder y el camino bajo, por el valle de Valcarlos, donde se situaron las maltrechas fuerzas de vanguardia del Emperador Carlo Magno, a su regreso de las campañas bélicas por la península Ibérica.

Continuamos por el sendero que deja a la izquierda el Centro de Migración de Aves y se interna en otro precioso bosque de hayas que en otoño debe estar aún más precioso de lo que ya estaba. Cruzamos un arroyo, con poca agua y al poco llegamos a Roncesvalles. 

Entramos por su lado norte, donde está situado el albergue, a las espaladas de la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, pasamos junto a la Iglesia de Santiago y enseguida buscamos Casa Sabina donde nos reunimos para tomar las cervezas de fin de etapa.

El nombre procede del francés Ronceveaux (valle de los espinos), y del español antiguo, cuando lo llamaban Rozabals (valle de las rosas).

Una vez alojados, unos en el hotel Roncesvalles y otros en La Posada, dimos una vuelta para conocer la iglesia de Santiago o de los Peregrinos, gótica del siglo XIII.

En su interior hay una figura del Apóstol Santiago, que pudimos contemplar aprovechando que terminaba una visita guiada. El exterior tiene muros de sillar irregular, sin contrafuertes, con una portada de arco apuntado y Crismón.

Fue utilizada como parroquia hasta el siglo XVIII. Quedó sin culto durante un largo periodo hasta que fue restaurada en el siglo XX, incorporando la mítica y legendaria campana que orientaba a los peregrinos desde el collado de Ibañeta.

Junto a ella, se encuentra la capilla de Sancti Spiritus, también conocida como Silo de Carlomagno por suponerse que su origen se debe al enterramiento de combatientes francos caídos en la batalla del 778, es considerada la edificación más antigua de Roncesvalles. Se levanta en el mismo lugar en que Roldán quebró la roca con su espada Duarandart.

Enfrente se encuentra el monumento a la batalla de Roncesvalles. Aquí podemos conocer todos los detalles de su historia.

Hicimos tiempo para ir a la tradicional misa del Peregrino que todos los día a las 20:00 se ofrece en la Real Colegiata de Santa María, templo considerado como el mejor ejemplo navarro del gótico. Se construyó para atender a los cada vez más numerosos peregrinos tras el duro paso por los Pirineos. 

Se erigió a principios del siglo XIII gracias a Sancho VII "el Fuerte", quien lo eligió como lugar de enterramiento. Su tumba se encuentra  en la sala capitular, donde el Panteón Real, mide 2’25 m. de estatura, que dicen era la real del rey, a su lado está la de su esposa, Doña Clemencia de Touluse.

También se conservan las cadenas que rompió en la batalla de las Navas de Tolosa contra los árabes y que forman parte del escudo de España. 

Estas misas son muy emotivas, en ellas se mencionan los lugares de procedencia de todos los peregrinos que llegan en ese día hasta aquí, por muy larga que sea lista. Acaba la misa con una oración por los peregrinos, deseándonos buen camino.

Tras la misa, nos dispusimos a cenar en la Posada y al terminar, pronto nos fuimos a la cama, nos esperaba madrugar para iniciar la segunda etapa, que nos llevaría a Zubiri.

Por lo bonita que fue la travesía pirenaica y la emotiva llegada a Roncesvalles, a esta primera etapa la califico con 5 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS INICIO DEL VIAJE

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