jueves, 3 de septiembre de 2015

Excursión X041: De la Pradera de Ordesa al Refugio de Góriz

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pradera de Ordesa
Final: Refugio de Góriz
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,8 Km 
Desnivel [+]: 890 m 
Desnivel [--]: 13 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Tras el paseo de ayer, en nuestro segunda día por Pirineos, teníamos una bonita y clásica ruta por delante hasta el refugio de Góriz desde la Pradera de Ordesa, con la intención de subir al día siguiente a Monte Perdido, nuestro gran objetivo.

La excursión tenía dos partes muy diferenciadas, en el primer tramo se recorren poco más de 9 km y se ascienden 450 metros hasta alcanzar la cascada Cola de Caballo desde la pradera de Ordesa, siguiendo un sendero acondicionado para el senderismo y apto para todos los públicos que recorre el valle en arco de círculo.

Sin embargo, el segundo tramo, desde la Cola de Caballo hasta el refugio de Góriz, se ascienden también unos 450 metros, pero solo en un par de kilómetros, lo que da idea de la pendiente que hay que superar, pasando además por las Clavijas de Soaso, terreno por tanto más montañero, angosto, de mayor dificultad y con algunas buenas trepadas, transitando parte del recorrido por fajas y zonas expuestas.

Para iniciar esta aventura, tras desayunar en el hotel de Broto, nos acercamos a la pradera de Ordesa en el autobús que sale de Torla. Con mucha ilusión, nos pusimos en marcha guiados por Juan, en un estupendo día soleado que poco poco se fue nublando.

Al fondo del aparcamiento se abren dos posibles rutas para ascender, una a cada lado del río Arazas, escogimos la que sale a la derecha, indicada como Refugio Góriz, la de la margen izquierda del río, a la que se accede tras cruzar el puente de los Cazadores. momento en el que el río nos queda a nuestra izquierda hasta el siguiente puente, el de Arripas.

Caminamos por un cuidado sendero que ofrece bonitas vistas del acaudalado río y que enseguida se interna en el fabuloso cañón que forma el valle de Ordesa, vestigio del glaciar que le dio forma, dejando al descubierto a lo largo de los años la huella del mismo en las paredes verticales que nos rodean, producidas por la diferente dureza de las capas rocosas puestas al descubierto por la acción del antiguo glaciar.

Prueba de ello son las «fajas», pequeñas cornisas horizontales que permiten recorrer el valle en altura por vertiginosas y estrechas sendas. De ellas destacan la Senda de Cazadores, que llega a tener 600 m de desnivel respecto al fondo y que permite recorrer a vista de pájaro prácticamente todo el valle por su vertiente sur, y la Faja de las Flores,​ más alta y vertiginosa en la vertiente norte.

Atrás nos queda la inmensa mole de Tozal del Mallo, espectacular desde el valle, más cerca, la imponente Punta Gallinero, ambas con interminables paredes verticales de más de 300 metros de altura, que seducen sobremanera a los escaladores.

Con nuestras mochilas cargadas hasta arriba, ascendemos gradualmente con cómoda pendiente. Al poco, nos alejamos un poco de las bravas aguas del río, que ofrece un caudal espectacular entre la espesa arboleda, en la que abundan sauces, fresnos, hayas y abedules cubiertos de musgo.

A nuestra izquierda, aparece el imponente barranco de Cotatuero, con su espectacular cascada al fondo del despeñadero. A unos tres kilómetros del inicio, alcanzamos el puente de Arripas, que nos facilita el cambiar de margen, ahora tendremos el río Arazas ya siempre a nuestra derecha.

A partir de aquí la pendiente se hace notar a la vez que el bosque pasa a ser mayoritariamente de hayas, de gran porte, algunas con un pequeño abeto a su sombra, de ahí que a estas especies se les llamen hayedo-abetal.

Enseguida entramos en la zona mas angosta del río Arazas, en la que se concentran imponentes saltos y cascadas que desde pronto se hacen escuchar.

La primera que aparece, tras un par de cerradas curvas, es la Cascada de Arripas, en la que el agua se precipita por un cordel de agua horizontal en la parte alta, dando paso a un par de pequeños saltos, para finalizar con una espectacular cascada final sobre grandes rocas en el fondo.

La siguiente es la Cascada de las Cuevas. Un bonito y corto sendero descendente, ramal de la senda principal nos llevó a un pequeño mirador, protegido por un muro y valla de hierro, desde el que se disfruta de una privilegiada vista del inicio su caída, donde un saliente de roca la divide en dos para formar dos pequeñas colas de caballo finalizando en una bonita poza oval de aguas cristalinas con reflejos de color turquesa.

No hay que ascender mucho para contemplar la tercera maravilla, la Cascada del Estrecho, quizás las más espectacular de todas por su formación doble en forma de S, en la que el agua ha labrado toboganes zigzagueantes en la roca caliza.

Tiene una primera cascada que apenas se ve desde el mirador de la parte baja, para pasar a un segundo salto que cae al vacío de un estrecho y alto barranco con gran estruendo. Aquí, nuestra chica, por hacerse una foto en unas rocas con la cascada de fondo, por poco si resbala cascada abajo, menudo susto.

Unos metros más arriba alcanzamos el mirador desde el que se ve la parte alta de la Cascada del Estrecho, con espectacular panorámica de cómo el agua se despeña en sonoro estallido. En este punto la senda se aleja del río, discurriendo por un frondoso hayedo en el que se encuentra una caseta-refugio de madera que invita a hacer un descanso sentados en unos troncos que hacen de pórtico.

Reanudada la marchas, pasamos bajo unos acantilados en los que la senda ha ganado espacio a base de excavar su base. A nuestra derecha, vamos viendo en altura la cicatriz de la Faja de Pelay sobre una gran masa de pino negro.

Ahora la senda se vuelve a acercar al río, a la altura de la Cascada de la Cueva, y tras una cerradas zetas en las que se aleja, vuelve a buscar la humedad del río, acercándose a la zona de la Cueva de Frachinal.

Un pequeño puente de hierro salva el Barranco Tabacor, un arroyo que apenas llevaba agua. Al poco, el valle se abre, dejando el bosque de hayas atrás, dando paso a una pequeña pradera a orillas del río Arazas.

Este tramo junto al río es de gran belleza al no estar emboscado y poder contemplar sin obstáculos la grandiosidad del valle. Un poco más adelante, pasamos junto a una fuente construida con ladrillos, de la que sale un caño con bastante agua, con ella rellenamos las botellas.

Pasada la fuente, enseguida comenzamos a ver las primeras cascadas de las Gradas de Soaso, pequeños saltos de agua de gran atractivo que se suceden en múltiples cascadas a modo de escalones por los que se derrama el agua durante un largo trecho de extraordinaria belleza.

Superadas las gradas, nos adentramos en los llanos de Soaso, con la enorme mole del Tobacor a nuestra izquierda, oculta a nuestros ojos, pero mostrando su alargada faja.

De sus cumbres bajan un sin fin de chorros y cascadas descendiendo por ladera sur con gran espectacularidad, en el imponente abrigo de Soaso, donde uno puede llegar a pensar que ha retrocedido en el tiempo y que los dinosaurios deben estar cerca.

Cruzamos varios pequeños puentes para poder sortear el agua que desciende del abrigo de Soaso y nos introducirnos de lleno en el circo glaciar de Soaso, enorme surco labrado durante cientos de años por toneladas de hielo entre las enormes moles que le rodean, dejándonos un paisaje sobrecogedor.

Lo que fue el lecho del glaciar es recorrido por las aguas que bajan de las laderas formando espectaculares meandros cubiertos de turberas, en cuyo fondo, a nuestra izquierda, escondida detrás de un pequeño espolón, la gran cascada de Cola de Caballo, llamada así porque se abre en un abanico blanco que se desliza roca abajo.

Nos acercamos a su base, sorteando unas rocas, para hacernos las inevitables fotos bajo su manto, bajo un ensordecedor estruendo de agua que, sin remedio, acaba empapándote. al caer desde sus 54 metros, uno de los más altos de España.

Superado el primer tramo de la excursión, iniciamos el segundo, menos turístico y más montañero. Una vez que cruzamos el puente de Soaso, se nos abren dos alternativas para ascender desde el Valle a las fajas altas del Circo de Soaso, 

La primera es seguir el camino de las mulas, que sale a nuestra derecha, en dirección sur, zigzagueante y más largo, o seguir de frente, en dirección este, hacia las clavijas de Soaso. Indudablemente, Juan eligió la segunda opción, mucho más interesante y además más corta.

Por un pedregoso sendero, enfilamos la loma del enorme cortado que tenemos de frente, ganando altura a cada paso, lo que nos deja unas preciosas vistas de la Cola de Caballo y el valle que hemos recorrido.

Enseguida alcanzamos las famosas clavijas, una sucesión de apoyos clavados en la roca en los que poner los pies y una cadena para agarrarnos. El tramo no es tan peligroso como pensaba y con cuidado se supera fácilmente.

La senda continua en dirección norte, alcanzando la cornisa superior, donde se une al camino de mulas, dulcificando su pendiente.

En el primer replano verde, a la izquierda, nos acercarnos a la salida del barranco de Soaso, espectacular mirador del valle y surgencias de agua, donde además tuvimos la suerte de poder contemplar varias marmotas campando a sus anchas.

Damos un rodeo por alargadas fajas para salvar el último resalte y alcanzar los verdes prados de la zona superior del barranco de Soaso, contemplando sus preciosos estrechos y gran cascada, muy cerca de nuestro objetivo final de hoy, el refugio de Góriz, a 2.200 metros de altitud en la cara sur del macizo de Monte Perdido.

Inolvidable excursión que anticipaba lo mucho que ver en este Parque Natural y que califico con 5 estrechas.
Paco Nieto

FOTOS

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