lunes, 10 de febrero de 2020

Excursión X207: Cabezas de Hierro desde Cotos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 13 Km 
Desnivel [+]: 963 m 
Desnivel [--]: 963 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Los pronósticos del tiempo unas veces aciertan y otras, no tanto, sobre todo en alta montaña, donde los cambios son menos previsibles.

Y esto es lo que nos ocurrió al iniciar esta ruta, daban algo de nubes, pero pronto saldría el sol. Lo anterior se cumplió, pero lo que no esperábamos era encontrarnos con una espesa niebla que lo empapaba todo.

El contraste entre el sol radiante que teníamos por la carretera y lo que nos esperaba en el Puerto de Cotos, fue tremendo, tanto que nada más llegar decidimos tomarnos un café en Venta Arias para levantar nuestros alicaídos ánimos, a la espera de que mejorase un poco. Hasta el humor de los camareros parecía estar agriado, como el tiempo, aunque esto en éste establecimiento es lo habitual.

Resignados a mojarnos, nos pusimos las prendas de lluvia y emprendimos la marcha. Cruzamos la carretera para remontar la cuesta que hay justo enfrente de la Venta para seguir la senda que , en dirección sur, va a dar con la carretera M-861, la que sube a Valdesquí.

Nada más cruzar la carretera nos internamos en la pradera desde la que se tiene en otras condiciones una bonita panorámica de nuestro objetivo de hoy: Cabezas de Hierro. Pero la niebla solo nos dejaba ver una decena de metros por delante de nosotros y nos perdimos tan espléndida panorámica.

Descendemos por el PR-27, junto al regato que va a dar al arroyo de las Guarramillas, al que cruzamos por la pasarela de madera, dejando el PR, que continua por la izquierda y que utilizaríamos a la vuelta. Torcemos a la derecha, con la idea de seguir una senda, marcada en la cartografía del IGN, que alejándose del arroyo de las Guarramillas, se dirige en línea recta hacia el remonte del Collado.

Pero, como ya nos ha ocurrido en otras ocasiones, de la senda, tan bien trazada en los mapas, ni rastro. Solo encontramos piornos y más piornos, que con la niebla estaban cubiertos de agua y hacían que se nos empaparan los pantalones y las botas.

Al cruzarnos con una senda, ésta más visible, que en sentido transversal cortaba a la supuesta nuestra, decidimos abandonar toda esperanza de seguir ascendiendo en línea recta y seguirla ala derecha para acercarnos de nuevo al arroyo, buscando terreno ya conocido.

Al alcanzar la estrecha senda que remonta el arroyo de las Guarramillas, volvimos a contemplar el siempre placentero espectáculo del agua, y era mucha, fluyendo con prisa entre las piedras hacia su destino final, el mar.

Pasamos junto a lo que queda de una pequeña presa de hormigón, por la que pasa el arroyo sin dificultad a través de una gran abertura, curiosamente cerrada por una cancela. Supongo que en tiempos se utilizaría para dar servicio a la estación de Valdesquí.

Pronto estábamos frente al aparcamiento de la estación, momento en el que giramos a la izquierda para seguir otra supuesta senda, entre piornos mojados y niebla que no dejaban ver por dónde pisábamos, complicando un poco la de por sí empinada pendiente.

Pero lo mejor estaba por llegar, entre tramos de nieve compacta, un par de pedregales, con afilados cantos graníticos, que pusieron a prueba nuestra capacidad de saltar bloques mojados y resbaladizos sin dejarnos los dientes en el intento.

Por fin, llegamos al remonte del Collado, en el que los telesillas estaban parados, a la espera de nuevas nevadas que vuelvan a poner en funcionamiento las pistas de esquí, y que nos sirvieron de cómodos asientos mientras llegaba el resto del grupo.   

Una vez agrupados, continuamos ascendiendo por la senda que, en dirección sureste, bordea la loma del Cerro de Valdemartín por su cara norte, con tan buena suerte, que el cielo comenzó a abrirse para dar paso a un radiante sol que nos iluminó el valle y las montañas para regocijo de nuestra vista. ¡Por fin pudimos contemplar las enormes panzas de Cabezas de Hierro!

Poco antes de alcanzar el Collado de Valdemartín, dejamos la senda porque el último tramo estaba cubierto de nieve y es bastante aéreo, por lo que, a falta de crampones y piolets, era muy peligroso cruzarlo. Esto nos supuso alcanzar la Cuerda Larga (PR-11), 400 metros antes del Collado de Valdemartín.

Inundados de alegría por las maravillosas vistas, cuando creíamos que no íbamos a poder disfrutarlas, nos reunimos en el collado, contemplando en todas las direcciones cómo el cielo azul jugueteaba con los últimos vestigios de niebla, mientras el sol se reflejaba en la nieve de la vertiente norte de las cimas.

Con mucho ánimo, ascendimos los pedregosos 2.376 metros de la cima de Cabeza de Hierro Menor, que proporcionaban estupendas vistas de todo su entorno y en especial de su hermana mayor y la Bola del Mundo.

Nos dio cierto pánico pensar que tuviéramos que regresar por donde habíamos subido, dado que las vistas que desde aquí teníamos del recorrido previsto, la fuerte bajada del PR-27 precipitándose hacia el circo de las Cerradillas, no eran muy tranquilizadoras. La nieve cubría todo el recorrido y no sabíamos en que estado estaría. 

Mientras los demás descendían entre los grandes pedruscos de la vertiente oriental de la cumbre, con algún que otro resbalón sin mayores consecuencias, yo me adelanté para acometer el segundo objetivo del día, Cabeza de Hierro Mayor.

Sus escuetos 4 metros de diferencia con su hermana, le dan el título, y 48 menos que Peñalara le quitan el de ser la montaña más alta de Madrid, pero ya se sabe al segundo, nadie le recuerda.

Su vértice geodésico, con 2.380 metros de altura, contempla en solitario el valle del Lozoya y su embalse de Pinilla, al norte, en el lado opuesto, al sur el del Manzanares y su embalse de Santillana. Al este, una vista única de la Pedriza y la Loma de Pandasco. Al oeste, la Bola del Mundo o Alto de las Guarramillas y la Maliciosa, amén de los Montes Carpetanos, Peñalara Abantos, las Machotas y medio Madrid, todo un lujo a nuestro alcance, que gracias al maravilloso día que había quedado pudimos contemplar.

Por suerte, la nieve no estaba tan dura y permitía avanzar por ella sin mayores dificultades que algún que otro culatazo, por lo que el descenso hacia el circo de las Cerradillas fue posible, ganando así emoción y vistas.

Tras una breve parada para tomar los bocadillos junto a un risco, continuamos el descenso por el PR-27, lanzándonos al abismo, en un descenso de notable pendiente, por un interminable canchal en el que la nieve lo cubría todo, haciendo divertido, aunque algo arriesgado el descenso, lo que hizo que alguna prefiriera ir por el piornal, con peor suerte porque un resbalón le produjo un fuerte golpe.

Pasado lo peor, cruzamos el arroyo que recoge el deshielo del desfiladero por el que habíamos bajado. y nos adentramos en la Majada de las Cerradillas, precioso rincón con agua por doquier y un mullido suelo.

La senda gira a la izquierda, se interna en un espeso pinar, cruza un arroyo, que llevaba mucha agua, al igual que el siguiente, el arroyo de las Cerradillas y dos más a continuación. La senda continua en dirección norte hasta alcanzar un precioso mirador natural desde el que se divisa el Puerto de Cotos y el Valle de la Angostura, allí gira a la izquierda dirigiéndose al oeste en busca del arroyo de las Guarramillas.

Volvimos a cruzar el arroyo por la plataforma de madera utilizada a la ida y nos desviamos a la derecha para ir a contemplar la Poza de Sócrates, exuberante de agua, que tronaba como nunca al caer desde su decena de metros de altura.

De vuelta al aparcamiento del Puerto de Cotos, pasamos por el refugio El Pingarrón, donde nos hicimos la foto de grupo, sin Pepa por haberse ido desde el cruce del arroyo de las Guarramillas para estar pronto en casa.

La celebración del fin de esta magnífica ruta, que se merece 4 estrellas y no 5 por el mal tiempo inicial, la realizamos en el refugio de Cotos, situado en la estación de ferrocarril del mismo nombre. Aquí, sí, atendidos con toda la amabilidad del mundo por Patricia.
Paco Nieto

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