martes, 12 de junio de 2018

Excursión X139: El Chorro de Navafría por los 6 refugios

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Chorro. Navafría

Final: El Chorro. Navafría
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,8 Km 
Desnivel [+]: 634 m 
Desnivel [--]: 634 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

Ya teníamos ganas de hacer esta ruta para poder contemplar el Chorro de Navafría con mucha agua y porque al finalizarla nos esperaba una parrillada  a base de sardinas y chuletas.

Nos sorprendió comprobar que éramos los únicos en ocupar el aparcamiento del área recreativa, panorama muy distinto al que siempre hemos encontrado en la época estival, en la que las cuantiosas mesas de madera y parrillas estaban continuamente repletas de gente.

Iniciamos la ruta en el área recreativa del Chorro, dirigiéndonos, en dirección oeste hacia el río Cega, previo paso por un pequeño puente, que marca el final del arroyo del Chorro, que en este punto vierte sus aguas, como buen afluente al río Cega, al que nos acercamos para remontarlo por su margen derecha hasta alcanzar la charca conocida como El Pozo Verde, lugar de leyenda, donde según cuentan, sellaron su amor eterno Rosa y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no veían con buenos ojos su relación. Ante la prohibición de verse, “una noche escaparon de casa y se esperaron en la calle del Puerto. Y después de un largo beso, abrazados y en silencio, del Pozo Verde el camino recorrieron. Una vez allí llegados los muchachos desaparecieron... Al día siguiente en sus casas los echaron de menos y corrió la voz de alarma. Y les buscó todo el pueblo. A la caída de la tarde, al Pozo Verde subieron y la Luna dejó ver al fondo del agujero, desnudos y abrazados de los muchachos los cuerpos”.

Con la incertidumbre de saber cuánto de verdad encierra esta leyenda, contemplamos sus profundas aguas. Junto a ella, unas mesas de madera invitan a permanecer en este singular lugar, pero debemos continuar. Nos separamos del río, ascendiendo por una senda a retomar la ancha pista con restos de asfalto del inicio, que nada más dar una curva nos muestra a la izquierda el refugio del Peñón, construido en piedra, con techo de teja reforzado con cemento, al igual que las paredes del interior, decoradas con graciosos dibujos de Epi y Blas, y que parecía estar en proceso de restauración, ojalá que así sea.

Continuamos, en dirección sureste, el suave ascenso por la pista, paralela a gran altura al río, contemplando en el camino, esbeltos pinos albares, un tejo y otros árboles de verdes hojas que no llegamos a identificar. Al poco, alcanzamos, a nuestra derecha, el refugio de la Fragua, construido con rocas unidas con cemento, tiene un techo algo más rústico, en semicírculo recordando a los búnker de la guerra civil, su interior es mucho más sobrio que el anterior, aunque al igual que éste, posee una chimenea y bancos de piedra para hacerlo más confortable.

A pocos metros surge una bifurcación, continuando por la pista de la derecha, que enseguida nos deja en el llamado puente de Hierro, aunque en realidad es de piedra, que cruza el río Cega, donde nos hicimos fotos, antes de regresar de nuevo para continuar el ascenso por la otra pista que antes habíamos desestimado, la de la izquierda, encontramos una atractiva cascada de varios saltos que forma el arroyo de las Vueltas, unos metros antes de desembocar en el río Cega.

Con moderada pendiente, ascendimos por la pista, que tras una cerrada curva, gira hacia el noreste, cruza de nuevo el arroyo de las Vueltas, precedido de de un pequeño embalse a modo de balsa, para al poco abandonarla hacia nuestra derecha, en busca de un camino que asciende al refugio de Piemediano, el tercero de nuestra ruta, poco transitado por encontrarse en un cerro al que cuesta llegar una centena de metros de altura. Conforme subíamos, la niebla se fue haciendo más patente, dándole al bosque un aspecto tenebroso, propio de los cuentos de hadas.

El refugio se encuentra a la izquierda de la pista, tiene en la pared trasera cuatro grandes puntales de madera, techo de teja y una apariencia más alpina que los anteriores, quizás por el entorno del cerro, con unas grandes rocas y extensas praderas verdes a su alrededor, en el punto más alto del recorrido de hoy, cerca de una charca que embalsa parte del agua de algún manantial cercano y con una chimenea y habitáculo mas atractivo que los anteriores. En las rocas que hay junto a él paramos a recuperarnos del esfuerzo y tomar el tentempié.

Desde el refugio, descendimos en busca de la pista que habíamos dejado, dibujando una amplia curva hacia el norte. Una vez alcanzada, pronto, tras una curva, dimos con el cuarto refugio, de parecidas características que el de la Fragua, pero con una cerca detrás del mismo, que al principio no sabíamos muy bien su función, pero al continuar ascendiendo la pista y ver cómo unos mulos acarreaban troncos de pinos hacia la pista, comprendimos que era para guardarlos una vez acabada su labor. Un tractor con unas ruedas enormes cubiertas de grandes cadenas se afanaba en amontonar los troncos en las cunetas de la encharcada pista, para facilitar su posterior traslado en camiones.

A poco más de un kilómetro del último refugio, la pista cruza el arroyo del Chorro por un puente, precedido de una represilla, que forma una bonita balsa de agua, y que conecta con otra pista que se dirige al puerto de Navafría por el Cerro de los Colladillos. Seguimos por ella para acercarnos al quinto refugio del día, el llamado de Regajohondo, copia del anterior y el de la Fragua, situado a nuestra derecha, junto al arroyo del Chorro, en una bonita pradera verde rodeada de pinos, y al que encontramos envuelto en una espesa niebla que la daba, si cabe, un mayor encanto.

Nos acercamos un poco más arriba a contemplar un bonito puente de piedra, situado en la unión del arroyo de las Barrigas con el del Chorro, lo que hace del lugar toda una concentración de agua por doquier, resonando en las angostas paredes del arco del puente. 

Tardamos en abandonar tan paradisíaco lugar, desandamos el camino por la pista, dejando ahora el refugio de Regajohondo a la izquierda. La pista desciende en suave pendiente hacia el norte, paralela al arroyo del Chorro, entre niebla, cruzamos el arroyo de Navalcollado, que desciende por nuestra derecha desde el refugio de igual nombre, y que entrega sus aguas en el arroyo del Chorro, al que nos acercamos a contemplar una pequeña cascada de doble salto, preciosa que hay unos metros más adelante.

Recuperada la pista, ésta se aleja momentáneamente del arroyo, cruza en un recodo el arroyo Sequillo y vuelve a acercase al del Chorro en el mirador de las Cebadillas o del Castillejo, con preciosas vistas al roquedo desde donde se precipita el Chorro. Descendemos con la intención de contemplar una bonita cascada con una gran poza y cruzar el arroyo para descender por su margen izquierda, pero lo mojadas y resbaladizas que están las piedras desaconsejan descender por aquí.

Cargados de prudencia, subimos a la pista y continuamos el descenso y tras una cerrada curva a la izquierda, la abandonamos a la izquierda antes de dar la siguiente. Seguimos por una senda de hadas apenas sin desnivel, entre pinos, zarzas y acebos, para con un zigzag al final de la misma alcanzar la cascada de El Chorro.

El agua del arroyo se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Es un remanso de agua con puente y apeadero; una escala para el ascenso al cielo, que eleva el ánimo, cambia de perspectiva, despega sobre el suelo e invita a abrir las alas y volar. 

A la derecha de la cascada se hallan unas escaleras de piedra, con una barandilla de madera con gruesas cuerdas que accede a la zona más alta, donde otro mirador natural nos proporciona una espectacular vista del agua deslizándose por la resbaladiza losa de la chorrera. Más arriba, se divisa otra pequeña chorrera que desde abajo no se aprecia, con una caída más vertical, que satura nuestros sentidos por el sonido de la caída del agua entre la brecha rocosa de la parte alta, que se pierde hasta donde la vista alcanza.

Alcanzado el cielo, descendimos por las escaleras a tierra firme, continuando por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo del Chorro, pasando por la fuente que nada más iniciar el descenso nos sale a la izquierda, hasta alcanzar de nuevo el puente que cruza el arroyo del Chorro, junto al cual se encuentra el sexto refugio, el del Chorro, el único cerrado con un candado, con una fuente a su derecha  y un divertido laberinto de palos de madera por el que buscamos la salida antes de llegar de nuevo al área recreativa, en las que nos esperaba Antonio con la barbacoa en ascuas y la mesa preparada, junto a las cantarinas aguas del río Cega.

Los chorizos, las sardinas y las chuletitas, junto con las cervezas, el vino, los postres y el café pusieron el broche de oro a esta excursión que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

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