viernes, 29 de junio de 2018

Excursión X141: Castillo de Acher

FICHA TÉCNICA
Inicio: Selva de Oza

Final: Selva de Oza
Tiempo: 7 a 8 horas
Distancia: 15,3 Km 
Desnivel [+]: 1.125 m 
Desnivel [--]: 1.353 m 
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Esta es la primera ruta de las cuatro que realizamos por la vertiente Occidental de los Pirineos Oscenses, a iniciativa y gracias a la organización de José Luis Molero, al que debemos la planificación y gestión de nuestra estancia por esta parte del paraíso.

Tras nuestra llegada de Jaca y darnos por la tarde un paseo por el Monasterio de San Juan de la Peña, hoy tocaba madrugar para estar a las 9 de la mañana en el camping de Selva de Oza, del que nos separaban unos 58 Km.

Llegamos con el tiempo suficiente para tomarnos un café en el bar del camping, mientras esperábamos al taxi Land Rover  que nos subiría hacia Aguas Tuertas unos 7 km desde el camping, hasta el último aparcamiento permitido de la estrecha carretera, justo donde el arroyo del Barranco del Barcal desborda sus aguas por la calzada. De esta forma evitamos que la ruta sea de ida y vuelta, a la vez que nos permitía conocer mejor este precioso valle de los llanos de Guarrinza, bañados por las primeras aguas del río Aragón Subordán.

Desde el aparcamiento, iniciamos el ascenso pasando por el puente de hormigón que nos permite cruzar el arroyo sin tener que mojarnos las botas, tras lo cual, giro a la derecha y todo para arriba. El esfuerzo de arrancar subiendo pronto se ve recompensado con las impresionantes vistas de nuestro reto, el Castillo de Acher, que asemeja una fortaleza amurallada sobre elevada de escarpadas paredes, lo que le ha dado el apelativo de "Castillo", mientras que lo de "Acher" le viene del vocablo "Haitza", "Peñón" en vasco, vestigio de los antiguos pobladores de estos perdidos valles pirenaicos, que dejaron huella de su cultura megalítica en dólmenes de hace más de 2.000 años, como los que se observan en el área de Guarrinza.

Poco antes de los 2 km, alcanzamos un pequeño refugio con forma de bucólica cabaña protegida del ganado por una cerca metálica. Su interior guardaba restos de la hoguera que alguien debió encender para calentase al amparo de su chimenea, mientras disfrutaba de unas más que aseguradas estupendas vistas desde la puerta.

La senda, bien marcada discurre paralela al barranco, al que se aproxima en varias ocasiones, ofreciendo unas bonitas imágenes aéreas de las pequeñas cascadas que forma el agua, vistas desde los improvisados miradores naturales del camino.


El agua parece desgarrar el tamiz,  de un verde insultante, que a modo de alfombra cubre la ladera. Solo el silbido de las marmotas y el susurro del agua al caer rompen la infinita tranquilidad del paisaje. 

Poco antes de alcanzar la Collada del Barcal, nos encontramos con un esqueleto casi al completo de algún animal, que bien podría ser de un ternero que no superó las duras condiciones del pasado invierno. El contraste de color que nos ofrece un nevero sobre el verde de la pradera y la tierra roja del barranco es espectacular.

El color rojo es debido a areniscas y lutitas, una roca sedimentaria detrítica o clástica formadas en medios aluviales distales, transportadas y sedimentadas por antiguos ríos de carácter estacional, que arrastraban los sedimentos erosionados de las montañas hercínicas, esto es, debido al movimiento de las placas tectónicas sobre el manto terrestre, al chocar los continentes de Gondwana y Laurasia, durante el periodo geológico del Carbonífero. El tono rojizo lo aporta la oxidación de los minerales de hierro presentes en las lutitas.

Superado el Barranco del Barcal, frente a nosotros la escarpada vertiente este del Castillo de Acher. Sin embargo, la senda inicia aquí un rodeo por su cara sur, para acceder a la cima por la única fisura asequible del mismo. Y es en el Collado del Barcal, al rodear unas rocas, cuando Enrique y Jorge, llevados por la intuición se aventuran a alejarse del track y atrochar en busca de un acceso más directo. Gran error que les costó no poder hacer cumbre, tras toparse con el murallón e intentar subir por una fisura de acceso imposible si no se lleva equipo adecuado de escalada.

Mientras ellos se ufanaban en ascender por la complicada brecha, José Luis y yo continuamos, siguiendo el track, por la senda "oficial", con el permiso de unas vacas que se habían apoderado de ella.

En cómodo paseo entre praderas de un verde intenso, con la Sierra de Secús a nuestra izquierda y el Monte Campanil a nuestra derecha, nos plantó a los pies de la senda de subida al Castillo de Acher más factible y usual, marcada por una gran roca con el nombre de nuestro objetivo escrito en la misma.

El sendero, marcado con hitos, supera una empinada pedrera, con un tramo horizontal de respiro, con un tramo final en el que hay que valerse de las manos en más de una ocasión y que a José Luis le entonó el cuerpo de qué manera.

A mitad del recorrido sale otra posible senda a la izquierda, pero se unen un poco más arriba. Alcanzado el collado de entrada al Castillo, tras superar 200 metros de subida, las vistas de este sinclinal colgado con forma de olas, son impresionantes. Nos quedaba subir a la zona más alta, que queda claramente a nuestra derecha.

Continuamos siguiendo una cómoda senda que rodea la "muralla" del castillo, con varias aberturas por las que contemplar, a nuestra derecha, por dónde hemos ascendido, y a nuestra izquierda, la cubeta característica de esta gran mole, surcada por un arroyuelo que se abría paso entre la nieve de los múltiples neveros que aún perduraban en su lecho.

La cima se encuentra tras la amplia "U" que cierra el interior del Castillo, en su cara norte, a 2.384 metros de altitud, marcada por un buzón montañero con forma de pequeña cabaña.

En él dejamos nuestro mensaje de recuerdo de nuestro paso por este espectacular techo del cielo. En la cumbre descansaban Juan y Benjamín, padre e hijo, que habían venido de Zaragoza, a los que agradecimos el hacernos las fotos de grupo, por decir algo, y su breve compañía, en la que nos contaron su afición compartida por la montaña.

Nosotros no quisimos quedarnos mucho más y enseguida iniciamos el camino de regreso, al estar preocupados por el destino de nuestros compañeros, de los que no sabíamos nada por la falta de cobertura de los móviles.

Descendiendo con cuidado por donde habíamos ascendido, pronto nos encontramos con nuestros compañeros, que nos esperaban descansando al inicio de la senda de subida. Agrupados de nuevo, buscamos un lugar con rocas donde parar a comer los bocadillos, poco antes de llegar al arroyo del Barranco de Espata.

Reanudada la marcha, cruzamos de este a oeste la verde pradera que se dirige a la Selva de Oza, con el Castillo siempre presente a nuestra derecha y a la izquierda un bonito refugio forestal en forma de cabaña que bien puede solucionar el encuentro con una inoportuna tormenta o ventisca.

El sendero pierde altura de forma constante entre verdes prados y las siluetas de las montañas a nuestro alrededor. Por momentos, se saborea la sensación de estar perdido en otro tiempo, cuando la tierra apenas había dado forma a estas montañas y solo el sonido del viento rompía el silencio de tan bella creación.

Poco después de cruzar el arroyo del Barranco de Espata nos adentramos en el delicioso bosque de hayas que puebla las laderas de este barranco, momento que encontramos una pareja descansando y que se prestó a sacarnos una bonita foto de grupo con el Castillo de fondo.

El camino, sin pérdida posible y bien señalizado, desciende, siempre por sombra, por este espectacular entorno hasta el camping de Selva de Oza, tras cruzar por última vez el arroyo del Barranco de Espata, ahora con bastante agua, pasar por la llamada calzada Romana, y dejar a nuestra derecha el campamento juvenil Ramiro el Monje.

En la terraza del bar del camping celebramos la finalización sin incidentes de esta espléndida ruta, que nos mostró una de las montañas más singulares del Pirineo, y que se merece de sobra las 5 estrellas.
Paco Nieto

VÍDEOS

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