sábado, 13 de abril de 2024

Excursión X475: Camino Francés. Etapa 11. Belorado - San Juan de Ortega

FICHA
 TÉCNICA
Inicio:  Belorado
Final: San Juan de Ortega
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 25,2 Km
Desnivel [+]: 456 m
Desnivel [--]: 235 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Desayunamos temprano donde nos hospedamos, el hotel La Huella del Camino, nos esperaba una larga etapa desde Belorado hasta San Juan de Ortega, cruzando los Montes de Oca.

Un recorrido urbano por Belorado, siguiendo las conchas compostelanas marcadas en el suelo de sus calles, nos lleva, a nuestra derecha, al Monasterio de las Clarisas.

Fue construido en 1358 por un grupo de mujeres piadosas que pasaron a la observancia de la Regla de Santa Clara, bajo la advocación de Nuestra Señora de Bretonera, llamado así por el lugar donde se levantó.

Fue reconstruido en 1460 tras quedar arruinado por las guerras, añadiéndole una iglesia de estilo gótico y portada plateresca.

Tras poco más de un mes de nuestro paso por Belorado, este convento se ha hecho famoso porque su comunidad, compuesta por 16 monjas, decidió salirse de la tutela del papa Francisco (al que no reconocen como legítimo, y tampoco a ninguno de los sucesores de Pío XII, para ellas último pontífice legítimo) y se someten al excomulgado por Roma Pablo de Rojas Sánchez-Franco, fundador de la Pía Unión Sancti Pauli Apostoli. Aparte de las diferencias doctrinales, la abadesa del convento reprochaba a las autoridades eclesiales que no les permitieran la compraventa de propiedades inmobiliarias.​

Las 16 monjas, Pablo de Rojas Sánchez-Franco y los líderes de Pía Unión Sancti Pauli Apostoli han sido excomulgados. Aquí más datos de este cisma.

Después de hacernos fotos en su puerta y jardín de entrada, en el que destaca un cruceiro, proseguimos por un camino asfaltado que nos lleva al puente sobre el río Tirón, que cruzamos por una pasarela de madera especialmente construida para los peregrinos.

Un poco más adelante, pasamos detrás de una gasolinera. Un enorme mural nos desea Buen Camino.

En este punto nos desvíanos, por la izquierda, ligeramente de la carretera, y llegamos a una pequeña área de descanso, donde se encuentra la fuente del Cozarro. de la que manaba un buen chorro de agua.

Entre verdes campos de cereal, ascendimos por la suave pendiente de la ladera hasta encontrarnos con Tosantos. Cruzamos la carretera para acercarnos a ver la bonita iglesia parroquial de San Esteban, una sólida construcción de excelente piedra blanquecina y sencilla espadaña, en su interior destacan un retablo barroco con interesantes relieves del siglo XVII y una cruz de esmaltes del siglo XIII. Un enorme castaño de indias da encanto y buena sombra a la pequeña plaza que hay delante de la iglesia.

Salimos del pueblo cruzando de nuevo la N-120, conectando con una pista de tierra que se aleja, en dirección suroeste de la carretera.

Atrás divisamos a lo lejos las cuevas de los Arancones en un peñón al este del pueblo, formadas por un grupo de oquedades, la mayor parte de ellas inaccesibles hoy en día, se cree que fue obra de los árabes.

Pero lo que más destaca en la silueta del pueblo es su ermita rupestre, dedicada a la Virgen de la Peña, excavada en la roca y asomando al exterior únicamente su fachada.

Es un pequeño templo en el que la capilla principal está separada del resto por una verja de hierro, encontrándose en ella el altar y el retablo con el camarín que contiene una imagen de la Virgen del siglo XII.

En menos de dos kilómetros, entre campos de cereal, estamos entrando en Villambistia. Nos desviamos a la izquierda para hacer una pausa en la Casa de los Deseos, una casa de 1876 reconvertida en hotel rural donde nos tomamos un café antes de acercarnos a la la iglesia parroquial de San Esteban Protomártir, obra del siglo XVII, ocupa una parte elevada y preside el casco urbano con su aspecto de fortín y su torre-campanario cuadrada.

Construida en piedra, es un claro ejemplo del barroco rural burgalés. En el presbiterio existe un interesante cuadro de San Sebastián de escuela italiana. Conserva en su interior varios retablos renacentistas.

A la salida del pueblo, se encuentra una fuente, un Domo Geodésico y la ermita de San Roque, en la que destaca un retablo rococó decorado con fondos rojos y azules procedente del demolido convento de San Francisco de Belorado, también hay cuadros expuestos a modo de galería de arte.

Continuamos por un camino de tierra, entre nuevos campos verdes de cereales, pasamos junto a un área de descanso, con arboleda, mesas y un pilón, antes de alcanzar la carretera N-120 y entrar en Espinosa del Camino, tras poco más de un kilómetro y medio.

Su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, es su edificio más significativo. Para llegar a él tenemos que desviarnos un poco a la derecha.

De estilo renacentista, es del siglo XVI, con portada de alabastro del siglo XVIII, con una capilla mayor de planta cuadrada y bóveda estrellada añadida en el siglo XVI y construida por los canteros Juan de Landeras y Juan de Carasa, que por la mano de obra cobraron 40.000 maravedíes, ya que los materiales fueron pagados y puestos por el pueblo a pie de fábrica. Destaca en su interior una talla románica de San Indalecio, discípulo de Santiago, responsable de la evangelización hispana junto con los otros seis varones apostólicos.

A la salida de Espinosa cruzamos el recién nacido río Retorto por un puente, iniciando el ascenso a la colina de San Felices. Trescientos metros después de superar su pequeña cima, en medio de campos de labor, destaca en solitario el Ábside de San Felices (siglo IX), únicos restos del que fuera Monasterio de San Félix de Oca siglos VI-VII, donde se dice que descansaron los restos del fundador de Burgos el Conde Diego Porcelos. Da cierta pena contemplarlo pensando en lo poco que ha quedado de su pasado más glorioso.

Siempre por buena pista de tierra, continuamos el descenso hasta, al poco, alcanzar la carretera N-120, junto a la que continuamos unos metros. Apartándonos ligeramente de ella, el sendero cruza por una pasarela el río Oca, afluente directo del Ebro, antes de entrar en Villafranca Montes de Oca, localidad de tradición jacobea como pocas. Su casco urbano es una larga tira de casas de un kilómetro aproximadamente, colocadas a un lado y otro de la transitada carretera.

Históricamente, los montes de Oca fueron frontera oriental de Castilla “Entonces era Castiella un pequeño rincón, era de castellanos Montes de Oca mojón”, recuerda el poema de Fernán González.

Durante siglos Villafranca fue enclave fundamental del Camino. Tenía un Hospital fundado en 1370 por Doña Juana, esposa de Enrique II. De su hospitalidad dan fe los testimonios de los peregrinos Künig “Acuérdate allí del Hospital de la Reina, en el que dan a los hermanos una buena ración”, y Laffi “Dan gran caridad allí al peregrino, en particular, en el Hospital, donde dan de comer muy bien”.

En la actualidad este Hospital, se ha convertido en el Hotel San Antón Abad, que fuimos a conocer después de visitar la iglesia de Santiago Apóstol.

Es del Siglo XVII, edificada sobre un templo medieval. Contiene en su interior, la pila de agua bendita realizada en una concha natural, la más grande del Camino, de 65 Kg, traída desde Filipinas; un Santiago Peregrino y un Ecce Homo, atribuido a Juan de Mena.

Tiene una sencilla portada con un cuidado arco de medio punto. Al primer tramo del muro sur adosa la torre de dos cuerpos, el primero es de porte clasicista, mientras el segundo presenta formas claramente barrocas.

El retablo mayor está dedicado a Santiago, que aparece en la hornacina central del segundo cuerpo vestido de peregrino, pero parece que en su origen estuvo dedicado a San Francisco de Asís.


Tras haber tomado algunos el tentempié de media mañana junto a la iglesia, bajo la sombra de los árboles de la plaza y al amparo de una fuente, iniciamos los cinco kilómetros de ascenso hasta el Puerto de la Pedraja, punto por el que se cruza los antes temidos Montes de Oca. “Si quieres robar, vete a Montes de Oca”, reza un dicho popular.

Y es que, efectivamente, estos montes eran frecuentados por numerosos bandoleros y salteadores que se refugiaban en lo que era, y aún es, una de las más importantes masas forestales de Castilla.

Suponen el mojón natural que delimita las tierras castellanas, último bosque en muchos kilómetros del Camino. No encontraremos otro de semejantes dimensiones hasta los Montes de León.

Bordeando el cementerio por la derecha, continuamos por un camino de tierra que pronto se convierte en un duro repecho, acometiendo así el ascenso del primer kilómetro, él más duro, flanqueado a ambos lados por abundante maleza entre campos de cultivo.

Recorridos estos primeros metros de fuerte subida, accedemos a un buen camino de tierra que se nos une por la izquierda y por el que continuamos la ruta, cada vez con menos pendiente, a la vez que la presencia de robles va en aumento, haciéndonos olvidar las extensas llanuras que nos acompañaron hasta aquí.

Es gratificante contemplar cómo el bosque de roble autóctono aún se conserva, sombreando este tramo de Camino en verano, porque, en nuestro caso, aún carecía de hojas, lo que echábamos de menos porque el calor se hacía cada vez más presente.

Aproximadamente a mitad de subida, alcanzamos un mirador con magníficas vistas de la Sierra de la Demanda, desde el que contemplamos el pico de San Millán aún cubierto de nieve.


Al poco, se encuentra un área de descanso con mesas, cobertizo donde resguardarse y la fuente de Mojapán, de la que manaba un hilillo de agua, pero que en verano no moja nada porque se suele secar.

A su lado un mojón del camino caído fue enderezado con la fuerza bruta de los chicos del grupo, ganándose el aplauso de todos.

Tras el heroico esfuerzo, continuamos por el agradable camino, que gira a la izquierda en el recodo donde nace el arroyo Mojapán. A partir de este punto comienza un nuevo ascenso, alternado con falsos llanos.

En el bosque comienzan a aparecer especies repobladas, de pinos y abetos, que alternan con los robles autóctonos.

A unos dos kilómetros de la fuente, alcanzamos la cima de La Pedraja, en la que se halla un monumento homenaje a los aproximadamente 300 fusilados por el ejército sublevado, que aquí yacen en fosas comunes desde los primeros meses de la Guerra Civil.

Una cruz y un monolito honran su memoria, en él se puede leer "No fue inútil su muerte, fue inútil su fusilamiento" o "Quiero escarbar la tierra con los diente, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes", éste último de Miguel Hernández.

En una pequeña área de descanso que hay al lado, con tres mesas de madera, paramos a descansar un rato antes de iniciar un fuerte descenso por un camino de tierra paralelo, pero a distancia, de la N-120.

Al llegar a la vaguada que forma el arroyo de la Pedraja, que cruzamos por un puente de madera, iniciamos un nuevo ascenso hasta situarnos en una amplia pista de tierra amarillenta abierta  por el servicio forestal a modo de cortafuegos.

Alcanzada su cota más alta, el Puerto de la Pedraja (1.150m), solo nos quedaba descender hasta San Juan de Ortega en ameno paseo de poco más de seis kilómetros, rodeados en todo momento por las flores de brezo.

Al poco una serie de cuadros en el suelo anunciaban un tenderete de los que abundan en el Camino, en los que venden un poco de todo, estaba animado de gente que seguían los elocuentes y divertidos relatos del vendedor, todo un experto en marketing.

Al poco, pasamos por el llamado Oasis del Camino, un curioso lugar junto a la amplia pista donde una serie de troncos están decorados buscando una nueva relación entre naturaleza y arte, un poco al estilo de Bosque pintado de Oma.

El hecho de quedar aún hoy al margen de las modernas vías de comunicación ha permitido a este bosque conservar un entorno natural privilegiado y un ambiente sobrecogedor, rodeado de nuevo de robles, acentuado por el silencio y la soledad, durante buena parte del año sólo alterada por el paso de peregrinos.

Finalizado el descenso por tan bello robledal, entramos en San Juan de Ortega, dejando su albergue a la izquierda. Enseguida nos vemos recompensados con uno de esos rincones sublimes que se hallan dispersos a lo largo de toda la ruta jacobea, es el Monasterio de San Juan de Ortega, el conjunto monumental, levantado a instancias del propio santo, lo forman los dos edificios monacales y la hospedería.

Juan de Velázquez, religioso que pasó a la historia como san Juan de Ortega, nació en el pueblo burgalés de Quintanaortuño en el año 1080. Se entregó plenamente durante su vida a la tarea de ayudar a los peregrinos con la construcción de calzadas y puentes, pero su gran obra la fijó en los Montes de Oca con la construcción de una Iglesia dedicada a San Nicolás de Bari y un pequeño monasterio.

La iglesia es un bello ejemplar románico, del siglo XII, del que destaca la cripta funeraria original del siglo XV, que se conserva en su interior. Es románica en su cabecera (siglo XII) y gótica en su puerta y arco (siglo XV). Sobre éste se observan los escudos episcopales con la flor de lis, propia de D. Pablo de Santa María y su familia. La cabecera tiene 3 ábsides, el central bien desarrollado, cubierto por bóveda gallonada.

Son interesantes sus capiteles con elementos vegetales, animales y temas evangélicos. El cuerpo de la iglesia es una ampliación del siglo XV, merced a Isabel la Católica, los Condestables de Castilla y el obispo D. Pablo de Santa María. En el centro de la Iglesia se encuentra un baldaquino bajo el cual está la cripta que desde 1966 aloja el sarcófago de San Juan de Ortega.

Es curioso el tiple capitel del ábside de la epístola (Anunciación, Abrazo de Sta. Isabel y Nacimiento), con la originalidad de que es iluminado por un rayo de sol que penetra por una ventana exactamente a las 5 de la tarde, hora solar, en los dos equinoccios del 21 de marzo y 22 de septiembre. Un verdadero prodigio de la arquitectura medieval.

El itinerario de la Ruta Jacobea entre San Juan de Ortega y Atapuerca fue trazado por el propio santo.

En el bar Marcela, único del pueblo, comimos antes de irnos con nuestros coches al hotel Restaurante HQ La Galería de Burgos, porque aquí, como ya contamos, nos fue imposible conseguir alojamiento.

Un paseo por el casco histórico de Burgos y algo de tapeo, por su famosa calle de San Lorenzo, puso el broche final a esta nueva etapa de nuestra aventura que califico con 5 estrellas.
Paco Nieto

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