martes, 20 de septiembre de 2022

Excursión X359: Santuario Ntra. Sra de Chilla - Barranco de Chilla

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Santuario Ntra. Sra. de Chilla 
Final: Santuario Ntra. Sra. de Chilla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 14 Km
Desnivel [+]: 759 m
Desnivel [--]: 759 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Para nuestro segundo día de rutas por Candeleda teníamos previsto subir, en una ruta de ida y vuelta, a la Peña de Chilla, situada al sur de la Sierra de Gredos, que con sus 2.005 metros de altura vigila el acceso al pico Almazor por su cara meridional.

Tras desayunar como señores, con zumo de pomelos recién cortados del árbol, nos acercamos al cercano Santuario de Nuestra Señora de Chilla, a 6 km de Candeleda, lugar de inicio de la ruta y donde esperaríamos la incorporación de un compañero que venía desde Torrelodones.

Mientras tanto visitamos la fuente de los Cuatro Caños y el Santuario, en el que tiene lugar destacado la Virgen de Chilla, patrona del pueblo de Candeleda, a la que procesan en romería todos los años en la segunda semana del mes de septiembre.

Cuenta la leyenda que dicha Virgen se le apareció al pastor Finardo mientras este cuidaba su ganado.

Al contar la noticia en el pueblo, se decidió construir la Ermita en el lugar que indicó el pastor, el lugar dónde se le había aparecido días antes la Virgen, resucitándole la cabra que se le había muerto días antes. En su interior, unos carteles junto a grandes pinturas narran cada una de la apariciones de la Virgen.

Una vez todos reunidos, recorrimos la bonita y colorida Senda del Agua, que rodea el Santuario, con varias fuentes y bellos rincones floridos.

Al llegar a la fuente de los Ojos, visitamos la Piedra de la Apariciones, una gigantesca roca circular en forma de mesa, que según cuentan, al apoyar las manos sobre ella, se perciben vibraciones.

Lo hicimos y no sabemos si por sugestión nuestra o porque en verdad vibra, lo cierto es que algo notamos.

Junto a la piedra surge un sendero en cuesta, por detrás de un anfiteatro en piedra, que enlaza con una agradable pista por la que seguimos en dirección oeste.

Desdeñamos un primer desvío a la derecha, pero no el siguiente, que remonta la empinada ladera haciendo unas cuantas zetas hasta alcanzar, tras un atroche, el collado de Chilla.

El collado nos da un respiro antes de seguir rectos hacia el norte por otro empinado atajo que nos libra de otra cerrada curva. Caminamos por un mar de altos helechos en los que el verde y el ocre, de los más secos, parecen combinarse para ofrecernos unas relajantes vistas que nos haga sobrellevar mejor la pendiente.

Un solitario e imponente roble nos regaló su preciada sombra donde tomar algo de resuello. Tras el breve descanso, que nos sirvió para reagruparnos, continuamos hasta la fuente del Collado de Chilla, un largo abrevadero con un caño del que manaba abundante agua.

El collado es un cruce de caminos, unos hacia el este, buscando el arroyo Remolinos, el nuestro, hacia el norte, hacia el Barranco de Chilla y las cumbres que rodean el Almanzor. Una gran roca con un hito nos indica el camino a seguir.

El agreste sendero se va acercando lentamente al Barranco de Chilla, entre helechos y esporádicos robles cuya sombra agradecemos porque el sol aprieta sin una sola nube que lo aplaque.

Bajo uno de estos hermosos robles paramos a tomar el tentempié de media mañana y con reanudadas fuerzas continuamos por el sendero, en el que estuvimos que estar atentos para no pasarnos un desvío a la derecha tras cruzar un regato seco.

De seguir por el sendero que llevábamos, hubiésemos bajado irremediablemente hacia el barranco, en lugar de seguir por la loma.

Al poco, llegamos a un manantial, del que brotaba un hilillo de agua, que ahora no apreciamos, por llevar suficiente, pero que a la vuelta nos sirvió para rellenar las exiguas cantimploras.

Pasamos junto a unos corrales y chozas en ruinas, testigos mudos del cambio de los tiempos y del abandono del pastoreo. Un poco más adelante, en la Vega de la Zarza, el sendero se acerca al barranco, dejando ver sus increíbles pozas de aguas turquesa.

Cruzamos una zona muy húmeda y verde, en la que un arroyo forma un manantial con abundante agua. Fue aquí donde la mitad del grupo decidió regresar para que no se les hiciera muy tarde. Luego nos contaron que pararon a tomarse el bocadillo junto a una de esas pozas que habíamos visto desde el sendero.

El resto continuamos remontando el barranco, que nos queda a nuestra izquierda, muy cerca, pero sin llegar a su lado. Se nos hizo largo el encuentro con el agua, cada vez que parecía que llegaríamos al barranco, el sendero se alejaba un poco de él.

Cruzamos el Regajo Luengo por un paso con grandes piedras, de frente, como si falsamente estuvieran cerca, se alzaban las desafiantes cumbres, con el Almanzor como punta de lanza asomándose a todas las demás.

Abajo a la izquierda la Garganta de Chilla y de frente los picos más altos de la Sierra de Gredos. No se puede pedir más.

Al poco, llegamos a la Vega del Enebral, una zona de vivacs, muy abandonados y llenos de matorral, se ve que poca gente se ha resguardado ahí últimamente.

De pronto, la senda tuerce hacia la izquierda, siguiendo el meandro que forma el río, señal de que ya estamos llegando al punto de cruce con él.

El sonido del agua se va haciendo más intenso, hasta que, detrás de unos riscos, nos topamos con el agua descendiendo entre grandes rocas y cayendo en una preciosa poza, en la que no dudé zambullirme enseguida.

El agua transparente y cristalina estaba helada, gélida como hace tiempo no la había sentido, cortaba la respiración, pero me vino muy bien para quitarme de inmediato todo el calor acumulado durante el ascenso. El resto, se conformó con remojar los pies.

Tras tomarnos los bocadillos en tan incomparable marco, vimos cómo las nubes se fueron oscureciendo amenazando tormenta. Fue el momento de tomar una decisión, o continuábamos el ascenso hasta la Peña de Silla, para la que nos faltaban más de 600 metros de desnivel y unos dos kilómetros de recorrido. o bien nos dábamos la vuelta antes de que la tormenta nos alcanzase.

La prudencia se impuso y decidimos retornar a la vista de cómo se estaba poniendo el cielo. Recogimos y nos marchamos deshaciendo el camino por donde habíamos venido, eso sí, a mucha más velocidad, porque a cada trueno, acelerábamos el paso.

Las cumbres se ensombrecieron con la oscuras nubes, dándonos la razón por nuestra sabia elección. Tendremos que volver a intentarlo en otra ocasión.

Con la premura impuesta por la tormenta, el descenso se nos hizo más corto y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en las cercanías del Santuario. Un par de trochas para evitarnos las revueltas de las zetas, contribuyeron de hacer más corto el camino de vuelta y pronto llegamos de nuevo a la explanada donde se levanta la ermita.

Un baño en la piscina y una estupenda barbacoa en la casa rural pusieron el punto final a esta excelente jornada, que bien merece 5 estrellas.
Paco Nieto

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