lunes, 5 de septiembre de 2022

Excursión X355: Cuerda de Las Cabrillas desde la Barranca

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Barranca
Final: La Barranca
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 14,5 Km
Desnivel [+]: 767 m
Desnivel [--]: 767 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 3

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta





TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Un fino hilo, silencioso y brillante, mana del caño de la fuente de La Campanilla. Nada que ver con el chorro alegre y potente que vemos en mayo (mayo joven, septiembre senil, me da por pensar).

Hasta aquí hemos llegado desde el aparcamiento de La Barranca por la senda que discurre bajo las laderas de La Fábrica. Nadie más que nosotros andaba por ahí. Es lunes, y eso se nota en Guadarrama.

Partiendo de esta fuente y bajo un cielo limpio, cruzamos el arroyo del Regajo del Pez, cabecera del corto y tres veces represado río de Navacerrada y que en tiempos medievales tomaba el nombre de “Guadarrama de Calatalifa” quizá por la existencia de dos fortalezas medievales que defendían el paso por su cauce1

Una vez cruzado este trozo de historia tomamos a nuestra derecha el difuso y empinado sendero que remonta las faldas de las Peñas de la Barranca para llegar, en tan solo media hora, al mirador de cuyo nombre no tengo ni idea.

Se trata un mirador natural formado por unos afloramientos de granito que, gracias a la meteorización y erosión sufrida a lo largo de los milenios, forman una especie de poyetes cuasi semicirculares en los que se puede descansar cómodamente y contemplar cómo el Valle de La Barranca se desliza hacia el sur.

Frente a nosotros, al oeste, la cuerda de Las Cabrillas, formada por las Peñas del Emburriadero, de Horcón y Pintada, peñas separadas unas de otras por crestas, portillas y cortas praderas. Bajo esta última, la Pintada, se distingue el sobradamente conocido mirador de las Canchas.

La cuerda de Las Buitreras, al sureste, nos impide ver El Peñotillo y La cumbre de La Maliciosa, cosa que no tiene gran importancia, ya que los escarpados perfiles le dan a esta cuerda entidad propia.

Mirando al norte, la vista topa con la vaguada del arroyo de Peña Cabrita que nace entre La Gran Guarrama y la Guarramilla Oeste (La Bola y Dos Castillas), vaguada que, en tiempos no muy lejanos, fue el Ventisquero de la Estrada. Este, junto con el de La Condesa, proporcionaba el hielo para la refrescar los veranos de Madrid. A media altura, a la derecha del arroyo, a la izquierda según nuestro punto de vista, se adivina el verdor que crea la Fuente de La Caña, nuestro primer objetivo.

Se nos acaban el zumo, las avellanas y los bocatines y nos ponemos de nuevo en marcha olvidando ya las empinadas pendientes pasadas.

Según vamos remontando la ladera izquierda del arroyo de Peña Cabrita vamos contemplando a nuestra izquierda, cada vez con más detalle, la cercana Peña del Cuco, una peña que brota de la ladera derecha del arroyo y que últimamente se está utilizando como escuela para que los montañeros hagan prácticas de progresión por crestas.

Por un despiste del que guiaba y esto escribe, cruzamos antes de tiempo el arroyo de Peña Cabrita, lo que supuso empinar un poco más la pendiente y, en algún corto tramo, ponernos en “modo jabalí” de modo que, con algo más de esfuerzo del previsto, alcanzamos la Fuente de La Caña. Esta manaba con más alegría que La Campanilla. Se diría que ignoraba la sequía.

El lugar es uno de esos que invitan a no hacer otra cosa que contemplar. Rellenamos cantimploras y continuamos hacia Los Emburriaderos, especie de collado que da paso al camino que baja al Puerto de Navacerrada.

En Asturias, León, Palencia y esos lares, emburriar significa empujar. Supongo que esa palabra ha venido hasta esta tierras antaño segovianas e imagino que aquí había que “emburriar” los carros cargados del hielo del cercano Ventisquero de la Estrada. No sé, lo dejaremos para investigar.

El caso es que desde este punto se ve muy cerca el Puerto de Navacerrada, con su Venta Arias y todo.

Esta vista y lo temprano de la hora nos “emburrió” a bajar a comer algo caliente. Y allí recalamos, al sol de la terracita, con un segundo ángelus consistente en callos, revolconas con torreznos y tortilla de patata. Dimos cuenta también de un vinito y unas cervezas.

No nos venció la pereza y reemprendimos la vuelta a los Emburriaderos para, desde allí, acometer el recorrido de La Cabrillas por encima de sus lomos.

Una trepada nos pone en la cumbre de la Peña de los Emburriaderos (1959 m.) y destrepamos. Otra trepada nos pone en lo alto de una cresta, viento suave y sol fresco.

Desde este punto, haciendo equilibrios, nos hicimos un selfie. Las vistas parecen otra cosa. Alcanzar esta pequeña cima es como cerrar las ventanas que dan al Mundo y empezar a respirar aire puro. No se puede caminar más alto.

Otro destrepe, un pelín complicado nos pone en tierra firme. Otra trepada nos pone sobre la Peña Horcón (1881 m.) todo es igual y distinto, reto y superación.

De nuevo tierra firme, un árbol caído y seco nos ofrece un asiento que no podemos ignorar. Un ratillo de conversación como si lleváramos allí toda la vida.

Como si estuviéramos perfectamente integrados en el paisaje. Como en casa. No podíamos caminar más alto.

Finalmente, canchal tras canchal, llegamos a la Peña Pintada (1858 m.) cuya alomada cumbre anuncia la bajada al mirador de las Canchas desde el cual observaremos, como siempre y como nunca, el “circo” que encierra a La Barranca, La Maliciosa y su Peñotillo, “Las Guarramiellas” y la Cuenca de Madrid extendiéndose hacia el sureste.

Desde el mirador y hacia el sur, tomamos una senda, un poco difusa al principio, que nos lleva en una algo incómoda bajada a la senda Ortiz. Ya el resto iba a ser un paseo.

Esta senda es muy cómoda, umbría y con apenas pendiente, pero al kilómetro de caminar por ella, un hito nos hace un guiño (a veces, los hitos hablan) para que tomemos el atajo que en nada, nos deja en el embalse del Ejército del Aire. Y a las cinco y veinte en el coche.

El resto, como siempre y como nunca: una terracita de Navacerrada.

Por la componente aventurera, el paisaje, el tiempo, las risas y las caras y opinión de mis compañeras, a esta ruta le doy 5 estrellas. No se puede caminar más alto.
Juan.

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