lunes, 18 de abril de 2022

Excursión X334: Cascadas del Purgatorio desde La Isla

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Isla. Rascafría
Final: La Isla. Rascafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,3 Km
Desnivel [+]: 475 m
Desnivel [--]: 475 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Era de suponer que tras las nieves y lluvias caídas en los últimos días, las cascadas y arroyos de la Sierra serían dignas de una visita.

Por sugerencia de Paco, en esta ocasión nos acercamos a las Cascadas del Purgatorio, pero añadiendo a la ruta un descenso ribereño del arroyo del Aguilón. A ver qué tal.

Comenzamos el recorrido en el aparcamiento que hay junto al restaurante Los Claveles, en el Valle de La Angostura o, más bien del Lozoya. Pasando por nuestro “querido” bar La Isla vemos un río Lozoya o, más bien de La Angostura, espectacular. Aguas bravas anunciaban lo que íbamos a ver unas horas más arriba.

Por la orilla derecha del río de la Angostura, llegamos a la Presa del Pradillo, brava también, mostrando su espectacular desborde de lado a lado, con ese estruendo que es música si se piensa en la sequía que nos estábamos temiendo.

Damos la espalda a la presa abandonando el camino, rumbo este, hacia el Hueco de los Ángeles, campo a través, pasando por el observatorio de aves en el que no había aves que observar pero sí un Peñalara y una Cuerda Larga con una luminosidad como pocas veces se ve. La blanca Loma de Valhondillo, que sube hasta la misma cumbre de Cabeza de Hierro Mayor, invita a plantearse una próxima ruta sobre su lomo. Tiempo al tiempo.

Debidamente recreados en el observatorio de aves o, más bien, del Valle, continuamos la marcha por un camino verde que, en lugar de ir a la ermita, nos dejó en lo que podríamos llamar el Collado del Gollete.

Collado por el que pasa la pista que viene de La Morcuera y acaba en Las Presillas, allende las piscinas y las jarras de cerveza empañadas de verano. Pero este es otro cantar, que me pierdo porque me pierde la cerveza.

Vamos a por el Ángelus, que se acerca el mediodía. No nos parece mala opción pasarlo en el Hueco de los Ángeles, por lo que subimos a la peña que lo bordea por el oeste y nos quedamos casi sin palabras contemplando las vistas: Las faldas de La Najarra y Navahondilla, teloneros de Cabeza de Hierro. Peñalara y sus Claveles, El Paular en lo bajo y frente a nosotros, el abismo que acompaña a la segunda Chorrera del Purgatorio. Se la oye. Se adivina la bajada abominable que tendremos que hacer dentro de un rato. Solo se nos ocurre una frase: “vamos a tomar un tentempié”. El resto es escuchar...

Una vez descansados, continuamos el recorrido por la pista en dirección al Puerto, hasta alcanzar el pequeño puente sobre el Arroyo del Aguilón. Aquí, sin cruzarlo, emprendemos una bajada entre pinos y escobones hasta dar con la junta de los arroyos de El Aguilón y Del Canchal. Bravos ambos, nos ofrecen un descenso espectacular por la margen izquierda.

La senda vacila entre pinos y rocas, atravesando la serenidad del pinar o acercándonos al estruendo de arroyo que hoy no es un arroyo, más bien, es un río de aguas bravas.

Qué estruendo, qué musicalidad, qué saltos qué pozas, qué fotos, qué alegría ver tanta agua tan cerca, qué brillo el del sol bañándose en este cauce que en verano casi es un hilo. Qué vídeos, qué vida.

Hemos recorrido unos 2 kilómetros de agua y ahora viene la aventura: encontrar el sitio adecuado para vadear el río (hoy me niego a decir arroyo). Ya está encontrado. Cubre bastante y la corriente no es nada despreciable, pero en medio del cauce hay una gran roca que crea una zona en la que poder relajar un poco la tensión. Botas fuera, calcetines fuera, pantalones (algunas y algunos) fuera.

Pasamos de dos en dos, uno detrás del otro, el uno agarrado a las hombreras de la mochila del otro. El otro encarado a la corriente y apoyándose en el uno, y en el bastón.

Y así, paso a paso, la otra orilla. Qué fríos lo pies. No hubo más incidente que un golpe en un dedo del pie. Teniendo en cuenta que ese río lo cruzaron 70 dedos de pie, la estadística no resulto tan mala.

Seguimos.

Una senda nos lleva por entre pinos hasta un pequeño barranco cuyo nombre no encuentro. Lo forman los cerros Cardoso y Merino, en la margen derecha del Aguilón. Curiosamente, apenas lleva agua. Por aquí parece haber pasado un trocito de verano.

Cruzamos el barranco y emprendemos la subida al filo de los abismos del Purgatorio. Espectacular la vista de la Segunda Cascada. Unos metros antes de alcanzar el punto más alto, emprendemos la “bajada abominable” que no lo es tanto y que amablemente nos pone entre el pie de la segunda cascada y el punto donde la primera, la de abajo, da un traspiés.

Espectacular ver, a unos escasos 20 metros, cómo se dobla el agua vencido por el brutal escalón que algún día dejara tallado algún movimiento tectónico, o algún gigante, vete tú a saber, que aquí uno puede creer en cualquier cosa.

Unos pocos destrepes y ya estamos en la plataforma-mirador de la Primera Cascada. Adonde llegan los mortales para deleitarse con estas aguas cuando se ponen bravas.

Nosotros, que bajamos del Purgatorio, o del hueco de los Ángeles o de nuestro particular cielo de los lunes, continuamos el descenso por la ya conocida senda hasta el primer puente de madera que nos encontramos. Lo cruzamos y allí nos despedimos del río. Nos ha regalado un espectáculo como pocas veces.

Tomamos una pista vieja a la izquierda, alcanzamos otra pista vieja a la derecha, atajamos sin problemas, una nueva nava que nos ofrece otra vista espectacular de las cumbres del valle, un tranquilo robledal, un viejo canal que cruzamos por una vieja pasarela y de nuevo en La Isla.
Descendemos a la tierra.
¿Estrellas? No sé, 5, si no se puede más.
Pepa

FOTOS

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