martes, 7 de enero de 2020

Excursión X201: Embalse de los Peñascales y lagunillas del Loco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Torrelodones
Final: Torrelodones
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,2 Km 
Desnivel [+]: 315 m 
Desnivel [--]: 315 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 7

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Para comenzar a quemar el exceso de calorías de las Navidades sin demasiados sacrificios, planeamos realizar esta agradable ruta por los alrededores de Torrelodones, pero si la idea era buena, el comienzo no podía ir más en contra de tan noble propósito, porque Teresa se presentó con un estupendo roscón hecho por ella, que degustamos con cafés y chocolate, antes de comenzar a quemar la primera caloría.

Con cierto remordimiento de conciencia, pero con el estómago contento, echamos por fin a caminar desde la Plaza de la Constitución, para recorrer la calle Real, y cruzar la Avenida Conde de las Almenas, título que ostentaba el primer propietario del cercano Palacio del Canto del Pico, junto al que pasaríamos unas horas más tarde.

Dejamos atrás la rotonda del Dedo Gordo, mediocre reproducción del que fue un risco que había a la salida del pueblo, junto a la antigua carretera de la Coruña, volado en la construcción de la autovía A-6. Continuamos por la calle Daniel Jiménez hasta salir al Cordel de Hoyo de Manzanares, por el que descendimos hacia el cementerio, al que rodeamos, parando a ver las desdibujadas trincheras de la Guerra Civil que dominaban el acceso a Madrid, por la actual carretera A-6.

Desde allí, giramos a la izquierda para bajar por el Prado de la Solana, rodeados de encinas y supuestamente unos alcornoques que no llegamos a ver, entre el arroyo de Villarejo y el arroyo del Pretil hasta la Avenida del Lago, donde alcanzamos la antigua depuradora de los Peñascales, y cruzamos la carretera, para llegar a la fuente que hay junto al puente.

Remontamos el arroyo por su orilla izquierda, siguiendo una senda con escaleras, hasta alcanzar la presa del embalse de los Peñascales, oficialmente llamado de Gabriel Enríquez de la Orden. Nos recreamos con las bellas imágenes del cielo y casas reflejándose en sus quietas aguas, en las que una bandada de patos nadaban tranquilamente.

Bordeamos la ribera de este embalse, que fue construido en 1962 para abastecimiento de agua de las urbanizaciones de su entorno, si bien ha perdido este uso con el desarrollo de otras infraestructuras hidráulicas por parte del Canal de Isabel II, que suministran agua a las urbanizaciones de Los Peñascales.

Seguimos la preciosa senda que entre juncos, zarzamoras y flora de ribera serpentea entre las lujosas viviendas que lo circundan hasta alcanzar el arroyo de Trofas que nutren de agua al embalse. Un remozado  puente de madera permite cruzarlo, aunque en nuestro caso no lo hacemos para continuar remontándolo, siguiendo una bonita senda, con mucha vegetación, donde el musgo engalana rocas y muros.

Alcanzada la carretera del Pardo, la cruzamos para continuar por la senda, que paralela al arroyo, sigue remontando el arroyo de Trofas. En un cruce de sendas, continuamos por la que nos sale a la izquierda, que en prominente cuesta, entre jaras y encinas, alcanza la casa de Cantos Negros, que a mi siempre me ha recordado a los cortijos de mi tierra y que ahora está tristemente abandonada a su suerte.

Tras una breve parada junto a la puerta de entrada, continuamos por el  precioso camino de acceso, adornado por dos hileras de pinos que parecen conducir al paraíso. Pronto la dejamos, para ascender por una senda que sale a la derecha, con estupendas vistas de la Sierra del Hoyo,  y al pequeño valle que forma el arroyo de Trofas, destacando hacia el oeste la blanca fachada de la casa del Pendolero, famosa finca que perteneció a la familia de Antonio Maura, el que fuera varias veces presidente del consejo de ministros y otros cargos políticos con Alfonso XIII.  Ha sido escenario de diez películas, entre las más conocidos están: Mamá cumple cien años y Ana y los lobos.

Alcanzado el repecho, tomamos un desvío a la izquierda para visitar un viejo búnker militar de la posición Lince, construido durante la Guerra Civil sobre un espigado risco de granito. Tiene dos estancias, una de ellas con aspilleras, y otra con una terraza-mirador con barandillas en mal estado de conservación. Durante la guerra civil, en la cual el palacio del Canto del Pico fue utilizado como cuartel general del ejército republicano en la batalla de Brunete, este observatorio, debido a su elevada posición, ofrecía unas buenas panorámicas de la carretera de La Coruña, de la zona del monte del Pardo y toda la planicie sur de Madrid.

Tras tomarnos el tentempié de media mañana junto al búnker, reanudamos la marcha siguiendo el camino hasta alcanzar la carretera de Hoyo de Manzanares, a pocos metros de la entrada a la finca del Palacio del Pico. Un poco más abajo, la cruzamos para seguir por la urbanización de Los Robles, ascendiendo por la calle Abeto al mirador de los Robles.

Desde allí, a vista de pájaro, se contempla todo Torrelodones, en espectacular panorámica. Desde aquí nos internamos, en dirección noreste en la que par mí es la pequeña Pedriza, por asemejarse, en menor escala a la reina de los riscos graníticos.

Unas escaleras en piedra dan acceso a una senda que se dirige hacia la tapia del Palacio del Canto del Pico, la malograda casa-museo que vive sus horas más bajas, después de haber acumulado muchas obras de arte y mucha historia reciente de España. Uno de los símbolos más reconocibles del pueblo, caído en desgracia y en el más terrible de los abandonos.

Paralelos a la tapia de piedra continuamos, pasando detrás del depósito de agua, ya en desuso que linda con ella. En dirección oeste y siempre con la tapia muy cerca de nosotros a nuestra derecha, fuimos cruzando el Monte de los Ángeles, que nos regalaba estupendas vistas de Torrelodones y a lo lejos de los pueblos circundantes y las Machotas, mucho más allá.

A cada rato, la intrigante silueta del palacio se nos mostraba, tan de cerca, que parecía que estábamos más al otro lado de la tapia que de éste. Continuamos descendiendo hasta alcanzar el arroyo que nace a los pies del palacio, para a continuación remontar entre riscos, por una senda muy desdibujada, entre las diferentes alternativas que hay y que nos llevó a un bonito mirador natural en pleno cerro de los Ángeles.

En entretenido recorrido entre jaras y robles, fuimos perdiendo altura hasta llegar a las lagunillas del Loco, que estaban a rebosar, nada que ver al aspecto que ofrecen en verano, en el que siempre se sean. Continuamos paralelos al arroyo por la amplia senda, que en dirección sur nos acercaba al pueblo.

Giramos a la izquierda para pasar por un divertido puente colgante de madera que cruza un arroyo por detrás de la urbanizaciones y continuamos, por la calle que baja de los Robles, el regreso a la plaza del Ayuntamiento tras pasar junto a la pista de atletismo José Luis Torres y callejeara hasta ella.

En el 72, el bar donde nos habíamos tomado el roscón al inicio, celebramos el fin de esta ruta, que me ha permitido mostrar al grupo algunos de los secretos del pueblo y que califico con 4 estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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