lunes, 14 de enero de 2019

Excursión X160: Puerto del Reventón desde Rascafría

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
Rascafría
Final: Rascafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 19,6 Km 
Desnivel [+]: 903 m 
Desnivel [--]: 903 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 4

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta


TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Después de que en nuestra excursión X157 estuviéramos por aquí, de nuevo nos acercamos a Rascafría, esta vez para subir al puerto del Reventón, en lugar del Malagosto, que tanto monta, monta tanto. El camino que atraviesa el robledal de los Horcajuelos es una parte de la antigua vía de comunicación entre Rascafría y La Granja, llena de atractivos paisajísticos.

Con un magnífico día soleado, salimos del pueblo por la Cuesta del Chorro, junto al polideportivo y piscina municipal. Pasamos un portón y entre praderas enseguida divisamos a nuestra izquierda la esbelta silueta adornada de nieve del macizo de Peñalra y Cuerda Larga, con excelentes vistas al valle del Lozoya y al remontar un poco más la cuesta que tenemos de frente, avistamos unas bucólicas vacas con la torre del Monasterio de El Paular como incomparable fondo. La panorámica no puede ser más serrana.

Justo antes de llegar al hermoso robledal de Rascafría, llamado de los Horcajuelos, enlazamos con las marcas blancas y amarillas del PR-10, que nos acompañarán durante todo el ascenso por este bello bosque, muy bien conservado, que otorga al Valle de El Paular de una singular riqueza cromática.

Desde el frescor del verde pálido del verano, a los ocres y amarillos con la llegada del otoño, y que en invierno alfombra los caminos con sus hojas secas. Un monte de mil tonalidades.

El camino, con orientación noroeste, es cómodo y de moderada pendiente. Tras un par de zetas que dibujan unas cerradas curvas, el roble da paso al pino, entrando en un peculiar y frondoso paraje salpicado de una serie de bloques de granito amontonados entre los pinos de la ladera de la montaña. Es como si un caprichoso gigante los hubiera colocado unos encima de otros para adornar el paisaje.

El más conocido de estos apilamientos es el Carro del Diablo, al que llegamos al alcanzar la pista que limita el Parque Nacional Sierra de Guadarrama con un hito en el que se lee “Puerta del Reventón” .

El diabólico carro es en realidad un grupo de enormes bloques de granito apelotonados unos contra otros y coronados por una gran roca caballera que se apoya sobre las demás en un llamativo alarde de equilibrio. 


Según la leyenda, Juan Guas arquitecto de la primitiva catedral de Segovia -que fue prácticamente destruida en el año 1520 durante las feroces contiendas de la Guerra de las Comunidades de Castilla-, vendió su alma al diablo a cambio de su ayuda para concluir el templo, que se estaba demorando demasiado. Cuando vio que sí iba a cumplir el plazo pactado, deshizo el trato con Satanás, quien en venganza convirtió en piedra el último carro de rocas que cruzaba por este punto la sierra para concluir la segunda torre de la iglesia, que de esta manera quedó inacabada.

La verdad es que con algo de imaginación, ese conjunto de bolos de granito puede parecer un carro, cargado con una gran roca. 

Con todo, nos acercamos unos metros por la pista para acercarnos a otro roquedo singular, mucho más grande y con alargadas formaciones a modo de tótem a la que nos encaramamos para obtener atrevidas fotos.

De regreso al PR-10, continuamos por él, en lo que era el antiguo camino del Monasterio del Paular a La Granja de San Ildefonso. Unos postes indicadores de los muchos que han instalado desde que es un Parque Nacional nos informa que nos quedan 5,5 km hasta el puerto del Reventón.

Primero en dirección suroeste y después hacia el oeste, el camino va ascendiendo con pendiente casi constante gracias a las múltiples zetas que realiza. En una de ellas se acerca al arroyo de Santa María, que nace cerca del puerto al que vamos y entrega sus aguas al Lozoya junto al Monasterio al que presta el nombre, Santa María del Paular.

Una curva más y nos plantamos en la explanada en la que un pluviómetro rompe la monotonía del paisaje, ya sin árboles como es habitual en estas cotas. Unas fotos junto al obsoleto medidor de lluvia nos hacen tomar fuerzas para acometer el último tramo, una subida recta hasta alcanzar los 2.039 metros de altura del puerto del Reventón.

En el puerto paramos a tomar el bocadillo, junto a un desgastado y solitario monolito en memoria del teniente coronel Ibáñez Marín, primer presidente de la Sociedad Militar de Excursiones.

Solo tres excursionistas que hacían la cuerda vimos en tan apartado lugar, antaño concurrido por los que iban y venían del Monasterio a la Granja. Confortados por las viandas y el sol, iniciamos el descenso volviendo sobre nuestros pasos, con Peñalara y la Cuerda Larga ahora a nuestra derecha y el inmenso valle del Lozoya de frente.

Al alcanzar el arroyo de Santa María hicimos un alto para acercarnos a ver las curiosas formas de hielo que el agua había formado en su lecho.

Continuamos el descenso intentando evitar en lo posible las curvas, atrochando por donde era factible, hasta llegar de nuevo al cruce de caminos, junto al Carro del Diablo, donde decidimos seguir por la senda que sale a la derecha, en dirección sureste.

Al poco, la senda dejó de existir, aunque figuraba en el mapa del IGN, se ve que poca gente pasa por allí. Cruzamos un arroyo sin nombre que desemboca un poco más abajo en el arroyo de los Apriscos, buscando sin éxito la dichosa senda, hasta que desistimos y regresamos por donde el GPS marcaba el supuesto camino hasta volver a cruzar el arroyo, donde ahora sí, se apreciaba un camino, que aunque desdibujado, remonta la ladera hasta dar con el camino de los Horcajuelos y PR-10.

Desde allí, ya por camino conocido salimos del robledal para enseguida alcanzar el polideportivo y regresar a la plaza de Rascafría, donde nos tomamos las reconfortantes cervezas, dando así por finalizada esta bonita ruta que se merece 4 estrellas.

De regreso a Madrid, paramos en la Isla para acercarnos a ver la Presa del Pradillo con sus aguas medio congelada.
Paco Nieto

FOTOS

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