Distancia: 13 Km
Desnivel [+]: 952 m
Desnivel [--]: 65 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 7
Desnivel [+]: 952 m
Desnivel [--]: 65 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 7
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
RESUMEN
Reconozco que Gredos lo tengo menos pateado de lo que se merece, sólo había realizado un par de excursiones de las muchas que su entorno ofrece, por eso al sugerir Juan acompañarle en una travesía por su escarpada sierra me apunté a la aventura.
La sierra de Gredos forma parte del Sistema Central, que separa las cuencas de los ríos Duero, al norte y Tajo, al sur.
Tenía varios alicientes añadidos la propuesta, el primero, conocer las escondidas Cinco Lagunas, lagos de origen glaciar que son un tesoro precisamente por estar tan bien escondidos. Además teníamos que hacer vivac junto a las Lagunas, lo que me atraía porque eso de dormir a cielo raso lo tenía como una asignatura pendiente.
El segundo, subir al puntiagudo pico de La Galana, desconocido por mi, y al techo del Almanzor, en el que sí estuve hace tiempo, en un día con tanto viento que apenas pudimos disfrutarlo.
Y por último, recorrer la Garganta de Gredos de arriba abajo. Un plan irrechazable aunque exigente.
En dos coches, los siete participantes nos acercamos hasta Navalperal de Tormes (Ávila), haciendo una parada previa en el bar La Bodeguilla de Hoyo del Espino para tomar café con tostadas, invitados por Pepa, que celebraba su cumpleaños.
Cerca del mediodía llegamos al aparcamiento que hay junto al río Tormes, dejamos lo que consideramos prescindible para la travesía y el resto a las mochila, resultado: unos 12 kilos de peso por macuto.
Al arrullo del agua, en el inicio de la ruta, en el que las sombras aún son posibles, antes de cruzar el puente de las Cadenas sobre el río Tormes, nos hicimos las fotos de grupo mostrando nuestras pesadas cargas, lo que unido al sofocante calor, que ya comenzaba a hacerse notar, prometía una subida de lo más entretenida.
Al otro lado del puente hay una estupenda fuente, la pena es que está al comienzo de la ruta y no a mitad, que es cuando más la hubiésemos apreciado.
De los dos caminos que salen, continuamos por el de la derecha, ascendente y empedrado, señalizado como PR-AV 35, coincidente en este primer tramo con el Camino del Puerto de Candeleda, desde donde se contempla el valle por el que tendremos que ir.
Pasadas unas casas de uso pastoril en avanzado estado de ruina, dejamos este camino para seguir el de las Cinco Lagunas, en ligero descenso hacia el encuentro de la Garganta de Gredos, que cruzamos por el puente de las Ranas.
Se estaban bañando en la laguna que se forma bajo el puente y a más de uno le dieron ganas de meterse, ojalá lo hubiéramos hecho, habríamos subido algo más fresquitos.
Ascendimos por la pista que sigue a la izquierda, hasta que en una curva muy cerrada hacia la derecha, en el margen izquierdo de la misma, un cartel de madera nos indica la dirección por la que continua un pequeño y precioso sendero que entre robles nos baja hasta la Garganta del Pinar, poco antes de juntarse y entregar sus aguas al Barranco de Gredos.
Algunos se alegraron de la bajada, sin caer mucho en la cuenta de que a la vuelta, de regreso de la travesía y bien cansados, tocaría subirla.
Cruzamos el Puente de Las Tenadas y nos internamos en el amplio valle que ha formado la Garganta del Pinar, por la que continuamos ascendiendo, sirviéndonos de guía hasta nuestro objetivo.
Enseguida llegamos al Soto, donde hay una nueva bifurcación, con unos carteles que nos indican la dirección a La Laguna Grande, a la izquierda, por donde volveremos el último día de travesía, y otro a Las Cinco Lagunas, a la derecha, por el que seguimos. Estamos en el punto en que los dos valles se juntan.
A partir de aquí comenzamos un ascenso considerable hasta llegar a la zona de los prados, donde la pendiente se suaviza, hasta alcanzar el Chozo de la Barranca, ganando 350 metros de desnivel en 6 kilómetros. Es un largo trecho en el que una fuente seca y pocas sombras nos hicieron más dura aún la subida.
El sendero se empina considerablemente, discurriendo a media ladera por la Garganta del Pinar, que nos queda siempre a nuestra derecha.
El fuerte desnivel comienza a disminuir cuando pasamos por enfrente de el Risco Redondo, que vemos a nuestra derecha como altura mas significativa en la ladera de enfrente, estamos en la zona conocida como El Machero.
Hasta alcanzar el Chozo de la Barranca, la senda es una sucesión continua de falsos llanos, con bajadas y subidas muy suaves, amenizadas por la imagen al fondo de las paredes que forman las cumbres más significativas de Gredos, y el surco de la garganta a nuestra derecha.
Pasamos junto a unas vacas que estaban pastando tranquilamente en las praderitas que surgen a ambos lados de la senda y, en un recodo del río, paramos para agruparnos, aprovechando la sombra de un abedul solitario que se señorea junto su seco lecho.
Como los dos más rezagados tardaban mucho, Juan fue en su búsqueda, encontrándolos comiendo y con alguna molestia muscular. Nosotros decidimos continuar y comer más adelante.
Cuando la falsa llanura termina, encontramos el Chozo de la Barranca, un pequeño refugio de piedra, muy bien conservado, con capacidad para unas 8 personas tumbadas, con chimenea, leña, y bancos, pero que desgraciadamente estaba a rebosar, al haber sido asaltado por un numeroso grupo de jóvenes para hacer la parada del almuerzo.
Nuestra intención de comer aquí se desvaneció porque, a falta de sombras, no tenía sentido parar, así es que, resignados, acometimos el ascenso del tramo más duro de la ruta, pero también el más bonito. Nos esperaban 450 metros de subida en 3 Km, ahí es nada, y con el sol cayendo a plomo sobre nuestras espaldas.
Guiados por los pequeños hitos la senda serpentea por la rocosa pared posterior al chozo, ganando altura rápidamente, dejando enseguida el refugio a tamaño de maqueta a nuestros pies.
La senda se va acercando progresivamente al río al alcanzar la Majada de la Escoba, tramo que intuimos que en época de deshielo debe ser uno de los trechos más bonitos de la ruta, al formar la Garganta del Pinar bellos saltos de agua, que baja con fuerza de la alturas, con pozas de agua cristalina espectaculares.
A poco más de un kilómetro, superando grandes bloques y lajas de piedra cubiertas de líquenes, alcanzamos por fin la laguna de Majalaescoba, que a mi me pareció como encontrar un oasis en medio del desierto. Un minuto más y entro en combustión.
No tardamos nada Jorge M y yo en refrescarnos a la vera de un grupo de cabras que parecían reclamar este lugar como suyo, aunque al final acabamos siendo amigos, yo creo que más por su interés en nuestra comida, que por otra cosa. Aunque no les dimos nada, no dejaron de intentarlo.
Bajo las rocas de su parte más alejada, buscando su escasa sombra, paramos a esperar al resto y tomarnos los bocadillos.
Pasó un buen rato hasta que aparecieron los siguientes, al parecer retrasados por una repentina hipoglucemia (pájara) en una de nuestras chicas. De los dos rezagados, ni rastro.
La laguna no es muy grande y poco profunda, pero tiene unas vistas muy bonitas hacia las cumbres que rodean la Hoya de las Berzas y la de las Cinco Lagunas.
Repuestas las fuerzas y más fresquitos, acometimos el último tramo antes de alcanzar el objetivo. Si duro fue llegar hasta aquí, peor era lo que nos esperaba, 300 metros de desnivel en 2 km, la parte de mayor pendiente del recorrido.
La senda se acerca y aleja del Barranco, guiados por pequeños hitos que marcan la fuerte trepada por la interminable pared, hasta alcanzar tras duro esfuerzo la Laguna Bajera, en la que de nuevo nos refrescarnos, esperando al resto, nuevamente rezagado, en este caso por una bajada de tensión de nuestro más avezado montañero, lo que da idea de lo dura que estaba siendo la subida.
Aunque esta es la primera de las cinco concatenadas lagunas, en extensión es la tercera (1,21 Ha.), a mi me pareció muy bella, quizás por haber sido tan ansiada y aunque nada tiene que ver con la cinco del final del camino, rivaliza en hermosura con sus hermanas más altas.
La bordearemos por nuestra derecha siguiendo una senda al lado del agua, para luego continuar subiendo y enseguida alcanzar la Laguna Brincalobitos, la más pequeña (0,1 Ha.), a la que le sigue a los pocos metros, tras ganar altura por la ladera, la Laguna Mediana (0,3 Ha.) y un poco más arriba la Laguna Galana (1,6 Ha.).
Desde esta última se tiene una preciosa panorámica del circo y las cumbres que lo rodea: La Galana, el Gutre, el Risco de las Natillas, el Picurucho y el Belesar y el Meapoco todos de más de 2.400 metros.
Junto a sus aguas vimos un posible vivac para pasar la noche, y un poco más arriba, otros dos que ocupamos, pues un tercero ya lo había "reservado" una pareja de jóvenes.
Para llegar a la última de las lagunas, la Cimera tuvimos que continuar por el canchal hasta dar con ella, la más grande con (4,6 Ha.) coronando este gran cuadro natural.
Sin duda es la más bella de las cinco, encajonada a 2.103 metros de altura en el circo, bajo algunas de las cumbres más importantes de Gredos. Refrescarme en su gélida agua hizo que mereciera la pena tanto esfuerzo.
De regreso al vivac, situado entre la laguna Galana y la Cimera, comprobé que ya habían llegado todos y, al rato, nos dispusimos a cenar los bocadillos, el rico jamón de Pepa regado con la botella de vino que se había subido (¡con lo que pesa!) más el estupendo café que preparó Juan, amenizado con un licor que quitaba el hipo. Un gran final para un gran día.
Con plásticos y esterillas preparamos el suelo para dormir en los tres vivac en los que nos repartimos, que con piedras alrededor, tenían forma circular.
Era mi primera vez que dormía con las estrellas y la Vía Láctea por sábanas, una experiencia inolvidable que superaba la incomodidad del duro suelo con creces. Algunas de las fotos nocturnas dan fe de tan bello espectáculo.
Con la preocupación de que se acercaran las cabras se me hizo dificil conciliar el sueño, pero al final el cansancio de la dura jornada se impuso y además nos esperaba otro duro día y, pensando en ello, me dormí como un angelito, o eso les pareció a mis compañeras de vivac.
Así dimos por finalizada esta dura ruta, pero es que para escapar del mundo, a veces hay que caminar hasta donde casi se acaba.
Como no podía ser de otra forma, le otorgo 5 estrellas a esta exigente pero preciosa excursión.
Paco Nieto
FOTOS
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