lunes, 23 de mayo de 2022

Excursión X341: Siete Picos y Cerro Ventoso

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada
Final: Puerto de Navacerrada
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,6 Km
Desnivel [+]: 584 m
Desnivel [--]: 584 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Recorrer la cresta de Siete Picos siempre es sinónimo de grandes sensaciones y si se le añade subir al Cerro Ventoso, entonces la satisfacción está asegurada.

Con el día bastante nublado y algo de niebla, iniciamos la ruta en el Puerto de Navacerrada, después de tomarnos un café en Venta Arias. Nos dirigimos a la pista asfaltada que sube a la residencia de los Cagorros y al llegar al final de la pista, giramos a la izquierda para seguir unos metros por el Camino Schmid, que enseguida abandonamos para continuar por la senda que sale a la izquierda, utilizada para el esquí de fondo.

Cruzamos la empinada pista de El Bosque, pasamos bajo el telesilla y al poco, vadeamos el arroyo del Telégrafo y alcanzamos la Pradera de Siete Picos, en la que la niebla y las nubes apenas dejaban contemplar las estupendas vistas que tiene esta despejada llanura.

En su extremo más occidental, una gran roca indica el inicio de la Senda Herreros (PR-8), que esta vez no utilizaremos para el regreso, porque volvimos por el Camino Schmid.

Girando un poco a la derecha, cruzamos un bosquejo de pinos silvestres y en dirección oeste iniciamos el ascenso al primero de los picos, en realidad el séptimo, ya que se numeran de oeste a este. Seguimos los hitos de la empinada senda que en 900 metros nos hace subir 190.

Poco antes de llegar a la cima, los pinos desaparecen, dando paso a piornos y matorral de alta montaña. Al alcanzar la cresta, comprobamos que la niebla era más intensa que en la pradera.

Trepamos hasta los 2.138 metros en los que está situado el vértice geodésico del que es el pico más alto de los siete, que recibe popularmente el nombre de pico de Somontano.

Esta montaña es la única de la sierra desde cuya cima se puede ver al completo la Sierra de Guadarrama, la de Ayllón, gran parte de la llanura madrileña, la Sierra de Gredos y gran parte de la llanura segoviana, pero hoy no veíamos más allá de 30 metros.

Solo 150 metros nos separaban del siguiente pico, el Sexto, de 2121 metros de altura, al que llegamos tras acercarnos primero a ver una pequeña ventana situada al pie de los riscos del pico Somontano. Subimos a las rocas menos escarpadas y bordeamos el resto por la derecha.

La línea de cumbres describe una C orientada al sur, por ella continuamos, bordeando por la parte segoviana el Quinto pico, que tiene una altura de 2109 metros. Lo mismo hicimos con el Cuarto, de 2097 metros de altura. Entre ambos contemplamos una gran roca en un equilibrio imposible y una lagartija se prestó a posar para los fotógrafos.

Al llegar al tercero, también de 2097 metros, contemplamos de lejos la Ventana del Diablo.

Continuamos hacia el Segundo de los picos, que tiene 2093 metros de altura.

Desde aquí se tienen una bonitas vistas del apartado Primer pico, llamado Majalasna, con su cumbre, situada a 1934 metros de altura, dominando el valle.

Proseguimos por la senda que desde aquí se descuelga precipitadamente, en dirección norte, hacia el Collado Ventoso, encrucijada de caminos, señalizada con dos grandes mojones de piedra, que delimitan Segovia con Madrid, desde el que se tienen las mejores vistas del Montón de Trigo.

Tras tomarnos un pequeño descanso, iniciamos el ascenso al Cerro Ventoso, situado a 1964 metros de altura, que le permite unas amplias vistas.

Descendimos, en dirección oeste, por la senda que al poco alcanza el puerto de la Fuenfría, donde iniciamos el regreso, parando a beber en la fuente que le da nombre.

Continuamos por la Senda de los Cospes, que al poco conecta con el Camino Schmid, prosiguiendo por la vertiente septentrional de Siete Picos, la que da a Segovia, llamada Umbría de Siete Picos, sin apenas perder altura, jalonando este tramo, por la izquierda, la pradera de Navalusilla, el arroyo del Telégrafo y la pista de esquí El Bosque, como únicas referencias entre el denso pinar de Valsaín.

Al alcanzar los Cogorros, descendimos hasta llegar al puerto de Navacerrada, donde cogimos los coches para irnos a comer a la Terraza Jardín Felipe, en Navacerrada, lo que puso el broche de oro a este estupendo día.

Por todo ello, esta excursión bien se merece 4 estrellas.
Paco Nieto

sábado, 14 de mayo de 2022

Excursión X340: Los Escenarios de Cine de Hoyo de Manzanares

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Hoyo de Manzanares
Final: Hoyo de Manzanares
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 4,5 Km
Desnivel [+]: 80 m
Desnivel [--]: 80 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 10

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Me enteré que el Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares organizaba, con la colaboración de
Hoyo Cine, visitas guiadas a los decorados Golden City y me apunté para conocerlo.

Había realizado varias rutas por donde estuvieron los decorados, pero al no quedar nada de ellos, es dificil imaginar su aspecto y ubicación. Por esto la jornada prometía ser muy interesante ya que no solo se iba a hablar del tema, si no que también se realizaría un recorrido por la zona donde estuvieron.

Me acerqué ilusionado a la Casa de la Cultura de Hoyo de Manzanares, donde los organizadores nos dieron una charla previa, en la que nos contaron la historia y detalles de todo lo relacionado con los decorados para después realizar un paseo guiado a su emplazamiento, donde nos informaron de las películas rodadas y sus protagonistas, además de datos específicos de cada edificio, anécdotas y ubicación.

En el coloquio nos cantaron cómo se procedió, desde comienzos del siglo XXI, a recopilar los recuerdos y testimonios de todos aquellos que vivieron y participaron en la edad de oro del cine en Hoyo, de finales de los 50 hasta comienzos de los 70 del siglo XX, pasando por la documentación de todos los trabajos realizados, la recopilación y conservación tanto de objetos relacionados como de restos de platós de rodaje, hasta su valoración y difusión mediante actos públicos como el de hoy.

Con este objetivo, en 2015 celebraron la primera exposición Hoyo de Manzanares, un pueblo de película que dejó la semilla para una futura instalación permanente.

Otras iniciativas puestas en marcha han sido el Ciclo Hoyo de Manzanares, un pueblo de película, con el Festival de Country, el concurso de tapas, las visitas guiadas y, sobre todo, con el magnífico Concurso de Cortos Hoyo de Manzanares, que se celebra desde 2016 con gran aceptación, cada año con más raigambre y que ha vuelto a reactivar la producción hoyense.

Con todo esto aprendido, salimos hacia lo que fue Golden City o, como sencilla y familiarmente se conocen en Hoyo de Manzanares, los decorados, que constituyeron el primer poblado cinematográfico estable del Oeste en España y en Europa.

Con día nublado, iniciamos la ruta en la Plaza. Callejeamos en dirección suroeste hasta llegar a la Avenida de los Cantazos, por la que seguimos hasta dar con un camino de tierra, dejando atrás el pueblo.

Nos internamos en el Monte de Los Altillos, donde una serie de carteles informan de las posibles rutas que se pueden realizar, como es la Ruta Cruz de Pan o la Ruta Carboneros.

Cruzamos La Tejera y el arroyo del Chaparral, sin agua. Estamos rodeados de numerosos ejemplares de vegetación típica mediterránea: encinas, enebros y donde reina el cantueso, el tomillo, jaras y otras aromáticas que ponen su nota de color y de olor en esta adelantada primavera.

Enseguida nos internarnos en las praderas donde se construyeron los escenarios en los que se rodaron numerosas películas de Oeste.

Nos contaron cómo en 1962, Eduardo Manzanos Brochero, productor, guionista y director, en colaboración con los decoradores Jaime Pérez Cubero y José Luis Galicia, elige la ubicación en el monte de Los Atillos, propiedad del Ayuntamiento.

Fue determinante la ubicación de Hoyo de Manzanares, en pleno Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, a tan solo 37 km de Madrid, que lo convierte en un enclave idílico en el que rodar en plena naturaleza.

Las construcciones fueron realizadas por un centenar de hombres que emplearon 75.000 horas de trabajo en total. Se utilizaron 30 kilos de dinamita y 500 metros lineales de barrenos para volar las tierras pedregosas. En total se emplearon 300 metros cúbicos de madera, 70 toneladas de cemento y medio millón de ladrillos, para erigir los edificios.

Ese mismo año se rodó la primera película El sheriff terrible y un año más tarde, en 1963, una de las más famosas, Por un puñado de dólares, un hito en la historia del cine mundial que supuso el nacimiento del género Spaguetti Western y en torno a la cual se reunieron tres grandes genios: Clint Eastwood, Ennio Morricone y Sergi Leone. Se llegarían a rodar, al menos, más de 50 películas de este género.

En este vídeo y en este otro se recrean escenas de esta cinta, mostrando respectivamente la entrada sur y norte de los decorados. Aquí nos hablan también de lo que supuso este hito.

Tras esta mítica película, los decorados Golden City acogieron el rodaje de más de 100 películas, creando un vínculo imborrable entre esta localidad y el mundo del cine.

Muchos de sus vecinos, cambiaron entonces los aperos de labranza, el ganado y las herramientas de cantería, por pistolas, sombreros vaqueros, arcos y flechas trabajando como figurantes. La llegada de la industria supuso también una auténtica revolución con la incorporación de las mujeres al mundo laboral. Aquí podemos ver testimonios de algunos de los participantes.

Nada más llegar a los Atillos, nos mostraron fotogramas en los que aparecía el cementerio que se utilizó como escenario de varias películas.

Más adelante, junto a unas rocas, contemplamos fotogramas de Bienvenido padre Murray (1963) y Cabalgando hacia la muerte El Zorro (1962) en las que aparecen estas mismas rocas.

Nos acercamos a uno de los pilones, que es lo único que se conserva de los decorados, quizás porque siguen siendo útiles para dar de beber al ganado.

Junto al primero, de color blanco, nos mostraron fotogramas de la película Mátalo (1970), en los que éste aparece.
Unos pasos más adelante, nos enseñaron dónde estaban, entre otros, los decorados del Saloon, el Banco, el Sheriff y en los que aparece el segundo pilón, hoy día pintado de azul, así como escenas de Por un puñado de dólares o La muerte tenía un precio, entre otras, en las que se muestran cumbres reconocibles de la Sierra de Hoyo, como son La Tortuga o Los Picazos.

Es fácil hacerse una idea de lo espectacular que debió ser trasportarse al Oeste Americano sin salir de Madrid.

A lo largo de la ruta se instalaron, en el 2019, una serie de carteles que con la App Vive Hoyo, de descarga gratuita, permite, en el enclave original de Golden City, recrear los escenarios que allí había a escala real.

Nos hicieron varias demostraciones y el resultado fue espectacular, de repente se podía ver en la pantalla del móvil lo que desafortunadamente ya no existe. Sin duda un excelente trabajo de documentación llevado a cabo por Asociación Hoyo Cine, en colaboración con el Ayuntamiento de Hoyo de Manzanares,

En el extremo sureste de la pradera se construyó otro cementerio, que aparece en varias películas. Nos mostraron algunos fotogramas de ellas.

En las descripciones, ponían tanta pasión los guías, que sin necesidad de la realidad aumentada, podíamos imaginarnos los decorados y los vaqueros recorriendo las calles.

Unos riscos cercanos sirvieron de fondo en películas como Cabalgando hacia la muerte El Zorro (1962), La tumba del pistolero (1964), Las pistolas no discuten (1964) o El sabor del odio (1968)

Proseguimos el recorrido, ahora girando hacia el oeste, apartándonos un poco del sendero hacia el sur, descubrimos en el suelo lo que queda del brocal de un pozo construido en piedra, que se utilizó en el rodaje de Dos caraduras en Texas (1965).

Recuperado el camino, unos metros más adelante llegamos a un cruce de senderos donde se levantó el el fuerte Fort Jackstone, para rodar El séptimo de caballería (1965) o Héroes a la fuerza.(1966). 

Cerca de aquí, al igual que en otras ubicaciones no determinadas, se instaló un rancho, que fue utilizado en cintas como Gringo (1963) o El proscrito de Río Colorado (1965), del que tampoco queda ya nada.

En 1968 se añadió, frente al fuerte, una calle estilo Chicago, donde se rodaron películas de gánster y de cine negro, cuyo primer trabajo fue Tiempos de Chicago (1969) protagonizada por, entre otros, Peter Lee Lawrence, Guglielmo Spoletini y Ingrid Schoeller.

Y por increíble que parezca, cerca del fuerte, también llegó a reproducirse un barco, utilizado en la película El Corsario (1970).

Avanzada la década de los 70, los decorados fueron tristemente abandonados, convirtiéndose en la delicia de juegos de los chiquillos de la época. El progresivo deterioro hizo que a finales de siglo la ruina de los escenarios fuese completa y se decidió demoler lo que quedaba, para proceder a una reforestación de la finca.

Con la demolición de los decorados, al contrario de lo ocurrido con los del desierto de Tabernas, en Almería, se privó a los vecinos de Hoyo, y a los madrileños en general, de una parte importante del patrimonio material e histórico local y regional.

Además de en Hoyo, se utilizaron otros muchos escenarios, como los instalados en Colmenar Viejo, La Pedriza o Ciempozuelos. En este amplio reportaje se habla de alguno de ellos. 

Con el objetivo conseguido, volvimos sobre nuestros pasos para retomar el sendero, que teniendo como referencia al frente la sierra de Hoyo, con Los Picazos y la Tortuga, nos llevó de vuelta al pueblo, ahora por el camino de su lado más occidental, donde, para otra de las películas, se instaló un poblado indio, dando así por finaliza esta cinematográfica ruta en la que disfruté mucho conociendo lo que este rincón de Hoyo esconde.

Le otorgo 4 estrellas a tan cultural ruta que recomiendo realizar aprovechando alguna visita guiada para sacarle el máximo partido.
Paco Nieto

FOTOS

lunes, 9 de mayo de 2022

Excursión X339: Chorros del arroyo Simón y Manzanares

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Pedriza
Final: La Pedriza
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 13,7 Km
Desnivel [+]: 727 m
Desnivel [--]: 727 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 12

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
Ver esta ruta en Relive

RESUMEN
Quería Juan mostrarnos algunos de los rincones con más agua y bellos de La Pedriza, en parte, poco transitados. En los chorros del Manzanares ya habíamos estado, pero nos esperaban otros desconocidos para el grupo.

Quedamos en el último aparcamiento de la Pedriza, pasado el de Cantocochino y el de la Rana. Las Machacaderas se llama, singular nombre.

Tenía ganas de volver a recorrer los majestuosos chorros del Manzanares. Una espectacular sucesión de saltos de agua y pozas cristalinas del recién nacido río.

Para ir en su búsqueda, echamos a andar por la pista que remonta el río Manzanares dejándolo a nuestra derecha. El día se presentaba veraniego, a pesar de estar en primavera, porque la temperatura iban a estar más acorde con las del estiaje, pero el sonido del agua de fondo, nos refrescaba.

Disfrutamos contemplando la densa vegetación de ribera del río, como fresnos, sauces, e incluso algún tejo se puede ver.

Pasamos junto al Prado de las Zorras, de donde seguramente procedían unas vacas que parecían querer apoderarse de la pista, pero que finalmente se apartaron a nuestro paso.

En la primera curva cerrada que da la pista, atrochamos siguiendo rectos por una senda que desde cierta altura sigue el meandro que el río realiza en las proximidades de la Charca Verde, precioso remanso de agua que desde aquí aún resultaba más bello.

En un roquedo paramos para fotografiarla desde este privilegiado mirador.

Comentamos los baños que más de uno nos habíamos dado en ella cuando no estaba prohibido.

El deterioro que iba adquiriendo en sus zonas más visitadas y el turismo irresponsable, que alteraba el cauce del río dejando basura por las orillas, provocó la decisión de tomar esa drásticas medida.

Entramos en un paraíso de densa vegetación en la que el pino se iba imponiendo conforme avanzábamos, unas cabras se asomaban al río desde los riscos. Al poco, llegamos a la pista que habíamos dejado, coincidente con el PR-M18, a escasos metros del puente del Francés, al que algunos nos asomamos.

Por esta pista forestal regresaríamos, horas más tarde.

Tras reagruparnos, continuamos la marcha, subimos las escaleras de piedra que salen a la izquierda, por las que continua el PR-M18, justo donde hay un cartel, advirtiendo de la prohibición de la práctica del barranquismo, ya que hace muchos años esta zona era el único lugar en la Comunidad de Madrid donde se podía practicar.

Enseguida pasamos junto a una fuente perfectamente encajada entre piedras, aunque sin apenas agua.

La bonita senda que discurre a media ladera, con el sonido del río a nuestra derecha, que de vez en cuando nos ofrecía unas espectaculares vistas de sus cantarinas cascadas y aguas transparentes de sus pozas.

Seguimos las marcas blancas y amarillas, sobre los árboles y de vez en cuando sobre rocas, adentrándonos en la zona más abrupta. que no la de mayor desnivel, donde la tupida vegetación, sobre todo los helechos, peonías y las jaras en flor, ponían la nota de color.

Al poco, alcanzamos el Puente del Retén, que tiene una bonita charca de agua cristalina a su izquierda. Este renovado puente llegó a estar muy deteriorado y una escuela-taller lo restauro en el 2005.

Una vez lo cruzamos, seguimos por el antiguo PR-18 para asomarnos a ver el arroyo de Simón, a lo lejos se une a él el arroyo de la Mata, que le entrega sus aguas por su margen derecha. 

De regreso comenzó la parte de mayor desnivel, entre pinares y durante un kilómetro aproximadamente se ascienden unos 200 metros. Seguimos los hitos y marcas del PR de la zigzagueante senda hasta la altura donde el rugir del agua comienza a dejarse sentir.

Un pequeño sendero que sale a la izquierda, con unas marcas en las piedras, nos indica que varios metros más abajo, al pie de de un denso pinar y de la loma de Cerro Ortigoso, se encuentra la cascada de los Chorros del Manzanares, una larga hilera de pequeñas cascadas que se suceden unas a otras y que hacen de este lugar un rincón único y especialmente bello.

Tras las múltiples fotos, volvimos sobre nuestros pasos hasta alcanzar de nuevo el PR-M18, por el que continuamos ascendiendo, para enseguida internándonos en el pinar, para unos pocos de metros más adelante desviarnos a la izquierda y alcanzar otro de los rincones más conocidos, una sucesión de varios saltos de agua que hacen de este sitio un lugar con mucho encanto.

Contemplándolos, paramos a tomar el tentempié de media mañana mientras nos deleitamos con el melodioso sonido del agua al chapotear de poza en poza hasta caer en la más grande, que teníamos a nuestros pies.

Recuperamos el sendero y proseguimos el ascenso unos metros más por el estrecho sendero del PR-M18, abandonándolo enseguida para seguir otro, menos perceptible, que sale en dirección norte, a nuestra derecha y que va a dar a la pista llamada de las zetas.

Ahora, en cómodo paseo y sin pendiente, seguimos por la pista, que en su primera curva, rebasa el arroyo de la Mata, recién nacido un poco más arriba, en la cara sur de la Sierra del Francés. Aprovechamos para llenar las cantimploras con su fresquita agua.

Un poco más adelante, justo antes de la siguiente curva, paramos a contemplar el Árbol Singular 144, el pino Albar de la Sierra del Francés, árbol corpulento, conformado por dos grandes troncos verticales a partir de los 5 metros, que se van soldando a medida que crece en grosor. Hace más de 15 años le cayó un rayo, superando la herida. Es un ejemplar originario de los que poblaron la Pedriza. tiene unos 200 años. Intentamos abrazarlo y necesitamos juntarnos cuatro para conseguirlo. Junto a él un retorcido tronco seco se asemejaba a un ave intentando echar a volar, o eso me pareció.

Proseguimos y enseguida alcanzamos el arroyo de Simón, que bajaba con mucha agua. Aquí dejamos la pista para remontarlo, con fuerte pendiente, y contemplar sus impresionantes chorreras, que en verano suelen menguar hasta quedarse en nada.

Casi 100 metros de altura más arriba, alcanzamos otra pista, en el que iba a ser el punto de me mayor cota de la ruta.

Con el consuelo de que ya solo nos quedaba bajar, seguimos esta pista hasta dar con la que habíamos dejado, justo en el Mirador Danvila, un roquedal con buenas vistas situado en las Losillas. 

Buscamos una sombra entre las rocas para comer, pero el sol estaba en ese momento en su zenit, por lo que no había donde resguardarse.

Descendimos en busca de árboles, y encontramos unos pinos un poco más abajo, que sí nos proporcionaron la sombra deseada, eso sí, estaban plagados de nidos de procesionaria, en compensación las vistas hacia el valle y la cuerda de los Porrones eran espectaculares.

Tras el descanso, en lugar de seguir por la cómoda pero aburrida pista, Juan nos tenía preparado un descenso que a priori podríamos calificar con tres palabras que le gustan mucho: por un abismo escabroso y abominable, al que añadiría tenebroso, pero que nos ahorraba más de un kilómetro de pista.

Con cuidado, descendimos la fuerte pendiente, que al final resultó no ser tan tenebrosa y más divertida de lo esperado.

Salimos a la pista que habíamos dejado y continuamos el descenso hacia la última sorpresa del día, justo en la curva siguiente, nos esperaba un roquedal que ofrece unas vistas espectaculares de las cascadas del arroyo del Chivato.

Nos encaramamos a lo más alto del pedrusco desde donde se tienen las mejores panorámicas. Debajo, contemplamos el hermoso porte del Tejo del Arroyo del Chivato, situado en su ribera izquierda.

Su copa es globosa, armoniosa y bien distribuida. Destaca el color de su follaje frente a los pinos que tiene de vecinos. Se calcula que tiene más de 300 años de edad.

Tras el breve descanso, continuamos el descenso por la pista, rectos hacia el puente del Francés, recortando tres zetas por senda que atajan considerablemente el recorrido a través de los pinos.

Al llegar al puente, contemplamos lo caudaloso que bajaba el río Manzanares, tras recoger las agua de los arroyos que habíamos contemplado durante la ruta.

Desde aquí regresamos siguiendo la pista y veredas por donde esta mañana habíamos pasado, con la sorpresa de que nos topamos en el sendero con una cabras, vigiladas por un hermoso ejemplar de macho cabrío o cabrón, con perdón,  que nos miró, celoso, con cara de muy pocos amigos.

Nos fuimos antes de que se lo tomara a mal y la emprendiera con nosotros..

Al llegar a los coches y comprobar que los bares de la Pedriza estaban cerrados, nos fuimos a Manzanares el Real a tomarnos las cañas de fin de ruta.

Lo hicimos en Volapié, frente a la iglesia de Nuestras Señora de las Nieves, muy bien atendidos y agasajados con ricos aperitivos, ¿Qué más se puede pedir a la excursión?. Sí, una cosa, poder calificarla por encima de 5 estrellas, pero parece ser que esa es la máxima nota posible, una pena, porque se merecía más.
Paco Nieto

P.D.: En esta ruta, una de nuestras participantes perdió unas gafas graduadas, si alguien al hacerla las encuentra, agradeceríamos mucho se pusiese en contacto con nosotros.