domingo, 26 de septiembre de 2021

Excursión X297: Rincón Bello y Rambla de Puça

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Rincón Bello
Final: Rincón Bello
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 17,5 Km
Desnivel [+]:  774 m
Desnivel [--]: 774 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 5

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta
















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
En esta ocasión realizamos una agradable ruta entre Petrer y Agost dos zonas muy frecuentadas por los aficionados al senderismo: El Rincón Bello y las Cascadas de la Rambla de Puça, que aunque algo distantes entre sí, buscamos la forma de unirlas.

Tras esperar a los participantes, iniciamos la ruta en el Rincón Bello, también conocido como Racó del Xoli o Cases de la Venteta, un área recreativa con merenderos, barbacoas y mesas, atravesada por el Barranco del Choli, con pasarelas de madera para cruzar de un lado a otro, enclavada a las faldas de la Sierra del Cid.

Descendimos en busca del barranco, que se va encajonado entre los verticales acantilados, adentrándonos por la sombría ribera, pasamos junto a una artística fuente de cuatro arcos, que parece estar en desuso.

Enseguida percibimos un cambio radical en la vegetación y en el paisaje, se nota el frescor y la humedad del barranco de tan justificado nombre.

Conforme nos adentramos por el barranco todo se vuelve más verde y el paisaje cada vez es más bonito, en donde abundan pinos, carrasca, carrizo, brezo, lentisco, esparto, y olivos, entre otros.

Unos metros más abajo, pasamos junto a una roca enorme que al rodearla nos conduce a un refugio excavado en ella, construido en piedra y madera bajo su cobijo, le sirve como pared y tejado al mismo tiempo.

Tiene una gran chimenea de mampostería, que emerge hasta una altura desproporcionada comparada con la propia altura del tejado y justo enfrente del refugio, una especie de cenador con una mesa redonda y tejado de madera.

Un poco más adelante, bajando por unas pasarelas de madera, llegamos a la zona más angosta del barranco, donde las escarpadas paredes de sus farallones atraen a multitud de escaladores, a pesar de la advertencia de carteles que indican que sus abruptas paredes rocosas son inestables.

Enseguida alcanzamos la presa del Racó de Xolí, que se asoma a gran altura sobre el barranco. Hoy día ha perdido su función, al colmatarse su pequeño embalse, pero facilita que en época de lluvia se forme un pequeño estanque. Las vistas desde uno y otro lado de la presa y el barranco son fabulosas.

Tras las muchas fotos de tan singular rincón, volvemos sobre nuestros pasos, entrando por la zona de merenderos y aseos de nuevo al aparcamiento. Desde allí, rodeando el área recreativa, seguimos un camino, que en dirección norte se adentra en un frondoso pinar.

Pronto pasamos junto a una balsa de riego, que estaba casi llena y un poco más adelante bajo una tubería de agua soportada por dos altos pilares. En suave ascenso, con el barranco a nuestra derecha, fuimos ascendiendo lentamente.

En una bifurcación, elegimos seguir por la izquierda, aunque también se puede hacer por la derecha, como hicimos al regreso. Un poco más adelante, ambos senderos se juntan.

Continuamos entre juncos y pinos y al cabo de un rato, pasamos junto a unas cuevas excavadas en las arcillosas paredes de la ladera y que bien pueden servir de refugio en caso de necesidad, dada su amplitud y confort.

Muy cercano a la cueva, alcanzamos un manantial, con un hilo de agua que brotaba de la roca, recogida a continuación en un pequeño estanque en forma de cuadrado.

Justo en este punto se abren dos posibilidades, seguir por la senda que traíamos, señalizada como PR-V6.5, en dirección a La Rabosa o continuar por la que surge a la izquierda, en busca de los riscos de Els Castellarets.

Elegimos la segunda, para así afrontar los casi 250 metros de desnivel ahora que estábamos frescos, y no a la vuelta, que nos pillaría más cansados. Por ella continuamos, ahora en dirección oeste, siguiendo otro barranco seco, el de San Bernardo, con una variada vegetación. Un poco más adelante, el barranco se encajona y presenta hondonadas, que en caso de llevar agua darían lugar a bellas cascadas.

Unos metros más arriba, pasamos junto a un murete, que hace de represa, en caso de lluvias. Y cerca de él, otra cueva nos sorprende, ésta mucho más grande que la anterior, con varios aposentos, en lo que parece ser un dormitorio, había unos arengados somier, y en lo que parecía el salón, había un hueco para hacer fuego y estanterías horadadas en la roca y hasta un perchero. Sin duda, más de uno habrá pasado la noche en esta cueva-refugio conocida como de San Bernardo o de els Nadalets.

En este punto se nos presentan de nuevo dos opciones, continuar a la derecha hacia La Rabosa, o a la izquierda hacia el Castellaret. Evidentemente, continuamos por la segunda senda, mucho más empinada y estrecha, que pronto alcanza una pequeña cima, el collado de Nadalets, con estupendas vistas del valle, la Sierra del Cid, que parece estar al alcance de la mano, y hacia el noroeste Els Castellarets, nuestra próxima meta, que con forma de buque o castillo, es también conocido como el Pequeño Cid.

Giramos a la derecha para, en dirección noroeste, alcanzar el collado que hay a los pies de nuestro objetivo.

Y como eran las doce del mediodía, paramos a tomar un tentempié antes de acometer el último tramo de subida, mientras contemplábamos unas excelentes panorámicas de bancales cultivados y barrancos, con la Silla del Cid de fondo, ¡desde luego, no se puede pedir más!

Tras el breve descanso, el grupo acometió la subida al Castellaret dando un rodeo por la izquierda del risco para así evitar la subida recta por las grapas, algo complicada si no se está acostumbrado a hacer ferratas.

Como no era mi caso, preferí añadirle algo de adrenalina a la ruta y me fui en busca de los dos tramos que la componen, uno primero de 13 grapas y, tras un escalón, otro de 5, creo recordar, salvando unos 15 metros de altura.

Desde arriba comprobé que la verdadera cima estaba unos metros más al norte, aunque desde allí las vistas también eran espectaculares. 

Esperé a que subiera el grupo por el camino alternativo a las grapas y una vez reunidos, acometimos el último tramo, mucho más cómodo hasta alcanzar los 901 metros de altura de la cima de Els Castellarets, coronada por un montón de piedras apiñadas que hacen la vez de hito en la cumbre.

La cima nos ofrece unas privilegiadas panorámicas: al sureste las peñas rojizas que encierran el Rincón Bello, detrás el mar. Al sur la Sierra del Cid, al oeste el valle hasta Petrer y al norte la Sierra del Maigmó, todo un espectáculo.

Tras las fotos de rigor, iniciamos la bajada, en dirección norte siguiendo una senda bien marcada aunque estrecha, por lo que descendemos en fila india, con bonitas vistas del valle.

Alcanzamos un collado donde se cruzan varios caminos, elegimos el de la izquierda que tras un largo descenso y un desvío a la izquierda nos acerca al refugio de Perrió, albergue que gestiona el Centro de Excursionista de Petrer.

En sus originales mesas de madera, a la sombra de unos pinos, descansamos un rato antes de reanudar de nuevo la marcha. Proseguimos en dirección noroeste por un camino que luego dejamos a la izquierda para continuar por un seco sendero, que discurre entre algunos pinos jóvenes que desciende hasta conectar con una pista que pasa junto a una casa con piscina.

La pista da a una carretera que desciende hasta cruzar la Rambla de Puça, que en valenciano significa pulga. Dejamos la carretera y ascendemos por la margen derecha del casi seco arroyo de la rambla, que cruzamos en varias ocasiones con la ayuda de unas pasarelas de madera.

Pasamos junto a las ruinas del molino del Turco, del que apenas queda nada. Un poco más adelante nos acercamos a ver un manantial de agua fría que surge del farallón de nuestra izquierda y es canalizado por una teja, formando un charco donde ranas y renacuajos se refugiaban.

En el siguiente tramo de la Rambla, subiendo por una rampa acondicionada con barandilla de madera, pasamos junto a otro molino, el de La Pólvora, utilizado no para moler grano, sino azufre, debajo de él aparecen restos de un polvorín.

Girando a la izquierda, nos sorprende un gran salto de agua, una magnífica cascada de algo más de 15 metros escondida entre la frondosa vegetación. Fue inevitable que algunos nos diéramos una buena ducha, el paraje invitaba a ello.

Un poco más adelante, adentrándonos en un pequeño oasis verde donde un par de bonitos algarrobos y un gran pino torcido, nos sorprende una de las imágenes más bellas de la comarca, la cascada y la poza del Salt, un increíble salto de unos 15 metros de altura.

El lugar estaba muy concurrido, por lo que regresamos hasta el salto anterior, cruzamos el río y seguimos hacia la parte en la que se precipita el agua, donde se hallan los restos del Molino de Ponça. 

Ahora la rambla se abre un poco más, el paisaje cambia. Las cañas y el baladre se adueñan del lugar y el agua vuelve a caer en abundancia, esta vez desde un agujero en la acequia que pasa por el margen izquierdo de la rambla, procedente del manantial de la Mina de Puça, perfectamente integrado en el entorno.

Avanzamos unos metros más y nos encontramos el Molíno de La Reja, totalmente restaurado y convertido ahora en mesón restaurante. Este antiguo molino se ha convertido hoy en un punto de encuentro para ciclistas, amantes de la naturaleza, senderistas y adeptos a la buena mesa.

En la terraza exterior dimos cuenta de los bocadillos, amenizados con unas fresquitas cervezas, refrescos y el tonificante café, que nos hizo acometer el regreso con fuerzas renovadas.

Por un camino que sale a la derecha, descendimos de nuevo a la rambla, para remontar su ribera derecha hasta alcanzar la carretera de Petrer a Castalla, por la que seguimos a la derecha unos metros para enseguida abandonarla por un camino que sale a la derecha que luego pasa a ser senda, en dirección sureste.

Entre la pendiente y el implacable sol, agradecimos sobremanera llegar al pinar de Mirabuenos después de cruzar el desierto y disfrutar de su reconfortante sombra.

Proseguimos por una senda hasta alcanzar un camino que, pasando el collado del Catxuli, acaba en la bonita área recreativa de la Rabosa, zorro en valenciano, muy amplia, con zona de barbacoas y amplias mesas de cemento donde descansamos un buen rato.

Dentro del mismo paraje, también conocido como Parque de Montaña Daniel Esteve, en un edificio anexo se ubica el Centro Excursionista Eldense. Y, todo eso en un entorno como he comentado muy bonito. Desde aquí se puede observar claramente la cara norte de la Sierra del Cid.

De nuevo en marcha, descendimos por unas pequeñas escaleras talladas en el suelo que nos llevan a lo que parece una explanada con muchos árboles alrededor y bancos de madera a modo de miradores. A medida que nos acercamos vemos cómo los cipreses situados estratégicamente a los lados parecen dibujar un camino hacia una pequeña construcción que se encuentra al borde de una balconada.

Se trata de una pequeña ermita construida en madera y metal con el tejado de dos aguas que llega hasta el suelo, más propio de enclaves del norte de Europa que de aquí, donde apenas nieva. Junto a ella, un campanario de madera remata la curiosa edificación.

Rodeamos la ermita y a la derecha descubrimos un pequeño atajo que va a buscar el camino principal por el que continuamos, ahorrándonos una larga curva.

El serpenteante camino va perdiendo altitud a medida que se aleja del albergue en busca del Rincón Bello, siguiendo el PR-V6.5, pasando por barrancos, aluviones, torrenteras, bosque y humedales conectamos de nuevo con la senda por la que iniciamos el recorrido, a la altura del manantial con charca en forma de cuadrado por la que habíamos ya pasado.

Desandando lo ya pateado por la mañana, llegamos al aparcamiento del Rincón Bello, donde habíamos dejado los coches, dando así por finalizada esta bonita ruta que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

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