jueves, 23 de septiembre de 2021

Excursión X296: Sierra Grossa

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Goteta. Alicante
Final: La Goteta. Alicante
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 6,9 Km
Desnivel [+]: 274 m
Desnivel [--]: 274 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 8

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
La Sierra Grossa es uno de los grandes tesoros naturales de la ciudad de Alicante. Su moderada altura y su proximidad al mar le hacen disfrutar de unas vistas magníficas, que la hacen ser una enorme atalaya entre las playas del Postiguet y de la Albufereta. Esta es la sierra alicantina por excelencia que, con sus 173 metros de altura, ofrece un enorme balcón al Mar Mediterráneo.

Sin ser una sierra muy extensa, sí es lo bastante grande como para permitir unos recorridos variados y con cierto desnivel, que el grupo de Hendrik recorre una vez a la semana.

Y para conocerla me acerqué al punto de reunión del grupo de esta semana, la parada del Tram de La Goteta, barrio que debe su nombre al agua subterránea que abastecía en el pasado a unas casitas de la zona, que brotaba de la sierra gota a gota, abarca los característicos edificios de La Pirámide (oficialmente Edificio Montreal), y Excélsior II.

La sierra está compuesta por dos cerros, siendo el más occidental y pequeño conocido como Sierra de Santa Ana o del Molinet,​ donde existió una ermita dedicada a santa Ana derruida en 1823 y cuyos restos todavía pueden apreciarse.​ Ambos han sido usados como cantera de piedra arenisca destinada a la construcción, una gran cantera con la que se construyó buena parte del casco antiguo de la ciudad.

Desde la parada del tren echamos a andar en dirección a la parte suroeste de la Sierra, donde nace una suave senda que enseguida alcanza un rellano desde el que continuamos por el sendero de la derecha, en dirección a la cima de Santa Ana, situada a 105 m sobre el nivel del mar, nunca mejor dicho.

Desde este privilegiado mirador se tienen una de las mejores panorámicas del que es sin duda el lugar más emblemático de toda la ciudad, el Castillo Santa Bárbara sobre el monte Benacantil.

También disfrutamos de unas extensas vistas del mar, con la playa del Postiguet de fondo, hacia el lado oriental, el Cabo de las Huertas y al lado contrario, el puerto de Alicante y el Cabo de Santa Pola al fondo del horizonte, vistas que seguro muchos alicantinos no conocen, teniéndolas tan cerca.

Descendimos con cuidado por el sinuoso camino que serpentea bordeando la falda suroeste de la Sierra hasta, justo por encima de la estación de Sangueta y el Real Club de Regatas de Alicante.

Entre alambradas de protección del precipicio, la senda pasa junto a los farallones dejados por las antiguas canteras, al socavar la montaña, cuyas verticales paredes son ahora aprovechadas por los que practican la escalada, como tuvimos ocasión de comprobar.

Acercándonos a uno de los peñones, Hendrik nos retó a tratar de localizar la figura de un hombre entre las rocas. No era evidente, pero una vez que nos lo mostró vimos con sorpresa cómo, efectivamente, brazos y piernas parecían querer salir del peñasco.

Un poco más abajo, abandonamos el sendero para acercarnos a ver un alargado búnker y es que la Guerra Civil también estuvo presente aquí.

Todavía se conservan algunas trincheras y en sus proximidades, cerca del inicio de la ruta, estuvo el Campo de los Almendros, un campo de concentración preparado por los italianos para retener a militares republicanos, la mayoría de ellos refugiados en el puerto de Alicante, último reducto de las tropas leales a la Segunda República.

Recuperada la senda, nos dirigimos hacia el segundo cerro, bordeando los restos de un gran depósito, vestigio del pasado siglo, en el que estuvo instalada allí la refinería La Británica que creó un complejo industrial único en España con más de un kilómetro de pasillos y túneles excavados en las entrañas de la roca, con una veintena de enormes bóvedas de entre tres mil y cinco mil metros cúbicos de capacidad, que albergaban depósitos de combustible.

Al llegar a la vaguada que separa los dos montículos, comenzamos el ascenso hacia el Cerro de San Julián, un pequeño promontorio al sur de la Sierra, divido por una vaguada.

Tras seguir por el sendero de la derecha en una bifurcación, pronto pasamos junto a una silla construida con palés, desde la que se tienen unas formidables vistas hacia el mar.

Hechas las inevitables fotos de tan singular mirador, continuamos hasta alcanzar una amplia explanada ganada al cerro en la que se han repoblado árboles y flora autóctona, como el pino mediterráneo, en un intento de forestar la árida montaña.

Un poco más adelante, otro promontorio ofrece de nuevo espectaculares vistas hacia la ciudad y su litoral.

Continuamos por la senda que va junto al borde del impresionante acantilado, que por seguridad, está perfectamente vallado. Después de unos metros llegamos a la zona más complicada de la ruta, un desnivel de roca que hay que salvar trepando durante unos 20 metros, con la ayuda de una cuerda que hay colocada para facilitar el paso.

Una vez arriba, tuvimos unas magníficas vistas de los cortados de la sierra en su descenso, cayendo en picado hacia la playa, con el sol en retirada, comenzaron a verse las primeras luces.

Pasadas unas cerradas curvas, al alcanzar la parte más alta de la Sierra, disfrutamos de una estupenda panorámica de toda la ciudad y al fondo las grandes montañas de Alicante: El Maigmó, el Migjorn, el Cabeço d’Or, el Puig Campana y, más modesta, la sierra de Fontcalent.

La noche se nos echo encima y nos obligó a encender las linternas y frontales mientras la ciudad comenzaba a brillar mostrando sus avenidas y calles iluminadas como si fuesen ríos de oro.

De continuar hacia el este, bajaríamos hacia la playa de la Albufereta, donde se hallaron yacimientos de la Edad del Bronce de la ciudad y como curiosidad, una roca pintada como un gran cráneo de gigante. En lugar de esto, giramos para recorrer los acantilados de la zona norte, siguiendo una senda que deja la cota más alta del cerro a la izquierda, para iniciar un descenso suavizado por un par de zetas que dan paso a un bosque, en lo que se conoce como La Pinada, siguiendo por un camino que poco a poco va descendiendo y haciéndose más amplio.

A nuestra izquierda, justo donde hay plantados unos cipreses, se abre un espacio junto a una pared de rocas, en el que en lo alto hay una virgen dentro de una caja de metacrilato. Más adelante encontramos otra pared de roca, este lugar también es muy frecuentado por escaladores como lugar de entrenamiento.

Poco más abajo, un claro del bosque nos vuelve a ofrecer una nueva panorámica de la ciudad deslumbrante. Pasada una caseta, apenas perceptible en la oscuridad, descendimos el último tramo hasta llegar de nuevo a La Goteta, donde nos hicimos la foto que ponía el final a esta bonita ruta medio nocturna, a la que le otorgo 3,5 estrellas.

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