miércoles, 3 de julio de 2019

Excursión X188: Pico Aragüells

FICHA TÉCNICA
Inicio: Refugio de Coronas
Final: Refugio de Coronas
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 9,5 Km 
Desnivel [+]: 1078 m 
Desnivel [--]: 1078 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Nos disponemos a la tercera jornada pirenaica, la central y también a priori la mas dura, como así se confirmaría a lo largo del día. Tampoco la más bonita, aun siéndolo bastante, y la única en que la ida (todo subida) y la vuelta (todo bajada) iban a ser por el mismo camino. No sería la más larga (aprox 10km), pero si la que mayor desnivel acumularía (unos 1100 metros) y con la mayor pendiente media en la subida (superior al 20%), a lo que sumaremos la dificultad del terreno (piedras, rocas, nieve, etc..) y las incidencias meteorológicas (santo tormentón que nos cayó).

Ya desde la preparación de las excursiones ésta se planificó con dudas, el gran reto sería subir al Aneto, con más de 3400 metros de altura, si bien para ello sería necesario madrugar en exceso (he llegado a oír que a las 4h30’ de la mañana), para poder empezar a caminar cuanto antes. Pero, finalmente se opto por el plan B: El Pico Aragüells (‘solo’ 3048m). Cerquita del Aneto, pero casi 400 metros más ‘bajito’, menos exigente, y sobre todo: sin necesidad del mencionado madrugón. Como veremos, la elección fue un acierto.

Bueno, el caso es que iniciamos el día madrugando un poquito, ya que debíamos salir del hotel a las 8h40’ (tampoco es para tanto ¿no?), con el fin de llegar en coche a tiempo de coger un autobús en “Plan de Senarta” que salía a las 9h15’. A este llegaríamos por la carretera que va a Llanos del Hospital. Pero antes desayunaríamos ‘como Dios manda’ y nos provisionaríamos con los fantásticos bocadillos que nos preparaban cada mañana en el hotel. 

Cuando llegamos al autobús descubrimos que también lo iban a utilizar un grupo grande de excursionistas mayores (incluso más mayores que nosotros), por lo que el chófer nos ofreció meternos en un pequeño minibús que salió antes y que además era mas rápido.

El motivo por el que había que subir en bus fue que nos separaban 9 km hasta el punto de inicio de la marcha: El “Puent de Coronas”, junto al “Refugio de Pescadores de Vallibierna”. Y que estos se hacían por una pista que estaba en un estado bastante abandonado y que además tiene prohibido el acceso a vehículos particulares durante buena parte del año. Buena medida para preservar mejor la naturaleza, pero seguro que también por lo peligroso del camino, muy estrecho, labrado en las paredes casi verticales de la montaña en medio del precipicio y en el que resultaría complicado que dos vehículos se cruzasen.

Tardamos casi 40’ en subir esos 9 km, mucho, debido a la lentitud a que obligaban las características del camino. Íbamos solos en el minibús, con la excepción de un señor muy mayor que iba a pescar y que nos comentó que llevaba 70 años subiendo para ello a ese sitio: Andando, en mulo, y una vez construida la pista en carro, coche o autobús, como en esta ocasión. 

Una vez dejado el minibús y recogidas las mochilas y bastones (que venían en el autobús grande) comenzamos a caminar desde “Puent de Coronas”, a 1985 metros de altitud. Inmediatamente atravesamos un campamento de chavales, y caminamos por una zona de bosque, buen camino, y pendiente en continuo crecimiento.

Tras unos 2 km aproximadamente, siempre en ascenso, se iba difuminando el bosque, y la vegetación terminó por desaparecer casi del todo. Seguimos el ascenso en paralelo al río/cascada, que vierte desde el Pequeño Ibón de Coronas, ayudándonos a subir con sus bonitas vistas y el agradable ruido de sus aguas.

En este tramo vimos varias marmotas, que nos observaban con curiosidad, pero con más indiferencia de lo que lo hacíamos nosotros a ellas, sin duda estaban acostumbradas a presencia humana en su territorio.

En esta primera fase del ascenso el terreno era muy empinado y nuestro pequeño grupo, éramos 8, caminaba muy desagregado. Nos llevaría al “Pequeño Ibon de Coronas”, el primero de los ‘puntos clave’ de la jornada. Llevábamos unos 3 km andados y ya habíamos ascendido en torno a 650 metros. 

Al Ibón llegamos con sol y algo de nubes, incluso hubo quien (yo) se planteó el baño, o al menos meter los pies en el agua, que estaba demasiado fría, más que en los ibones de la jornada anterior. Además, en un pispas se encapotó el cielo y la bajada de temperatura me quito la idea de la cabeza. Nos reagrupamos, comimos algo, poca cosa, nos hacemos un sinfín de fotos, a nosotros y al paisaje. 

Continuamos la marcha, si bien no todos la reanudamos a la vez, ya que Olga en vez de recoger los trastos y arrancar se entretuvo en enviar un mensaje de voz protestando contra la dureza de la jornada. El ascenso hacia el “Gran Ibón de Cadenas”, el segundo punto clave, era cada vez más complicado, ya no había camino: Dábamos brincos de roca en roca, siguiendo las señales que nos indicaban perfectamente por donde dirigirnos.

Pasamos un primer tramo por nieve que ya estaba presente, blanda, por lo que, al menos por ahora, no eran necesarios los crampones, al contrario, a veces hundíamos la pierna.

La visión de este Ibón nos dejó boquiabiertos, aparecía con un tono azul turquesa, muy grande y con sus aguas parcialmente heladas, rodeado casi en su totalidad de nieve, y con El Aneto al fondo y el Aragüells a la izquierda.

En fin una maravilla. Lógicamente aquí tuvimos una nueva tanda de fotos. Llevamos algo más de 4 km y cerca de 800 de desnivel.

A nuestra izquierda y ya bastante cerca teníamos el Pico Aragüells, que yo definiría como ‘un afilado montón de rocas’, al que casi habría que trepar para alcanzar su cumbre. Pero antes deberíamos llegar a su base, al “Collado de Cregüeña”. Seguimos el camino, bueno todos no, es que Olga tenía que recoger la mochila y hacerse fotos, o vete tú a saber qué. De nuevo brincamos de roca en roca y cruzar nuevos tramos de nieve, para esta parte ya alguno de nosotros usó los crampones. 

Nos reunimos de nuevo en el “Collado de Cregüeña”, a 2914 metros de altitud, y con casi 5 km y 900 m de desnivel. Desde él podemos contemplar, al otro lado, el impresionante “Ibón de Cregüeña”, que si no me equivoco es el mas grande de los Pirineos.

El cielo estaba totalmente encapotado, e incluso empezamos a escuchar lejanos truenos, todo apuntaba a que íbamos a tener tormenta o al menos que iba a estar cerca. En este crítico momento, una parte del grupo decide proseguir y subir a la cumbre del Aragüells (3048 m), del que solo nos separaban unos 100 metros de desnivel casi vertical y de rocas. Otros, yo entre ellos, nos quedamos en el Collado tomando el bocadillo. 

Apenas inician el ascenso final escuchamos más truenos, cada vez más cerca, y empiezan a caer las primeras gotas. La cosa se ponía fea. Es por ello que nuestro jefe Antonio, que también se quedó en el Collado, decide con buen criterio que nos acabemos el bocata a toda prisa y nos larguemos cuanto antes. El caso es que él se acaba el bocata e inicia el descenso, y Olga y yo, con sólo medio bocata comido salimos tras él, bueno, una vez que Olga reconstruyo su mochila, claro. Mientras que los 5 restantes prosiguen el ascenso al pico. 

Decidimos que por seguridad, las piedras esas por las que brincábamos estaban mojándose, haríamos por la nieve todo lo que fuera posible. Cuando la alcanzamos nos ponemos los crampones, que si bien no eran del todo necesarios, sí nos permitirían caminar más rápido y con más seguridad. 

A ver, en multitud de ocasiones hemos caminado por la Sierra de Guadarrama con nieve, nevando, lloviendo, con ventiscas y tormentas, lo que nos podría llevar a pensar que ya estábamos acostumbrados a estas situaciones.

Pero, es que cada tormenta es cada tormenta, y cada montaña es cada montaña, y desde luego, no es lo mismo Peñalara, o Abantos, que esta zona de los Pirineos, de roca y a 3000 metros. En fin, que estábamos de verdad preocupados.

Tras varios tramos de nieve/roca alcanzamos de nuevo el “Gran Ibón de Coronas” y observamos que el resto del grupo ya había iniciado el descenso. Olga y yo íbamos a matacaballo siguiendo a Antonio, que nos metía prisa tratando de salir de la tormenta lo antes posible, que a estas alturas ya era de fuerte lluvia, incluso granizo y un sinfín de truenos.

El caso es que no tuvimos tiempo ni para hacer una foto de Olga con crampones y pantalón corto. Su aspecto era de lo más gracioso. Procuramos evitar los bastones y separarnos un tanto unos de otros por si algún rayo se antojaba de nosotros. En este sentido, posteriormente, una vez reunidos de nuevo todos, los que estuvieron en la cumbre nos comentaron como sentían el ruido de los campos eléctricos en los bastones con solo ponerlos horizontales, ni pensar en lo que hubiera sucedido si los alzan en vertical por encima de la cabeza.

Un rato después, ya en las proximidades del “Pequeño Ibón de Coronas” nos alcanza Ángel, el más adelantado del resto, y se paró aprovechando una oquedad en una roca y comer algo. Poco después nos adelanta Enrique, como un cohete.

Seguimos el descenso, ya por debajo del Pequeño Ibón y ante la tromba que seguía cayendo y calados hasta los huesos nos metemos en un minúsculo refugio/vivac, y cuando estamos en él nos adelanta el resto.

Salimos y ya seguimos juntos, bueno menos Olga, que por algún motivo extraño tarda un pelín más en arrancar del refugio ¿cambiarse de ropa, apañar la mochila?. Tenemos suerte, un momento después paró la tormenta, e incluso salió el sol, lo que permitió que se secara algo la ropa, pero no así ni muchos menos las botas, totalmente encharcadas.

Algo más abajo y al perder de vista a Olga, y ya en la zona en que empezaba el arbolado, me espero a ver si llega. Tarda mucho, por lo que retrocedo algo para salir a su encuentro, pero nada, que no llega. 

El caso es que teníamos que arrear, ya que corríamos riesgo de perder el autobús para bajar desde el “Puent de Coronas”. Antes de verla ya sabía que estaba cerca, se la oía canturreando algo así como ´todos los días sale el sol, chipirón’. ¡La que nos había caído, empapados, con prisa, y ella caminando solita, a su bola y canturreando lo del chipirón!, más feliz que un regaliz. Cuando llega va y me cuenta que se ha caído tres veces, y me suelta algo así como ¡todo me hace chop-chop menos el cho...!. 

En fin, creo que consigo ‘que se ponga las pilas’ y ya caminamos rápido tras el resto del grupo. Hemos pasado del tormentón al sol y al calor. Con el calor llegan las moscas, que se encaprichan en especial en la cabeza de Olga (he grabado un pequeño vídeo que lo evidencia, supongo que la canción del chipirón les gustaba mucho a estos bichos).

Y llegamos por fin al “Puent de Coronas”, nos sentamos en el pequeño “Refugio de Pescadores de Vallibierna”, en el mismo sitio en que nos había dejado el bus por la mañana. Que por cierto, aún nos tocaba esperar un rato, resulta que no era a las 18h00’, sino que a las 18h30’. Prudente margen que nos oculto Antonio, no vaya a ser que nos relajáramos en exceso.

Aprovechamos para estirar un poco, o para cambiar de calcetines (empapados por secos), y comentar las anécdotas del día. Los que llegaron a la cumbre nos cuentan lo de los campos eléctricos que detectaron y oyeron allí arriba, y las estupendas vistas que allí tenían y el riesgo que corrieron y lo imprudentes que fueron al subir, si bien no tuvieron ninguna incidencia. 

El autobús nos baja al “Plan de Senarta”, donde nos esperaban los coches. Ya sólo quedaban los nuestros, se ve que otros fueron más prudentes que nosotros ante la tormenta.

Llegamos al hotel, ponemos las ropas y mochilas a secar como podemos, y claro, las botas. Para estas utilizamos papel de periódico. Excelente método que alguno se sabía y que resultó de lo más eficaz. A la mañana siguiente las botas estaban listas para una nueva excursión. 

Nos sentamos en las mesas de entrada al hotel a tomar algo antes de la cena y a comentar la jornada, y aquí no faltó una merecida regañina para los que bajaron del Aragüells a lo bestia, en plan Rambo, olvidándose de los que iban mas despacio y la difícil situación que hubieran tenido en caso de algún resbalón. 

Cenamos como reyes, nos tomamos una copichuela y quedamos todos listos para una nueva jornada, la que sería mas bonita y concurrida: El Pico Salvaguardía, que ya será otra historia.

Excelente jornada, como todas las que tuvimos, si bien esta pelín menos bonita, ya que su fin era una cumbre y no la belleza del paisaje, con la aventura extra de la tormenta, bueno, y las moscas en la cabeza de Olga. La dejaré en 4 sicarias.
Jorge Montero

No hay comentarios:

Publicar un comentario