martes, 2 de febrero de 2021

Excursión X261: Senda de la ladera de Mojonavalle y Abedular de Canencia

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Aparcamiento del Puerto de Canencia
Final: Aparcamiento del 
Puerto de Canencia
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,7 Km 
Desnivel [+]: 420 m 
Desnivel [--]: 420 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 8

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Había ganas de acercarnos a ver alguna cascada con mucha agua tras las últimas lluvias y aunque no estaba previsto que pudiera ir a esta ruta, el destino quiso que fuera posible acompañar al grupo a contemplar las del Puerto de Canencia en el entorno de la loma de Majavilán.

Arrancamos en el aparcamiento del Puerto. con un día estupendo para caminar, tras dejar atrás la niebla en las zonas más bajas y haber contemplando, a la nos acerábamos al Puerto, el mar de nubes blancas que cubría el valle, ¡todo un espectáculo!

Pasamos junto a las bonitas lagunillas que se forman al lado de la carretera M-629, que une Miraflores de la Sierra con Canencia, y nos dirigimos hacia la fuente de la Raja, de la que manaba abundante agua por la hendedura que le da nombre.

Continuamos por la senda que sale a la izquierda de la pista y que, en dirección sur, pasamos por un estrecho portón giratorio la alambrada y enseguida nos introducimos en un denso pinar para remontar una empinada cuesta de unos 100 metros de altura en menos de un kilómetro.

Menos mal que las bonitas vistas y la preciosa imagen de la luz filtrándose entre los árboles y el verde musgo compensaba con creces el esfuerzo, que sin calentamiento previo, se hizo aún más patente.

A nuestro paso, pudimos contemplar los destrozos que la borrasca Filomena había causado en el pinar, tumbando árboles por doquier.

La bonita y encharcada Pradera de Navalpino nos dio un breve respiro, las vistas desde allí del mar de nubes fueron espectaculares. 

Una foto junto a una roca que se asemejaba la cabeza de un gorila y de nuevo nos internamos en el bosque para seguir subiendo, aunque eso sí, con una pendiente más suave.

Pero poco duró la alegría, porque dejamos la cómoda pista y seguimos por un camino que volvía a empinarse en dirección sur, para luego girar a la derecha, y al alcanzar un cortafuego desviarnos unos metros para acercarnos a un mirador natural proporcionado por unos riscos, con estupendas vistas al mar de nubes que se avistaban hacia el norte. Aquí nos hicimos las fotos de grupo, guardando las distancias de rigor.

Volvimos al camino, que al poco volvió a cruzar otro cortafuegos, entre varias zonas con nieve, residuos palpables de la última nevada, alcanzando un poco más adelante la cota más alta de la ruta. En ligero descenso, llegamos a la Boca de los Hoyos, con grandes charcos de agua en el camino.

Con las reconfortantes vistas del Prado del Toril, engalanado de verde y con el agua del arroyo del Toril inundando la explanada, divisamos el Redondel, una sorprende plaza de toros circular de grandes dimensiones construida con piedras de granito, jalonada en su interior con unas alargadas piedras verticales a modo de burladeros.

Además de las dimensiones de la edificación, sorprende el lugar de su emplazamiento, alejado de todo y en mitad de la nada. Sentados en su muro, calentitos al sol, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana.

Con reanudadas fuerzas, volvimos a ponernos en marcha. Cruzamos el prado para enlazar con la pista que en dirección noreste se adentra en el bosque, pero que dejamos enseguida para seguir por el camino que sale a la izquierda.

Al poco, llegamos al arroyo de las Chorreras, que con mucha agua inundaba la pista. Para no mojar las botas, la mayoría preferimos buscar un paso más adecuado unos metros arroyo abajo.

En plácido paseo, descendimos por el hermoso pinar de la Hoya de la Vieja hasta llegar al arroyo del Sestil del Maillo.

Este precioso arroyo tiene su cuna en la umbría del cerro Perdiguera, a medio camino entre los puertos de Canencia y la Morcuera. A su vera proliferan, formando un bosque de cuento, abedules, tejos, acebos y serbales, especies típicas de latitudes mucho más norteñas que conforman un bosque singular –el llamado abedular de Canencia–, recuerdo de los días de frío pelón de la última glaciación.

"Sexta", para los romanos, era la hora central del día, la de más calor, que designan tanto la costumbre de dar una cabezada después de comer como la que tiene el ganado de recogerse en lugares fresquitos para más o menos lo mismo. De ahí viene 'sestil', que es el nombre que reciben tales lugares y este arroyo, uno de los más sombríos de Madrid.

"Maillo" hace referencia a un manzano silvestre, cuyo fruto es más pequeño y menos sabroso que la manzana común y que debió tener por aquí algún representante del que heredó el apellido este arroyo.

Para cruzar al otro lado, descendimos en busca del puente que lo cruza, deleitándonos con los múltiples pequeños saltos que forma en su alocada carrera por entregar sus aguas al arroyo de Canencia.

Junto al puente, un esbelto tejo contempla el paso del tiempo como si no fuera con él, por algo es uno de los árboles más longevo del planeta.

Para deleite de nuestros sentidos, comenzamos a remontar la margen derecha del arroyo, lo más próximos a su cauce siempre que nos era posible, aunque en un par de ocasiones hay que separarse por no haber paso sencillo en su orilla.

Ni las fotos que hicimos con efecto seda del agua hacen justicia a la belleza de este lugar de cuento, que se ve amplificada al alcanzar la Chorrera de Mojonavalle, donde uno se sobrecoge con el espectáculo de contemplar cómo se despeña y brinca el agua entre las rocas. Éste es uno de los rincones más umbríos, húmedos y gélidos de la sierra de Guadarrama, como lo demuestra la cascada, muy a menudo helada.

Era grandioso el sonido ensordecedor del arroyo del Sestil precipitándose con fuerza por un pétreo tobogán en dos tramos con más de 50 metros de altura, con un torrente de agua tan abundante y espectacular como nunca habíamos visto antes.

Tras el espectáculo, iniciamos el regreso subiendo por la senda que al poco cruza un arroyo y acaba en el Centro de Educación Ambiental El Hornillo.

Allí paramos para que, em el cobertizo con mesas que hay a su lado, dar cuenta de los bocadillos, que como de costumbre fueron regados con el vino de Jorge S.

Terminado el descanso, solo quedaba regresar por la pista del GR-10 hasta el Puerto donde teníamos los coches, al que llegamos con una cada vez más densa niebla, que había ido subiendo desde que paramos a comer.

Las cañas de celebración del reencuentro con Olga y de fin de ruta nos las tomamos en el bar restaurante A Cuchillo, en Soto del Real, donde fuimos tratados como siempre magníficamente, haciendo que esta excursión alcanzase la máxima calificación, 5 estrellas.
Paco Nieto

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