lunes, 17 de diciembre de 2018

Excursión X158: Las Dehesas de Guadarrama

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
Guadarrama
Final: Guadarrama
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 16,7 Km 
Desnivel [+]: 521 m 
Desnivel [--]: 521 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 6

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Lo que iba a ser un corto paseo por las dehesas de Guadarrama y Los Molinos acabó en una larga excursión con varios alicientes añadidos sobre la marcha.

Iniciamos la ruta en el aparcamiento del área recreativa del Gurugú, situada a la salida de Guadarrama por la antigua N-VI en dirección al puerto del Alto del León. Descendimos hacia la carretera, jalonada por enormes hitos cilíndricos acabados en cono, llamados "picutos", que siempre han llamado mi atención.

Están enfrentados de dos en dos, situados a ambos lados de la carretera por el Alto del León entre Guadarrama, antiguo Camino Real de Castilla, el primero en la salida lado Segovia, y el último en San Rafael en la entrada lado Madrid, formando un total de cinco pares.

Aunque pudiera parecer que servían para señalar el camino cuando estuviera nevado, su verdadera función era impedir la circulación nocturna mediante el cierre con cadenas y evitar así el robo de madera, la caza furtiva y el esquivar el pago del peaje establecido. En este enlace se de mucha información sobre este tema.

Giramos a la izquierda para seguir por la calle Canfranc y salir a la urbanización Miranieve, donde enlazamos con el Cordel de la Calleja de los Poyales, de arraigada tradición trashumante, dejamos a nuestra derecha Prado Herrera, con extensas fresnedas, con sus troncos exageradamente gruesos en comparación con el enclenque ramaje, el cual suele cortarse al cero cada poco para alimentar al ganado en invierno, dejándolos trasmochos.

Cruzamos el arroyo del Tejo, que poco antes de dos kilómetros aguas abajo desemboca en el río Guadarrama. En el Descansadero de la Calleja de los Poyales paramos junto al abrevadero del Rasillo, situado en una extensa pradera que lucía un hierba recién cortada.

Unos pocos de metros más adelante dejamos la vía pecuaria para seguir por nuestra derecha, bordeando la finca de los Poyales, donde numerosos caballos, muchos blancos, retozaban a lo lejos. Continuamos en dirección noroeste hasta cruzar el Cordel del Toril, que en este tramo sirve de límite con Los Molinos.

Un poco más adelante el camino estaba lleno de charcos, consecuencia de las últimas lluvias, mientras nos recreamos con las bucólicas imágenes de los fresnos en las dehesas.

Amantes de la humedad, el fresno formaba antaño apretadas masas en las jugosas navas del piedemonte guadarrameño. Fresnedas que fueron pronto adehesadas, esto es, cercadas y aclaradas para favorecer el desarrollo de pastizales, y que, estabilizadas desde hace siglos, trazan la amistosa frontera entre el hombre y la sierra desde El Escorial hasta Guadalix, pasando por Manzanares el Real.

Enseguida divisamos a nuestra derecha otro abrevadero, éste en el interior de la Dehesa, a la que se accede por un portón sin candado. Junto a ella nos hicimos la foto de grupo. Y un poco más adelante, al otro lado del camino, se encuentra una fuente entre las rocas, cercana a la Ermita Virgen del Espino, a la que nos acercamos a continuación.

Desde 1962 se alza sobre un mogote granítico, coronada por una campana con enormes vistas: de la Peñota, de Siete Picos, de la Bola del Mundo, de la Maliciosa..., así como al ejército de chalés que, desde Villalba hasta Cercedilla, ha desalojado a las fresnedas de las frescas riberas del curso alto del Guadarrama.

Continuamos hacia el norte, dejando a nuestra izquierda Prado Montero, cruzamos el arroyo de las Atalayas, llegando al pequeño embalse de los Irrios, que dejamos a nuestra derecha tras acercarnos a su presa, para seguidamente cruzar por un puente de piedra las vías de ferrocarril, continuando, tras cruzar un portón, en ascenso por una bonita pista entre pinos en la zona conocida como los Barrancos.

Alcanzada la máxima cota del día, iniciamos el descenso hacia la estación de Tablada, a la que llegamos al enlazar con la calle de la Estación. Allí nos tomamos el tentempié de media mañana mientras esperábamos ver llegar a un tren de cercanías procedente de Cercedilla.

Tras el paso del tren, cruzamos las vías y descendimos con fuerte pendiente siguiendo el cauce de un arroyuelo, que nos conectó con el Cordel de Valladolid desde el cual, en dirección sureste, nos hace retomar la Dehesa de los Poyales, que rodeamos pasando junto a una fuente abrevadero de tres pilones.

Volvemos a cruzar el Arroyo del Tejo y al poco, pasamos entre unas instalaciones abandonadas en El Retamar, a nuestra izquierda y un Sanatorio Militar, a nuestra derecha, descendiendo por un estrecho y pedregoso paso.

Como íbamos bien de tiempo, a alguno se le ocurrió subir a un cerro rematado con una cruz, para lo cual dejamos la espléndida pista para desviarnos a la derecha, cruzar la antigua N-VI y ascender por una pista que al final se estrecha y complica con jaras y zarzas.

Tras la fuerte pendiente, por fin alcanzamos el cerro de las Encinillas y su enorme cruz de piedra, con una inscripción que indica "Cruz de los Sanatorios 1952", algo borrosa, desde la que se tienen unas magníficas vistas de las dehesas.

Después de la fotos de rigor, regresamos por la pista, cruzamos de nuevo la N-VI y volvemos a conectar con el Cordel de Valladolid, que nos lleva a las primeras casa de la urbanización Monte Pinar, continuando por la avenida de las Acacias hasta llegar de nuevo al aparcamiento del área recreativa del Gurugú, donde finalizamos esta excursión que bien se merece 4 estrellas.

En el restaurante Entrevías Casa Isidro de Villalba celebramos con una estupenda paella la finalización de esta ruta y brindamos con todos los compañeros que pudieron acercarse, por las fiestas y por más excursiones el año que viene.
Paco Nieto

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