lunes, 19 de noviembre de 2018

Excursión X154: San Lorenzo de El Escorial otoñal

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
San Lorenzo de El Escorial
Final: San Lorenzo de El Escorial
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,9 Km 
Desnivel [+]: 513 m 
Desnivel [--]: 513 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 3

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
En otoño es lugar obligado acercarse a la Herrería para disfrutar de los colores del otoño, y es lo que hicimos aprovechando que esta mañana el tiempo parecía darnos una tregua entre tanta lluvia.

Iniciamos la ruta en la explanada del campo de fútbol de San Lorenzo de El Escorial, junto donde termina la tapia del Monasterio.

Descendimos por la Calleja Larga, que va a dar al Albergue de Santa María del Buen Aire, y antes de llegar a su entrada, señalizada por un par de enormes hitos, nos desviamos a la derecha para acercarnos a ver una capilla, que suponemos se utilizará en alguna romería.

Enlazamos con una senda que en dirección suroeste se dirige a la Silla de Felipe II rodeando el mencionado albergue, pero antes de llegar a la carretera M-505, nos desviamos a la derecha para conocer la Fuente de los Capones, de la que no manaba ni una gota de agua.

Continuamos por el Camino Silla de Felipe II, coincidente con el GR-10, bajo un bosque de robles que nos ofrece sus mejores colores de ocre y amarillo, que el suelo intenta acaparar.

Poco antes de llegar a la carretera, cruzamos el arroyo del Batán y pasada ésta, el arroyo de Carbonel, que se une al anterior pocos metros más abajo. Un cruceiro nos indica que estamos cerca de la Ermita de la Virgen de Gracia, a la que nos acercamos para verla más de cerca. Frente a ella hay una gran fuente y una cruz conmemorativa de la coronación canónica de la Virgen.

Al poco, dejamos la carretera para seguir a nuestra izquierda las marcas del GR-10, ascendiendo por la preciosa senda que con grandes rocas recubiertas de musgo y miradores naturales alcanza la planicie donde está situada la Silla de Felipe II.

Junto a la silla existe una roca caballera que desde uno de los ángulos parece una paloma y desde el contrario una cara de guerrero, lo que le ha hecho acreedora de connotaciones propias de Dios de la guerra y la paz. Desde este lugar se dice que Felipe II vigilaba el avance de las obras del Monasterio, que se iniciaron en 1563 y finalizaron en 1584.

Fue en 1561 cuando Felipe II decidió la actual ubicación del Monasterio y adquirió los terrenos donde habría de construirlo, así como los colindantes necesarios para crear un coto real de caza y disponer de pastos para el ganado y huertas de abastecimiento de los monjes. Todo ello lo cercó con un muro de piedra de 2 metros de altura y 50 Km de perímetro.

Desde este privilegiado mirador, las vistas del colorido bosque de la Herrería, en contraste con el sobrio Monasterio, son impresionantes. Tras las inevitables fotos, continuamos el ascenso por el GR, llegando enseguida a otro mirador junto a unas grandes rocas, acondicionada con escalones, también de impresionantes vistas. Unos pasos más allá nos ponen junto a la Casa del Sordo, levantada como vivienda del guardabosques, al que apodaban el Sordo.

Al llegar a la entrada de la finca de los Ermitaños de Arriba, dejamos el GR-10, desviándonos a la derecha para, en dirección noreste, enlazar nuevamente con la Carretera de la Herrería, que seguimos a nuestra izquierda.

Entre jaras, quejigos y madroños -cada cual identificado con su correspondiente cartel- llegamos a la cueva del Oso. Con apenas desnivel pasando junto a tejos, piornos, robles melojos, sauces, tilos, fresnos, castaños, avellanos, agracejos, endrinos helechos, escaramujos y rocas recubiertas de musgo, todo un jardín botánico en pocos metros, hasta alcanzar la fuente de la Reina, donde es obligado parar a beber agua y tomarnos el bocadillo en una de sus mesas, mientras contemplamos toda la naturaleza que habita en este mágico rincón.

Continuamos unos metros más por la antigua carretera que subía al puerto de la Cruz Verde, maravillados por los robles y castaños de su entorno. Dejamos la carretera para seguir la senda que bordea la tapia de la finca El Castañar, y en su extremos norte, giramos a la izquierda para seguir una senda que pasa por una bonita pradera y enlaza de nuevo con con la antigua carretera.

Al poco, cruzamos la carretera M-505 y a continuación por un puente, el arroyo del Batán, al que acompañamos por una pista que enseguida da a una destartalada verja y un descuidado jardín, lleno de matorrales y rastrojos que fue la entrada al edificio del bar-restaurante que aprovechó el edificio del antiguo Batán.

La edificación del Batán, emplazada en la parte alta del río Aulencia, entre una frondosa vegetación, es una de las que mejor se conservaron de todas las construcciones hidráulicas del siglo XVI. Esta situada en un idílico lugar, junto al arroyo que toma su nombre, donde manaba una fuente y que fue construida para abatanar y lavar la ropa del convento y la lana que los monjes jerónimos vendían al estar obligados a venderla lavada.

La operación consistía en batir o golpear el paño y apelmazar el pelo. Para ello en su planta baja existieron varias pilas y chimeneas para desarrollar esta labor y un estanque con sus albañales y conductos cubiertos mediante losas que podían retirarse para lavar la ropa si era preciso. En este enlace se dan más detalle de él.

Un poco más abajo el arroyo es remansado en la presa del Batán, que para nuestra delicia ofrecía unos bonitos reflejos de las nubes en sus aguas. Era la primera vez que visitaba este embalse y el recuerdo que me llevo no puede ser más grato.

Remontamos el lecho del embalse hasta el comienzo de la presa, para continuar, en dirección noroeste, entre encinas y robles hasta alcanzar el Paseo de Carlos III, que cruzamos para ascender junto al arroyo de los Castaños, hasta vadearlo y enlazar con el famoso camino de La Horizontal, que seguimos en dirección noreste.

Al poco, cruzamos el arroyo del Arca del Helechal, pasamos un portón y llegamos al romántico restaurante La Horizontal, continuando hasta situarnos debajo de la presa del Romeral y de allí, por las calles del pueblo buscamos un bar en la plaza del ayuntamiento para tomarnos las cervezas de premio.

Solo quedaba bordear el monasterio y llegar al aparcamiento del campo de fútbol donde habíamos dejado el coche., cerrado el círculo que forma esta otoñal excursión, que bien se merece 4,5 estrellas.
Paco Nieto

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