Distancia: 15,3 Km
Desnivel [+]: 380 m
Desnivel [--]: 380 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 12
Desnivel [+]: 380 m
Desnivel [--]: 380 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 12
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
RESUMEN
Kika tenía noticias de una necrópolis cercana a Alfarara, lo que unido a que por la zona se encuentra la Cova de les Finistres, ya daba para una ruta uniendo ambas opciones, por lo que quedamos en Alfafara, un pueblo del norte de la provincia de Alicante, que se encuentra enclavado en la comarca del Condado de Cocentaina, en la falda norte de la Sierra de Mariola, en un pequeño valle (La Valleta) formado entre el Parque Natural y la Sierra de la Solana, muy cercana a municipios como Agres, Bocairent o Ontinyent.
Pueblo con reminiscencias íberas, fue un lugar musulmán como lo demuestra su nombre árabe alfawara, que significa fuente o surtidor y que, probablemente hace referencia a la Peña del Chorro, salto de agua que cae con fuerza en épocas de lluvia.
Tiene poco más de 400 habitantes. Aquí un vídeo con lo más destacado del pueblo.
Echamos a andar bajo las banderas de su Ayuntamiento, en dirección a la Iglesia de la Transfiguración del Señor, de estilo románico. y unos metros más adelante, nos dirigimos al lavadero municipal, todavía operativo, y al que se llega por un estrecho callejón de apenas medio metro de ancho, su agua procede del excedente de la fuente de los Dos Chorros, símbolo de identidad del pueblo.
Fue construida a principios del siglo XIX, a ella se conducen las aguas procedentes del manantial Cova de la Font. El pueblo de Alfafara se ha abastecido directamente de la misma hasta la construcción del depósito de agua municipal.
Salimos a la carretera CV-700, donde hay una cruz. Continuamos al otro lado, por el camino que, en dirección noroeste, pasa junto al puente romano o Assolat (Asolado), de bella presencia y varios siglos de antigüedad, que salva el barranco procedente de la Font de l'Assut.
Es un puente de mampostería formado por un sólo arco de 8,8 metros de luz. Posee una longitud total de 34 metros, con una anchura de 4,8 metros y una altura hasta el cauce de 10,5 metros.
Su construcción se ha querido atribuir a los romanos, como creen las gentes de la zona, y de ahí su otro nombre. Pero, es más admisible situar su origen en el s. XVIII, época de Carlos III.
La causa de este particular nombre “Desolat” o "Assolat", tiene sus orígenes en el año 1884, el “Any del Diluvi”, como lo bautizaron algunos autores; y también, como reflejan algunos textos de la época: “se abrieron las cataratas del cielo y vertieron sus aguas sobre la comarca”.
Las arrasadoras lluvias de la naturaleza no tuvieron piedad con esta obra de la mano del hombre, derrumbando parte de su estructura, de tal forma que una vez amainada la tormenta presentaba un aspecto tan “desolado” que le valió su nombre.
Formaba parte del antiguo camino de comunicación de Alfafara hacia Bocairente, hasta que se construyó la carretera actual, quedando apartado del tráfico principal.
Continuamos en suave descenso, con una temperatura ideal para caminar y cielo despejado. Cruzamos unas antiguas vías de ferrocarril, que unían Villena con Alcoy y Yecla (VAY), hoy convertidas en Vía Verde. Le llamaban el tren Chicharra, debido a su aspecto exterior y al monótono ruido de las máquinas. Más información aquí.
Descendimos ligeramente hasta llegar al puente que cruza el Barranco del Pantanet, continuando por la estupenda y ancha pista de tierra que se dirige al encuentro con la carretera CV-81. Atravesamos un pequeño pinar que nos proporcionó una estupenda sombra, que agradecimos porque el sol comenzaba a calentar el ambiente.
Antes de alcanzar la carretera, nos desviamos a la derecha para acercarnos a conocer Necrópolis del Mas del Pou, llamada así por estar cerca de unas casas precedidas por un pozo, junto al que pasamos.
Hay que subir una loma rocosa de unos 50 metros de altura, pero merece la pena.
Las tumbas son de origen íbero-romano, aunque hay cierta creencia a catalogarlas como fenicias. Fueron descubiertas hace menos de un siglo, en el año 1933, por el arqueólogo, epigrafista y experto en el estudio de la cultura íbera Pierre Paris, que excavó el lugar.
Estudios realizados revelan que la necrópolis ya era utilizada como zona de enterramientos durante la Edad de Bronce, entre el 2200 y el 1500 a. C. Sin embargo, las tumbas que allí se encuentran están datadas entre los siglos V y VII de nuestra era, por lo que todo parece indicar que su origen es romano o íbero-romano.
Las sepulturas, aparecen a primera vista diseminadas de forma irregular por la meseta, sin al parecer guardar orden, aunque siguen una dirección determinada en el conjunto, y que es, la misma del valle o sea NE a SO. Se han contado 57 tumbas. La forma, generalmente, es la de una caja mortuoria mas ancha por un extremo que por el otro, obedeciendo, sin duda, a la forma del cuerpo, y sus medidas varia, habiendo para cuerpos menores y mayores, oscilando entre 1'50, 1'70 y 1'78 metros de largo por 0'40 metros en su parte mas ancha y 0'35 metros en la estrecha; su profundidad es de 0'40 metros a 0'50 metros.
Tras las inevitables fotos, algunos poco supersticiosos simularon estar muertos en ellas, regresamos sobre nuestros pasos hasta alcanzar de nuevo el Barranco del Pantanet, giramos a la izquierda y seguimos una bonita senda paralela al barranco, un poco más adelante nos acercamos a ver una bonita cascada de agua que forma el Pantanet, de unos cuatro metros de altura, con un precioso entorno en la entrada del barranco.
Unos metros más adelante, pasamos junto a las ruinas del molino del Pantanet, del que se tiene conocimiento de su existencia gracias a un acta de compraventa fechada en septiembre de 1637 y de un acta municipal de 1644 en la que, mediante subasta pública, se alquila la explotación del molino por un tiempo determinado a un vecino molinero. Es una pena el lamentable estado de ruina en el que se encuentra ahora.
Más abajo, encontramos el Molino Rupestre, excavado en su totalidad en la roca calcárea, en bastante buen estado de conservación.
Se especula mucho en lo referente a los orígenes de esta sorprendente infraestructura en el río Pantanet, aunque, por la forma de estar todo su recinto horadado, podría proceder de la Edad Media, o de la época morisca.
En su interior encontramos una antigua piedra de muela circular de 1’34 m. de diámetro por 30 ctms. de espesor, rodeada por una cinta metálica y con un agujero cilíndrico central. En la parte más profunda, se encuentra una estancia en la que se ha picado, también en la roca, un pesebre donde depositar el alimento para los animales.
En el suelo de la parte central de esta estancia existe un agujero que da acceso a una acequia subterránea, por donde circularía el agua, procedente de un depósito excavado en la parte superior del molino, que al caer sería capaz de mover la muela.
Desde el azud, que hay justo al lado, pequeña presa construida en sillería, se derivaba el agua hasta el molino. En la cueva se observan, todavía, las esclusas de entrada del agua que hacían girar la única muela del molino, que era utilizada para realizar la molienda de trigo, necesaria para los habitantes de esta comarca.
Cuenta, además, con petroglifos rupestres con formas geométricas, cincelados en las paredes de la cavidad, donde unas cruces y cuadrados presentan morfologías variadas, siendo algunas de ellas de tipo compuesto con peanas u orlas.
Junto a la entrada del molino paramos a tomar el tentempié de media mañana, deleitados por el sonido del agua en su lento descenso por el barranco.
Explorado el molino, volvimos sobre nuestros pasos para luego dejar el barranco y girar a la izquierda para conectar con el sendero PR-CV 389.
Asciende en dirección norte, entre romero, tomillo, pebrella y otros matorrales hacia el Cabeçó de Maó, con el bellísimo paisaje del barranco del Pantanet a nuestra izquierda, aunque está un poco desolado tras el incendio que se produjo en su loma en septiembre de 2011.
En la calcárea cima del Cabeçó de Maó (603m) nos adelantó un grupo de ciclista a una buena velocidad gracias a ser todas las bicicletas eléctricas, ¡así ya se puede!
Por unos escalones labrados en la roca descendimos hacia el Mirador del Toll Negre (Charco Negro), en el que hay una plataforma de madera que se encuentra en un lamentable estado de conservación, con cierto peligro de derrumbe, que no impidió que los más atrevidos nos hiciéramos un montón de fotos.
Desde aquí las panorámicas de los cortados del barranco son extraordinarias.
Tras disfrutas de tan excelentes vistas, continuamos el descenso por el PR-CV 389, que en este tramo es una bonita senda, que entre arbustos baja a la búsqueda del Barranco de la Cova de les Finestres, pasando antes junto al Bancal Redó, una balsa abandonada y en lamentable estado de ruina, que en tiempos serviría para facilitar el riego de los cultivos de la zona, hoy día mayoritariamente abandonados.
Buscamos el mejor sitio para cruzar el barranco, unas grandes piedras facilitaron la tarea y desde el otro lado, proseguimos hacia la derecha, en dirección este, hacia las proximidades de las vías del tren que une Játiva con Alcoy.
Pasamos junto a un puente de hierro de este trazado y, cercano a él, junto a un apeadero en ruinas.
La línea es de vía única y está sin electrificar. A partir de este año están previstas obras de mejora que contemplan la sustitución de todos los elementos (carril, travesías, balasto y aparatos de vía), en un total de 64 km para electrificarla y mejorar su seguridad, renovando pasos superiores e incrementando la sección de túneles.
La senda desciende suavemente hacia hacia la Cova de les Finistres (Cueva de las Ventanas), a la que llegamos tras cruzar de nuevo el barranco, esta vez mucho mejor acondicionado.
Sorprenden estas curiosas excavaciones, que cuentan en su interior y parte alta de un grupo de pequeñas cavidades en la roca con oberturas cuadradas a modo de ventanas, situadas sobre una gran cueva natural utilizada regularmente hasta hace un siglo para encerrar rebaños.
Tras diferentes interpretaciones lo más probable es que estas cuevas fueran graneros de la época islámica medieval, probablemente de origen bereber, ya que son idénticas a un modelo de graneros del norte de África pertenecientes a esta etnia.
Sus recovecos y estancias, a las que se accede por una plataforma de madera, se unen por intrincados pasadizos horizontales y verticales que fue muy entretenido recorrer.
Hay un total de 13 abertura, mayoritariamente de forma rectangular casi todos son cámaras acabadas, excepto una que solamente está iniciada y otras dos que son muy reducidas. Con unas medidas bastante similares (2,5 x 3 o 2,5 x 4 m en planta x 1,8 aprox. de altura) algunas cámaras están intercomunicadas y en algún caso una ventana da paso a dos cámaras.
Por muchas razones este grupo es bastante singular. Por un lado, de las cuevas naturales modificadas y accesibles las cámaras más bajas son accesibles por un pozo chimenea a 3 m del suelo.
Dentro se cuentan hasta 5 grandes silos y otra chimenea ascendente, pero que no lleva a comunicar con el nivel superior. En este vídeo se ve cómo son por dentro.
Junto a la cueva dimos cuenta de los bocadillos mientras descansábamos en animadas charlas. Con las fuerzas renovadas emprendimos el regreso ascendiendo por la Solana del Rio, siguiendo la zigzagueante senda, que en poco sube 100 metros de altura, hasta conectar de nuevo con el sendero cómodo PR-CV 389, que a poca distancia alcanza la Mas de la Solana de Carbonell, también llamada Mas d’Enmig (Masía de Enmedio), que está en un avanzado estado de ruina, con los techos hundidos y una parra aferrándose a sus ajados muros, que le da un cierto aspecto romántico.
Unos metros más abajo, llegamos a la fuente Carbonell, recoleto rincón, a la sombra de unas espectaculares encinas, lástima que no tuviera agua.
Pasamos junto a la Mas de Carbonell, también en lamentable aspecto de ruina. Aquí abandonamos el PR-CV 389, que baja directo a Alfafara, pero nosotros continuamos rectos para, pasado un kilómetro, llegar a la Ermita de la Virgen de la Luz y de San Antonio Abad, construida entre los años 1770 y 1774, año en que fue bendecida por los entonces vicario de la parroquia de Alfafara.
La ermita se levanta en una loma y en la cercanía de un bosquecillo de pinos. Delante de la ermita hay una pequeña explanada cercada de cipreses. Tiene unas mesas de madera y fuente donde descansar.
La fachada es austera, sin más adorno que la puerta y un ventano sobre ésta y la espadaña que la culmina. En su interior cuenta con un retablo de estilo neoclásico renacentista, en las pilastras del presbiterio están pintadas, la Virgen a la izquierda y San Antón a la derecha sobre grupos de ángeles.
Enfrente está la derruida Casa de la Creu de la Valleta, a la sombra de unos alargados pinos, su nombre es en referencia a una cruz de término que separaba los lindes de los campos de Alfafara y Agres, para que los pastores supieran deslindar los pastos.
La Valleta alude al Valle de Agres, entre la sierra de Mariola y la de Agullent.
Regresamos a Alfafara por la ahora vía verde del ferrocarril de Villena a Alcoy y Yecla (VAY), el tren Chichara que comentamos al principio.
A ambos lados de la vía, los campos hacían muy agradable el descenso, unos verdes y otros con impresionantes mantos de flores blancas que parecían de nieve.
Entramos en el pueblo por el camino del cementerio, por la carretera a Agres, la CV-700. en el café Xavis nos tomamos las cervezas y cafés de fin de ruta, dando así por terminada esta interesante excursión cargada de sorpresas, que califico con 5 estrellas.
Paco Nieto
FOTOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario