miércoles, 23 de julio de 2025

Excursión X530: Puesta de sol en Collado de la Mina

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Alto del León
Final: Alto del León
Tiempo: x a x horas
Distancia: 11 Km
Desnivel [+]: 244 m
Desnivel [--]: 244 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 9

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Queríamos dar un paseo con los convalecientes del grupo y elegimos ver la puesta de sol por los alrededores del Alto del León.

Iniciamos la marcha ascendiendo por la antigua carretera del puerto a Peguerinos, que cada vez está más intransitable para los coches en el lado de Madrid, suponemos que desde hace años la han abandonado a propósito a su suerte y ya tiene baches que se tragan un camión.

Con algo de fresco, tras el bajón de las temperaturas, pasamos junto a un búnker muy bien conservado.

Es uno de los muchos que abundan en la zona, donde estuvo en la Guerra Civil la línea del frente que separaba las tropas franquistas, asentadas aquí, de las republicanas, situadas en la Jarosa.

A la derecha dejamos una cruz, de las pocas que quedan en pie de lo que fue un Vía Crucis, a poca distancia hay otra partida en el suelo. 

Le siguen las antenas de uso militar que coronan el puerto, pertenecientes a la Escuadrilla de Transmisiones nº 3 del Ejército del Aire.

La tercera cruz en pie se encuentra al final del recinto. Pasado un portón, continuamos por la carretera, acercándome a ver otro de los búnker, a la izquierda, muy cerca, usado como puesto de ametralladora.

Hay que tener en cuenta que el denso bosque que hoy circunda la zona, no existía por aquel entonces, gozando estos puestos de una amplia visibilidad de la que ahora carecen.

Pasamos junto a otras dos cruces caídas, y que por la maleza, pasan casi desapercibidas desde la pista.
Hay que conocer su situación exacta o buscarlas a propósito para dar con ellas.

Un poco más adelante, nos desviamos ligeramente de la carretera para contemplar la fuente de las Hondillas, construida con un amplio frente en piedra y a su lado un alargado pilón. Allí nos hicimos la foto de grupo.

Retomado el camino del Vía Crucis,  proseguimos en animadas charlas de reencuentro que nos ayudaron a ponernos al día de cada uno. Al llegar a un alargado banco de cemento, nos desviamos ligeramente a ala derecha para contemplar otra cruz tirada en el suelo.

Proseguimos, en moderada pendiente, con otra cruz tirada, hasta llegar, tras una cerrada curva, a lo que fue el altar donde terminaba el Vía Crucis.

Una enorme cruz, partida en dos es lo único que queda de él. Suponemos que fue derribada a propósito o por "causas naturales", aunque dada la envergadura y el estar construida con hormigón, sospechamos que fue por lo primero. Unas flechas de la Falange grabadas en su fachada pudieron contribuir también a ello. En total quedan 9 cruces de las 14 que debió tener el Vía Crucis.

Tras unas fotos, continuamos por la pista, llamada de la Mina, por conducir al collado donde, cerca, está situada la mina de wolframio que le da nombre.

Ahora la pista gana un poco de pendiente y se adentra entre pinos por la ladera de la Gamonosa, hasta alcanzar el Collado de la Gasca, dándonos una momentánea tregua la subida.

A nuestra izquierda se entreveía la plateada silueta del embalse de la Jarosa el Altar Mayor, del famoso Vía Crucis del Valle de los Caídos o Cuelgamuros y por su puesto, la enorme cruz distintiva del lugar.

Tras la larga cuesta, pasamos junto a la Cantera de la Mina, a pocos metros de alcanzar el cercano Collado de la Mina, antes llamado de la Cierva.

Pasamos la doble barrera que han instalado, una abierta y la otra fácil de levantar porque han roto la cerradura, y buscamos un claro a la derecha desde el que tener buenas vistas.

Aún quedaba un rato para la puesta del sol, lo que aprovechamos para dar cuenta de los bocadillos mientras contemplábamos su lento descenso crepuscular.

Unos chocolates de Pepa y unas magdalenas de Ara, en honor de Carlos R, que ha estas horas estaba en un sitio mucho menos bucólico (esperamos tu pronta recuperación), nos deleitaron la espera.

Fiel a su cita con la noche, el sol fue abrazando las montañas del horizonte, dejando un rastro de cielo enrojecido como señal de su desgarradora negativa a ocultarse.

Como en el fondo soy de ciencias, no tengo más remedio que quedarme con una explicación menos poética de este, no por cotidiano, espectacular fenómeno.

Se debe a la dispersión de la luz, efecto de Rayleigh, como consecuencia de la interactuación de la luz solar con las partículas de la atmósfera.

Cuando el sol está bajo en el horizonte, sus rayos deben atravesar una mayor cantidad de atmósfera antes de llegar a nuestros ojos que cuando está perpendicular, al mediodía.

La luz azul, con una longitud de onda más corta, se dispersa con mayor facilidad, mientras que la luz roja, con una longitud de onda más larga, viaja más directamente. Por lo tanto, al atardecer, vemos la luz roja y naranja que no fue dispersada, creando los tonos rojizos y anaranjados que tanto nos sorprenden.

Nos quedamos hasta los últimos rayos de sol, emprendiendo enseguida el regreso por el mismo recorrido que el seguido para llegar hasta allí.

La temperatura pronto comenzó a bajar y tuvimos que abrigarnos un poco, y eso que la loma de Cabeza de Líjar nos protegía del refrescante viento.

Poco a poco la noche fue cayendo sobre nosotros y sin luna, nos obligó a echar mano de los frontales y linternas, mientras a nuestra derecha las infinitas luces de los pueblos de Madrid y de los coches de la autovía A-6, antes de desaparecer bajo el túnel de Guadarrama, iluminaban la extensa planicie madrileña.

Antes de llegar al puerto, apagamos por un momento las linternas para intentar contemplar las estrellas, a ver si con suerte veíamos alguna fugaz procedente del paso de la Tierra por la cola de un asteroide, las Delta Acuáridas, una lluvia de estrellas que alcanza su pico máximo entre el 28 y el 31 de julio, aunque su actividad se extiende desde mediados de julio hasta mediados de agosto.

Las Delta Acuáridas son menos intensas que las Perseidas, pero aún ofrecen un espectáculo visible, especialmente en zonas con poca contaminación lumínica.

No tuvimos suerte, quizás por ser demasiado pronto, y continuamos el recorrido bajo el manto de las estrellas, que no por fijas, son menos preciosas.

Esperábamos poder llegar a tiempo a tomar un café al bar del puerto, pero por cinco minutos lo encontramos cerrado, aunque no hay café en el mundo que compense los minutos que dedicamos a la puesta de sol y las estrellas.
Paco Nieto

FOTOS

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