Distancia: 15,1 Km
Desnivel [+]: 519 m
Desnivel [--]: 519 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 9
Desnivel [+]: 519 m
Desnivel [--]: 519 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 9
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
RESUMEN
De nuevo buscamos zonas de sombra con las que aplacar las cálidas temperaturas esperadas en este verano adelantado y la propuesta no podía ser mejor: los molinos de Bañeres que jalonan el río Vinalopó y, para mayor emoción, buscar la Cueva Serrella y subir al pico de la Peña de la Blasca, un 3x1 irrechazable, que prometía agua, sombra y espectaculares vistas.
Para no tener que mover coches y evitar de paso tener que pagar el aparcamiento de la zona recreativa del Molino de la Umbría, dejamos los coches frente a la Brasería La Moreneta, a las afueras del pueblo.
Hasta 1916 el municipio recibía el nombre de Bañeras. Se cree que el topónimo es de origen árabe, proveniente de Beni-Hares ("hijo de liebres"), o bien anterior y los árabes lo habrían llamado Bernirehes. Su denominación en valenciano es Banyeres de Mariola.
Esta vez no éramos muchos y enseguida iniciamos la marcha, descendiendo por la carretera CV-795, que une el pueblo con Alcoy, en busca del área recreativa del Molino de la Umbría (Molí l’Ombria).
Aquí el río Vinalopó, cerca de su nacimiento, atraviesa un paraje natural de gran belleza, a los pies de la Sierra de la Fontanella.
Pasado el aparcamiento de pago los fines de semana, y en verano todos los días, alcanzamos la orilla de río Vinalopó.
Sin cruzar el bello puente de madera, remontamos el río por su ribera derecha, hasta llegar a los restos de un casi derruido horno de cal. El sendero se aleja momentáneamente del río para cruzarlo un poco más adelante.
El bonito sendero se adentra en el área recreativa del Molino de la Umbría y deja la zona de acampada a la izquierda. A orillas del río, estamos rodeados de chopos, sauces y álamos, que llegan a formar una bóveda natural, que aporta su fresca sombra a las numerosas mesas de madera esparcidas a lo largo del recorrido, creando un microclima en su entorno.
Bajamos unas escaleras que nos llevan junto al puente de madera que vimos al llegar, y que de nuevo no cruzamos. Continuamos para enseguida situarnos bajo el Molino de la Umbría, un antiguo molino papelero que se asienta junto al cauce del río, fue mandado construir en el año 1770 por el escribano de Banyeres, Laureano Ballester y Garrigós.
En el segundo tercio del siglo XIX se le anexiona un molino harinero, permaneciendo activo hasta finales del XIX con la fabricación de papel de fumar de gran calidad y papel timbrado. José Laporta Valor lo reconvierte en fábrica de licores para explotar las marcas Anís Mariola y Licor Campanone, además de transformarlo también, en un centro productor de energía eléctrica con la instalación de las turbinas. Hoy día es propiedad del Ayuntamiento de Bañeres y está en un lamentable estado de abandono.
Rodeamos el molino, para seguir el sendero que sube empinado por un valle espectacular lleno de pinos.
Pasamos junto a un manantial excavado en la la ladera, parecido al que más adelante encontramos, llamado Font Teularet de Roc, precedida de una pequeña canaleta por la que desciende el agua, aportando una humedad que le da un toque especial y un verdor extraordinario.
A pocos metros de la fuente, abandonamos el valle para continuar por un empinado sendero que nos sale a la derecha, donde se inicia una fuerte subida que lleva a la gran cueva de la Serrella. Una cuerda ayuda a remontar el primer tramo, el de mayor pendiente.
La pintoresca cueva Serrella y su colina fue ocupada por primera vez a finales del Neolítico, en torno al 2.200 a.C.
Terminó su ocupación sobre el 1.800 a.C. Tras un lapsus temporal de mil años, fue vuelto a ocupar por los íberos, sufriendo un proceso romanizador similar a otros lugares de la península.
En época más reciente, la cueva fue usada como refugio por los pastores de la zona y la negrura de su techo da fe del uso de fuego en su interior para mitigar los fríos inviernos.
Tras las fotos de rigor, subimos a la parte superior, que ofrece unas espectaculares vistas al valle, del pueblo de Bañeres y de la Sierra de la Fontanella. A pocos metros, se encuentran los escasos restos de lo que fue el Castillo de Serrella.
Previo a él, en el primer cuarto del siglo II a.C. los romanos construyeron en este lugar un recinto defensivo (oppidum) a causa de la Segunda Guerra Púnica, que asoló los campos de Hispania.
Seis siglos más tarde, los árabes ocuparon el cerro. La Serrella musulmana comenzó a poblarse en el siglo XII. En esta época, Bañeres no existía, o como mucho debió ser alguna alquería. El aspecto de la fortaleza debió ser formidable, como lo muestra la recreación adjunta de su espléndida alcazaba.
A finales del XII y principios del XIII es cuando se construyó el actual castillo de Bañeres. En 1244 o 1245, las tropas de Jaime I tomaron Serrella y Bañeres. En 1249 las dos villas y castillos fueron donadas al caballero aragonés Jofré de Loaysa.
El final de Serrella llegó con su apoyo y participación en la tercera y última revuelta de Al-Azraq, pues en 1277 fue asaltado e incendiado por tropas cristianas. Ante su destrucción y el comienzo del apogeo de Bañeres fue progresivamente abandonado y olvidado. Sus piedras fueron utilizadas para la construcción de las viviendas y fortificaciones del pueblo. Actualmente, sólo se conservan algunas partes de la muralla de mampostería y los escasos restos de torres. A pesar de su estado, en 1998, fue declarado B.I.C.
Bajamos la colina y continuamos por un sendero que sale a la derecha y desciende en busca de la pista de Bañeres. Desde aquí iniciamos un larga y empinada subida por una bonita senda, entre pinos, carrascas y arbustos aromáticos, que suaviza su pendiente al llegar a los restos de un antiguo horno de cal, en una zona de estupendas vista de nuestro siguiente objetivo, el Pico de la Blasa.
Despreciando un atajo que sale a la izquierda que evita subir al Pico, acortando sobremanera la ruta, continuamos hasta llegar a la Caseta del Gallo, situada en medio de un cortafuegos y un tendido de alta tensión.
Junto a ella, existe una pequeña charca con agua para beber los animales.
Despreciamos otra posibilidad de atajo a la derecha para evitar subir al Pico, y un poco más adelante llegamos a un cruce, indicado por un poste de señalización donde dejamos la pista (GR-330) para seguir, a la derecha, por un sendero (PR-CV 313), en dirección a La Blasca, que a pocos metros dejamos por otro que sale a la izquierda.
Aquí, tres compañeros prefirieron no coger el desvío y continuar por el sendero, un atajo, el tercero y último, que evita subir al Pico.
El resto proseguimos por el sendero, en un principio sin pendiente, que pasa junto a otro horno de cal, pero que al llegar a un desvío, el PR-CV 313 inicia una pedregosa cuesta, con bastante pendiente, que en un kilómetro, asciende más de 150 metros hasta la cima de La Blasca.
Menos mal que un pequeño collado, situado a 500 metros de distancia a la cima y a unos 50 metros de altura de ella, nos dio un pequeño respiro a la agotadora subida.
Un último esfuerzo, siguiendo por el empinado sendero, nos sitúa en la cima de la Peña de la Blasca, cuyo vértice geodésico está situado a 1.120 metros de altura, el punto más alto de la Sierra de la Fontanella (Serra de les Fontanelles).
Nos reconfortamos con las extraordinarias vistas de 360º que esta sierra tiene, con amplias panorámicas de la Sierra de la Solana. Beneixama, del Frare, del Reconco, de Onil y Mariola. Muchas fotos y parada para tomar el aperitivo de media mañana, hicieron que disfrutáramos sobremanera de nuestro privilegiado mirador.
Tras firmar en el libro de visitas de la cumbre, iniciamos el vertiginoso descenso por el mismo pedregoso sendero seguido a la ida, hasta alcanzar de nuevo al poste indicador situado en el collado por el que pasamos antes.
Reunidos en el collado, seguimos por el sendero que continua por la izquierda (PR-CV 313), dejando a la derecha por el que subimos y que a unos 20 metros del collado abandonamos, para seguir otro que nos sale a la derecha, una senda que recorre el cordal de la sierra en dirección noreste, al principio con una ligera subida hasta coronar un cerrillo próximo, y después en vertiginosa bajada.
Al alcanzar un roquedo giramos a la derecha, la senda se vuelve más rocosa, con mucha piedra caliza tipo rocalla y algún escalón que otro. Al fina, salimos a una caseta junto a un campos de cultivo y después a una pista.
Dejamos a la derecha la senda por la vinieron nuestros tres compañeros fugados y, al salir a la siguiente pista, seguimos de nuevo por la izquierda, en bajada por la llamada Senda del Planet.
Pasamos junto a la fuente de la Mata, una fuente que pasa casi desapercibida, según bajamos por la pista a nuestra izquierda y que estaba seca.
Un poco más abajo, al llegar a una curva cerrada a la izquierda, nos estaban esperando nuestros desparecidos compañeros. Ya todos juntos, dejamos la pista para continuar por el sendero que sale a la derecha, con la misma dirección que traíamos.
La cornisa de los miradores, le llaman, y es que las vistas del valle y del pueblo, con su esbelta torre del castillo al fondo, no pueden ser más bellas.
Entre grandes carrascas, descendimos hasta alcanzar un puente sobre el río Vinalopó. Desde aquí, se enlaza con la Ruta dels Molins, un recorrido que nos sumerge en la historia de los molinos papeleros más emblemáticos de Bañeres, de los nueve que estuvieron activos en el río Vinalopó entre los siglos XVIII y XX.
En estas peculiares construcciones fabriles, grandiosas para su época, trabajaron la mayor parte de los vecinos de Bañeres durante varias centurias.
Desde aquí se puede acompañar al río en su descenso por su ribera izquierda, para al poco cruzarlo por una pasarela, en un paraje increíble, donde el río es el protagonista con una vegetación de ribera exuberante, con varios remansos y cascadas de agua.
Tras pasar junto a un estanque, unas balsas de decantación, utilizadas para limpiar el agua antes de su entrada en el molino, llegamos a las inmediaciones del primer molino de la margen derecha del río, el Molino del Sol, anexo al Molí Torró.
Este emblemático molino, con su gran chimenea, es también conocido como el molino Blanco y Negro por haber sido utilizado en la producción de papel de fumar. Fue construido en el año 1856 y en los últimos años se han realizado diversas actuaciones en él aunque su estado no es bueno.
Le sigue el Molino Pont, al que se llega tras cruzar un puente. En sus orígenes fue un molino harinero.
Su historia se remonta al año 1758, cuando Mauro Aparisi, rector de la Iglesia parroquial de Bañeres tomó la iniciativa de levantar un molino para sufragar los gastos de construcción de la nueva iglesia.
En 1877 lo compra José Mora Navarro y edifica al lado un molino papelero, el más importante de Bañeres por su elaboración de papel de fumar y libritos.
A finales del s.XIX lo adquiere José Laporta Valor que lo rebautiza como la Innovadora. En 1935 se integra en Papeleras Reunidas S.A. de Alcoy. En 1964 cierra por no ser competitivo y por la evolución de las tecnologías de producción.
Por último, se llega al Molino de San Jorge, más conocido popularmente como Molino Aspenta, porque fue parcialmente arrastrado en una de las riadas del Vinalopó.
Está enclavado en la partida del Bovar, en el margen izquierdo del río. Presenta una estructura rectangular que abarca 10 metros de longitud y 5 de ancho.
El tiempo y la adversidad han dejado su huella y se encuentra en ruinas. La erosión y el abandono han debilitado sus paredes y mermado su esplendo. Aquí un vídeo que muestra la belleza del recorrido.
Se vuelve por el mismo sitio y al llegar de nuevo al puente seguimos río arriba, ahora por el margen izquierdo hasta llegar a un precioso rincón, con un gran remanso de agua producido por una pequeña presa de un azud de captación de agua, con un puente muy bonito de madera.
Cruzamos al otro lado del río para volver al área recreativa del Molino de la Umbría, donde, tras cruzar otro puente de madera, paramos a dar cuenta de los bocadillos en una de las muchas mesas del conjunto.
Tras el merecido descanso, volvimos a cruzar el puente y por el camino que seguimos al inicio, regresamos hasta donde habíamos dejado los coches. En la Brasería La Moreneta nos tomamos las cervezas y cafés que pusieron el punto final a esta entretenida y estupenda ruta que combina agua, montaña, bosque e historia y que bien se merece 5 estrellas.
Paco Nieto
FOTOS